Vidas reales o imaginarias... quién sabe...

Vidas reales o imaginarias... quién sabe...

Cecy Gauna-Diario de una Artesana

El maravilloso libro "El Camino del Artista" de Julia Cameron, tiene un interesante ejercicio llamado Vidas Imaginarias, donde el chiste es anotar que cosas nos gustaría hacer si tuviéramos una o más vidas extras.

Independientemente de que en mi estado normal suelo ser bastante consciente de las múltiples vidas que me habitan, cada una con sus propias características, narrativas, y problemas existenciales que le son propios, el ejercicio de imaginar un puñado de vidas más, no sólo me ha gustado, sino que también me ha sorprendido gratamente por los resultados que he observado luego de pasado un tiempo de haberlo hecho.

La primera vez que me sumergí de bruces en el entrenamiento de doce semanas que propone el libro de Cameron, entre esas "vidas imaginarias" había apuntado escuetamente lo siguiente: fotógrafa. No tenía más cámara decente que la trasera del teléfono celular, porque la delantera de selfie no me agradaba demasiado.

Lo realmente curioso fue que aproximadamente un año después sostenía con sudorosas y temblorosas manos una réflex nuevita que ni siquiera sabía prender (menos usarla, que con tantos botones, palanquitas y funciones, me parecía todo chino básico). Pero lo bueno era que ya la tenía. Lo mejor: era mía.

Sin embargo, eso no me convertía mágicamente en fotógrafa. Así que me apunté a un curso de Introducción a la Fotografía, de hobby nomás. No proyectaba nada que fuera más allá que poder hacerle buenas tomas a mis muñecos tejidos y/o artesanías, documentar momentos familiares, y cosas así. Y para ello necesitaba aprender a usar mi cámara.

El curso fue maravilloso, el profe, un genio. Me embelesó conocer la historia de la fotografía y otros entresijos que ignoraba por completo. Nunca antes en mi vida había sido tan consciente de los bailes de luces y sombras, de la importancia de la composición, de la temperatura de una toma... hasta que comprendí que la imagen era una poderosa herramienta de comunicación. Podía decir algo sin palabras, sin escribir, sin hablar. Podía recortar un fragmento de la realidad, un pedacito del incesante continuum de la vida y volverlo eterno por medio de una foto. Fue exultante ese momento de lucidez en el que supe que contaba con una herramienta más para poder expresarme. Por sí misma, y como complemento. En ambos casos era una utilísima herramienta de expresión artística.

No había ido a echarme la suerte entonces, pero si la gitana o el tarotista me hubiesen dicho que trabajaría luego sacando fotos y me pagarían por ello, le habría pedido que me convidara la bebida alcohólica que estuviese tomando.

Pasó aún más tiempo hasta que me percaté de esa escueta anotación en mi cuaderno: fotógrafa. Vaya, vaya, ¿qué brujería es esta que convierte el ejercicio de vidas imaginarias en reales? ¿En qué momento esa imaginaria vida brincó de la hoja de mi cuaderno y se situó tenaz como una actividad laboral en mi realidad cotidiana? ¿Cómo sucedió eso?

No tengo ni idea.

Pero esa vida imaginaria, esa rana que se convirtió en príncipe gracias al beso de la doncella, no fue la única que saltó a mi realidad, se paró delante de mis narices con un gesto indudable de "mirame, estoy acá, tengo vida propia y vine a quedarme"...

Un par de años después del primer entrenamiento de El Camino del Artista, emprendí el segundo. Esta vez, abrí mi proceso al público, lo compartí en redes sociales, y hasta grabé videos para cada semana de entrenamiento.

Naturalmente, el ejercicio de Vidas Imaginarias me esperaba nuevamente allí, en el mismo lugar donde lo había dejado, pero no se valía repetir las mismas vidas anotadas en el entrenamiento anterior. Necesitaba exprimir mis neuronas y pensar otras nuevas.

Tuve mis cinco minutos de desconcierto, y estupefacción, seguida de risa a pata suelta cuando nada más numerar los renglones del uno al cinco salieron vidas tan extravagantes como "chamana" (¿o era bruja india?), "bibliotecaria" (parece aburrido, pero es un error subestimar la fascinación y el deleite que provoca el olor y la visión de los libros en algunas personas raras como yo), y "encuadernadora".

Luego de hacer nuevamente el ejercicio de Vidas Imaginarias, y contando con el antecedente de que una de ellas se había hecho realidad en la ocasión anterior, hice un intento deliberado y premeditado de agendar tiempo para "vivir alguna de esas vidas". Elegí "encuadernadora" como primera posibilidad, pero de eso agendar tiempo no funcionó para nada y fracasé antes de haber iniciado. Aunque anotara todos los días en una lista de pendientes comenzar con el proyecto de aprender a encuadernar, simplemente, no me alcanzaba el día para todas las cosas que quería hacer.

Afortunadamente, en plena pandemia llegó a mi vida por segunda vez Marie Kondo y su maravilloso libro "La Magia del Orden" que me mostró indirectamente porqué fallaba una y otra vez a la hora de planificar mis horarios... pero esa es harina de otro costal, y da para otro largo escrito. Fue un viaje alucinante, con infinidad de descubrimientos, insights y eurekas a cada momento. Cualquiera podría preguntarme qué tiene que ver ordenar la casa con planificar el tiempo... pues bien: yo descubrí que están estrechamente relacionados y una cosa tiene casi todo que ver con la otra. Ya hablaré de esto en otra ocasión.

