Tres veces tú

Tres veces tú


Cuarenta y cinco

Página 47 de 149

CUARENTA Y CINCO

Me abre la puerta, va vestida de manera elegante pero no demasiado, lleva una camisa azul claro y unos pantalones vaqueros oscuros, muy anchos, que apenas le llegan por debajo de la rodilla. Calza unas zapatillas deportivas blancas con la punta redondeada y unos calcetines cortos con un minúsculo volante. Tiene los ojos brillantes, emocionados, pero no dice nada, se me echa al cuello y me abraza.

Me aprieta muy fuerte, como si quisiera transmitirme todo el tiempo pasado en el que no nos hemos visto y el afecto que siempre me ha tenido. A continuación, se aparta y me sonríe, ha dejado a un lado las emociones.

—Vamos, entra, no te quedes en la puerta…

—Sí, claro. Te he traído esto.

Le paso una bolsa con una botella de Cristal dentro.

—¿Un Cristal? ¡No hacía falta! Ya sabes cómo terminan estas cosas… —Se vuelve hacia mí, enarca una ceja y se echa a reír.

Echo un vistazo por el salón mientras ella sale.

—Oye, ¿sabes que esta casa es realmente bonita?

Las alfombras son de pelo largo, con unos dibujos modernos en gris sobre blanco o azul cielo.

Hay un banco lila, unas cortinas de color intenso. Una pared naranja pálido, otra amarillo pálido, luego una pared toda blanca y una puerta roja. Podría parecer un batiburrillo de colores y, en cambio, la disposición crea un contraste o un suave degradado y hace que el detalle quede perfecto. Hay un gran jarrón de cristal rectangular con unas grandes ramas secas de colores plateados claros, dos butacas de piel azul oscuro, unas mesitas bajas de cristal con ruedas de goma y el borde de hierro galvanizado y algunos cuadros de hierro forjado con unos textos antiguos.

—Pero ¿quién la ha decorado tan bien? Está hecha con muy buen gusto.

—¡Yo!

—¿Tú?

—Eh… ¡Es que tú nunca apostaste por mí!

Le sonrío.

—¡Cómo que no! De todos modos, Pallina, eres realmente sorprendente. Tu casa es preciosa y además te veo muy bien, es como si hubieras brotado, eres más mujer. ¡Incluso has adelgazado!

—¡Por la manera en que me describes es como si antes fuera un asco! ¡Por eso no te has dejado ver!

Me echo a reír.

—Pero ¡¿qué dices?! Qué idiota eres. Ya sabes por qué no me he dejado ver.

Nos miramos un instante en silencio y surge entre nosotros una pizca de emoción, pero ambos decidimos alejarla enseguida. Entonces sigo tomándole el pelo, lo hago con malicia.

—Además, llevas el pelo un poco más largo de lo normal, y encima esa mirada, no sé…

Me observa divertida mientras intenta abrir la botella de champán.

—¿Qué quieres decir? ¿Has cambiado de idea o quieres intentarlo ahora?

—No sé, no sé, lo pensaré esta noche… —Le cojo con delicadeza la botella de las manos—. ¡Vamos a ver si bebiendo un poco las cosas se vuelven más fáciles!

—¡Ah, claro, quieres echar toda la culpa al alcohol! Pues vaya, así es muy fácil… ¡Pero de eso nada, tenemos que ser conscientes de nuestros actos, sin buscar excusas!

—Tienes razón…

Descorcho la botella sujetando el tapón en la mano, lo dejo a un lado y empiezo a servir el champán en dos copas altas que ha traído. Me mira fingiendo que está celosa.

—Y, además, me he enterado de que te casas… ¿Tal vez quieres aprovechar los últimos días de libertad?

—¡¿Cómo que te has enterado?! ¡Si te he enviado la participación y la invitación!

—Pero ¿qué dices?

—¡Digo la verdad! Oye, que para mí es muy muy importante que vengas.

Le paso una copa de champán.

—¡Las envié a la única dirección tuya que tenía, la de tu madre; la de ahora no me la diste hasta hace poco!

—¡Está bien, mañana lo miro! Le diré a Bettina, la asistenta, que me las dé, porque últimamente mi madre y yo no nos hablamos mucho.

