Tres veces tú

Tres veces tú


Setenta y tres

Página 75 de 149

SETENTA Y TRES

Nos levantamos por la mañana, tomamos un buen desayuno en el jardín y puedo decir que, afortunadamente, se me ha pasado la borrachera. No me duele la cabeza y como no he comido mucho me siento ligero. Paolo y Fabiola se han ocupado del viaje que me ha regalado mamá, es todo perfecto, saldremos esta noche a las ocho y media. Me han dejado la documentación en la suite.

—Fiyi, islas Cook y Polinesia, un viaje maravilloso. Vamos a dar la vuelta al mundo y en total estaremos fuera tres semanas.

—Qué bien… Mira, también hay folletos, es que tu hermano es muy meticuloso.

—Ha sido Fabiola, y seguro que además le estará dando la lata porque es el viaje que deberían haber hecho ellos cuando se casaron.

—Y, en cambio, ¿adónde fueron?

—Pasaron una semana en Francia, en Épernay.

—Bueno, también debe de ser bonito, tienen un excelente champán… Aunque puede que no sea lo mejor después de la tensión de la boda, la verdad.

—Es que mi hermano se había hecho cargo de la consultoría de importación y exportación del champán francés y así aprovechaba para poder seguir de cerca todos los pasos.

—¡Encima! ¡Qué raro que, cuando ella lo descubrió, no se divorciara en la luna de miel!

—De nuestro viaje nunca podrás decirme nada, es un regalo de mi madre…

—Sí, y es maravilloso. —Entonces me abraza—. Soy feliz, señor Mancini, mucho. Y me alegro de ser su esposa.

Se pone de puntillas, me besa en los labios, y a continuación, sonríe.

—Y, en vista de que hay piscina, también le he traído un bañador nuevo. Yo voy a ir ya, porque después de los nervios de todos estos días, la verdad es que necesito relajarme.

—Voy contigo.

Nos pasamos la mañana en completo relax. Voy alternando la colchoneta hinchable de color azul cielo y una hamaca de tela azul marino, pero sobre todo me pierdo mirando el lento paso de alguna nube. Gin lee una revista, yo hojeo los periódicos, me salto las noticias de sucesos y cualquier otra cosa que fomente la maldad humana. Hoy tengo que relajarme también en ese aspecto. No pienso en nada. Mi mente no tropieza ni se atasca en ningún sitio. Hasta que Gin lo estropea todo:

—¡Son bonitas estas gafas! Oye, ¿dónde las tenías? Son un modelo antiguo.

—¿Estas? No, las han vuelto a hacer ahora, nos las mandaron a la oficina para promocionarlas, quieren que las usemos en algún programa de la Rete, pero no creo que pueda ser a menos que firmen un contrato.

—Me gustan. ¿No hay ningunas para mí?

—Tengo que mirarlo.

—Mancini, no me seas agarrado. La respuesta correcta era: «Por supuesto, cariño», o «Por supuesto, tesoro», pero, en cualquier caso, «Por supuesto. ¡Si no hay más, ya lo arreglaré!».

—Por supuesto, amor mío…

—Vale… —Me sonríe y sigue hojeando el Vanity Fair.

Me quito las gafas, me meto en el agua sin que se mojen, a continuación, me subo a la colchoneta y me las vuelvo a poner. Balorama 001. Me las ha regalado Babi. Y la velocidad a la que le he mentido a Gin, la historia de los artículos de promoción para un programa, demuestra que soy un buen guionista, aunque preferiría no tener que inventar nada. Sigo flotando en el agua, en el silencio de la campiña. El calor, una música lejana, el canto de un pájaro, el aroma de los campos, las espigas calentadas por el sol, la resina de los pinos. Me he casado, Babi.

Esta vez me ha tocado a mí, no te has salido con la tuya. Quién sabe dónde estarás ahora, en qué piensas, si te sentiste tan mal anoche como yo en un montón de ocasiones. ¿Has visto qué mal se pasa? Te sientes impotente. Te parece absurdo que todo lo que has vivido con una persona de repente quede borrado, lo que habéis dicho, las promesas hechas, las lágrimas, las risas, los besos, hacer el amor, los polvos, las palabras mágicas pronunciadas en esos momentos… Todo se va volando como el azúcar glas de un pastel que un niño rebelde y caprichoso sopla con desdén. Pues sí, me he casado.

