•PAREDES DE PAPEL.

•PAREDES DE PAPEL.

Contos

-Escritor(a): Alfas Corpii.

-Categoría: Maduras.

-Tiempo Estimado de Lectura: [16min.]



CONTINUACIÓN...

Sonriendo al comprobar su efecto sobre mí, Fernando repitió el movimiento, sacando más rápidamente su miembro de mi interior y volviendo a ensartarme violentamente, provocando un temblor en todo mi cuerpo y otro agudo gemido con el que mi garganta me desconcertó.



Mi amante comenzó a marcar un rítmico bombeo, convirtiendo su verga en un pistón hidráulico que salía y entraba en mi encharcado coñito con un continuo martilleo en la boca de mi útero, y una sucesión de impactos púbicos en la vulva que transformaron mi clítoris en un diamante vibratorio. Los incontenibles gemidos escapaban de entre mis labios con cada una de las gloriosas acometidas, expresando un estado de enajenación como jamás había experimentado.



Nunca me había considerado una mujer escandalosa en la cama. Gemía cuando la cosa me gustaba, pero siempre con la boca cerrada, en un discreto tono bajo. Solo en el momento del orgasmo, cuando el verdadero placer me embargaba, no podía evitar lanzar un grito triunfal. Sin embargo, con mi vecino, no podía dejar de gemir y jadear como una puta viciosa. La intensidad con que me follaba, con un miembro de un tamaño que me hacía sentirme más llena de macho de lo que nunca había estado, me obligaba a respirar con la boca abierta, escapándose el aire bruscamente de mis pulmones para pasar a través de mis cuerdas vocales en tensión, por tanto, placer.



El orgasmo alcanzado con su primera incursión a lo más hondo de mis entrañas, había quedado ya muy atrás, y una nueva excitación y goce se iban acrecentando en mí a golpe de cadera.



Aferrada a su exquisito culo, contraído por la forma de embestirme sin descanso, y borracha por las sensaciones que esa juvenil herramienta de placer me proporcionaba taladrándome, me embebí de la escrutadora mirada de fuego de Fer, quien, desde las alturas, observaba cada uno de mis gestos sin perder detalle de cómo mis pechos se mecían violentamente por la potencia de sus arremetidas.


Ven y disfruta de este chat.



Sobrecogida por mis propios y agudos jadeos, que aunque me mordía el labio inferior no podía reprimir, agradecí mentalmente al cornudo de mi marido que, tres años atrás, hubiese fijado la cama a la pared para no escandalizar a todos los vecinos con un retumbar que delataría el vigoroso sexo que estaba teniendo lugar en mi dormitorio en ausencia de mi esposo.



«¡Mierda!, pero no puedo parar de gemir como una actriz porno…»



— Para, Fer… para… —conseguí susurrar, entrecortada por jadeos—. Nos va a oír tu madre…



— Mi madre está en su cama, a tres habitaciones de aquí —contestó dándome, para mi delirio, aún más fuerte—. Y está roncando como una bendita, así que no se entera de nada… Joder, es que de verdad que estás para reventarte a pollazos…



— Oh, oh, oh, ooohh… —asentí.



Iba a volver a correrme en cualquier momento, estaba al borde, y ese cambio de ritmo me iba a precipitar. Sin embargo, el chico, a pesar de que se le veía disfrutando de lo lindo al acuchillarme con su bayoneta sin compasión, parecía tener un aguante sin medida, y no desfallecía en su empeño por rellenarme con su carne.



A punto del colapso, me maravillé de cómo, en una postura tan tradicional, mi amante se mantenía erguido sobre mí, sin aplastarme como hacía Agustín al ponerse encima. Me dejaba libre de movimientos y me regalaba la vista con su fuerte pecho y plano abdomen en plena tensión, marcando todos sus músculos de forma más que estimulante para cualquier mirada femenina.



Recorrí su ancha espalda con mis manos, y aproveché la ventaja que me ofrecía su aguante para acariciar sus pectorales y delinear sus abdominales, hasta que, de repente, uno de sus arreones clavándome la polla en el útero, abriéndome las entrañas y restallando contra mi clítoris, provocó mi catarsis.



— ¡Aah, aaah, aaahhh…! —grité descontrolada, disfrutando de un intenso orgasmo.