—Últimamente… Hace un montón de tiempo que con ella hablas un día no y el otro tampoco. De todos modos, si te digo que las envié, deberías creerme. Ya sabes que no miento…

Pallina se me acerca con la copa en la mano y la entrechoca con delicadeza, pero con decisión, contra la mía.

—¡Por las mentiras que no dices, por las que puede que hayas dicho y por tu felicidad!

Bueno, pues sí, ahora hacía tiempo que no salía en la conversación. A continuación, nos sonreímos y bebemos. Pallina se sienta en un gran sofá gris.

—Venga, cuéntame, quiero saberlo todo…

Me acomodo delante de ella.

—Bueno, pero primero quiero saber por quién te has enterado…

—Pero ¿es que no sabes que Roma es radio macuto? Es exactamente igual que un pueblo pequeño… Aquí solo les interesa contarte quién ha roto, quién está saliendo, quién tiene una aventura, quién ha puesto los cuernos a quién, quién se casa… Y, además, has invitado al grupo de los Budokani, los que iban contigo al gimnasio…, así que lo sabe todo el mundo.

—¿Todavía los ves?

—Tengo que decirte algo. —Se queda un instante callada, está un poco incómoda, y yo me temo lo que está a punto de decirme—. Estoy con Sandro.

¡Sí, lo sabía, pero no podía imaginar que fuera él!

—¿Con Bunny? ¡No, no me lo puedo creer! ¡Pero, Pallina, si es un bestia, y además es… es… es gordo, es ancho, es sucio! Siempre llevaba ese pelo mugriento, y qué manera de comer… No te pega nada.

Ella se ríe.

—¿Cuánto hace que no lo ves?

—El suficiente…

—¡Vamos, no digas eso! Bueno, pues, para empezar, se sacó la licenciatura…

—¡No!

—Sí, de Ciencias de la Comunicación.

—Bueno, la habrá comprado.

—No, no, que estudió, y además se ha refinado, ha adelgazado, viste bien, es elegante, siempre bien puesto, incluso perfumado.

—¿Acaso ha ido a Lourdes? O a lo mejor es que estamos hablando de otro.

—Pero ¿por qué dices eso? ¿Tú no crees que las personas puedan cambiar? —Me mira divertida y al final sonríe—. Pero, Step, si tú eres un claro ejemplo, has cambiado un montón…

—Bueno…

—¡Step, te vas a casar!

Sonrío yo también.

—Efectivamente, soy el último que podría aplicarse esa teoría de «la imposibilidad del cambio». —Entonces me quedo un momento callado—. Pero lo de Bunny no me lo creo, joder, con él es imposible. Hasta lo he visto haciendo el amor…, ¡es terrible!

—¿Lo ves?, sois unos cerdos. De todos modos, es evidente que también ha mejorado en eso, ¿de acuerdo?

Me quedo perplejo con la última declaración de Pallina. Pero, claro, es verdad, es normal, también lo hacen, igual que cuando estaba con Pollo.

—Bueno, Bunny también era un buen amigo…

—Sí, de Pollo, lo sé. De hecho, me apoyó mucho…

—Pallina, todos te apoyamos… —le digo abiertamente.

—Sí, es cierto, y alguno incluso lo intentó enseguida conmigo, pero él no. Él me demostró verdadera amistad, estuvo a mi lado en todo momento, me acompañaba a menudo a verlo, me hablaba siempre bien de él. Lloró conmigo. Y tú tal vez no te des cuenta, pero ha pasado un montón de tiempo, y él ha cambiado a mi lado. Una vez me dijo: «Tú me has hecho mejorar». Y yo le contesté: «Habrías mejorado de todas formas». Y él siguió diciendo: «No, tú tienes una increíble capacidad de mejorar a la gente. Pollo habría llegado a ser incluso mejor que yo…». Y luego se fue. Y yo me puse a llorar porque en sus palabras sentí todo su amor por mí…, pero también por Pollo. Es verdad, quizá habría sido mejor que él, aunque por desgracia ya no está.