Pero no lo veo como una revancha, no es un punto a mi favor en la eterna lucha entre hombres y mujeres. Yo solo quería ser feliz, Babi, y quería serlo contigo. Lo tenía todo pensado: nos casaríamos, tendríamos cuatro hijos, una casa en los alrededores de Roma, pero no muy alejada, en medio de la naturaleza. Me acuerdo de que sonreía, era feliz, decidido y resuelto, y estaba convencido de que todo habría sido así. Pero, cuando me di la vuelta, tú ya no estabas.

Un pájaro surca el cielo encima de mí. Entonces oigo sonar un claxon. Un coche sube por la colina, llega hasta el gran jardín y oigo apagarse el motor, el ruido de la puerta al cerrarse y, luego, en la piscina, aparece él, Giorgio Renzi.

—¿Y bien?, ¿cómo están mis queridos novios? ¿Estáis listos para la luna de miel? Si no os importa, os acompaño y así podréis hacerlo todo con calma, pero tampoco demasiada. No me gustaría que perdierais el vuelo y todas las conexiones. Me lo contó anoche tu hermano; es un viaje maravilloso y, además, él es muy simpático.

Me vuelvo hacia Renzi.

—Me queréis fuera de juego, ¿verdad? No sé qué estaréis tramando. Vosotros dos no me lo estáis contando todo. Algún acuerdo internacional…

Giorgio se sienta a una mesa cercana.

—Si quieres saberlo todo, estamos negociando con España, Holanda y Alemania, y espero poder darte alguna buena noticia con lo que salga. Pero no nos precipitemos, puede que cuando vuelvas del viaje haya alguna sorpresa.

—Así pues, ¿puedo marcharme completamente tranquilo?

—Del todo. Esta tarde, a las siete y media, he quedado con Dania Valenti, la que nos propuso Calemi; yo ya me las arreglaré y luego te cuento. ¿Lo ves? Hasta te libro de esa lata.

Miro a Gin divertido.

—Tienes que saber que Renzi me libra de todas las latas que le gustan a él. Prácticamente solo me deja reunirme con hombres, como mucho puedo tener una excelente y estrecha relación con Karim Derrano.

Gin cierra el Vanity Fair y se vuelve hacia nosotros.

—¡Venga ya! ¿El de «Mujeres y hombres»? No me lo puedo creer, ¿lo conoces? ¡Tienes que presentármelo, está como un tren!

—Bueno, si es por eso, también es gay hasta la médula, me parece.

—Ya está, lo sabía: cuando un chico es mejor que vosotros, siempre sacáis a relucir la misma historia.

Se pone a leer otra vez la revista.

—De todos modos, me gusta el trabajo que hace Renzi. Tú ahora eres productor, no puedes estar metido en todos esos escándalos que salen en Divina e Donna, Vip 2000 y todas esas revistillas, ¿no, Renzi?

—Exacto.

—Así que tú sigue así. Total, aunque se vea con Derrano y los otros, Mancini no corre peligro. Y, además, ahora… —Gin me mira y me pregunta—: ¿Se lo podemos decir a Renzi?

Al instante me doy cuenta de que tengo que hacer como si nunca hubiera dicho nada.

—¡Claro!

—¡Y, además, ahora va a ser papá!

Giorgio me mira un segundo, pero enseguida sonríe.

—¡Es estupendo! ¡Es la mejor noticia que podíais darme! Me alegro muchísimo por vosotros.

¿Ya sabéis si va a ser niño o niña?

—No, en las visitas han dicho que todo va bien, pero todavía no se puede ver el sexo.

—Eso significa que lo descubriréis después del viaje.

Giorgio me mira con una sonrisa y tanta naturalidad que creo que, además de todas sus cualidades, también es un excelente actor.

Ir a la siguiente página

Report Page