Tricked

Tricked


CAPÍTULO 17

Página 20 de 37

CAPÍTULO 17

Traducido por Yann Mardy Bum

Todavía podía reconocerlo fácilmente (incluso a la distancia y con la luz tenue), pero de cerca su tez tenía la consistencia de una escultura de Play-Doh, abultado y de movimientos torpes, con los rasgos regordetes. Su cabello, una vez abundante y brillante, tenía el realce de los muertos en vida, caía lacio y grasiento contra su cabeza. Los parches habían desaparecido; había salvado solo unos pocos cabellos en Asgard, por lo que era notable que incluso hubiera vuelto a crecer en cantidad, pero el efecto lograba hacerlo parecer enfermo. 

—Sé que he lucido mejor, Atticus —dijo, extendiendo su mano para estrechar la mía—, pero también me he visto mucho peor. Y aún estoy sanando, gracias a ti. —No estaba seguro si debía agradecerme. A pesar de que había hecho todo lo posible por volver a unir su cabeza luego de que Thor la pulverizara en borbotones de hueso y sesos, ahora no se lo podía mirar sin sentirse seriamente perturbado. La simetría había desaparecido. Las sombras estaban erradas. Un ojo estaba más alto que el otro (a pesar de que era un milagro que aún los tuviera).

Al tomar su mano, no pude dejar de notar que su piel estaba firme y suave, en claro contraste con su rostro. —Leif, esta es mi aprendiz, Granuaile.

Volvió su mirada inquietante hacia ella y asintió con la cabeza una vez. —Es un placer.

Granuaile meneó su cabeza a cambio, con sus labios firmemente apretados. Quizás no confiaba en que podría evitar vomitar; la cabeza de Leif era más perturbadora que cualquier cosa que hubiéramos comido en el Café Double Dog Dare.

—Por favor, siéntate —dije. Se sentó frente a mí y la mesera apareció para dejar nuestras bebidas y tomar su orden. Se estremeció cuando vio su rostro, miró su libreta de órdenes sintiéndose culpable, y se estremeció de nuevo cuando ordenó sólo agua.

—¿Así que se sigues mejorando? —pregunté.

—Sí. El pelo está creciendo. Los huesos aún están cambiando un poco.

—¿Cómo está tu memoria?

—Hay lagunas —admitió—. Hal me dijo que sobrevivimos, pero que Gunnar no lo logró.

Me quede boquiabierto. —¿No recuerdas haber matado a Thor?

Sacudió la cabeza con tristeza. —Ojalá lo hiciera. Pero me da mucho placer saber que está muerto y que fui yo el instrumento de su perdición.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Los gigantes de hielo pisoteando a Heimdall. ¿Lo habrán logrado?

Me encogí de hombros. —Puede que si. La última vez que los vi, estaban persiguiendo a Freyja. Así que te has perdido la mayor parte de la batalla.

—Sí. ¿Puedes darme toda la información?

—Desde luego. —Pasé un tiempo recreando nuestro viaje a Asgard—. Quien murió, quien sobrevivió, y lo que pasó después. Leif sonrió cuando relaté su enfrentamiento con Thor. Sus dientes no estaban derechos.

—¿Y ahora qué, Atticus?

—¿A qué te refieres con ahora qué? Seguimos adelante. Eso es lo que estoy haciendo.

—No es tan sencillo. Mi situación es algo peligrosa.

—¿Te refieres al resto de los vampiros? Estoy seguro de que podrás ocuparte de eso pronto. Date un poco de tiempo. Aún no estás al cien por ciento.

Leif suspiró, intensamente descontento (lo que fuera que quisiera hacerme entender, no lo estaba logrando). Inclinó de pronto su cabeza hacia la derecha como sobresaltado por un pensamiento. —¿Te dije alguna vez que yo era el mejor? ¿O me lo estoy imaginando?

—Me dijiste eso una vez, sí —le dije, sonriendo.

—Bueno, ya no soy el mejor, Atticus. —Giró un dedo hacia su rostro para enfatizar el punto—. Estoy demasiado debilitado, y no sé cuándo o incluso si voy a recuperar mi antigua fuerza.

—¿Así que los otros vampiros intentarán destruirte?

—Algunos sí. Otros trabajan para Zdenik.

