Valentina

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Capítulo 20

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Después de varios minutos, con mucho esfuerzo y respirando profundamente, Valentina logró dejar de llorar y cuando al fin pudo calmarse por completo, fue al tocador para arreglar su maquillaje. Al salir se encontró con su amigo Michael, que de inmediato percibió que había llorado.

—¿Estás bien?

—Sí Michael, estoy bien. —Dijo esbozando una sonrisa y él la miró suspicaz.

—No dejas de mirarlo.

—¿A quién?

—Cómo a quién… ¡a Fabián…!

—Ay Michael… él es mi escritor favorito…

—Sí claro… por supuesto Valentina. ¿Sabes que su verdadero nombre es Andreas Buhler? —Muy sorprendida le preguntó:.

—¿Andreas Buhler es su nombre?

—Sí, Fabián Messerli es su seudónimo… —Michael hizo una deliberada pausa, pues disfrutaba al ver que Valentina parecía ansiosa por saber mucho más —lo eligió porque Fabián era el nombre de su papá y Messerli el apellido de su mamá. Casi todos lo conocen por su seudónimo y pocos, muy pocos conocen su verdadero nombre.

Valentina no pudo evitar sonreír y volteó hacia donde se encontraba el gran escritor, que en esos momentos hablaba con varias personas que no dejaban de llamarle: “Fabián o Sr. Messerli”, hasta la misma Jennifer-sanguijuela no paraba de decirle: “Fabián esto y Fabián aquello”. De pronto se sintió afortunada por ser una de los pocos que conocían su nombre real y sin darse cuenta dijo:

—Él me dio su verdadero nombre… Andreas Buhler.

—Sí, y solo se lo da a las personas que tienen un lugar muy especial en su corazón.

Valentina volteó a ver a su amigo Michael, quien sonriendo y guiñándole el ojo se alejó de ella, pues vio que Andreas se acercaba.

—¿Disfrutas de la noche Valentina?

—Ahora sí…

Respondió con sinceridad y él la miró como si no pudiera creer lo que había escuchado, como si ella hubiera derramado miel sobre una herida.

—¿Quieres bailar conmigo?

Valentina estuvo a punto de negarse, pero al ver esos ojos verdes que la miraban arrobados, depositó con suavidad su mano sobre la extendida mano de Andreas y al sentir de nuevo su calidez, no se dio cuenta en qué momento llegó al centro del salón y como entre nubes empezó a bailar con él al suave ritmo de Moon light Serenade de Glenn Miller.

Al estar nuevamente entre sus brazos, Valentina sintió que se transportaba a otra época, a otro instante, pero ahí mismo. Al bailar al ritmo de la bella melodía que tantos recuerdos les traía, se miraban con tanto amor, que tomándola con firmeza de la cintura, Andreas la atrajo más hacia sí y ella no lo evitó.

—¿Recuerdas los maravillosos días que pasamos en el Crucero?

—Ah… no, no los recuerdo. —Le dijo en voz baja y él sonrió, pues entendió que ella quería escuchar algo más.

—Claro que los recuerdas, el brillo de estrellas de tus hermosos ojos me lo dicen todo el tiempo y mis ojos te responden que los recuerdo a cada instante.

—¿Sí? ¿Y qué es lo que nuestros ojos dicen?

—Que fueron los días más felices, que nuestros corazones quedaron unidos par siempre.

—Calla por favor… —Con un fuerte dolor en su corazón se lo pidió, porque sabía que para ellos no habría un “para siempre”.

—No… no me pidas que calle este amor, este amor que siento por ti, solo por ti.

—Por favor Andreas, no tenemos derecho, tú estás comprometido.

Como si esas palabras lo hirieran profundamente y lo llevaran de regreso a la realidad, él la abrazó con más fuerza y le dijo al oído:

—Valentina, mi hermosa Valentina. —Entendiendo que él también estaba sufriendo, le pidió con suave voz:

—No digas más y hagamos eterno este instante en nuestros corazones.

Un minuto después la hermosa melodía terminó y las parejas que habían salido a bailar aplaudieron. Antes de que ellos dos pudieran decirse algo más, Jennifer Akerman le saltó al cuello a Fabián y le dijo:

—Mi adorado Fabián, ya no tienes que bailar con nadie más, por fin me deshice de los periodistas.

Antes de que Valentina pudiera moverse, Michael llegó a rescatarla de las groserías de Jennifer y la invitó a bailar. Mientras las parejas danzaban y Valentina se encontraba con la mirada de Andreas en cada vuelta, Michael le dijo:

—Valentina, ellos dos están comprometidos, pero no porque él quiera. —ella dirigió la mirada hacia su amigo —La verdad es que me alegró mucho, que después de un par de meses él terminara esa relación que nunca debió darse. Cuando se sintió liberado, él se fue a viajar unos días por el Mediterráneo para descansar y despejar su mente, porque a su regreso debía revisar lo que había escrito para su nuevo libro. Todos los días hablábamos por teléfono y cada día me decía feliz, que al fin había encontrado a la maravillosa mujer que buscaba, a la mujer de sus sueños. —Ella lo veía ávida de saber más —Casi desde el principio me dijo: “Cuando termine el viaje te la presentaré, quiero que conozcas a la mujer con la que me casaré”. Yo lo conozco desde que era un chiquillo y en tantos años de conocerlo, nunca lo vi ni lo escuché tan feliz. Poco antes de terminar ese viaje, Jennifer llegó en un helicóptero para decirle que estaba embarazada y tú ya sabes el resto.

Valentina le lanzó una fortuita mirada a la pareja que bailaba y ya no le pareció en lo absoluto que Andreas sufriera, por el contrario, él sonreía feliz porque tenía entre sus brazos a una famosa y bella mujer. Sin querer se sintió celosa y arqueó una ceja, entonces Michael se dio cuenta y le dio un suave apretón en la mano.

—No te confundas Valentina, Fabián es un caballero, un hombre incapaz de eludir sus responsabilidades, pero solo se siente feliz cuando tú estás cerca y esa sonrisa que ves, no es para ella, es para ti. —Terminó la melodía y sonriendo ella le dijo:

—Michael, tú eres el mejor amigo.

—¿Porque aseguro que el corazón de Andreas está en otra parte? Bueno, eso lo hago porque me gusta pensar en voz alta.

Dijo socarrón y cariñosa ella lo tomó del brazo, entonces fueron a sentarse cerca de los Sres. Giordano y mientras platicaban sobre la hermosa música que estaban escuchando, los cuatro veían a las parejas que bailaban. Al darse cuenta de sus miradas, Jennifer abrazó y besó apasionadamente a Andreas y en ese momento Valentina sintió que una fría y filosa daga atravesaba su corazón.

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