Tres veces tú

Tres veces tú


Cuarenta

Página 42 de 149

CUARENTA

—Buenos días a todos.

Entro en la oficina con un positivismo y una alegría que en realidad no están justificados, pero he decidido que la mejor manera de afrontar esta jornada es no pensar en ella. Después, ya se verá, algo sucederá, llegará el momento en que tomaré una decisión, o tal vez todo, simplemente, ya se haya decidido.

—Buenos días. Me alegro de verlo así. —Se me acerca Alice y me da unos papeles—. He apuntado aquí sus compromisos del día y estas son las cartas que han llegado hoy…

—Sí, gracias, perfecto.

Me dirijo hacia mi despacho.

—¿Le apetece un café?

Me vuelvo hacia ella sonriéndole.

—Sí, gracias, ¿por qué no?

Y, a continuación, se aleja. Camina tranquila, sin ningún contoneo especial. Tengo que decir que, además, es muy mona, lleva un toque de maquillaje y resulta interesante dentro de su sencillez.

—¿Todo bien, jefe?

Giorgio me saluda desde su despacho.

—Todo bien.

—¿No hay novedades? ¿Ninguna noticia nueva? ¿Ninguna llegada inesperada?… —Mientras hace esta última pregunta, mueve la mano izquierda a media altura, como si acariciara una pelota o, mejor dicho, imitando una tripa.

—No debería habértelo dicho. Joder, ya no te voy a contar nada. Ahora resulta que he fichado a un actor de comedia. —Y cierro la puerta.

Hoy no hay ningún regalo encima de mi mesa. Menos mal. No habría soportado según qué revelaciones más. Tampoco entre las cartas me parece que haya nada raro. Bueno. Aquí. Una carta para Stefano Mancini. No está escrita a máquina ni con el ordenador, deben de haberla entregado en mano, no lleva sello ni nada. Miro con más atención la caligrafía, me parece que no la conozco. Y, si mal no recuerdo, no debería tener más problemas por ahí. Cojo la navaja que está sobre mi mesa y la uso como abrecartas. Rasgo el sobre.

Distinguido Sr. Stefano Mancini:

Me llamo Simone Civinini, soy un chico de diecinueve años y me gustaría mucho hacer este trabajo. Como usted lleva poco en este sector, pero empezó por abajo, estoy seguro de que sabrá reconocer en mis palabras dos cosas fundamentales: las ganas y el entusiasmo. Me gustaría reunirme con usted. Le adjunto un proyecto mío y le dejo mi teléfono y mi email.

Estoy a su disposición para trabajos menores, tareas rutinarias y, si lo cree oportuno, algún día me gustaría ser guionista. Cuando he dicho que había empezado por abajo no pretendía darle coba. Sigo sus pasos desde que surgieron todos esos problemas con el TDV, conozco toda su historia. Así pues, me encantaría conocerlo. En cualquier caso, le agradezco su atención.

Al final de la carta encuentro su número de teléfono y su correo electrónico. Miro la dirección.

Es de Civitavecchia, aunque ahora debe de estar en Roma, supongo que de paso o viviendo en casa de alguien, teniendo en cuenta que ha entregado la carta en mano. Veo el proyecto que la acompaña: «Mi tipo ideal». El título es divertido, como mínimo se sale de lo ordinario. Empiezo a leer. El programa tiene una duración de cincuenta minutos. El juego se desarrolla en unos bloques independientes muy fáciles de seguir. Está bien escrito, es sencillo, directo, sin florituras. De modo que sigo leyendo. La idea es que seis hombres y siete mujeres, o al contrario, cuenten cada uno un episodio determinado de su vida, algo que les haya sucedido con su novio, o compañero, o cónyuge, que es uno del otro grupo. Cómo se conocieron, la primera cita, el primer beso, la primera vez que hicieron el amor, dónde, o el modo más extraño… Los trece jugadores tienen que combinar las parejas de manera adecuada según las historias que se van explicando. Si se adivinan todas las parejas, significa que también se ha descubierto a la persona que está de más. A partir de ese momento solo se dispone de un minuto, sin añadir ninguna otra historia y contando con una alta dosis de suerte, para adivinar de entre unas cuantas personas del público enfocadas por las cámaras quién es el enamorado de ese último concursante. Quien también adivine esto consigue hacer el pleno y lo gana todo. Las cantidades pueden ser de lo más diverso. Un importe X a las parejas más complicadas o importes iguales para todas las parejas y una supercantidad más grande si se adivina también la última pareja con el otro enamorado en medio del público.

Cuando acabo de leer, estoy muy satisfecho. Es increíble que este chico de diecinueve años haya ideado un formato que puede ser una verdadera novedad, no solo para el mercado italiano, sino también para el extranjero. Así que salgo de mi despacho y voy a ver a Giorgio.

—Mira esto. —Se lo dejo encima de la mesa.

Justo en ese momento entra Alice, que, en silencio, pero con su bonita sonrisa habitual, nos trae dos cafés.

—Gracias.

Nos deja solos. Giorgio coge la carta.

—¿Qué ocurre?, ¿alguna petición especial? —Enarca una ceja dando a entender quién sabe qué.

—Sí, un rescate.

Por un instante, me mira perplejo.

—Vamos, estoy bromeando. Es la idea de un joven guionista; en mi opinión, no está mal. Estaría bien para antes del prime time, teniendo en cuenta que tanto la Rete como Medinews están intentando refrescar un poco ese horario…

—¿En serio es algo de ese calibre? ¿Y escrito por un joven guionista?

—Sí.

—¿Italiano?

—Sí.

—¿Cómo de joven?

