Zero

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Segunda parte » Capítulo 45

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CAPÍTULO 45

Corrí hacia la ventana rota y me asomé fuera. Zero se alejaba a la carrera, atajando por la explanada del jardín en dirección al bosque de pinos que rodeaba el internado. Estaba escapando. Huía. ¿Ah, sí? Eso estaba por ver.

Subí la pierna derecha al alféizar y salté como siempre hacía yo las cosas. Sin pensar. Aterricé en los rosales que había debajo con los dos pies a la vez. Sin demasiada elegancia pero, al menos, toqué sobre firme y pude mantener el equilibrio. Eso sí. Destrocé por lo menos seis de las valiosas flores de Lawrence en el descenso.

No me detuve a evaluar los daños. Zero era ya un puntito lejano que se adentraba en la marea de árboles así que tenía que darme prisa si quería alcanzarle.

Esquivé los arbustos que delimitaban las praderas de Drayton y me interné en el bosque. Por un momento, pensé que le había perdido. No le veía por ningún lado. Tardé unos interminables minutos en localizarle. Desplazándose entre la vegetación. Brincando de un lado a otro como si hubiera nacido para eso.

Fui tras él.

Con cada paso que daba, el follaje se hacía más tupido. Los árboles se entrelazan entre ellos, formando una bóveda vegetal que ni siquiera la luz de la luna conseguía atravesar. Mis pies se desplazaban por la tierra húmeda, machacando a su paso cuanto encontraban y esquivando las piedras y troncos caídos que iban cruzándose en mi camino.

Mientras corría procuré orientarme. Si no me equivocaba, avanzábamos en paralelo al edificio principal, justo por detrás del campo de polo.

¿Qué pretendía Zero?

Estaba tan distraído intentando descubrir las intenciones del ladrón que no pude esquivar la rama hacia la que iba directo. Me golpeó de lleno y me hizo un arañazo desde la parte alta de la nariz hasta el final de la ceja. Otra herida de guerra que añadir a mi largo repertorio de la noche.

De pronto, Zero cambió de rumbo. Adapté mi carrera sobre la marcha y le seguí. El linde del bosque se veía al fondo y, por encima del traqueteo de nuestros pasos, escuché el relincho de un caballo. Nos estábamos aproximando a los establos. Si su propósito era utilizar alguno de los animales para escaparse de Drayton antes de que pudiera atraparle, no iba a permitirlo.

Apreté el paso.

Mis piernas se movieron más rápido y me puse en paralelo con Zero. Aproveché la oportunidad para hacerle un corte de mangas en la cara. No conseguí mantenerme a su altura para poder repetir mi jugada aunque me conformé con mi primer intento. Al menos, los entrenamientos con el equipo de polo me habían servido para rivalizar con él en velocidad…

Salimos del bosque uno detrás del otro.

Estaba convencido de que iba a entrar en los establos pero, antes de llegar, viró el rumbo una vez más y corrió en dirección contraria. ¿Es que acaso quería volverme loco? ¿Adónde iba ahora? Tal vez me había equivocado y lo que pretendía era llegar a pie hasta la verja en la que terminaba el perímetro del internado…

No fue hasta que vi la colina y el edificio solitario que la coronaba cuando me di cuenta de adónde se dirigía.

La capilla abandonada…

Desde donde yo estaba, los tabiques exteriores casi no se veían. La vegetación los había engullido, sitiando los muros de raíces y ramas. La torre del campanario estaba torcida y agrietada, sin la campana que en su día debió de albergar. El techo parecía a punto de desmoronarse como un castillo de naipes.

Había oído todo tipo de rumores sobre aquel lugar desde que empecé a estudiar en Drayton. Algunos decían que, años atrás, un alumno había muerto de forma trágica allí y que desde entonces había sido condenado por aquel accidente. Otros, en cambio, hablaban de un profesor que se había suicidado dentro, después de que su amor no correspondido por una de sus alumnas se descubriera y acabara con su carrera académica.

Daba igual la versión que hubieras escuchado. La mayoría creían que aquella iglesia que se alzaba delante de nosotros como una bandera solitaria clavada en un promontorio escondía algo oscuro en su interior. Y que por eso llevaba abandonada tantos años.

Yo siempre había pensado que aquella historia era el típico cuento de terror que los veteranos contaban a los novatos para meterles miedo el primer día de clase. Pero Neal me dijo una vez que, poco después de que entráramos nosotros en Drayton, había oído ruidos extraños que salían de las entrañas del edificio.

Lo que nadie podía negar era que aquel sitio tenía algo… no sabría cómo describirlo. Tal vez lúgubre era el adjetivo más adecuado. O puede que tétrico encajara mejor con el ambiente que se respiraba allí. Daba la impresión de que flotaba alrededor de la capilla un aura extraña, tóxica.

¿Por qué Zero iba hacia allí? Creía que quería huir, no esconderse en una construcción en ruinas en la que sería fácil dar con él.

A menos que tuviera otro plan en mente que yo desconocía.

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