Día 84. Domingo 07 de junio de 2020

Día 84. Domingo 07 de junio de 2020


Cuando creo que ya lo he visto todo, y que mi elección informativa se ha reducido a un astrólogo y una vidente, me entero de la existencia de un nuevo lunático. Y ya he dicho cuanta simpatía siento por esa gente extraña.

No he visto mucho material de este tal Estulin, que dice haber sido espía de antigua Unión Soviética. Pero al parecer viene publicando libros hace muchos años, y dando entrevistas. Una de ellas -que estaba mirando justo antes de sentarme a escribir- era de 2011.

Mi amiga Marcela me recomendó que lo mirara por sus dichos acerca del nuevo régimen económico que se va a implantar muy pronto. Y con pronto, me refiero a meses, no años.

Pese a que tengo una veintena de videos que me envían y que no he mirado porque no puedo verlos y simultáneamente jugar a la granjita, decidí darle una chance a este señor.

La curiosidad me picó demasiado fuerte cuando até cabos. El astrólogo hablando de un inminente crash económico y la reconfiguración del sistema financiero, la vidente diciendo que pronto nos van a ofrecer un nuevo modelo de economía que resultará siendo una estafa global. Dos vertientes –descabelladas, si se quiere- apuntando hacia el mismo sitio, y para completar, Marcela me explica que este Estulin habla de la caída del capitalismo y de un nuevo régimen que suplantará a este. Demasiadas flechas apuntando hacia el norte. Debía escucharlo.

Por supuesto habló del grupo Bilderberg, y del Estado Profundo, las élites y demás. Cosas que ya vengo escuchando hace tiempo. Pero acorde a su visión, mi información es a todas luces una ensalada inconexa y mal hilada.

A la postre que mis conexiones neuronales chispearon y entraron en cortocircuito y terminé aún más confundida de lo que estaba antes de oírlo.

Mi conclusión es que mucha de la información que circula al parecer es veraz, pero la orientación y la interpretación que sufren por el camino, enreda aún más toda la cuestión. ¡Qué difícil es la vida del conspiranoico en 2020!

Hace diez años atrás, leyendo a Nietzsche y Osho ya me sentía una revolucionaria desde adentro. Ahora ya no sé si los Iluminattis no me estarán teledirigiendo a distancia, o la CIA me metió a su programa de MK Ultra y luego me borró la memoria, y ambos me usan para que escriba estas cosas que confundirán aún más al lector ocasional.

Como mi amiga Silvia es la única que ha leído a la fecha este borrador, quizás quieran dominar su mente a través mío. Es una posibilidad ¿Verdad? Sí, Silvia, los Iluminattis te quieren a vos. (Risas).

He dicho al principio que nada de lo aquí expuesto es objetivo. Lo aquí vertido es fruto de mi sesgada y posiblemente inexacta visión de la realidad. Mis impresiones y apreciaciones teñidas con el adoctrinamiento recibido desde la infancia y mí accidentada experiencia de vida. Es el escrito más subjetivo que he hecho nunca.

Cuando toque darle a estas líneas el formato de libro que será en el futuro le agregaré un letrero rojo al principio que diga: leer solo a modo de entretenimiento. No soy investigadora ni periodista. Solo curioseo por placer y por vicio. Y es así como doy con todos los lunáticos con los que simpatizo. Obviamente, mi interpretación añade condimento a los hechos.

En fin. Volvamos al capitalismo. Que no hay que ser vidente ni astrólogo para darse cuenta que es un sistema defectuoso desde su estructura. Tenemos un organismo privado, la Reserva Federal de los Estados Unidos que imprime papelitos verdes a su antojo. Ellos imprimen diez papelitos y le prestan al gobierno esos mismos diez más interés. Al cabo de un tiempo, el gobierno deudor tendrá que devolver once papelitos. Pero solo existen los diez impresos por la Reserva Federal. ¿Cómo hará el gobierno para devolver once?

He explicado el capitalismo en un párrafo. Hasta un niño entiende que un sistema como ese basado en deuda para generar el crecimiento económico de los países, de las empresas y de los individuos tarde o temprano hará agua por todos lados. Caerá por su propio peso.

Para pagar once papelitos, el gobierno expropiará de sus bienes a los individuos. Saldará su deuda, claro. Pero todos serán más pobres. La Reserva Federal será más rica, porque solo ha impreso diez papelitos verdes, pero habrá ganado once. ¿Hay que ser adivina para saber que el papelito número once salió del bolsillo de un ciudadano?

Al día de hoy, casi todos los países del mundo están endeudados en mayor o menor medida. Solo basta que alguien apriete el botón y los acreedores se pongan de acuerdo en cobrar la deuda simultáneamente y ¡zas! El mundo entero se declarará en quiebra. Y no necesito ser economista para darme cuenta de esto. Es puro sentido común.

Supongo que algo como esto es lo que sucederá. Alguien apretará el botón rojo, y los individuos tendremos que ceder nuestros ya mermados bienes al gobierno, y este a su vez los utilizará para saldar algo de su deuda. En resumen, los ciudadanos seremos más pobres, y los dueños de la impresora de papelitos se harán más ricos.

Ahora bien, ¿en qué consiste este nuevo modelo económico que dicen que se viene? Pues nadie lo sabe. La vidente no lo ve en sus cartas. Los astros solo hablan de un traspaso de bienes de los individuos a las élites financieras, y el ex expía Estulin tampoco da detalles.

Y mi imaginación no es tan fértil como para arriesgar una posibilidad al estilo Julio Verne. Mis amigas me han llamado visionaria, mujer del renacimiento, y mujer del futuro, pero en lo que respecta a este nuevo régimen no se me cae ni una idea de que como podría llegar a ser eso.

La información es tan abundante, contradictoria y veloz que hay momentos en que me quiero echar en el suelo en posición fetal y ya no saber más nada. Llega un momento en que me saturo y siento que el cerebro me va a explotar.

Entonces, mi mente, en su intento de auto preservación me lleva al pasado y veo imágenes de mi infancia y adolescencia cuando no existían smartphones y hablábamos por teléfono fijo. O teníamos que ir hasta la casa de la amiga para saber si estaba o no. En vez de mandar un Whatsapp para avisarle que me encontraba en la puerta, tocaba el timbre o aplaudía con las manos.

En verano se podían oír a las cigarras cantar en medio del silencio que ahora no existe, porque ni en cuarentena los vehículos han dejado de circular contaminando el aire con sus rugidos. Un silencio que ahora es un lujo que solo se halla en el campo o en las rutas despobladas. Por las noches se veían las estrellas que ahora solo son apreciables los días que se corta la energía eléctrica.

Días como hoy, repletos de visiones de un futuro distópico, tecnológico, robótico me hacen añorar el pasado de los años ochenta y noventa.

El mundo no volverá a ser el mismo. Eso es un hecho.

Una parte de mí se aferra al siglo veinte, mientras mi cuerpo avanza por el siglo veintiuno. Ni siquiera me acostumbro al mote de millenial. Es una etiqueta horrible. Se siente como estigma.

Me voy a seguir escuchando a Estulin mientras tejo la manta infinita que nunca termino. A ver si averiguo más de este nuevo régimen económico que se viene.



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