Tres veces tú
Cincuenta y tres
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CINCUENTA Y TRES
Llaman a la puerta. Babi va a abrir.
—¿Quién es?
—Soy yo, Daniela.
Abre a su hermana y la hace pasar enseguida.
—¡Qué bien que hayas podido venir! Entrad.
Y así entran Daniela y su hijo Vasco.
—Hola, tía, ¿cómo estás?
—Bien, gracias. Dame un beso.
El niño se pone de puntillas y besa a Babi.
—Mira, Massimo está allí, en el estudio, si te apetece ir con él.
—¡Claro que me apetece! —Y desaparece corriendo por el pasillo.
—Madre mía, qué mayor se ha hecho.
—Sí, es increíble.
Daniela y Babi se reúnen con su madre en el salón. Raffaella mira molesta a su hija recién llegada.
—Hola, ¿y Vasco?, ¿no lo has traído?
Daniela se le acerca y le da un beso en la mejilla.
—Sí, mamá, claro que lo he traído, ha ido con Massimo.
—Ah, ¿y no viene a saludar a su abuela?
—Pero si ni siquiera sabía que estabas aquí…
—Ya te dije que iba a venir…
—Sí, pero no sabía que ya habías llegado. ¿Qué problema hay, mamá? ¿Por qué siempre tienes que hacerlo todo tan complicado?
—La verdad es que a mí me parece muy fácil. Simplemente estoy pidiendo un poco de educación.
Por otra parte…
—¿Por otra parte qué, mamá?
—Nada. Por otra parte y punto.
—No, cuando hablas así es como si quisieras subrayar algo, tu disgusto, por ejemplo. ¿Habrías preferido que abortara?
La madre mira a su hija y frunce la boca.
—¿Qué pasa? ¿Te molesta? Deberías tener el valor de decir lo que piensas. Tú no querías que tuviera a Vasco porque no sabía quién era el padre; me atiborré de pastillas y sucedió, ¿y qué? Se me podría haber contagiado algo; en cambio, las cosas fueron así, me quedé «solo» un poco embarazada.
¿No te parece bien? Lo siento mucho. Me habría gustado darte un nietecito después de una buena boda, con otro rico yerno, los consuegros y todo el resto de las chorradas. Pero no ha sido así.
¿Quieres echarme la culpa?
—Solo he dicho que podría ser más educado.
—No, mamá, yo creo que, si de verdad me quisieras, no me harías cargar cada vez con este peso.
—Pienso que eso ha condicionado tu vida y que hoy podría haber sido todo distinto.
—Pues ¡peor aún! ¿Por qué no puedes entender que a veces existen otras vidas que no son como las que tú te has imaginado? ¿Que lo que te gusta, lo que para ti es bonito, podría no serlo para los demás? ¿O que en cualquier caso podría ser diferente? Cada vez que entras en casa de Babi o en la mía pones esa cara de disgusto.
Babi se echa a reír.
—La verdad es que hoy aquí, en mi casa, le ha gustado todo.
Daniela la mira sorprendida.
—Qué extraño, y ¿qué ha ocurrido? De todos modos, no me lo puedo creer, ¿estás segura de que ni siquiera hay un jarrón que desentone? ¿Una cortina equivocada? ¿Una camarera que no sirve por la izquierda o que llena demasiado la cafetera o que se queda escuchando algo que seguramente le interesa y le divierte? ¿Todo lo de hoy le ha parecido bien a mamá? Entonces debe de haber una conjunción astral increíble, no me atrevo a imaginar qué puede suceder en esta jornada tan épica…
—Avisadme cuando tenga que reírme…
Justo en ese momento entra Vasco.
—Mamá, tengo sed.
—Saluda a la abuela.
—Hola, abuela. —A continuación, se vuelve de nuevo hacia Daniela—. Pero la sed no se me ha pasado.
Babi se ríe.
—Dale un beso a la abuela y mientras voy a buscarte un vaso de agua.
Daniela va a la cocina. Vasco se acerca a Raffaella, que lo abraza, lo acerca hacia sí y le da un beso. El niño, en realidad, sufre, soporta en silencio ese abrazo, esperando liberarse de él cuanto antes. Entonces la abuela se fija en que lleva unas zapatillas de deporte nuevas.
—Qué bonitas, ¿te las ha comprado mamá?
—No, Filippo.
—Y ¿quién es Filippo?
—Un amigo de mamá. Yo se las vi y le dije si me las prestaba. Pero las suyas me quedaban grandes, así que me compró unas. ¿Te gustan?
—Mucho. Y ¿qué tal es Filippo? ¿Es un chico amable?
—No es un chico, es un hombre, tiene la cabeza sin pelo y lleva barba.
Justo en ese momento vuelve Daniela con el vaso de agua. Vasco va a cogerlo, pero ella retiene un momento el vaso hasta que él lo entiende y, sonriendo, dice:
—Gracias.