Lo cierto es que después de ordenar mi casa durante tres meses, no solo cambió mi vida sino que encontré la punta del hilo adecuado para poder tejer mejor los tiempos en mi agenda. Y lo más importante: que la agenda funcionase.

Y ¡oh, maravilla! Cuando la agenda empezó a marchar, aparecieron huecos de tiempo en los lugares más inesperados para vivir esa vida de encuadernadora que en mi corazón anhelaba ser.

Y suena tan poético al escribirlo que hasta se puede suponer que a partir de allí fue un camino plagado de pétalos de rosas y algodones de azúcar... Nada más alejado de la realidad. Fue un desastre (y me río al recordarlo).

Me embardunaba las manos con plasticola, los dobleces de hoja quedaban irregulares, me pinchaba los dedos haciendo agujeros, las primeras costuras de cuadernillos quedaron flojas, fofas y descentradas...

Incluso llegué a decirme solemnemente "Esto de jugar a la papelería no va con vos, volvé a las lanitas y los muñequitos que todavía te salen bien y dejá de perder el tiempo a lo bobo." Ah, sí. Para quienes no me hayan leído antes, les presento a mi crítica interior, la rompeguindas profesional que llevo dentro. Su función es hincharme los ovarios regularmente para recordarme que no sé, no puedo o no debo... lo que sea que mi corazón me impulse a hacer en ese momento.

Mis lectores habituales ya la conocen. Saben que es un arpía. Yo la llamo demonia, ego, el personaje ficticio, programa estúpido producto de la Matrix, y unos cuantos calificativos más... Durante toda mi vida se hizo pasar por mí, pero ya estoy bastante ducha en detectarla y neutralizarla. Es la Otra, la intrusa, la impostora, una construcción mental orientada hacia la supervivencia biológica que mutó en un monstruo psíquico que intenta detenerme justo cuando el ritmo de la vida me indica con señales claras y luminosas: AVANZAR.

Su trabajo es bloquearme y frenarme. Mi desafío personal, y como bien explica Julia Cameron, es reírme de ella y seguir mi camino.

Así que eso hice. Seguí avanzando, jugando a encuadernar por el solo hecho de divertirme. Seguí cortando papeles de todos los tamaños, enchastrándome las manos con cola vinílica, y errando medidas a la hora de cortar cartón para hacer tapas de cuadernos, pero no me detuve. Lo hice muy mal, hasta que los cuadernos empezaron a quedar no tan mal, y más adelante llegando incluso a lucir medianamente bien.

Un día vino de visita mi cuñado Ricardo y al ver mis cuadernos exclamó: "Flaca, ¡están muy buenos! ¡Hacé para vender! ¡Compremos las herramientas necesarias! ¿Qué cosas te faltan?"

Mi cuñado ya quería montar una empresa. Negué con la cabeza en silencio y le expliqué que lo hacía por diversión. Gracias a Dios, todavía me pagan por hacer fotografías y tejer muñequitos. No estaba en condiciones en echarme un nuevo emprendimiento a los hombros. Pero la apreciación de mi cuñado me hizo ver que de alguna manera, SÍ, estaba viviendo positivamente ya esa vida de encuadernadora que antes solo fuera una palabra escrita escuetamente en mi diario.

Vidas reales o imaginarias, ¡quién sabe! Lo innegable es que se trata de un ejercicio no solo creativo sino también divertido, con altas probabilidades de materializarse luego en la cotidianeidad.

Hay días muy extraños en que me levanto y no puedo discernir donde termina lo imaginario y comienza lo real. Ni siquiera puedo afirmar que lo que llamamos realidad sea verdadero. Como dice Rosa Montero en "El peligro de estar cuerda", hay días en que noto con suma claridad "las maderas sueltas del decorado que llamamos vida"... y no puedo estar más de acuerdo con ella. Los momentos en que observo los hilos que me mueven, no dejo de mirar hacia arriba y los lados buscando al Titiritero. ¿Quién está moviéndome así? ¿Dios, un Yo Superior de otro plano de existencia, el demonio ego, quién? ¿Porqué fotografías y cuadernos y no rituales indios? Si pudiera anotar ahora mismo una nueva vida imaginaria, creo que sería astróloga en ella...

La moraleja de este post, si es que puede llamarse moraleja, es que no es buena idea subestimar el tremendo poder creativo de nuestra imaginación. Ahora bien, poner por escrito lo visto y oído en ese otro mundo de ensueños, a mi se me antoja un Contrato con la Vida. Si imaginar algo es poderoso, ponerlo por escrito refuerza y potencia ese poder, allanando el camino para que se materialice en la realidad.

Si en el próximo post vengo a contar que anduve preparando pócimas medicinales chamánicas o haciendo fumatas rituales de hongos, espero que nadie se sorprenda. Lo escribí en una de mis Vidas Imaginarias.






Ah, por cierto... Publiqué algunas fotos de cuadernos AQUÍ.





🔷 Post Anterior: Propósito
🔷 Índice de Post en Telegraph


🧡 Libro Diario de una Artesana: 👉🏻 https://mailchi.mp/931aff51e3b2/libro-diario-de-una-artesana
🔷 MIS SITIOS


Report Page