Mi interior se convirtió en las calderas del infierno, y miles de incandescentes bengalas fueron propulsadas a cada fibra de mi anatomía. Las musculosas paredes de mi vagina oprimieron con poderosas contracciones al magnífico invasor, exprimiéndolo para ahogarlo, ayudadas de una cálida corriente de flujo.



Mi espalda se arqueó de forma imposible, despegando las lumbares del lecho para elevarme hacia el autor de semejante placer, quien aprovechando el alzamiento de mis montañas, las atrapó en sendos bocados con los que terminó de rematarme.



Tras unos segundos, completamente clavada en la verga de ese apolíneo joven que devoraba mis tetas, llevándome a su olimpo, caí satisfecha y derrotada sobre la cama con un largo suspiro.



— ¡Joder, qué bueno! —expresé, fijando mis verdes ojos en los del atractivo informático, a la vez que recobraba el aliento.



— Sin duda—asintió—. Por un momento he pensado que me arrancabas la polla… Y estabas preciosa… Vamos a ver si te corres otra vez.



— ¡¿Qué?! —pregunté con incredulidad, sintiendo que mi libido aún no había tocado suelo y que esa propuesta la hacía repuntar.



Dándome un beso con el que su lengua acalló cualquier nueva pregunta, consiguiendo relanzar mi excitación, Fer salió de mí, dejándome el coño encharcado, completamente abierto y con la sensación de vació más intensa que hasta entonces había sentido. Se levantó succionándome el labio, y se sentó sobre sus talones.



Muda de asombro, contemplé su insolente verga completamente erecta, apuntando hacia el techo.



«¿Cómo ha podido meterme todo eso? ¡Y sigue teniéndola dura!»



El condón brillaba lubricado por mis fluidos, que ahora escurrían por el largo tronco hasta humedecerle el par de buenas pelotas que adornaban tan deliciosa herramienta.



«Si todavía no se ha corrido, las tiene que tener a punto de reventar… ¡Le he exprimido con todas mis fuerzas!»



Con pasmosa tranquilidad, sonriéndome con chulería, me agarró de las caderas, atrayéndome hacia él y levantándome para que mi culo se apoyase sobre sus muslos. Acto seguido, tomó mi pierna derecha, llevándola sobre su torso para colocarme el tobillo sobre su hombro, y repitió la operación con la pierna izquierda.



Con solo la mitad de mi espalda apoyada en la cama, y la gravedad actuando sobre mis pechos para que se movieran fluidamente hacia mis clavículas, me excité aún más, alcanzando el nivel de minutos antes de cada uno de mis orgasmos. Nunca me habían follado en esa postura, así que la perspectiva superó cualquier fantasía previa a aquel encuentro.



— Mayca, estás chorreando —observó, acariciando la entrada a mis placeres para llevarse la mano a la boca y probar mis juguitos—. Ya te has corrido dos veces y sigues queriendo más… Eres aún más viciosa de lo que me imaginaba, y estás demasiado buena como para no estar dándote rabo hasta el final… Porque es lo que quieres, ¿no? ¡Venga, pídemelo!



— Fer, no me dejes así —pedí, sintiendo ya la necesidad—. ¡Dame tu rabo hasta el final!



Cogiendo su monolito con una mano, lo orientó hasta instalar su testa entre mis mojados pliegues. Apenas tuvo que moverse para hacerme sentir cómo el glande volvía a forzar mi entrada, penetrándome suavemente hasta que mi almeja pudo mantener sujeta la lanza por sí sola.



— Uff… —suspiré, complacida.



A continuación, y tras comprobar la perfecta alineación de nuestros sexos, Fernando me cogió por las caderas y, dando un tirón para atraerme hacia su pelvis, me clavó su lanza de acero con una salvaje y profunda penetración que me dejó sin aliento.



— ¡Ah! —apenas pude emitir una interjección con toda la boca abierta.


Disfruta de este Relato Prémium.


La punta de su polla se incrustó en lo más hondo de mí, haciéndome sentir la bravura de su empuje como si me atravesara para salírseme por la boca. Y el colmo de la deliciosa novedad, fue sentir los hinchados testículos golpeándome en el perineo.



Disfrutando de mi cara de sorpresa por la nueva sensación, y habiendo tomado la medida de cómo deberían ser sus movimientos, mi amante comenzó a follarme sin compasión, tirando una y otra vez de mis caderas para ensartarme con su asta en un frenético ritmo, buscando un apoteósico final.