A continuación, se bebe toda el agua de un trago y sale corriendo de nuevo hacia el estudio a jugar con Massimo.
Raffaella mira a su hija.
—¿Quién es ese Filippo?
—Un amigo.
—Sí, eso ya lo había cogido; seguro que no es un enemigo teniendo en cuenta que le ha regalado unas zapatillas nuevas a tu hijo. Pero ¿qué significa en tu vida?
—No lo sé, mamá. No sé qué significa. ¿Todo tiene que tener un significado? Es una persona con la que me veo, y con eso para mí es suficiente.
—¿Quieres echar a perder así tu vida?
—Mamá, pero ¿qué dices? No sabes nada de él.
—Sé que es calvo, con barba, así que será mayor, separado, me imagino, o, peor aún, casado, y por tanto solo se está divirtiendo contigo… Y encima todo eso delante de tu hijo.
Babi interviene:
—Mamá, ¿cómo van las cosas con papá?
—Estupendamente. Va todo bien, gracias.
—¿Estás segura? Has venido aquí enfadada con el mundo. Dani y yo no tenemos nada que ver.
—Además —interviene Daniela—, quiero que sepas que Filippo solo tiene dos años más que yo, por ahora está en mi vida y está muy enamorado, a pesar de que yo, por desgracia, no lo estoy.
Raffaella se queda un instante en silencio. Entonces cree tener la solución.
—Pues intenta construir algo como ha hecho tu hermana.
—¿Por qué me dices eso? ¿Es porque me estás manteniendo? ¿Prefieres que me pegue a un hombre cualquiera solo para no gastar más tu dinero?
—No, pero…
—He encontrado trabajo, mamá, así te quedarás más tranquila; tal vez consiga pagármelo todo yo sola. Pero no haré nunca algo así, olvídalo.
Babi se levanta del sofá.
—¿Quieres algo más, mamá?
—No, gracias.
—¿Te gusta esta casa?
—Mucho, muchísimo, ya te lo he dicho.
Babi sonríe.
—Es cierto, es bonita, tiene una vista espectacular y es grande. Hacemos muchas cenas, es una casa perfecta, siempre llena de gente. Y, sin embargo, yo me siento sola y sobre todo no soy feliz.
Cuando no eres feliz incluso casas mucho más bonitas que esta pueden parecerte feas; lo entiendes, ¿verdad, mamá?
Raffaella se queda callada; a continuación, se levanta y va al estudio, se detiene delante de los dos niños, que siguen viendo los dibujos animados en la tele. Están los dos con la boca abierta, inmersos en lo que está sucediendo en la historia.
—Adiós, me voy, ¿me dais un beso?
Naturalmente, no se mueven y ni siquiera se han dado cuenta de que tienen a la abuela al lado. Se oye la voz de Babi en la puerta:
—Si no os despedís de la abuela, os apago la tele.
Entonces bajan corriendo del sofá y, como dos autómatas, van hacia Raffaella, que se arrodilla y los acoge en sus brazos.
—¡Adiós, abuela! —Y vuelven los dos felices a ver cómo terminarán esos dibujos animados.
Babi está en la puerta de casa, abre justo cuando su madre se acerca.
—Adiós, mamá.
—Adiós. ¡Adiós, Daniela! —grita a lo lejos para despedirse de ella.
—¡Adiós! —contesta la hija desde la cocina.
A continuación, Raffaella mira a Babi.
—Tienes que apoyar a tu hermana.
—Pero, mamá, si no me necesita para nada. Todo va bien. Quédate tranquila. No vayamos a hacer nada a la fuerza que después resulte ser un error…
—Bueno, ella ya lo ha cometido. Aunque no quiera admitirlo, lo sabe.
—Mamá, un niño precioso no puede ser un error. Está sano, es despierto, es alegre, es una de las cosas más bellas que pueden sucederle a una mujer, aunque no haya un hombre a su lado.
Raffaella llama el ascensor. A continuación, se vuelve y mira desde lejos a esos dos niños en el sofá. Los hijos de sus hijas. Sus nietos. Uno es hijo de ese chico violento que en cierto modo consiguió apartar de Babi, el otro es hijo de un desconocido. Pero los dos son preciosos. Igual que esa casa.
—Lorenzo es un marido perfecto. No lo dejes escapar. Si buscas por todos los medios otra felicidad, no la encontrarás nunca.
—Sí, mamá, tal vez tengas razón, pero si tratas de ser feliz a través de otra persona, creo que solo haces que seáis infelices los dos.
Raffaella entra en el ascensor y mira por última vez a su hija Babi, en la puerta. Se contemplan hasta que Raffaella pulsa el botón de la planta baja.
—Hazme caso, intenta darle un hermanito a Massimo, o al menos inténtalo a menudo. Lorenzo se lo merece.
Y la puerta del ascensor se cierra antes de que Babi tenga la posibilidad de responder.