Digital o Papel (revisado)

Digital o Papel (revisado)

Teko
¿Leer o no leer? That's the question...

El libro digital o en papel. No hay discusión posible. ¡Los dos! ¿Por qué tenemos que elegir? Yo no quiero hacerlo, prefiero tenerlo todo.

El libro en papel, por tradición, porque aprendí a leer así, porque me gustan los libros como objetos de decoración, de colección, de compañía. Me gusta el papel, su olor, a nuevo y a viejo*, a cuidado y a moho acumulado durante décadas. El tacto, la textura, el peso, las cubiertas... Vamos, que es difícil que un libro no me guste. Hay que hacerlo muy mal para que así sea.

El libro digital, por comodidad, por la cantidad inmensa que puedes llevar encima sin que sea necesaria una camioneta. Para poder buscar de forma casi inmediata cualquier referencia o texto e ir directamente a la página que coincida con ella. Porque puedo aumentar o reducir el tamaño de letra con apenas un movimiento. Porque no necesito luz externa para poder leerlo (en la mayoría de los casos).

¿Se acaba aquí el asunto? No, claro que no. Puedo dedicar las siguientes 1.000 palabras a defender a uno y atacar al otro, o al revés lo digo. O puedo justificar en otras 1.000 por qué afirmo que son buenos ambos.

Y cuando digo ambos, quiero decir, ambas versiones de un mismo documento, texto o libro. De ese modo se tiene lo bueno de ambos mundos, con el mismo objetivo de lectura. Y no entraré en el tema de los costes. Algunas editoriales, de forma mayoritaria las que se dedican a libros técnicos, ofrecen ofertas que combinan ambas versiones en un mismo producto. Si compras en formato papel, te regalan la versión electrónica, o la ofrecen a un precio con un buen descuento. Es una manera de vender ambos a la vez.

Limpio y aséptico


¿Son los libros los únicos objetos digitalizados? Por supuesto que no. En el mundo del día a día, ya no hablemos de bases de datos, instituciones, etc. si no en lo cotidiano, tenemos agendas de papel que se convierten en digitales mediante el reconocimiento óptico de caracteres, de lápices especiales, etc. y justo al contrario, agendas en forma de apps móviles que se pueden imprimir y convertir en una libreta impresa.

Si buscas con atención verás muchos más objetos físicos que se han convertido en bits, en una aplicación, en un juego, en un producto digital.


Caja de tipos de imprenta. Allá por la época cuando las cosas se hacían despacio.


¿Entonces cuál es la mejor opción?

La respuesta es la misma que en otras tantas preguntas de la misma índole: la que mejor se adapte a tus preferencias y necesidades.

Utilizamos el transporte público para mil cosas, y es ahí donde el libro digital gana por goleada, por lo que ya he dicho antes. Ahorras peso y puedes llevar muchos libros encima. Para leer en la cama lo mismo, el poco peso ayuda a no cansarse. Si tienes la vista un poco perjudicada el zoom del libro digital ayuda mucho. Un sinfín de razones más puede dar la victoria a los Cervantes, Kindle, tablets, móviles, etc. Pero NO HUELEN IGUAL. Otro ligero inconveniente es que necesitan energía eléctrica, cosa que un libro de papel no, apenas luz para poder ser leído.

El libro impreso en papel sirve para todo lo dicho, con sus inconvenientes debidos a peso y volumen. Recuerdo mi cartera (entonces no habían mochilas) con todos los libros de texto para ir a la escuela. Acarreábamos con kilos y kilos de peso, ¡y no nos pasaba nada! Es un bonito objeto de decoración en cualquier librería. ¡No he visto por el momento ningún estante con decenas de eReaders colocados por orden alfabético ni nada parecido! Todo llegará. El libro como objeto puede tener muchos más usos que el decorativo, desde ser usado como soporte para otros libros o sujetando una puerta, hasta ser arma arrojadiza de contundencia variable. No es lo mismo atacar a tu enemigo con un folletín de Corín Tellado que un ejemplar de la Biblia (quizás su contenido sea más letal en el primer caso...). Bromas aparte, el libro en papel puede ser anotado, manchado, arrugado, sus páginas dobladas, arrancadas, pueden albergar notas entre sus páginas, flores secas, manchas de carmín en forma de besos regalados, firmas y dedicatorias, objetos escondidos en huecos vaciados, incluso hay esculturas hechas en el interior de algunos libros desechados por su contenido.