La inédita postura para mí era increíblemente placentera. Sentía todo el miembro del macho, todo su grosor y longitud, llenándome con oleadas de calor, dilatación y presión en mi abdomen, taladrándome hasta la matriz con un fluido deslizamiento que me obligaba a gritar como si me estuvieran matando. Y es que el hecho de estar con mis tobillos sobre sus hombros, hacía que mi conchita estuviese más cerrada y apretada, lo que se traducía en una sensación aún más intensa para ambos.



Mi culo rebotaba, una y otra vez, contra el pubis y muslos del joven, sonando como un toque de palmas de ritmo flamenco, y el constante golpeteo de las pelotas en la sensible piel que separaba mis dos agujeritos, constituía un inusitado aderezo a la ya, de por sí, exquisita follada que me estaba dando.



Entre incontrolables gemidos convertidos en aullidos, no podía dejar de admirar la belleza de ese joven cuerpo masculino regalándome toda su potencia, destacando el excitante espectáculo de sus abdominales contrayéndose rítmicamente con cada acometida.



Con los dientes apretados y entre gruñidos, Fer estaba entregado a su propio disfrute, haciéndome gozar con él. Tenía la vista fija en mis tetas, cuyo volumen se mecía adelante y atrás, con el vigoroso manejo de mi anatomía, como dos generosos postres de gelatina servidos por un camarero cojo. Y supe que, ahora sí, se correría conmigo.



Sin embargo, la primera en rasgarse por dentro entre gritos de júbilo fui yo, ensalzándose mis orgásmicas sensaciones por unas penetraciones aún más salvajes ante la inminencia del clímax masculino. El mío, tercero y último de la tarde, me sobrevino con una intensidad tan devastadora, que convirtió mi cuerpo en la zona cero de un ataque nuclear.



Cada una de mis células vibró de puro placer. Mi vagina se convirtió en una prensa para el cilindro de carne que la atravesaba, con unas contracciones que me hicieron temblar. Y el gusto de sentir como si me orinase a presión, con un abundante chorro de cálido flujo de corrida femenina completa, me dejó sin aire en el aullido final.



— ¡Auuuhhh…!



Disfrutando de mí, catapultado por mi orgasmo exprimiéndole, mi semental rugió con su propia catarsis, dándome unas brutales embestidas que, lubricadas con mi eyaculación femenina, sonaron a delirante chapoteo. Hasta que el último empujón me confirmó que ya había descargado toda su furia en mi interior.



Abriéndome más de piernas para reclinarse sobre mí, el campeón me dio un profundo beso, y se retiró sacándome ese productor de orgasmos que ya comenzaba a flaquear.



Sus ingles y muslos estaban mojados por mi corrida, pero sin darle ninguna importancia, se quitó el condón bien cargado de semen para dejarlo sobre la cama.



Yo no pude ni moverme, me había dejado más satisfecha de lo que había estado nunca, y totalmente destrozada. La hora que mi vecino se había pasado follándome, con los únicos recesos del cambio de postura para regalarme tres espectaculares y agotadores orgasmos, hicieron que mis cuarenta y dos años cayeran sobre mí de golpe.



— Mayca, eres un auténtico polvazo —me dijo.



— Y tú un chulazo que ha cumplido lo que prometía —contesté, sonriéndole.



— Bueno, ahora debería volver a casa antes de que se despierte la bella roncante y me vea llegar oliendo a mujer cachonda —bromeó, devolviéndome la sonrisa.



— Sí, creo que los dos vamos a necesitar una ducha… Mi albornoz se ha quedado a la entrada, con tu ropa.



— ¡Ja, ja! Ya sabes dónde estoy para darte cuando quieras lo que no tienes en casa. ¡Hasta la próxima, preciosa!



Con ganas de fumarme el más relajante “cigarrito de después” de toda mi vida, y la más refrescante ducha de la historia, Fernando me dejó a solas. Estaba agotada y profundamente satisfecha, con el coño, muslos, y culo mojado sobre la cama también húmeda, oliendo a hembra en celo, y sobre también la que reposaba un largo preservativo usado, con una buena ración de leche de hombre en su interior.



«Si hay una próxima, será él quien acabe sin poder moverse», me propuse.

CONTINUARÁ...


Siguiente Capítulo>


<Anterior Capítulo.


-ÍNDICE.


·Relacionado con Contos:


-CONTOSCO.


-CONTOSAGAS.


-SIGUENOS.


-CONTOSHOP.


-CONTONOTICIAS.

Report Page