Día 111. Sábado 4 de julio de 2020

Día 111. Sábado 4 de julio de 2020


En antiguas tradiciones esotéricas y en numerología actual, el número ciento once está cargado de simbolismo. Se lo reconoce como un número maestro.

El número uno representa la causa primera, la unidad, la fuente. A su vez el once es considerado el maestro de las revelaciones. Cuando el uno aparece repetido tres o cuatro veces, en numerología se suele decir que es un mensaje angélico que indica la apertura de un portal de oportunidades, una brecha, una puerta dimensional que se abre para que un caudal de energía mayor al habitual llegue hasta el individuo, y cuente con más poder para materializar sus pensamientos.

Dado que en la alquimia y en antiguas tradiciones mágicas se considera un principio universal que toda creación comienza en la mente y se materializa a través de la energía vital que el individuo imprime a dicha imagen mental, sentencias como “quien domina la mente, lo domina todo” no son para nada azarosas. Quien puede ver algo muy nítido y claro en la pantalla de su mente, está utilizando un principio poderoso de materialización de realidad.

Es por eso, ya trasladado este concepto a la sabiduría popular actual, se dice que al ver la cifra 11:11 en algún reloj digital, hay que pedir un deseo, de manera análoga a ver una estrella fugaz en el firmamento.

Cuando el once, el ciento once o el mil ciento once aparecen en nuestra vida cotidiana, representan un aviso de que hay mayor energía disponible para intensificar la fuerza de lo que sea que estemos pensando en ese momento. Y en caso de que esos pensamientos fueran desagradables, corregirlos inmediatamente desviando el foco de atención de ellos hacia una imagen más placentera. Y esto naturalmente, se puede representar como un deseo.

Aunque la contabilidad de los días transcurridos de cuarentena es personal, ya que mi encierro comenzó antes de que las autoridades decretaran el resguardo obligatorio, tampoco creo que sea azaroso el número en mi cotidianeidad y justamente en el día de hoy.

El país está convulso. El aire se volvió irrespirable y enrarecido dentro de las cuatro paredes de mi hogar cuando me enteré que apareció asesinado el ex secretario de la ex presidenta.

Ya he mencionado en el diario anterior que la caza de brujas ha comenzado a fines de junio, y supongo que no se detendrá en el futuro inmediato. Las cosas se están saliendo de madre a una escala gigantesca.

Retomando el concepto de la aparición de tantos números uno, supongo que es una invitación angélica sutil a revisar mis pensamientos y no dejarme llevar por la indignación y la ira frente a los atropellos provenientes de quienes detentan el poder en mi país.

Un ligero recordatorio que me insta a mantener la calma y pensar en cosas más amables en medio de un clima social que está a punto de estallar en cualquier momento.

Hay mucho más para decir respecto de este nuevo suceso mortal, y a otros que se han silenciado intencionalmente, y de los cuales he tenido conocimiento por medios independientes, pero temo tocar de oído y meterme en un ámbito que está lejos de ser mi área de competencia. No soy investigadora. No soy periodista. Escribo aquí desde la perspectiva de una ciudadana común que se entera de las cosas por tropezarse esporádicamente con artículos que me envían mis amigos, ya que ni siquiera me dedico a leer portales webs o mirar las noticias.

Si quiero saber que pasa en el país y en el mundo, generalmente le pregunto a mi marido que novedades hay, o me limito a leer los mensajes de mis amigas.

Recién cuando algo me llama poderosamente la atención voy a los portales, a las redes sociales o a Twitter para ver que más se está diciendo al respecto de ello y saco mis propias conclusiones en base a lo visto.

Mi sistema de investigación es limitado, desprolijo y muchas veces, sumamente intuitivo, ya que cuando detecto el elemento curioso, lo aíslo del mar de información y sigo profundizando en él a mi subjetivo criterio y antojo.

Sin embargo, sigue siendo un hecho que después de cuatro días desaparecido, el ex secretario de la ex presidenta haya aparecido muerto, casualmente luego de haber declarado en contra de la ex mandataria en una causa que la implicaba.

No soy investigadora ni periodista, pero sé sumar. Uno más uno es dos.

Hace cinco años atrás, los argentinos nos despertamos un día con la noticia de que había aparecido muerto de un disparo en la cabeza el fiscal federal Nisman que actuaba como denunciante en una causa que implicaba a tres presidentes. Hasta el día de hoy, el suicidio o crimen –nunca se supo- jamás se esclareció.

No me voy a sorprender de que un piadoso manto de silencio se extienda hacia esta nueva muerte.

Hay un murmullo, un rumor que se percibe en el ambiente que susurra que la gente va a salir a marchar en contra del gobierno el próximo 9 de julio, día que se celebra la Independencia Argentina.

Y aunque me he cansado de afirmar que la revolución que propongo es de otra naturaleza, estoy sumamente tentada de salir a la calle a protestar en dicho día. Siento que con escribir estas cosas ya no es suficiente. Necesito hacer algo más que replicar la parcialidad de lo que veo desde este reducto tan estrecho en el que se convirtió el resguardo obligatorio de mi hogar.

No deseo dejarme llevar por la ira y la indignación que me generan las cosas que están pasando desde que se declaró la cuarentena. Pero me siento impelida a hacer algo más, y no sé muy bien qué. Algo que detenga toda esta locura. Algo que ponga freno al apriete de los amos de turno. Necesito decir basta con tanta fuerza que produzca el cese del atropello de una vez por todas.

Mientras tanto utilizaré la señal ciento once como un recordatorio de mantener la serenidad frente a lo que veo. Después de todo, es un principio poderoso capaz de crear realidad.

Debo recordarme a cada momento que soy la creadora de mis circunstancias y que esto es así independientemente de lo que ocurra allá afuera.

Que Dios me ayude. Que Dios nos ayude a todos.

Nadie sabe qué puede pasar en el próximo instante. 



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