Jodi Harvey Brown

Como regalo, el libro impreso es un clásico y no concibo regalar la última creación de E.S. Critor a mi amiga o familiar, en forma de tarjetita digital con un código de acceso para la descarga del mismo. Es... ¡tan poco regalo!

Con un libro digital (me refiero a un eReader, un lector) todas esas cosas no son posibles. Alguna quizás, como las anotaciones, siempre dentro de un orden y sistema establecidos, no allí donde a uno le apetezca. No me veo perfumando o besando una pantalla para dedicarle el eReader a mi amada. Ni tampoco metiendo ramitas de lavanda en su interior para aromatizarlo o conservar la plantita. De dobleces no hablemos, no ha lugar.

Al inicio lo he dicho. Yo no elijo uno, me quedo con los dos. Cada cual en su faceta más interesante o práctica para mí.

Creo que con el tiempo sucederá algo similar a lo ocurrido en el mundo de la música y los vinilos. Evolucionaron al CD, luego al formato digital puro (mp3) y ahora vuelven a estar de moda. Es como el retorno a una moda pretérita, como vestirse de nuevo a la moda de los 50 o conducir un vehículo vintage. ¿Por qué revive el vinilo? Porque la experiencia digital es demasiado pura... ¡para los puristas! Con los libros sucederá algo parecido, con una diferencia: llevan mucho más tiempo con nosotros desde que a Gutenberg se le ocurrió hacerlos populares con su imprenta (los anteriores eran objetos de lujo monástico, real y principesco). Desde 1440 se han producido cientos de millones de libros impresos marcando una forma de pensar la cultura escrita a otras tantas personas. Más allá de los volúmenes iluminados, de los rollos en papiro, el libro en papel ha tenido y tiene un protagonismo histórico indiscutible. El eReader es, por así decirlo, como el paramecio de la evolución humana comparado. Mucho tendrá que evolucionar para competir y eliminar por completo a un buen libro impreso.

Si eso ocurre, los que amamos y conservamos libros por el amor de tenerlos, más allá de leerlos también, nos convertiremos en Preservadores de la Historia Impresa, presunción que asume buena parte de los coleccionistas de otros tantos objetos por extraños o comunes que sean éstos.


Guerra perdida

La resiliencia del libro es abrumadora. No pudieron con él destruyendo la Biblioteca de Alejandría, tampoco los nazis con sus quemas de libros, ni en la ficción con los bomberos de Farenheit 451. Si un día el papel no puede producirse por el bienestar ecológico podrán utilizarse otros materiales, como la piedra*. ¿Podrá acaso un cacharrito con aspecto de tablet barata, plasticosa y con pantalla iluminada conseguir semejante hazaña?



Notas:

*Cuando un buen lector tiene entre sus manos un libro viejo, no puede evitar abrirlo y plantar sus narices en las páginas amarillentas. Es un olor familiar… y agradable. Esto se debe a que los compuestos químicos utilizados (el pegamento, el papel, la tinta…) comienzan a descomponerse. Es en concreto el papel, que contiene lignina (el polímero más abundante en el mundo vegetal), el que da ese olor tan característico.

Cuando la lignina se oxida, no solo da lugar al papel amarillento, sino también desprende más olor. Y aquí es donde las narices del buen lector se vuelven finas: tras la humedad y varios toques de hierba aparece la lignina, que es ‘prima hermana’ de la vainilla ¡de ahí que nos resulte tan agradable!

*Existe el papel de piedra. Hace algún tiempo era un lujo, ahora ya es un producto asequible para todos:

https://www.amazon.es/Papel-Piedra%C2%AE-Libreta-ecol%C3%B3gica-Writers/dp/B07SKWJ5TX/ref=sr_1_5?dchild=1&keywords=libreta+papel+de+piedra&qid=1623017047&sr=8-5



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