Intenta coger la botella, pero lo hago yo y le sirvo más champán y ella se lo bebe rápidamente, como si a través de la bebida quisiera olvidar o como mínimo pasar página. A continuación, cierra los ojos, tal vez porque el champán pica un poco o porque le están entrando ganas de llorar. Pero de inmediato vuelve a ser la Pallina de siempre.

—Bueno, basta de hablar de mí. —Me sonríe, se le ilumina la cara, deja la copa y empieza a saltar sobre el sofá—. ¡A ver, que eso sí que me interesa! ¿Y ella? ¿Qué te dijo ella?

—¿Ella, quién?

—¡Ella!

—Pero ¿quién?

—¿Cómo que quién? ¡Venga ya! ¡Ahora no te hagas el tonto! Pues ella, Babi, ¿quién va a ser? ¿Y bien? ¿Qué te dijo? ¿Te hizo una escena? ¡No, lo digo porque mira que está loca, es capaz de armarla! Y, bueno, no sé si lo sabes… —Pallina cambia de expresión—. Me llamó. Hacía muchísimo que no hablaba con ella y me invitó a su casa. Tiene una casa preciosa cerca de corso Trieste, en la piazza Caprera, ¿lo sabías?

—No.

—Pues escucha esto: llego a su casa, que resulta que es un ático enorme, decorado de manera perfecta. Pero me dice que quiere cambiarlo, que lo quiere un poco más moderno. Me pide que le haga un presupuesto de las cortinas, los sofás, las alfombras… —Entonces Pallina la imita—: «Quiero revolucionarlo igual que quiero revolucionar mi vida»… —A continuación, me mira—. Venga ya, ¿en serio no sabes nada?

—No, si te digo que no sé nada…

—Bueno, total, yo al principio pensaba que era una broma, ¡pero lo decía en serio! Cambió la flamante decoración y su marido le dejó hacer lo que quiso. Incluso renovó el dormitorio del niño.

Un niño encantador, educado, simpático, lleno de entusiasmo…

Por un instante pienso que puede haber adivinado algo, pero por suerte sigue adelante sin inmutarse. Bebo yo también un poco de champán y me relajo algo más.

—Su habitación también la cambié, pero de una manera más sutil, sin grandes traumas, porque de eso ya se ocupan esos dos…

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, por lo que me pareció, discuten a menudo.

Hago una profunda inspiración, ella se encoge de hombros.

—De todos modos, no lo sé, fue una sensación, tal vez me equivoque. Total, hago todo ese trabajo y ella me paga con las primeras entregas, enseguida me firma un cheque sin hacerle ni la factura; se la envié después, nunca me había pasado. A veces tienes que pelearte para cobrar y en algunos casos ni aun así lo consigues… Los amigos son precisamente los que no pagan o de los que te cuesta más cobrar… En cambio, ella, serena, tranquila, me lo pagó todo al momento.

Bebo más champán.

—Bueno, será porque hiciste un excelente trabajo. Por otra parte, esta casa es muy bonita, seguro que también hiciste algo bueno allí.

Pallina me sonríe.

—¡Sí, pero esa casa no lo necesitaba en absoluto! En cualquier caso, ella me llamó y me trató como a una conocida cualquiera, ya no era su Pallina, como solía decir… Te lo juro, al principio me sentí muy mal, pero luego me dije: «Mira, ¿qué más da?, haz tu trabajo y pilla el dinero. Total, si no lo haces tú, lo hará algún otro». Pero qué pena…

—Cosas que pasan… De todos modos, vosotras las mujeres cambiáis a menudo de amistades.

—Ya está aquí el filósofo. De hecho, cuando fui a su casa, yo ya sabía lo que quería. No me lo pidió enseguida, primero quiso darme el trabajo. Y yo pensé: «Estupendo, ¿me pagas por hacerme la tonta? Pues me haré la tonta». Quería saber de ti. Después de haberme firmado el talón, me dijo: «Venga, sentémonos un rato, tomemos algo como en los viejos tiempos». Entonces nos soplamos una cerveza y luego me preguntó lo que quería saber desde el primer día: «¿Sabes algo de Step?».

—Y ¿tú qué le contestaste?