—¿Zdenik? ¿Tu creador?

Leif asintió.

Tomé mi jarra y di un trago prolongado. —Está en Praga, ¿no es así?

—No. Está en Phoenix.

Eso casi me hace bronco aspirar algo de Smithwick dentro de mis pulmones. Tosí un poco y dejé la jarra.

—Um… ¿por qué?

—En nuestro viaje a Asgard, ¿lo recuerdas?, fui a visitarlo a Praga, mientras tú y Gunnar permanecían en el bosque cerca de Osinalice.

—Sí. Dijiste que le estabas presentando tus respetos.

—También arreglé para que él tome control de mi territorio en caso de que  muriera o sufriera lesiones graves.

—Leif, eso suena extraordinariamente como una mala idea.

—Parecía buena en ese momento. Pero ahora ha comprado el castillo Copenhaver en la montaña Camelback. ¿Lo conoces?

—Es difícil vivir en el valle sin oír hablar de él. Oí que tiene un jacuzzi con espacio para veinte personas. Solo faltaría añadir la música de porno, ¿eh?

—Sí, pero también tiene un calabozo, que creo que fue más atractivo para él. Está renovando y fortaleciendo el lugar. No es el comportamiento normal de un vampiro que planea regresar a su territorio. 

Dijo esto de un modo que implicaba que debería preocuparme. Yo estaba ansioso por demostrar que no iba a hacerlo, por lo que me encogí de hombros. —Bueno, solo puedes culparte a ti mismo. Fuiste tú quien organizó el relevo.

—Los términos del acuerdo declaraban que volvería a Praga, una vez que estuviera totalmente recuperado. En este momento está haciendo un reclamo muy creíble de que no lo estoy y que sería irresponsable que abandone este territorio a una guerra total. Sostiene que él y sus tenientes me están haciendo un favor al defender el territorio de posibles usurpadores. Sin embargo, está trayendo más tenientes de los que en realidad necesita. Tiene en este momento a cuatro de ellos esparcidos por el estado, y estoy nominalmente a cargo del valle del este mientras él se ocupa del oeste. 

—¿Son más antiguos y más fuertes que tú?

—No más antiguos —se burló—. Todos tienen menos de medio siglo de antigüedad. No estoy seguro si puedo igualarlos en la fuerza o no, teniendo en cuenta mi condición. Pero todos están gastando grandes sumas de dinero en residencias permanentes. Me temo que cuando esté totalmente recuperado, voy a tener que enfrentarme a una negativa rotunda al pedir que se retiren.

—Bien, Leif. Ahí es cuando peleas y pateas sus traseros.

Me miró en silencio y golpeó los dedos un par de veces sobre la mesa antes de decir: —Estás siendo obtuso. No puedo matar a mi creador.

Granuaile frunció el ceño e intervino. —Perdón por preguntar, pero, ¿por qué no?

Leif desvió sus ojos disparejos para estudiarla. —Es una especie de control para que los vampiros nunca abandonen a quienes les dieron la inmortalidad. Él puede ordenarme hacer casi cualquier cosa, y debo obedecer. Es similar a cuando encanto a un ser humano.

—Wow —dije—, honestamente no lo sabía, Leif. Nunca me importo mucho la vida social de los vampiros. La situación es lamentable, pero supongo que necesitarás encontrar un nuevo territorio. Buena suerte con eso.

La mirada de Leif volvió hacia mí. —Esperaba algo más que tus buenos deseos, Atticus.

—¿Qué más quieres? —Le sonreí y señalé el vaso sin tocar que la camarera le había dejado en medio de nuestra conversación—. Te diré algo, te compraré ese vaso de agua.

Leif no apreciaba mis bromas. Dijo con voz fría como la piedra: —Quiero tu ayuda para sacar a Zdenik de mi territorio.

