Tres veces tú
Dos
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DOS
Un día no cualquiera de hace algún tiempo.
Giuliana, mi secretaria, me sigue como cada mañana con su bloc de notas, en el que apunta todas las tareas importantes.
—Le recuerdo que tiene una cita dentro de media hora en Prati, en la Rete, para la compra de su programa; luego el almuerzo con De Girolami.
Se da cuenta de que no me suena ese nombre y sale en mi ayuda:
—Es el autor que trabaja para la televisión griega.
—Ah, sí, anúlalo, no vamos a firmar con ellos, hemos recibido una oferta más importante de Polonia.
—Y ¿qué debo decirle? Probablemente me preguntará…
—No digas nada.
—De Girolami ha tardado un mes en conseguir esta cita, y supongo que ahora que la ha conseguido no le alegrará ver cómo se esfuma así, sin ningún posible motivo.
Permanece en silencio esperando una respuesta por mi parte. Pero no tengo ninguna solución para De Girolami, y menos aún para ella.
—La comida está archivada; ¿qué más tenemos para hoy?
—Tiene una cita en los estudios de la Dear, luego, a las seis de la tarde, tiene que ir a esta exposición, es muy importante porque usted mismo me pidió que le recordara que no podía faltar. —Giuliana me tiende la invitación y le doy vueltas en mis manos—. Balthus, Villa Medici.
—¿Quién la envía?
—Me la entregaron en mano, usted es el único destinatario.
No hay nada escrito, ni un sello, ni una firma, ni una nota de acompañamiento. Debe de ser una de esas típicas fiestas de inauguración que organiza Tiziana Forti o, peor aún, Giorgia Giacomini, a las que asisten críticos de arte, extrañas mujeres demasiado perfumadas y retocadas, pero también productores y directores de cadenas y programas televisivos; la gente adecuada para hacer negocios, sobre todo en una ciudad como Roma.
—No me acuerdo en absoluto de esta exposición. ¿Estás segura?
—Sí, cuando me lo dijo, yo le pregunté: «¿Tengo que apuntar algo en particular?». Y usted, como siempre hace, simplemente me contestó: «Sí, que tengo que ir a esa exposición».
Me meto la invitación en el bolsillo y cojo la bolsa negra de piel que contiene los diversos formatos de programas para presentar en la reunión con la Rete.
—Si hay cualquier cosa, llámame al móvil.
Salgo del despacho. Giuliana se queda mirándome.
Para mí esa exposición era solo la última cita de la jornada. Para ella había significado embolsarse quinientos euros y contar una pequeña mentira. Todo lo que podía suceder después no era problema suyo. No sabía cuánto se equivocaba en ambas cosas.