—La verdad. Yo siempre digo la verdad. «Hace un montón que no lo veo». —Me sonríe y abre los brazos—. ¡Es verdad! ¡Perdona, hacía muchísimo que no te veía!

—Sí, ya, pero lo sabes todo, Roma es radio macuto, ¿no?

—¡Solo hay que tener los informadores adecuados, y ella se ve que no los tiene! Y tampoco es que yo me dedique a espiar… Así que no le dije nada, cogí el dinero y me marché.

—¡Pero ¿qué dices de espiar?! ¡Una boda es un acto público, todo el mundo puede saberlo; si hasta hemos publicado las amonestaciones!

—¿Ah, sí? ¡Bueno, pues entonces que la informe otro! ¡No puedes reaparecer en la vida de una persona cuando te apetezca! Yo perdí a Pollo, lo pasé fatal, y ella, en vez de estar a mi lado, desapareció, con lo que también perdí a mi mejor amiga. Con una única diferencia: si ella hubiera querido, podría haber estado, ya que todavía estaba viva.

Dura, intransigente, despiadada, pero en el fondo herida. Babi también le hizo daño a ella.

Pallina me mira con curiosidad.

—¿Qué piensas? ¿Crees que es una cabrona?

Sonrío.

—Un poco.

—Esa es peor que su madre, joder, ¡y éramos amigas! Además, en cierto modo, fui yo quien hizo que os conocierais, ¿no? Tal vez esté en deuda conmigo.

—Te pagó la decoración.

—Vete a la mierda, Step.

—¡Vamos, era una broma! De todos modos, si hay alguien que puede estar enfadado contigo, ese soy yo.

Se vuelve y me mira sorprendida.

—Y ¿por qué?

—Joder, acabas de decirlo: fuiste tú quien hizo que nos conociéramos.

Se echa a reír.

—Venga, venga… Por desgracia, cuando uno acaba siendo quien es, también se lo debe a sus errores. Así que tu trayectoria también es gracias a Babi y a mí, que te la presenté… Por tanto, tienes que darnos las gracias.

—Ah, ¿a las dos?

—Sí.

—Pues muchas gracias a las dos, oye, dale las gracias a tu amiga de mi parte…

—Examiga… De todos modos, ahora eres guay, has crecido, has levantado una empresa importante que está haciendo cosas buenas.

—Todavía es pronto.

—Está bien, que hará cosas muy buenas, estoy segura. Y vas a casarte… Quizá tengas hijos. Sí, tanto si lo quieres como si no, todo lo que te ha pasado, te está pasando y te pasará también es mérito de Babi.

—Una teoría interesante. Al final resultará que también le deberé una especie de royalties, los derechos sobre mi vida…

—¡Eso solo en caso de que se haga una película! De todas formas, ¿eh?, si hacen una película, la primera parte sería de locos, ¡sería superdivertida! No se lo creería nadie, dirían que los guionistas han exagerado… ¡En cambio, nosotros seremos testigos de que todo es verdad, mejor dicho, de que hay cosas que los guionistas no han podido contar!

—Y ¿por qué?

—Porque entonces sería una película no apta para menores, ¡saldríamos perdiendo!

Pallina se ríe. Nada, no tiene remedio, es una pasada, no ha cambiado. Era la mujer ideal para mi amigo Pollo, habrían sido perfectos. Nada que ver con Bunny. Bueno, no quiero pensarlo.

—Perdona, Step, dime la verdad: ¿a ti no te parece correcto lo que estoy diciendo? ¿Acaso no te consideras un «efecto» de lo que fue vuestra historia? Fue un gran amor, ¿no? Dime la verdad: ¿te gustaría borrarlo todo? ¿No haberla conocido nunca?

—Aquí hace falta ron. Y también tabaco. ¡Joder, pensaba que iba a ser una noche alegre, divertida, pero resulta que es peor que una sesión de psicoanálisis!

Pallina se levanta riendo.

—Sí, puede que sea verdad, ¡pero al menos aquí no pagas!

Después vuelve con un pequeño vaso, una botella de ron y un paquete de cigarrillos que saca del bolsillo y deja sobre la mesita, junto a un encendedor.

