Tricked

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CAPÍTULO 18

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CAPÍTULO 18

Traducido por Yann Mardy Bum

—Ah. —Leif parecía avergonzado—. Natalia, este es, hmm, un amigo mío.

—Lo supuse. ¿Quién es?

Leif no estaba seguro de cómo presentarme. Sabía que no podía decir Atticus, pero Hal no le había dicho nuestras nuevas identidades. Tampoco quería que esta mujer vampiro la supiera, por lo que le proporcioné un nombre que me vino a la mente, apostando que esta mujer vampiro extranjera no estaría familiarizada con bateristas de heavy metal. —Lars Ulrich —le dije, asintiendo—, encantado de conocerte, Natalia.

—No hables hasta que no te lo pida —espetó, con los ojos clavados en los míos. Estaba tratando de hechizarme, pero eso no iba a funcionar.

—Eres terriblemente mandona, ¿no es así? —dije, con una pequeña sonrisa en mi rostro. Ella palideció—, más que una pequeña grosera, de hecho. Aun así, no hay razón para olvidar mis buenos modales. ¿Te gustaría acompañarnos? —Señalé un pequeño espacio vacío junto a Leif. 

Me miró con recelo. 

—Prefiero estar de pie. —Inclinándose hacia Leif, le preguntó—. ¿Quién es este Lars Ulrich que resiste mis hechizos?

Mi mente daba vueltas a través de posibles situaciones. No había forma de poder hablar sobre cómo salir de esto. Ahora que me había identificado como alguien que podía matar vampiros, todo mi futuro estaba en peligro. Ella iba a investigar, con el tiempo iba a descubrir la verdad, y todos mis esfuerzos de fingir mi muerte serían en vano. Tenía que asumir, en base a las declaraciones de Leif, su acento y su comportamiento, que era una de los tenientes de Zdenik. Ella no podía salir con vida, es decir, muerta en vida. Lo que sea. Una vez que la perdiera de vista, solo le tomaría una llamada telefónica, y no podía garantizar que iba a poder atraparla antes que pudiera hacerla.

—Está muy bien —dije, moviéndome un poco en la silla para poder levantarme—. Siento que necesito tomar un poco de aire de todos modos. Es un poco sofocante aquí adentro. ¿Vamos a hablar afuera?

—Aquí está bien —dijo, cambiando su posición, de modo que Leif quedara sentado entre nosotros—, o lo estaría si el Sr. Helgarson respondiera mis preguntas.

La anterior afirmación de Leif, de que los tenientes de Zdenik eran más jóvenes que él, me dio una idea (ella no podría hablar nórdico antiguo). Tenía la esperanza de que Leif no hubiera perdido la capacidad de hablarlo. Antes de que pudiera vacilar y dar una respuesta torpe, le hablé rápidamente en su lengua natal.

—Voy a amarrar sus extremidades y sus labios —dije—. Ponte de pie y asegúrate de que no se caiga. Afortunadamente, recordaba el idioma. Leif se puso de pie y Natalia dio un paso atrás mientras cambié a irlandés antiguo y comencé a ligar la piel de sus labios.

En lo que respecta a la tierra, los vampiros son un blanco legítimo. No son más que bolsas ambulantes de carbono y restos de minerales que se alimentan de personas vivas, y, como tal, puedo hacer lo que quiera con ellos y a Gaia le resulta por completo indiferente. No quería desligar a Natalia aquí, porque sería excesivamente complicado, causaría pánico, y llamaría atenciones no deseadas hacia mí. Sería mejor sacarla del local y asegurarse que no hubiera ningún otro vampiro en los alrededores. También quería comprobar el paradero de Oberón.

—Basta de juegos. Dime quién es este hombre o se lo diré a Zdenik —le dijo a Leif. Y esas fueron sus últimas palabras. Terminé de realizar el amarre, y ella se vio imposibilitada para abrir su boca. Con ojos desorbitados, convenientemente levantó sus manos y tapó su boca por mí, y pude realizar un enlace más corto y repetitivo, solo ajustando un poco el objetivo: Ahora también estaban ligadas sus manos a su boca, y trataba de emitir sonidos de pánico.

