Zero

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Segunda parte » Capítulo 42

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CAPÍTULO 42

Mientras bajaba las escaleras, estiré las dos listas lo mejor que pude. Con las prisas las había arrugado tanto que habían quedado hechas un amasijo de celulosa. Sujeté una en cada mano para poder verlas a la vez. Aún no podía creer que las hubiera conseguido.

Las contemplé como si fueran la llave del paraíso. Si mis suposiciones iban bien encaminadas, uno de los nombres que estaba escrito en esos papeles era el de Zero. Su verdadera identidad se encontraba a mi alcance.

Llegué a la planta baja, torcí por un solitario pasillo que se abría a mi derecha y me escurrí en la primera aula vacía que encontré. Lawrence y Dimitri debían de seguir con los registros de habitaciones porque no había vuelto a verlos. Y mis compañeros estarían en la última clase de la tarde. Así mejor. Me ahorraría interrupciones.

Me senté en el suelo, con las piernas cruzadas, y apoyé los dos folios en mis rodillas. Entraba algo de luz del exterior así que ni me molesté en encender los fluorescentes del techo.

Había llegado el momento de desenmascarar a Zero.

Según las listas, en clase de Química había tan solo diez alumnos, contándome a mí. En la de Literatura, dieciséis. No estaba mal. Como era de esperar, yo solo figuraba en uno de los papeles. Lo mismo ocurría con Sawyer Payne y Abdel Maalouf que faltaron a clase de Literatura porque enfermaron de anginas aquel día, y con Dominique Lombard, que no estuvo en Química por colitis. Eso eliminaba tres nombres además del mío.

Quedaban 22.

A esto había que sumar que no todos los que tenían clase de Química asistían también a Literatura. Fui descartando a aquellos que no aparecían en las dos listas. Ricardo Morales, eliminado. Nathaniel Gibson, eliminado. Marlene Friedman, eliminada. 8 en total. ¡8! Lo cual significaba que…

Había reducido mi lista de candidatos a ser Zero a tan solo 7 nombres.

El primero era Graham Taylor. Demasiado bajito. Había visto al ladrón desde la enfermería y sabía que tenía una estatura casi tan alta como la mía. Y Graham no mediría más de metro sesenta. Eliminado.

El segundo candidato era Dominique Lefebvre. Hijo de un reputado crítico gastronómico, Dominique era un chaval regordete, de mejillas sonrosadas y andares tranquilos. Imposible. No puede ser él. Entre otras cosas, porque Zero era delgado y atlético. Eliminado también.

No había llegado al tercer nombre cuando escuché un chirrido metálico desentonando en el silencio. Agudicé el oído. ¿Qué era ese ruido? Levanté la cabeza y eché un vistazo a mi alrededor. Había anochecido. La clase había quedado engullida por la negrura de la noche. Entorné los ojos para ver mejor y, a través de la penumbra, localicé de dónde procedía aquel sonido.

La puerta seguía cerrada, como yo la había dejado al entrar. Pero el picaporte estaba girando sobre sí mismo, emitiendo un quejumbroso lamento metálico.

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