—Bueno, ya lo tienes todo, ahora habla…

Miro el ron, giro la botella hacia mí.

—Eh, si es Zacapa XO, te cuidas bien…

—Gané dinero con nuestra amiga, ahora tengo que invertirlo en relaciones.

Me sirvo un trago.

—¿Tú quieres?

—No, no, no puedo mientras trabajo…

La miro con curiosidad.

—Soy tu psicoanalista, ¿no?

La mando a freír espárragos, me enciendo un cigarrillo y bebo un sorbo de ron. Buenísimo.

Pallina vuelve con un cenicero.

—Gracias. ¿Y bien?, ¿cuál era la pregunta?

—Muy fácil. ¿Babi sí o Babi no en tu vida? ¿Querrías haberla conocido o no?

Doy una nueva calada al cigarrillo y tomo otro trago de ron.

—Joder…, pero ¿no puede ser una pregunta más fácil?

Pallina sonríe.

—Pues entonces contesto yo por ti. Querrías haberla conocido de todos modos, porque con ella supiste lo que era el verdadero amor, el que te ha convertido en lo que eres.

Bebo más ron. Me he convertido en lo que soy. Porque yo, antes, ¿qué era? Era violento por culpa de ese hombre que me he encontrado hoy, por culpa de lo que descubrí de mi madre. Yo ya no era nada, mi vida se estaba yendo a pique hasta que la conocí a ella. Y ella me cambió. Con ella volví a vivir otra vez, a desear construir algo, pero no fui capaz. La violencia estaba dentro de mí.

Babi me dejó por eso. Cuando luego la vi en un coche con otro, también comprendí que la rabia, la fuerza, no podían hacer nada. La violencia no me la iba a devolver. Y esa noche mi corazón murió de nuevo. Pero con ella encontré la felicidad y el amor se apoderó de mí.

Miro a Pallina.

—Sí. Es verdad —digo—. Si volviera atrás, me gustaría conocerla de todos modos y vivir lo que vivimos juntos.

Pallina coge el ron y me sirve un poco más, luego también coge un vaso para ella y lo llena, lo hace chocar contra el mío y se lo bebe. Por un instante, le falta el aliento.

—¡Madre mía, qué fuerte es!

Espera a que pase el escozor y, cuando todo ha acabado, sigue hablando.

—¡¿Lo ves?! Sí que has cambiado. Hubo una época en que no lo habrías admitido nunca. Antes habrías dicho: «Pero ¿qué dices? ¿Estás de coña? ¡Ni siquiera habría querido saber que existía alguien así!».

—¡Cierto!

Nos reímos juntos.

—La verdad es que era tremendo.

—Sí. Yo, yo, yo… Tú y tu amigo. Y él tampoco se quedaba corto, ¿verdad?

—No. —Le sonrío—. Él era mejor.

Entonces se pone seria.

—Es verdad. Espérame aquí.

Vuelve al cabo de un rato y me habla con ternura.

—El jueves doy una cena aquí, con Bunny y algunos amigos más, vendrán muchos de los que irán a tu boda. Me gustaría que tú y Ginevra también vinierais, pero sobre todo me gustaría que vinieras tú.

—Claro.

—No, en serio, es muy importante, no puedes faltar. Si vienes el jueves, querrá decir que me has perdonado.

—¿Por qué me dices eso?

Entonces Pallina me da un sobre blanco. Lo cojo, le doy la vuelta entre las manos; está cerrado, sellado, y encima pone «Step». Reconozco la letra. Es de mi amigo. Estoy sorprendido. No consigo hablar. Se ocupa ella.

—No he podido dártelo antes. Ahora vas a casarte, un día supongo que tendrás hijos. Ha llegado el momento de que lo sepas.

Me quedo en silencio. Pero ¿por qué todo este tiempo? Han pasado más de ocho años. ¿Por qué no me lo dio enseguida? ¿De qué secreto se trata? ¿Qué podrá decirme esta carta que yo ya no sepa?

—¿Te importa si me voy? —digo.

Me sonríe negando con la cabeza.

—No, iba a pedírtelo yo. Te espero el jueves.

Ir a la siguiente página

Report Page