Día 74. Jueves 28 de mayo de 2020 

Día 74. Jueves 28 de mayo de 2020 


Me levanté echando chispas contra el presidente de la república, porque recordé que en su último comunicado anunció la extensión de la cuarentena hasta el 7 de junio. Y me pregunté sarcásticamente desde cuando una gripe justifica encerrar en sus casas a cuarenta y cuatro millones de personas, especialmente a la gente sana y productiva.

La retahíla de protestas mentales se extendió hasta los medios de comunicación, y los taché de falaces y mentirosos. Lacayos de los amos del mundo, funcionales a un sistema decadente que ya nadie en su sano juicio puede aceptar.

Recordé una reflexión oída o leída en algún sitio, afirmando que está situación de prolongar la cuarentena era una maniobra política para mantener a raya a los manifestantes para que no salgan a las calles con sus panfletos y ollas. En cuanto se decretara el levantamiento de la reclusión domiciliaria, se haría evidente la mala gestión del gobierno, y ya no podrían contener legalmente a las personas en sus casas. Ingenioso ¿verdad? Mucho.

Una medida ligeramente más ingeniosa que bombardearnos durante todo el mes de marzo con noticias de Covid-19, explicando una y otra vez que las personas de tercera edad eran las más vulnerables al virus, y luego el 3 de abril, en plena cuarentena, ordenar la apertura de los bancos para el cobro de los jubilados. (4) ¿Intento de genocidio, tal vez? ¿Camuflado terrorismo de Estado? Miles de jubilados en las calles del país, apiñados unos con otros en largas colas para retirar su paupérrima platita.

Una medida diametralmente opuesta al decreto de distanciamiento social. Ese día fue el reino del revés en todo su esplendor. Yo movía la cabeza de un lado a otro sin poder dar crédito a lo que veía, leía y oía.

Volviendo al día de hoy, el número setenta y cuatro de cárcel domiciliaria y mientras peleaba mentalmente con el presidente imaginario señalándole los puntos flacos de su decisión, me detuve en seco para observarme a mí misma. Me miré con curiosidad, y hasta me dio gracia lo estúpida que me veía hablando sola.

Me llamé al orden. Volvé, Cecilia. Volvé al presente. Estás preparando el mate. Verté ese agua en la pava y quédate acá, por favor. El presente es lo único que importa. Aquí y ahora es todo lo que existe.

Qué fácil es caer en la trampa de la mente que me lleva del pasado subjetivado por mis recuerdos al futuro inexistente de mis expectativas, sin jamás permitirme saborear el instante presente colmado de simpleza, gracia y belleza.

Antes de disponerme para el ritual de la escritura matutina en mi cuaderno diario, decidí hacer caso del mensaje de estos días y meditar. Once minutos. Todo un logro.

Cuando sentí que era momento de abrirme al mundo, encendí el Wi-Fi en mi teléfono celular y me desayuné esta noticia: en la provincia de Santa Cruz, al sur de Argentina, anunciaron oficialmente que habrían detenciones por publicaciones de redes sociales o webs de asuntos inherentes a Covid-19 tendientes a afectar el orden y la sensibilidad de las personas.

¿Cómo se interpreta esto? ¿A discreción de quién quedará sujeto el juicio de cuáles cosas afectan el orden y la sensibilidad de las personas?

Se me vino a la memoria el ciberpatrullaje anunciado en abril. (5) Recuerdo ese evento como una gota cayendo en el vaso de mi paciencia. Me llevaba a elucubrar la posibilidad de abandonar todo lo que había construido a través de las redes sociales: presencia de marca, comunidad artesana, amistades, publicaciones regulares. Se levantaba un vaho con olor a censura y amenaza a la libertad de expresión.

No fue sino hasta la limpieza que YouTube hizo del canal Mindalia Televisión cuando finalmente reaccioné. ¡Borraron el canal completo! No podía creerlo. Fue demasiado para mí. La gente de Mindalia no denunciaba chanchullos ni se metía en política. Para nada. Le enseñaba a la gente como levantar su sistema inmunológico de manera natural a través de hierbas, emociones gratas, meditaciones, y pensamientos positivos.

¿Me parece a mí o YouTube no quiere que estemos sanos? ¿Por qué nos quieren enfermos? ¿Qué demonios es lo que está pasando en el mundo? ¡Por Dios!

Por esos días me encontraba redactando un escrito para participar en un concurso literario. A sabiendas de que la organización del mismo estaba relacionado con el Instituto de Cultura del Chaco, me di permiso para tocar estas cuestiones de censura. Fue una cristalina declaración de rebeldía y disidencia hacia el actual estado de cosas.

No estoy segura de sí fue un acto de valentía, o por el contrario, una acción sumamente estúpida que podría acarrearme consecuencias y arrebatarme prestigio como escritora novel de la región. Pero el caso es que me atreví. Y a la fecha, aún no me arrepiento.

Ya dije que soy un hueso bien duro de roer.

Cambiando radicalmente de tema, estoy sorprendida de haber escrito este diario cuatro días seguidos. Aún no sé qué forma le voy a dar, o si lo compartiré. Si será un legado para mi hijo o tendré que abrirlo al mundo.

Pero no me preocupo por eso. Así como la voz de mi ángel me sugirió que hiciera esto, llegado el momento sabré que destino darle a estas reflexiones.

Si mañana siento el impulso de continuar, lo seguiré haciendo. Por lo pronto, hoy me doy por satisfecha. Dedicaré el resto del día a prestar atención al momento presente.




(4) Ríos de tinta digital han corrido, y las redes sociales se inundaron con opiniones de todos los colores aquél día. No investigué en demasía. Al buscar en los archivos del diario digital La Nación no encontré ninguna referencia de ese 3 de marzo en relación a los jubilados, pero navegando encontré esté artículo del diario Actualidad: El caos en los bancos por el pago a jubilados, en boca de todos.

(5) Encontré está nota del diario Clarín que amplía el tema, pero aviso que este medio pertenece a los dueños del poder así que hay que tomarlo con pinzas: Controles y libertad de opinión. Coronavirus en Argentina: Polémica por el “ciberpatrullaje” de las fuerzas de seguridad en las redes sociales.



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