Zero

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Segunda parte » Capítulo 43

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CAPÍTULO 43

La puerta se abrió despacio, poco a poco, y una silueta se recortó en el umbral. Me levanté para ver de quién se trataba. ¿Lawrence? ¿Dimitri? No era ni uno ni otro. Lo supe en cuanto percibí el resplandor metálico que salía de la cara de la persona que estaba en la entrada del aula. Un brillo plateado…

—Zero —murmuré.

Su cuerpo, enfundado en aquel ajustado traje, ocupaba parcialmente el hueco de la puerta, y sus dedos descansaban sobre el picaporte, tocándolo solo con las yemas. No era lo mismo verle a través de una ventana que tenerle al lado. Imponía. Y mucho. Todo de negro, con aquella pose desafiante que le hacía parecer imbatible y la máscara plateada sobre la cara. La capucha proyectaba una sombra sobre sus ojos, confiriéndole un aspecto aún más temible.

Había algo en él que me daba escalofríos.

Intenté que no se notara el efecto que estaba causando en mí y me enderecé, aparentando una seguridad en mí mismo de la que, en aquellos momentos, carecía.

—¿Te has cansado de mandarme paquetes y has decidido aparecer en persona? ¿O es que acaso no tienes bastante con hacerme la vida imposible que además quieres matarme de un infarto?

—No está entre mis planes acabar con tu vida —su voz también sonaba más aterradora en persona que por teléfono. Igual de ambigua aunque tan escalofriante que parecía salir de la mismísima oscuridad. Empujó la puerta y esta se cerró con un leve portazo—. Así estaremos más tranquilos, ¿no te parece?

Avanzó hacia mí. Había algo de felino en su forma de desplazarse. Medía cada uno de sus movimientos, como si estuviera al acecho. Con las piernas flexionadas y los hombros rectos. Preparado para el ataque. Pero, debajo de aquella demostración de autocontrol, se entreveía algo más. Estaba inquieto. Me percaté al ver la rigidez de su cuerpo.

Su atención se desvió hacia mi mano y sus ojos se quedaron fijos en un punto concreto. ¿Qué estaba mirando con tanta atención? Caí en la cuenta enseguida. Las listas…

—Estás siendo muy molesto —musitó.

—¿Ah, sí? Pues entonces he conseguido mi propósito —menuda fanfarronada. Tenía el agua al cuello y los dos lo sabíamos. Aún así, me negaba a aceptarlo delante de él. Zero no contestó a mi provocación. Se olvidó de los papeles por un instante y volvió a mirarme. Estábamos tan próximos el uno del otro que podía oír su respiración. Incluso me llegaba el olor que desprendía. Una mezcla que me recordó a algo afrutado. Conocido…

—Dame las listas que has robado.

—Ni lo sueñes —puse los brazos en jarra—. ¿Acaso temes que descubra quién eres y se lo diga a Dimitri? Porque ya sé que tu verdadero nombre está en estos papeles.

Otro silencio, esta vez más largo y tenso que el anterior. ¡Chúpate esa! He acertado de lleno, ¿verdad? ¿Sigues creyendo que puedes manejarme a tu antojo?

—No lo voy a repetir. Dame las listas —exigió.

—Ya te he dicho que no —el aire que respirábamos se vició, contagiado por el nerviosismo de Zero y por el mío propio. Era como si la atmósfera que nos rodeaba se hiciera más plomiza con cada segundo que pasaba.

—¿Tienes miedo? —le pregunté.

—¿Lo tienes tú? —repuso.

Antes de que pudiera abrir la boca, se abalanzó sobre mí, dispuesto a conseguir las listas.

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