Valentina

Valentina


Capítulo 16

Página 20 de 33

16

El domingo, durante el desayuno y la hora de la comida, Andreas lució muy serio y no volteó a ver a Valentina ni una sola vez. En esta ocasión ella debía alegrarse porque no tuvo que rehuir su mirada ni ignorar su sonrisa, pero contradictorios como son a veces los sentimientos, la invadió la tristeza, pues claramente le estaba demostrando que no tenía ningún interés en ella.

Después de comer salió a caminar por los jardines y mientras admiraba lo hermoso y bien cuidados que lucían, pensaba que ya era urgente terminar con las traducciones para regresar a su casa, porque debía hacer los preparativos necesarios para volver a vivir en China. De pronto escuchó una conocida voz:

—¿No vas a platicarme cómo te fue?

—¡Michael! No digas eso, es solo que pensé que tomarías una siesta.

—Oye, ese Edward es un hombre apuesto, elegante y bien plantado. ¿Cómo se portó? ¿Me vas a platicar?

—Sí, sabes bien que lo haré porque tú eres mi amigo, pero ven a sentarte.

Michael escuchó con mucha atención todo lo que había sucedido y cuando Valentina terminó de hablar, él le dijo:

—Pues se portó muy bien, ese joven me agrada, pero tú estás llamada a estar con alguien muy especial.

Platicando sobre Edward regresaron a la casa para que Michael tomara una siesta y cuando entraron, muy sonriente Andreas se le acercó:

—Valentina, mañana te espero en mi despacho, ya tengo listo mi libro.

—Con gusto Sr. Messerli. ¿Algo más?

—Sí, te llegó un ramo de rosas, ordené que lo llevaran a tu habitación.

Verlo sonriente y tan indiferente al hecho de que ella recibiera rosas de otro hombre, la lastimó profundamente, pero sin demostrar sus sentimientos agradeció la atención y se retiró. En cuanto entró a su habitación vio las hermosas rosas y al leer la tarjeta entendió el motivo por el cual Andreas recuperó la sonrisa y dejó de lado su indiferencia hacia ella. Edward había escrito en esa tarjeta: “Valentina: Gracias por el maravilloso obsequio de tu amistad”.

Luciendo fresca y radiante como siempre, el lunes temprano Valentina se presentó en el despacho de Andreas, que ese día vestía un traje de color azul marino con una impecable camisa blanca. Se veía tan atractivo y la miraba con tanto amor, que a ella le resultó muy difícil el mantenerse indiferente. Andreas le extendió una carpeta con las hojas impresas de su libro y le dijo:

—En estas hojas puedes trabajar con libertad, pero no quiero que trabajes como acostumbras, toma tus descansos. —Valentina se quedó viendo la carpeta y dijo casi para sí:

—El nuevo libro de Fabián Messerli...

—Sí, el más reciente, espero que te guste, serás la primera en leerlo.

—Me siento afortunada Sr. Messerli, usted es un escritor con enorme talento. —Él la miró con emoción.

—Gracias Valentina, tus palabras significan mucho para mí. —Recuperando su impasible expresión ella agregó:

—Sr. Messerli, primero necesito leer el libro y cuando ya esté trabajando con él, tal vez tenga que comentarlo con usted, para estar segura de que mis interpretaciones son correctas. ¿Está de acuerdo?

—Por supuesto que estoy de acuerdo, las veces que lo necesites... será un placer trabajar contigo Valentina.

—Si no dispone otra cosa me retiro, quiero empezar a leer cuanto antes.

Sin esperar su respuesta se levantó y caminó hacia la puerta, pero antes de abrir Andreas le dijo:

—Valentina… espero que te guste. —Ella volteó a verlo

—Estoy segura de que así será Sr. Messerli.

Estaba tan ansiosa por empezar a leer el nuevo libro de su escritor favorito, que en cuanto entró a su oficina se acomodó en el sillón del escritorio y empezó a leer con avidez.

Las horas pasaron y Andreas entró a su oficina para avisarle que estaban a punto de servir la comida, pero al verla tan concentrada, entendió que ella iba a leer sin descanso, tal y como acostumbraba trabajar. Al ver que Valentina parecía no darse cuenta de su presencia, sonriendo y moviendo negativamente la cabeza, en silencio salió de la oficina y con mucho cuidado cerró la puerta, entonces le pidió al Sr. Wilson que le hiciera llegar un delicioso sándwich y una taza de aromático té.

Al anochecer Valentina terminó de leer, guardó la carpeta y mientras salía de la oficina para ir a su habitación, sonreía levemente al recordar que la historia casi la mantuvo al filo de la butaca, porque fueron muchos los momentos de apasionante suspenso. Un instante antes de entrar en su alcoba escuchó:

—¿Te gustó Valentina? —Haciendo a un lado su habitual indiferencia respondió con entusiasmo:

—Me encantó Sr. Messerli, es una historia por demás interesante y resulta fascinante su enigmático final. Lo felicito, con toda seguridad será un éxito. —Él sonrió.

—Gracias Valentina… mi hermosa Valentina. —Reaccionando ella se puso seria.

—Que descanse Sr. Messerli, buenas noches.

—¿No bajarás a cenar?

—No, el Sr. Wilson me llevó un sándwich y un té.

—Eso fue en la tarde Valentina. —Sorprendida respondió:

—¿Sí? No lo recuerdo… pero prefiero dormir, buenas noches Sr. Messerli.

—Que descanses Valentina.

Los siguientes días y desde muy temprano, Valentina no paraba de transcribir al chino el libro que tanto le gustó. Para que Michael no la reprendiera, por las tardes salía a caminar en su compañía, pero solo por veinte minutos, porque no quería que por su culpa se retrasara el lanzamiento del libro en China.

Ir a la siguiente página

Report Page