—Pasa el brazo alrededor de sus hombros como si fueran amigos, pero no la dejes ir, —le dije a Leif en nórdico antiguo. Mientras lo hacía—ella luchaba un poco antes que pudiera asegurar su brazo a su alrededor—comencé a realizar un nuevo amarre en sus jeans: amarré las costuras internas para que ella no pudiera correr. 

De esta forma, ella estuvo inmovilizada en menos de quince segundos, sin dar un solo golpe ni escuchar un solo grito que atrajera posibles héroes.

Sus ruidos desesperados llamaban la atención, sin embargo, algunos rostros ceñudos se preguntaban por qué esa mujer estaba tan molesta y si esos dos hombres tenían algo que ver con eso.

—Es su alergia a algunos alimentos —dije en español, un poco más alto de lo necesario—. Será mejor que la llevemos al médico. Vamos—. Algunas de las expresiones de los clientes cercanos cambiaron por las de pena hacia la pobre dama con alergia.

Ahora que tenía un indicio de la artimaña, Leif siguió el juego; —Vamos a llevarte afuera —dijo para consolarla, también un poco más fuerte de lo necesario, para tranquilizar a cualquiera que escuchara. Usando solo su brazo izquierdo para apretarla junto a él, básicamente, se la llevó fuera del restaurante, levantándola un poco para que sus pies no se arrastraran por el suelo. Con las manos apretadas a su boca, Natalia lucía convincente y sonaba como que tenía problemas con algo que había comido.

—Quédate aquí —le dije a Granuaile antes de seguir a Leif—, Volveremos lo más pronto posible.

—Yo voy —dijo, poniéndose de pie.

—No —dije con firmeza—, realmente necesito que permanezcas aquí. —Si había otros vampiros afuera, no quería que Granuaile se convierta en un objetivo fácil—. En serio.

Estudió mi rostro para ver si había algún punto flexible en mi expresión, pero no encontró ninguno. Se dejó caer, claramente enojada pero sin discutir conmigo al respecto.

—Gracias —dije, luego corrí para alcanzar a Leif.

¡Oberón!

—llamé, gritando en mi mente mientras me lanzaba entre las últimas mesas hacia la puerta principal.

¿Eh? ¿Qué?

Oh. ¿Estás bien?

Sí, estoy bien. ¿Nos vamos ya?

Suspiré de alivio cuando llegué a la salida. Gracias a los dioses de los veinte panteones. 

¿Por qué no me respondiste antes?

No escuché nada.

Te llamé dos veces

—dije, mientras buscaba a Leif. Estaba hacia mi izquierda, aún llevaba a Natalia, dirigiéndose a la siguiente puerta hacia una tienda con algunos surtidores en el frente; habíamos dejado a Oberón en el estacionamiento, a mi derecha. 

Oh. Um.

—El tono de su voz sonaba a disculpas—.

Puede que haya tomado una breve siesta, Atticus. Estoy seguro de que fue muy corta, sin embargo. La próxima vez, recuerda pedir hígado de yak que no produzca somnolencia.

Camina hasta la acera y gira a la izquierda

—le dije—.

Me verás allí. Sigue por detrás y vigila si hay vampiros, por favor. Paranoia máxima. No te olvides de de los tejados.

Bueno. Ya te veo. Los únicos vampiros que puedo sentir son los que van delante de ti. Leif y esa otra de antes.

Está bien. Infórmame cualquier novedad.

Leif se detuvo al final del edificio y giró para consultar lo que yo quería hacer. Corrí para alcanzarlo y señalé el espacio entre Granny’s Closet y la tienda.

