Día 83. Sábado 06 de junio de 2020

Día 83. Sábado 06 de junio de 2020


Lo único productivo que vine haciendo estos últimos tres días fue escribir en este diario. Y llamarlo productivo es mucho decir. El adjetivo que le queda mejor es divertido. Me divierto haciendo esto. Es el único motivo por el cual aún no he abandonado la escritura de estas líneas.

El resto de mis jornadas las he empleado sabiamente en la estúpida y sensual granjita virtual. En la carrera por subir niveles, no reparo ya en las horas. Y la batalla habitual de mi mente prendo el Wi-Fi versus no lo prendo, simplemente ha quedado descartada por intrascendente. ¡Hay que seguir cosechando que ya falta poco para alcanzar el nivel veintinueve!

Día ochenta y tres de cuarentena. ¡Hay que seguir aguantando que ya falta poco para llegar a noventa!

Y así como me olvido de prender el teléfono por recoger peras virtuales, también me cuesta recordar la hora de la meditación. Soy plenamente consciente tanto de mi actual autosabotaje como de mi ciclotimia natural. Y mi trastorno maníaco-compulsivo.

Es que pongo YouTube para mirar a mi astrólogo favorito que publica videos los sábados y anuncia que los astros no estarían siendo muy favorables a la humanidad. Y lo que es peor, gracias a Plutón en conjunción con Saturno, la cosa irá en crescendo hasta el 2024.

Luego miro a mi vidente favorita que ha dado con el documental más movilizador que he visto en mi vida: La caída del Cabal y se pone a hablar de los niños abusados por los señores del poder.

¿Qué debo hacer para no chupar tantas malas noticias? Fácil, jugar a la granjita. Listo. Fin del cuento.

De otra forma, ya sea viendo a personas a las que juzgo subjetivamente como divulgadores de cosas interesantes, incluso así sigo topándome con cosas que no quiero volver a escuchar. Ya las vi. Ya las lloré. Ya las odié. Ya me indigné. Ya me entristecí. Ya me he preguntado una y otra vez en que agujero del mundo nací y por qué cuernos estoy aquí.

No puedo seguir oyendo aquellas cosas, porque todas las noches, cada vez que arropo a mi hijo, pienso en todos los niños que han sido enjaulados, abusados, golpeados, violados y sacrificados y que cualquiera de ellos pudo haber sido mi hijo. No puedo soportar ya la imagen mental de tanta infamia, tanta maldad hacia la inocencia y la pureza de la infancia.

Hace cuatro años tejo muñecos para niños. Aprendí a tejerlos para mi hijo. Y de eso nació mi pequeño emprendimiento. He reflexionado millones de veces en la magia que surge de mis manos, y del amor que regalo haciendo esos juguetes. He pensado en innumerables ocasiones que mi labor iba más allá de lo aparente al alegrar una infancia. Me he secado lágrimas de alegría al ver como hijo todas las noches acomoda a sus muñecos para que duerman junto a él.

Y no es el único infante al que le he dado un pedacito de mí tejiendo esos amigurumis. Hay una veintena de muñecos míos repartidos aquí y allá en diferentes hogares, en manos de diversos niños.

Me siento tan ingenua y tan estúpida por alegrarme de hacer felices a una veintena de niños, cuando existe una red de tráfico que maltrata infantes de a miles. Mi causa en pro del bien de esos chicos es tan insignificante comparada con el crimen organizado en pro de la maldad.

¿Para qué luchar? Si aquel poder es tan grande que lo devora todo ¿de qué sirve nada de lo que yo, individuo, pueda hacer para cambiarlo? No sirve de nada. La impotencia se apodera de mí y sólo hay una acción posible después de todo aquello: echarme a llorar.

Y para cantar bingo, en ese rato que dejé la granjita para mirar al astrólogo y la vidente mientras armaba mis cigarrillos, salió la bolilla ganadora: la reproducción automática saltó al siguiente video que era una transmisión en vivo de una revuelta en Jalisco, México. La gente ha salido a protestar por la muerte de un tal Giovanni López, civil que habría sido detenido por la policía local el pasado 4 de mayo por no llevar tapabocas, y muerto por oficiales al día siguiente.

Hay algo que no me cuadra aquí. Que por más que lo intento, sigo sin comprenderlo. Los manifestantes se han dirigido hacia el Palacio de Justicia, pidiendo esto último, pero han dejado destrozos e incendios a su paso. Violencia patente por esta persona asesinada por la policía… ¡el mes pasado!

Y solo unos días después de un incidente similar en Estados Unidos. ¡Qué gran casualidad! ¿Es sensación mía o esto huele a podrido? ¿No es curiosa la cercanía temporal y geográfica entre uno y otro episodio?

No me aguanto el improperio… ¿qué carajo está pasando?

Al menos podían dejar pasar treinta días para que no fuera tan indiscutible la coincidencia, y para que conspiranoicos como yo no nos demos cuenta de que claramente ambas revueltas están armadas y seguramente, debidamente financiadas. Están tan arrogantes estos señores del poder que ya ni cuidan los detalles. Hacen sus desmanes abiertamente y con alevosía. Seguro que en algún capítulo de Los Simpsons ya existe alguna referencia al tema de civiles, diezmados por el abuso de poder de la fuerza policial.

Me siento dentro del libro de Orwell viviendo en una sociedad distópica. ¿Cuándo empieza la quema de libros? Sólo eso se les está olvidando porque el control y la vigilancia de Gran Hermano ya la vienen ejerciendo hace rato.

En fin. Ya no quiero escribir sobre estas cosas el día de hoy. En un descuido y ya se me coló la paranoia. Especialmente porque cuando más personas se están enterando de qué se trata el Pizzagate, Netflix lanza un documental hablando del asquerosamente rico Jeffrey Epstein, dueño de la isla a la que los famosos acudían a calmar sus ansias pedófilas.

Otra curiosa casualidad. Otra de las tácticas más viejas desde que existe el mundo: desvío de atención hacia el villano de turno. Que el foco sean sus crímenes así olvidamos a los demás implicados.

Y precisamente, esa es la táctica que utilizo para no salir manifestarme, harta ya de tanta maldad de unos, y estupidez sonámbula de otros. Desvío la atención en mi granja imaginaria para no pensar en nada más.

Sé que no voy a poder escapar toda la vida de la realidad circundante, y su fealdad. Pero al menos me voy a divertir un rato. Más animada y divertida me sentiré con más fuerza para digerir el asco que me da todo lo que está pasando en el mundo.



◼️ Siguiente: Día 84. Domingo 07 de junio de 2020
◼️ Anterior: Día 82. Viernes 05 de junio de 2020

Índice


Report Page