—Diecinueve años. Nunca ha trabajado en televisión y nos ha elegido a nosotros como empresa a la que proponérselo.

Giorgio está leyendo también la carta que acompaña el proyecto. Se echa a reír.

—¿Nos ha elegido a nosotros? ¡Te ha elegido a ti! ¡Es un fan tuyo! Llevas una temporada que no sabes cómo quitártelos de encima, ¿no es cierto?…

Sacudo la cabeza. Giorgio entonces se levanta con rapidez, pasa por delante de mí y cierra la puerta. Nos quedamos solos. A continuación, se sienta en el sofá.

—Tengo que decirte dos cosas, mejor dicho, tres.

Yo también me siento, en la butaca que está frente a él.

—Soy todo oídos.

—Pues bien, he descubierto que Ottavi ha hecho dos transferencias para la directora Gianna Calvi.

—Ah. Y ¿se va a dejar pillar de esa manera?

—Las ha hecho a la cuenta de la madre de su compañero.

Giorgio es realmente competente, no puedo imaginarme cómo ha podido enterarse de una cosa así, pero doy fe de que no debe de haber sido fácil.

—Además, le ha regalado un Rolex último modelo, de diamantes, y una semana para dos personas todo incluido en el One&Only.

—Y ¿eso qué es?

—Uno de los complejos más exclusivos de las Maldivas: solo hay dieciséis bungalós en la isla, y cada uno está provisto de un mayordomo y servicio de habitaciones, todo incluido, además de un estupendo spa. Me parece que estamos hablando de tres mil euros al día.

—¡Bien! Estaba pensando ir cuando me has dicho lo de los dieciséis bungalós. Pero después de oír lo de los tres mil euros, he cambiado de idea.

—Está bien. Vamos a hacer una cosa: si conseguimos conquistar el mercado extranjero con dos formatos nuevos en al menos diez países y colocar una de las series, estaremos obligados a ir, ¿de acuerdo? Para nosotros es un aliciente conseguir ese resultado. ¿Sabes que muchas empresas norteamericanas especifican a principios de año los posibles objetivos que deben alcanzar? Se convierte en una especie de competición por hacerse con el mejor premio.

—Bien, me apunto.

El propósito es tan sumamente elevado que sé muy bien que no corremos ese riesgo.

—Venga esa mano.

Se la estrecho encantado de todos modos.

—Bueno, ahora pasemos al segundo punto. El productor ha jugado muy sucio, y nosotros, si estás de acuerdo, no vamos a ser menos.

—Pero lo suyo es corrupción; lo siento, no quiero ir en esa dirección.

Sonríe.

—Bien, era lo que quería oír. Pero tenía que oírlo. No haremos ningún regalo, pero de un modo u otro, intentaremos obtener esa serie por todos los medios.

—No quiero nada ilegal. No quiero depender de nadie. No quiero ser motivo de chantajes.

—No lo serás. Te aseguro que no arriesgas nada, ni tú ni Futura.

Se trata de un tema importante. Giorgio Renzi es un hombre correcto. A continuación, me mira como si se le acabara de ocurrir otra idea.

—Pues lo haremos así, yo asumo toda la responsabilidad. Actuaré por mi cuenta y no como Futura. En cualquier caso, tengo un asunto pendiente que arreglar con Ottavi; lo habría hecho de todas formas, era solo cuestión de tiempo. Lo único es que no querría decirte nada. No me gustaría implicarte de ningún modo.

Le sonrío.

—No sé de qué estás hablando…

—Bien, perfecto, eso es. Y ahora, el tercer punto, el más importante para mí…

Me levanto, cojo un botellín de agua mineral y le doy un largo trago. Él espera. A continuación, vuelvo a sentarme en la misma butaca. Con esta última cuestión me parece un poco incómodo. Quién sabe qué va a decirme.

—Bueno, pues… A mí me gusta muchísimo esta empresa, me gusta lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que espero que hagamos… Pero quería dejar clara una cosa. —Hace una breve pausa. No le meto prisa—. Si por casualidad piensas que a veces bromeo demasiado, que hay algo que no funciona, tienes que decírmelo. Hay un error que, en mi opinión, mucha gente suele cometer.

Se quedan demasiadas cosas dentro. Y, por no saber enfrentarse a ellas en cada ocasión, al final acaban estallando, explotan, de manera que luego la relación ya no puede recuperarse. No quiero que eso nos pase a nosotros.

Me mira. Parece haber terminado, exhala un suspiro de alivio como si por fin se hubiera quitado un peso de encima y, a continuación, se sienta más cómodamente.

Le sonrío.

—Está todo bien. De momento no hay nada que me haya molestado. Creo que te lo habría dicho.

—¿Incluso cuando bromeo sobre esos asuntos? —Vuelve a referirse a la tripa.

—Claro. Incluso en ese caso; es más, me haces reír y consigues que le quite un poco de dramatismo.

—Bien, me alegro.

Hago ademán de levantarme.

—Una última cosa. —Ahora cambia de tono.

—Sí, dime.

—Si necesitaras un consejo, quisieras mi opinión o tuvieras que desahogarte…, o, bueno, si desearas compartir algo, estoy aquí.

—¡Pero si ya lo he hecho!

—¿Cuándo?

Le señalo la hoja del proyecto.

—He compartido contigo las palabras de un fan mío…

Se echa a reír.

—¡Me refería a tus fans femeninas!

—Ya te había entendido. —Abro la puerta—. Ahora me voy. Nos vemos luego.

—¿Adónde vas?

—He quedado para comer con otro de mis fans. Pero no voy a decirte si es hombre o mujer.

Ir a la siguiente página

Report Page