Día 105. Domingo 28 de junio de 2020

Día 105. Domingo 28 de junio de 2020


Hoy amanecí de mejor talante. Gracias al cielo. No iba soportarme a mí misma si seguía malhumorada, ni hablar de que mi marido y mi hijo me iban a echar a escobazos de la casa si continuaba así.

Sentarme hoy aquí me embarga de nostalgia. Esto se está terminando. Y me preparo para decir adiós a una etapa que termina. Me preparo para un nuevo parto. Otro hijo mío está a punto de nacer.

No puedo juzgar este trabajo de antemano. No sé si a mis lectores les gustará mi nueva voz parcial y menos diplomática, tomando partido públicamente de una vez y diciendo abiertamente: creo en esto, en esto no, aquello es un chiste, esto es para tomarlo en serio.

Aún no conozco a este nuevo hijo que quiere ver el mundo. No le ví la cara. No he releído las líneas aún. Solo escribí como si estuviera poseída. Con la vista al frente y sin mirar atrás. No sé con qué me encontraré cuando repase lo escrito, si diré que es una basura que no merece publicarse, o piense que es lo mejor que he escrito en mi vida.

En última instancia, me he mantenido fiel a ser yo misma en cada oración. En expresarme tal y como me sentía en el momento de volcar esos pensamientos a palabras. He tenido días buenos y días malos. Y todo ello ha quedado reflejado aquí. Ese es el mayor valor que tiene este futuro libro.

Una cuarentena no puede vivirse desde una posición neutral. Estoy segura que cada uno de los siete mil millones de individuos del planeta ha adoptado una visión única de lo que ocurre.

Una cuarentena no es un alimento fácil de digerir, aunque desde la perspectiva correcta, nutre tanto como comerse religiosamente los vegetales o tomarse la medicina prescripta por el doctor.

Antes de la panzada de documentales conspiranoicos he llegado a pensar que el mundo tiene lo que merece por no cuidar nuestra madre Tierra. Esto quizás sea un regreso del boomerang que hemos lanzado con nuestra negligencia.

A la semana del cese de las actividades normales se reportaron informes de disminución de la contaminación ambiental. Es un dato no menor. He llegado a afirmar que la raza humana es el verdadero virus, y el Covid-19 solo una respuesta de la naturaleza a la desidia humana.

En cualquier caso, esta cuarentena me ha cambiado por completo. Y estoy segura que a todos los individuos del planeta les afectó de una u otra manera.

He respondido a la perplejidad y a la incertidumbre de esta nueva manera de estar en el mundo –encerrada - haciendo arte.

He aprovechado la oportunidad de la restricción social para bucear adentro de mí y sacar de raíz todas las malas hierbas.

La analogía no es casual. Esta tarde pasé muchas horas frente al cantero del frente de mi casa arrancando hierbajos con las manos. Ahora me duelen, me he arrancado la piel y procurado unas cuantas ampollas en la tarea. Pero el equivalente con lo que hice de mi vida en estos tres meses no se me pasó desapercibido.

La cuarentena hizo el mismo trabajo en mi mente y en mi alma. No fue fácil. Además resultó especialmente doloroso tal proceso. Pero con el tiempo el resultado será este libro, un nuevo hijo, una nueva creación nacida de toda esa incertidumbre, perplejidad, rabia por el estado de las cosas, y la resignación ulterior de que en mi poder está la opción de cambiar la perspectiva de la situación.

He pasado de odiar la cuarentena a tomarle cariño. He trocado la visión de trágico destino por la de nueva oportunidad para crecer. Por el camino he hecho grandes renuncias. Pero tampoco quiero mirar atrás y lamentarme por lo que he perdido. Me niego a mirar atrás cuando el resultado es mejor de lo que esperaba.

Mejor dicho, ni siquiera lo esperaba. No esperaba absolutamente nada.

Mi desesperación por hacer algo, lo que fuera, para evadir la desesperación existencial que me asfixiaba se terminó convirtiendo en esto.

Y hablando de incertidumbre, hoy pensaba en aquel escrito que presenté hace dos meses en un concurso literario local. Se titulaba justamente así: Incertidumbre. El concurso se llamaba “Crónicas de la Pandemia”. Pensaba en él porque no supe su resultado. Con las cosas que escribí y teniendo en cuenta que los organizadores son una institución dependiente del gobierno provincial y una editorial privada alineada al oficialismo, desde el principio envié esa copia a sabiendas de que era una afrenta y una abierta muestra de rebeldía al statu quo.

Escribí con la manifiesta intención de provocar al jurado.

Supongo que ya me habrán descalificado por insolente. (Me estoy riendo con fuerza en este momento. Que delicioso hacer travesuras).

Sabía el riesgo que corría, pero mi propósito no fue escribir para agradar y ganar, sino hacer llegar mi descontento y que se rasguen unas cuantas vestiduras. No todos los escritores locales pensamos de la misma manera.

He visto un comportamiento uniforme y recurrente en esos círculos y desde el primer momento supe que jamás encajaría en ellos. Con ese escrito terminaba de dejar clara mi postura.

Hoy también decidí que no perderé mi tiempo en presentaciones ni Ferias del Libro cuando publique estas cosas. No necesito de eso para darme a conocer entre más escritores, porque en lo que respecta a los lectores, ni siquiera acuden a dichas exposiciones. Mi trabajo habla más fuerte. Y me rebeldía actual, aún más.

Fui un momento a releer Incertidumbre. No me cabe dudas: quedaré descalificada. Le he dicho expresamente que no creo en el relato oficial nada más y nada menos que al Instituto de Cultura de la Provincia. Se me fue la mano con lo traviesa.

Pero citaré mi propio escrito: No puedo vender mi proceso creativo al mejor postor, ni ceñirme a las bajadas de línea de los amos de turno. Lo más puro y espontáneo que poseo es mi libertad de expresión, mi libertad de consciencia, mi arte. Ni siquiera yo puedo manejarla a voluntad. Digo lo que quiero decir, escribo lo que quiero escribir, y creo lo que quiero crear, guiada por algo que llamo “eso más grande”. Y eso es lo suficientemente grande como para sortear la más ácida de las críticas y la más desfavorecedora de las opiniones.

Sólo que con ese acto de valentía creo que me he cargado la Asociación de Escritores de la Provincia.

Supongo que ya no me van a pedir mi participación en la Antología de este año como lo hicieron en 2019. (Por Dios, no puedo parar de reír).

Por un momento he olvidado la nostalgia del final de este escrito riéndome de mis travesuras. Es bueno haber recuperado mi buen humor. Lo voy a necesitar, especialmente cuando tenga que releer todo esto y corregirlo.

Vamos a ver cuánto me dura la alegría entonces.

Escribir es fácil. Corregir es peor que acudir a presentaciones y Ferias de Libro.



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