—Los contenedores de basura deben estar ahí atrás —dije en nórdico antiguo. No tenía sentido sacar de quicio a Natalia aún más. Aun. Tan casualmente como pude, y con Leif que aún fingía que el brazo alrededor de Natalia era a modo de protección, caminamos más o menos treinta metros hacia la parte trasera del edificio y salimos de la vista de todo el tráfico de South Milton Road. Encontramos los grandes botes de basura industrial y abrí la tapa, para observar unas cuantas moscas que batallaban con las temperaturas heladas.

Estoy disolviendo tu camuflaje, Oberón. Por favor, asegúrate de que nadie nos sigue aquí atrás.

Entendido.

—Tírala adentro —le dije a Leif, usando el español a propósito. Natalia oyó eso, hizo un esfuerzo supremo, y se las arregló para separar sus piernas, desgarrando sus jeans. Había estado esperando eso, pero Leif no. Empezó a maldecir mientras ella lo pateaba, y yo tranquilamente ligue sus piernas de nuevo—ahora usando su piel expuesta. No iba a desgarrar esa.

—¿Qué estás haciendo? —dijo Leif.

—Solo quería un lugar tranquilo para conversar sin que alguien que intenta escaparse nos interrumpa. Entonces. Tienes a una de los tenientes de Zdenik indefensa. ¿Qué es lo que harás?

Leif parecía herido. —¿Yo? ¿No vas a desligarla?

—No. Es tu enemiga en tu territorio. Querías mi ayuda y te la estoy dando porque no puedo permitir que ella le diga a nadie que estoy vivo. Pero no soy tu asesino. Haz tu trabajo sucio.

Leif se encogió de hombros y la empujó de modo que cayó boca abajo sobre el asfalto. Plantó un pie entre sus omóplatos, agarró su cabeza por cada lado con sus manos, y con un suave gruñido tiró de ella con el crujir de algún hueso y un sonido húmedo y sorbente.

Había ligado la piel de sus dedos con tanta fuerza a su rostro que algunos se desgarraron de sus manos y colgaban de sus labios, y en otros la piel de su rostro se desprendió y se mantuvo ligada a sus dedos. Fue un exterminio rápido, brutal y desordenado. Como supuse que sería. Leif tiró la cabeza ensangrentada a la basura y empecé a desligarla, en parte, para eliminar la evidencia y en parte para asegurarme de que esta mujer vampiro nunca volviera a aparecer.

—Gracias, Atticus —dijo, mientras levantaba el cuerpo y hacía todo lo posible para mantener la sangre lejos de su ropa.

Terminé de desligarla y observe dentro del espectro mágico hasta que la luz roja del vampirismo se apagó dentro del cráneo mientras se desintegraba entre restos de comida, bolsas de papel y envases de plástico.

—No quiero que me agradezcas, Leif —dije—. Lo que quiero es que me dejes en paz.

—Entiendo —dijo, mientras lanzaba el cuerpo en el contenedor. Siguió hablando mientras yo decía las palabras para desligar el cuerpo; si no me ocupaba de la luz en su pecho, ella volvería, en peores condiciones que Leif, pero volvería.

—Pero tienes que admitir que esto fue ejercicio fácil para nosotros. Si trabajáramos juntos, podríamos limpiar el estado en unos cuantos días. Por favor, Atticus.

Natalia, que probablemente había disfrutado de treinta años de vida y un bonus de trescientos años o más de existencia chupando la sangre de los seres vivos, se derretía dentro de su camiseta y sus jeans desgarrados. Asentí una vez en dirección a sus restos y dije, —Lo siento, pero esta es toda la limpieza que voy a hacer, Leif. Ese es el único rival eliminado. Despacha el resto tú mismo. Aunque sigo pensando que simplemente deberías irte. Puede que la armonía te encuentre.

No se perdió el tono de finalidad en mi voz mientras me volvía hacia el hueco entre los edificios. 

—¿Adónde vas? —preguntó.

—Simplemente me voy —respondí, de regreso a recoger a Oberón y a Granuaile—. ¿Ves lo fácil que es?

Lo dejé allí de pie, esperando por completo no volver a verlo nunca.

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