Valentina

Valentina


Capítulo 13

Página 17 de 33

13

A la mañana siguiente y desde muy temprano, Valentina estaba lista para trabajar. Sin saber cuál sería su lugar de trabajo, intentaba encontrar a alguien que le informara. Necesitaba comenzar a trabajar, deseaba hacer las traducciones lo más rápido posible, pues de esa manera en poco tiempo dejaría la casa del escritor.

De pronto apareció frente a ella el hombre que con engaños había conquistado su corazón, el atractivo hombre de melenita castaña, que le había puesto el mundo de cabeza, ese hombre que tenía una voz y una forma tan especial de mirarla, que lograba que le resultara difícil el fingir que no sentía nada por él. Con tono amable, pero sin regalarle la más mínima sonrisa, le dijo:

—Buenos días Sr. Messerli… ¿Sería tan amable de indicarme el lugar donde debo trabajar? Estoy lista para comenzar con la traducción.

Como Andreas no se movía ni decía palabra alguna y solo la miraba embelesado, por un momento ella dudó si la había escuchado, hasta que él dijo señalando cortésmente con un ademán.

- Con gusto te llevaré Valentina. ¿Me acompañas?

Mientras caminaban, Valentina sentía que una electrizante energía recorría su cuerpo, le resultaba tan embriagante estar cerca de él, que temía que en cualquier momento sus brazos la traicionaran y se deslizaran para aprisionarlo.

—Estoy feliz de tenerte aquí Valentina. —Al escuchar esas palabras, ella sintió que quedó desarmada, que su bastión contra emociones se desplomaba.

—Para mí es un gran placer el poder trabajar para alguien con tanto talento… Sr. Messerli. —Él sonrió levemente.

—¿Te lo parece? —Ella no respondió—. Viniendo de ti, es el mayor halago.

Entraron a una oficina que tenía hermosos cuadros, un escritorio de cristal con soporte de brillante aluminio con su sillón de suave tapiz blanco y dos butacas al frente también tapizadas en blanco. Detrás del escritorio estaba un mueble de aluminio con entrepaños de cristal donde estaban algunos libros, varias figuras de fino cristal y sobre ese mueble, un bello arreglo de rosas rojas. Encima del escritorio estaba la computadora, el teléfono, una lámpara y un cúmulo de escritos.

—Este es tu lugar de trabajo, si necesitas algo más, házmelo saber de inmediato.

—Gracias Sr. Messerli… —dijo con frialdad— ¿y los documentos que deberé traducir? —Andreas la veía como si quisiera decirle algo más, pero sin estar seguro por temor a molestarla.

—Están sobre el escritorio… me los han traído directamente de China, son muy antiguos…

—Descuide Sr. Messerli, tendré cuidado.

—Lo decía, porque estoy seguro de que los encontrarás muy interesantes.

Valentina lo miraba con inalterable expresión, mientras sentía que lentamente una abrasadora lava se derramaba de su corazón.

—¿Alguna instrucción especial Sr. Messerli?

—Sí, una sola, me encantaría que me llamaras por mi nombre. —Le dijo con cálida voz y ella respondió:.

—Yo siempre trato con formalidad a mis clientes Sr. Messerli, le agradeceré que lo comprenda.

Dicho esto, Valentina tomó asiento y como si estuviera sola comenzó a revisar los documentos. Por unos instantes Andreas la contempló, pero al ver que ella estaba concentrada leyendo lo que debía traducir, salió de la oficina y cuando cerró la puerta, Valentina levantó la mirada y luego se recargó en el respaldo del sillón con los ojos llenos de lágrimas.

Ahora sabía con certeza que no era tan fuerte como creía, ya que al sentirlo cerca, el amor que sentía por él le hacía flaquear su fortaleza. Para mantenerse a salvo decidió trabajar sin descanso, así que a partir de ese día empezaba sus labores desde temprano y no se apartaba de su escritorio hasta entrada la noche. En varias ocasiones Andreas trató de persuadirla para que descansara, para que no trabajara tantas horas, pero invariablemente ella le daba la misma respuesta:

—Esta es la forma en la que acostumbro trabajar Sr. Messerli.

Andreas sabía que no era así, que lo que Valentina intentaba era evitar el estar cerca de él y de su novia. Preocupado por ella, le dio instrucciones al Mayordomo para que puntualmente le hicieran llegar sus alimentos y las bebidas necesarias para que se mantuviera hidratada. También recurrió a su querido tío Michael, pues era el único por el cual ella suspendía su trabajo para platicar un rato.

Sabiendo del gran aprecio que Valentina sentía por él, por las tardes el Sr. Lambert entraba a la oficina y sin que ella se resistiera la tomaba del brazo y la llevaba a caminar un rato por los jardines.

Ir a la siguiente página

Report Page