Día 116. Jueves 9 de julio de 2020

Día 116. Jueves 9 de julio de 2020


Hoy se celebra el día de la Independencia argentina, acaecida en 1816.

Estaban anunciados el Banderazo y las protestas. De hecho, los ciudadanos se autoconvocaron por redes sociales. La afluencia de personas ha sido enorme a lo largo y ancho del país.

En contra de mi costumbre, seguí la tendencia en Twitter mientras miraba las noticias, tanto del canal opositor como de aquel afín al oficialismo. En boca de toda aquella gente se repetía una y otra vez la palabra libertad.

También en contra de lo acostumbrado y de mi valor de hacer la revolución desde adentro, a esta marcha sí quería asistir.

Aunque no hubo disturbios aquí en Resistencia, mi marido y yo habíamos decidido permanecer en casa, por si acaso se producían. Si la cosa se ponía fea, nos podíamos arriesgarnos a dejar a huérfano a nuestro hijo. Sin embargo mi atención y mi corazón estuvieron muy cerca de todas esas personas.

En Buenos Aires, y frente al obelisco (símbolo masón, aclaremos por si acaso), un grupo de personas agredió a los periodistas del canal afín al gobierno, y literalmente los echó del lugar. El episodio ha generado réplicas en los demás medios y en declaraciones de dirigentes.

Le dije a mi marido que la situación ameritaba un bowl de pochoclos. Leí por ahí, en algún tuit que alguien decía “esta es la rebelión de los mansos”. Y me encantó la cita.

Observando de cerca las diferentes manifestaciones y las declaraciones de los protestantes me enteré que ayer habían liberado a unos cuantos delincuentes del mismo signo político del gobierno actual y que hace dos mandatos atrás habían estado implicados en la retahíla de escándalos sobre malversaciones de fondos del Estado.

La gente se manifestaba por eso, por la intervención de la fábrica de aceites, pidiendo que se le devuelvan sus libertades constitucionales y una medida que flexibilice la cuarentena sin levantarla, pero que al menos permita a la gente sana en edad productiva algo tan básico y constitucional como poder trabajar. Estuve de acuerdo con todos los puntos y me lamenté de no estar ahí haciendo flamear la bandera de mi país.

No suelo ser muy patriota y me volví bastante escéptica desde que estudié un millar de libros para rendir la materia de Historia Argentina cuando asistía a la Facultad de Derecho. Conozco la historia de mi país y no me da orgullo en lo absoluto. Por tanto, no me suelo sentir muy identificada con la doble moral que impregna nuestra idiosincrasia.

Pero hoy, en un día tan significativo por la palabra misma que lo define, independencia, y a la luz de todos los acontecimientos, especialmente de los últimos cuatro meses, realmente sentí deseos de participar como ciudadana de mi patria.

Me tuve que contentar viéndolo desde la pantalla. Y escuchando los bocinazos que llegaban desde la plaza central de Resistencia, a una decena de cuadras de mi domicilio. Sí que se oían. Y sonreía al escucharlos, mientras mis manos seguían arando la tierra del cantero en el que planeo trasplantar nuevos aloes.

Lo que me gusta de todo esto es la unión que percibo en las personas. Me genera una enorme satisfacción porque es una señal de que el paradigma realmente está cambiando. La rebelión de los mansos, adquiere para mí un significado que trasciende las palabras mismas.

Desde la famosa grieta que dividió al país en dos bandos, siempre existieron los eclécticos como yo, que se limitaron a guardar silencio para no atraer la ira de unos y otros. No era mansedumbre, fue perspicacia. Un silencio forzado y paciente que aguardaba el momento oportuno de emerger a palabras.

En este día yo veo a esos eclécticos alzar su voz, y la visión me deleita. Y me encanta.

Elevo una oración a lo alto para que la unión se mantenga y cambiemos de una vez este viejo paradigma que ya no encaja con los nuevos tiempos.

Que así sea.



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