Tres veces tú
Setenta y cuatro
Página 76 de 149
SETENTA Y CUATRO
Nos ponemos a hacer las pequeñas maletas y a la hora del almuerzo ya estamos en casa.
—Si estáis de acuerdo, pasaré a recogeros a las cuatro, así iremos al aeropuerto con tranquilidad.
—No, hombre, no te preocupes, Giorgio, cogeremos un taxi.
—¿Por qué? Me apetece llevaros. Quizá haya ocurrido algo en la oficina y debas tomar alguna decisión, así te pongo al corriente de todo antes de que te vayas…
—Como quieras. Eres muy amable.
Me despido de él, cierro la puerta y voy a la cocina.
—Me estoy preparando un zumo, ¿quieres uno?
—Sí, por favor.
Gin introduce las últimas zanahorias y pone en marcha la licuadora. En un instante se tiñe de verde, luego se aclara un poco, al final se impone el naranja.
—Tu amigo Renzi es muy amable, está siempre en todo y, además, hace las cosas de una manera realmente considerada. A saber qué secretos esconde…
La miro con curiosidad.
—¿Por qué dices «qué secretos esconde»?
—Porque, detrás de una persona tan sosegada y tranquila, debe de haber una gran historia. Tiene que haberle pasado algo raro…
—Tú crees que hay misterios en todas partes, como cuando ves ese programa de Rai Tre en que sale esa rubia, Federica…
—Sciarelli.
—Sí, esa, la de «Chi l’ha visto?». Enseguida sabes quién ha matado a quién. Te oigo, ¿sabes?, cuando estoy en mi habitación: «Ha sido el marido…». «Venga ya, si está claro que ha sido el amante…». «El tipo al que ella abandonó el año anterior…».
Gin apaga la licuadora, quita la tapa y empieza a servir el zumo en un vaso.
—¡Sí, pero fíjate que a esos de los que estás hablando yo los he calado a los tres! Lo que significa que también podría acertar sobre Renzi… Por ejemplo, ¿cómo lleva el tema mujeres?
—¡Vaya preguntas que haces! ¿Qué quieres decir?
Me siento frente a ella y empiezo a tomarme el zumo.
—¿Cómo que qué quiero decir? ¿Es de los que están todo el tiempo rodeados de mujeres? ¿Sale siempre con la misma? ¿Tiene dos o tres y las va alternando? ¿Mantiene una relación con un hombre?
—No lo sé.
—Pero ¿qué clase de respuesta es «No lo sé»? ¿Cómo es posible? ¿Te pasas el día entero con alguien, de la mañana a la noche, y no sabes nada acerca de su vida privada? ¡Tú no estás bien de la cabeza! La vida privada lo dice todo de una persona. ¿Nunca habéis hablado de la suya?
—No. —Efectivamente, pensándolo bien, siempre hemos hablado de la mía.
—¿Y de la tuya?
Ya está, lo sabía, me lo he buscado.
—De la mía, sí, o sea, le he dicho que estaba contigo y que íbamos a casarnos.
Bueno, Renzi me cogería como partenaire, a mí también me está saliendo muy bien el papel.
—Y ¿no le has contado nada más?
Enarca una ceja y le da un último sorbo al zumo.
—Está bien, olvidémoslo…
—Espera, espera…
—¿Qué?
—Una vez me dijo que había estado varios años con una persona y que después lo dejaron.
—Dijo «una persona». No dijo «una mujer». De modo que también podría ser un hombre. Ya ves, vamos bien. ¿Qué impresión le causó conocer a Karim Derrano?
—Cero. Solo se preocupó de que yo no le pegase. Se trataba más de una preocupación profesional que sentimental.
—Bien, no es gay. No podría haberse resistido. ¡Karim les gusta a muchísimas mujeres, tiene hordas enteras de chicas enamoradas de él y, por lo que me habéis dicho, también de hombres!
—Eh, y nosotros lo hemos cogido como asistente; ¿a que somos buenos?
—Muy buenos. Venga, vamos a hacer las maletas, si no, vendrá Renzi y nos encontrará todavía aquí, fantaseando acerca de su vida secreta.
Entonces bajo dos Samsonite y nos disponemos a llenarlas. Damos vueltas por casa, tropezándonos de vez en cuando, preguntando sin parar:
—Oye, ¿dónde están los bañadores?
—Donde han estado siempre, en el último armario del fondo, en el primer cajón, donde también están los albornoces y las toallas.
—¿Siempre han estado ahí?
Gin se echa a reír.
—Siempre. De vez en cuando también van a la lavadora, pero la mayor parte del tiempo lo pasan ahí.
—Bien, bueno es saberlo.
Y seguimos escogiendo camisetas, camisas, pantalones cortos, zapatos, por lo menos una americana.
—Pero ¿allí hará frío?
—¿En la Polinesia?
—Quizá por la noche.
—Solo si pones el aire acondicionado demasiado alto.
—Madre mía, qué antipático te has vuelto; si lo llego a saber, ¡no me caso!
Después hacemos un pequeño receso, nos tomamos un sándwich y un café.
—¿Tú cómo lo llevas?
—Ya he terminado.
—Yo también.
Nos sonreímos mientras nos bebemos el café y de repente, por poco, vuelco la taza. La dejo enseguida sobre el platito.
—¡Oh, Dios mío, casi me da algo!
—¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido? —Gin está francamente preocupada.
—Nada, es por todo lo que hemos hablado: Renzi quizá sea gay, Karim es gay, y entonces, de repente, veo que llevo un anillo en el dedo. ¿No será que yo también…? Ah, no, que es la alianza, claro… ¡Menos mal! Es que todavía no me he acostumbrado a llevarla puesta, se me hace extraño…
—Así, muy bien, pues intenta no quitártela nunca, y sobre todo no perderla por algún sitio. Y ahora que vuelva el Step de antes y cierre mi maleta, que yo no puedo.
Ayudo a Gin a hacer presión en su maleta; ella se sienta encima.
—Bueno, es mi manera de ayudar.
Y al final conseguimos cerrarla del todo. A continuación, Gin parece perpleja.
—Estoy empezando a preguntarme si no pesará demasiado y nos harán pagar un suplemento.
Porque a veces te cobran unas cantidades increíbles…
—No te preocupes; mamá nos ha regalado un viaje en primera, no hay problema de peso, ni tampoco de espacio para tu bonita tripa.
Gin me sonríe.
—¡Te das cuenta, aún no ha nacido y ya vuela!
Entonces nos vamos al sofá, nos ponemos cómodos, veo algún estúpido programa en la televisión, oigo discutir a alguien en una tertulia, quito el volumen y sigo zapeando sin sonido. Gin pone un CD de Sakamoto, luego se sienta en el sofá y hojea los folletos de nuestro viaje, los bungalós sobre el agua donde pasaremos nuestros próximos días. El ambiente es perfecto, la boda ha ido bien, los programas están a punto de empezar, los contratos están firmados, todo me parece que está yendo de la mejor manera posible, pero aun así siento cierta inquietud. Y es que también pienso que, sea lo que sea lo que pueda ocurrirle a alguien, tanto si es lo más bonito como lo más dramático, nadie se da cuenta hasta que sucede, ni un momento antes. La vida es una continua sorpresa.