Día 91. Domingo 14 de junio de 2020

Día 91. Domingo 14 de junio de 2020


Dios mío.

Lo voy a decir otra vez. ¡Dios mío!

Los avances tecnológicos suceden mucho más rápido de lo que soy capaz de asimilar. Y cuando me topo con la inteligencia artificial que está al alcance de personas comunes y corrientes como yo, me abrumo hasta el infinito tratando de manipularla. ¿Por qué no nos enseñaban estas cosas en la escuela?

No es la primera vez que intento gestionar inteligencia artificial, más precisamente bots para tramitar mis movimientos virtuales. Esta es la segunda.

Después del maravilloso hallazgo de ayer de los canales de Telegram, siguió un segundo descubrimiento: sus bots.

Hay bots para hacer dulces. Bots para todo: para recibir noticias en un único lugar, para gestionar grupos y canales, para saber del clima, para mirar el horóscopo, para programar la agenda…incluso un usuario cualquiera puede crear un bot para una función concreta.

Es una verdadera locura lo que se puede lograr con ellos. Hoy, todo mi día me lo pasé dedicada a intentar operar con ellos para enriquecer mis futuras publicaciones en mis nuevos canales de Telegram. Que por cierto ya tienen suscriptores después de anunciarlo en redes ayer.

Esta vez, aunque estuve a punto de lanzar mi teléfono contra la pared cuando me vi superada por la inteligencia artificial, no claudiqué como aquella primera vez que intenté gestionar mensajes de Facebook con bots para ello.

Ahora, superada la prueba de gestionar mis nuevos canales con bots, me espera un documental de tres horas acerca de las conexiones del Vaticano con el Estado Profundo. Me contó mi marido, que ya lo vió que es un excelente trabajo de investigación realizado por el mismo periodista intimado por el Gobierno Argentino hace unos días.

Nos hemos preguntado también cuanto tiempo seguirá con vida dicho periodista si sigue agitando el avispero de esta forma. Está haciendo enojar a mucha gente. Dijo Rafa que ese video son tres horas de datos, datos y datos. Una investigación bastante seria y profunda, así que tengo mucha curiosidad por verlo, pero con tanta faena de configuración de bots se me pasó el día volando.

No quería que se me pase este momento de pausa frente a este escrito que ya estoy amando profundamente. Mi constancia, algo en lo que no suelo ser muy buena, suele ser un indicador de cuanta pasión siento por lo que hago. Esta constancia espontánea, de sentarme frente a esta pantalla para documentar mi día es prueba más que suficiente del cariño que le tomé a estas líneas.

Y me gustan. Porque a diferencia de muchos escritos anteriores, incluso de mi libro Diario de una Artesana, esta vez no tengo un horizonte definido. No busco causar una emoción concreta en quién me lea. No busco nada en realidad. Es posible que haga enojar a mucha gente (especialmente a los terraplanistas y a los comunistas), pero no me importaría mucho que eso suceda tampoco.

El verdadero fin de este escrito es ejercer mi soberano derecho de expresión. En un contexto que está atacando precisamente eso, poder tener la oportunidad y la libertad de escribir lo que quiero, se torna aún más valioso que nunca.

Para mis lectores habituales puede resultar sorpresivo o chocante no encontrarse con esa prosa melosa y amable a la que están acostumbrados, pero dejando constancia de mi sincera disculpa para ellos, esta vez escribo por mí.

Todo lo que he callado por ser políticamente correcta, ha generado una presión interna insostenible. Ya no quiero ser correcta. Quiero ser auténtica.

Y si mi autenticidad toca fibras sensibles, invito a quién se sienta ofendido por mi subjetividad, a que se revise internamente y se pregunte porqué reacciona frente a mis líneas. Que esa respuesta no está en lo que escribo, si no en la consciencia de quién lee.

Todos tenemos derecho a expresarnos, pero yo había cedido mi facultad de decir lo que pienso, en aras de la calma. Para evitar el choque y el conflicto con otros. En estos meses he cambiado yo. Han cambiado todos mis paradigmas. Todo lo que tenía por cierto se fue al garete. Antes me importaba mantener una imagen cuidada de persona buena y decente. Sigo siendo decente pero ya no me importa ser buena. Prefiero volverme inteligente.

Ya no quiero ceder mi derecho por no generar conflicto, porque entendí que si alguien se ofende por mi existencia, por mis maneras, mis palabras, o mis actos, el problema es suyo. No mío. Y viceversa. Cuando yo me ofendo con el presidente porque nos mantiene encerrados en nuestras casas, el problema no es el presidente, soy yo quién se enoja sola, porque a él ni siquiera le importa lo que piense medio país. Menos le voy a importar yo.

Ya no tengo ese miedo de decir algo incorrecto. Sé que no tengo la verdad de las cosas. Sólo tengo mi parcial visión del mundo que me rodea y me dedico a contar lo que veo desde mi burbuja particular. Sé que existen otras realidades coexistiendo con la mía. Y está muy bien. Sólo que no me interesa narrar esas.

Ya está. Es todo por hoy. Me voy a mirar el documental.



◼️ Siguiente: Día 92. Lunes 15 de junio de 2020
◼️ Anterior: Día 90. Sábado 13 de junio de 2020 

Índice


Report Page