Mi sonrisa desapareció. —De ninguna manera. Es irracional, Leif. No tengo nada que ver con ello, y hasta donde alcanzo a ver tampoco tú. ¿No recuerdas la charla que tuvimos en Siberia? Me dijiste que viniste a Arizona para esperarme, todo para poder entablar una amistad conmigo y asegurar mi ayuda en tu venganza contra Thor. Bueno, ya lo has hecho: Entablaste amistad conmigo, Thor está muerto, tienes tu venganza, y no hay necesidad de que sigas aquí. Sigues siendo un tipo rudo, o lo serás de nuevo muy pronto. Puedes tomar cualquier otro territorio en el estado que desees, sin ningún problema, y dejarle este lugar a Zdenik. Caramba, apuesto a que puedes tomar un país pequeño. Costa Rica es hermosa, ¿por qué no vas hacia allí?

—No lo entiendes.

—¡Y estoy bien así, Leif! Tal vez tú no entiendes que no te debo nada. En tal caso, tú me debes a mí. No sólo me libré de tener una deuda contigo, también reacomodé tu cabeza y te saqué de Asgard. No estarías aquí hablando conmigo si no lo hubiera hecho.

—Soy consciente y agradecido por ambas. Por favor, permíteme explicar.

—Ahorraríamos tiempo si simplemente digo «No» ahora y doy por sentada la explicación.

Leif se inclinó hacia adelante y me señaló con el dedo, con su labio ondulado en una mueca al estilo Billy Idol.

—Este estado puede soportar sesenta y cinco vampiros, bajo los Acuerdos de Roma.

Ah, que desliz tan delicioso tuvo. Esta es la ventaja de lograr que la gente se enoje contigo: Dicen cosas que normalmente no dirían. Nunca antes había podido lograr que Leif admitiera que los vampiros controlaban la población, pero ahora lo había hecho y la proporción, basado en esa cifra en relación con la población de Arizona, había un vampiro por cada cien mil personas. También me dijo que Roma era la capital del mundo de los vampiros, como siempre lo sospeché.

Leif continuó: —Pero he sido el único vampiro aquí por siglos. Este es territorio de caza prácticamente virgen. Hay sabores y matices de sangre que nadie ha probado excepto yo. Estas personas… tienen el sabor del sol. Eso hace que el territorio sea increíblemente valioso en sí mismo, Atticus. Pero agrégale el prestigio de sacármelo a mí, y es aún mejor. Además ese grupo de cabalistas llamado los Martillos de Dios han conseguido clavar estacas a algunos de nosotros, de modo que eso aumenta el desafío, y cuando le sumas la noticia del rumor de que el último druida del mundo vive aquí, este territorio es actualmente el más valioso del planeta. Los vampiros del viejo mundo se están dando cuenta.

—No me importa.

—Deberías. Quien termine por dominar Arizona tendrá muchísimo prestigio, pero en estas circunstancias es casi seguro que lo logre el más despiadado y malvado tipo de vampiro… a menos que me ayudes.

—No, Leif.

Él aumentó su intensidad. —Zdenik esclaviza a las personas y crea nuevos vampiros para que cometan cada posible atrocidad en su nombre. Yo ni esclavizo ni creo nuevos vampiros. Hay una clara diferencia entre tenerme a cargo a mí que a alguien como Zdenik. Y Zdenik no es el peor de todos.

—Mira, en lo que a mí respecta, no hay un solo vampiro en el mundo que sea peor que un empresario petrolero, y tampoco voy por ahí asesinándolos. 

Con mi vista periférica, noté que al decir esto me gané una penetrante mirada de Granuaile. 

—He terminado, Leif. No puedo volver a arriesgarme. Me costó muchísimo esfuerzo desaparecer, y mi consejo es que deberías hacer lo mismo.

Estábamos tan atentos en nuestra conversación, que no prestamos atención a nuestro entorno como debíamos. Eso le permitió a la mujer vampiro que había visto más temprano en el Café Double Dog Dare caminar detrás de Leif sin ser advertida hasta que habló. Ya no llevaba aquel abrigo, pero aún tenía puesta la camiseta de American Eagle. El chico universitario que sería su aperitivo estaba ausente. Tenía la voz era gruesa y clara, con el acento de Bohemia.

—¿Este hombre puede asesinar vampiros, Leif? Con razón su sangre huele inusual. ¿Quién es?

Dejaría que Leif se preocupara por ella. Yo estaba preocupado por Oberón. ¿Por qué no me advirtió que ella había entrado en el restaurante? 

¿Oberón?

—No obtuve respuesta—

¿Oberón?

Ir a la siguiente página

Report Page