Tres veces tú

Tres veces tú


Cincuenta y cinco

Página 57 de 149

CINCUENTA Y CINCO

Cuando entro en la oficina a la mañana siguiente, encuentro a Giorgio encerrado en su despacho con un joven responsable de área que está gritando. Los veo por el cristal: él está sentado, tranquilo, escuchando; el otro está de pie chillando incluso con cierta vehemencia, pero debo decir que los trabajos de insonorización que Giorgio mandó hacer son perfectos. Veo que el responsable de área está bastante exaltado, pero no oigo absolutamente nada de lo que dice. Entonces Giorgio lo invita a sentarse, pero el joven sacude la cabeza. A continuación, Giorgio coge una carpeta con unos proyectos y la abre sobre la mesa, invita de nuevo al responsable de área a sentarse y esta vez acepta. Alice viene hacia mí justo cuando estoy entrando en mi despacho.

—Buenos días, ¿le apetece un buen café?

—Sí, qué bien, largo y sin azúcar.

—Perfecto, se lo traigo enseguida. Aquí tiene la correspondencia.

Me deja unos cuantos papeles encima de la mesa y después sale del despacho. Me pongo a revisar el correo; no hay nada raro, al menos, eso me parece. Una invitación para un cóctel, la inauguración de un restaurante, una velada organizada por la Fox para el lanzamiento de su nuevo proyecto. Otra invitación para una exposición. La abro. «Correggio y Parmigianino». A saber si también se trata de una invitación con «finalidades ocultas». Me dan ganas de reír…; no, supongo que no. Quién sabe qué estará haciendo, quizá se ha marchado. Oigo abrirse una puerta, después unas voces procedentes del pasillo.

—Bien, me alegro de que por fin hayamos encontrado una solución. Dime algo cuanto antes.

—¡Sí, pero vosotros no volváis a hacerme estas bromas!

—Vamos, no me digas eso, ya te lo he explicado.

—Sí, sí, lo sé, estaba bromeando.

Se despiden y después oigo que se cierra la puerta de la oficina. De modo que salgo de mi despacho.

—¿Y bien?, ¿has conseguido calmarlo?

—Sí, ha sido fácil. Le he dicho que era culpa tuya, que yo nunca lo habría hecho.

—Venga ya, así me haces parecer un cínico especulador, peor que tu amigo el Empanada.

—No, no, esto es distinto. He dicho que el director de La7 ha invertido mucho dinero en nuestra empresa a través de su mujer, que el acuerdo es este: nosotros estamos obligados a darle trabajo a ella y él tiene una especie de preferencia en cada proyecto. Por tanto, le correspondía poder decidir el primero y adjudicárselo.

—Y ¿se lo ha tragado?

—Sí. En mi opinión, lo han hecho responsable de área precisamente por eso… No crea problemas y se lo traga todo.

—Estamos en buenas manos.

—He hecho algo más…

Nos acomodamos en mi despacho para seguir hablando cuando entra Alice con dos cafés.

—También he preparado uno para usted…

Giorgio le sonríe.

—Perfecto, me has leído el pensamiento, estaba a punto de pedirte uno.

Entonces deja el café sobre la mesa y sale del despacho.

—¿Cierro la puerta?

—Sí, gracias.

Nos quedamos solos.

—Vuelvo a felicitarte por Alice, excelente elección, en serio.

—¿De verdad te gusta?

—Muchísimo. Intuitiva, meticulosa, ordenada. También sabe ser reservada y estar en su sitio. Por ahora no le encuentro defectos.

—Bien.

Bebo un poco de café.

—¿Y bien? ¿Qué más has hecho para sedar al joven responsable de área después de haberme dejado como un tipo duro y cínico?

—Alguien debe de haber hecho circular la historia de tu pasado de matón…

—¿Matón? Así incluso me das una afiliación política.

—¿No la tenías?

—Sí, pero nunca he tocado a nadie por ideología, eso lo hacían los demás, o mandaban hacerlo, porque, por desgracia, no conocían la importancia de las palabras y la fuerza de las ideas.

—Bueno, en todo caso, de un modo u otro, piensan que lo eres. Eso puede sernos útil, como supondrás, porque acaba siendo una de esas leyendas urbanas que generan una duda constante: ¿es verdad o es una gilipollez? Pero si tú hoy de repente le das de tortas a alguien delante de Vanni, será contraproducente. El mito de esa especie de justiciero, incluso para quienes desprecian la violencia, es perfecto dentro de la leyenda, pero que un irascible de mano larga, en su actual papel de productor, le pegue a alguien es ridículo. Así que, aunque pase algo que pueda ponerte nervioso, intenta contenerte.

—Mira, no hay problema. Anoche pillé a un tipo que me estaba robando la moto, me torció todo el manillar, forzó el bloqueo y no pude decirle nada, prácticamente me comporté como un capullo.

—Pero evitaste el robo.

—Sí, aunque para alimentar la leyenda debería haberle partido la cara…

—¿Y si, mientras lo cogías por la chaqueta, él se hubiera dado la vuelta, hubiera sacado una pistola y te hubiera disparado? ¿Qué habríamos hecho nosotros con Futura? ¿Cuál habría sido nuestro futuro?

—Eso no lo había tenido en cuenta. O tal vez sí. Bueno, no le hice nada pensando en Futura.

¡Puedes hacer correr también esa historia, me gusta!

—¿Piensas que he sido yo quien ha puesto en circulación la historia del matón?

—No es que lo piense, es que has sido tú.

—De todos modos, estoy empezando a reconsiderar la oferta de la participación.

—Ha bajado. Puedes conseguir como máximo el veinte por ciento… Tienes que apresurarte.

Giorgio se echa a reír y se sienta delante de mí.

—¡Sin contar con los numerosos herederos que podrían presentarse!

—Sí, ya, pero de momento nadie ha dicho nada más.

—Mejor así. No podemos distraernos en este momento, con tantas reuniones importantes. Pues bien, he conseguido calmar al joven responsable de área dándole unos cuantos proyectos que he fingido apartar de la prioridad de La7. Ha apreciado el gran riesgo que corría, hemos cerrado un acuerdo secreto, aunque en mi opinión se quedará con varios de nuestros programas con la esperanza de poder hacer saltar nuestro acuerdo con La7.

—¿Y entonces…?

—Y entonces es un gilipollas y como tal hay que tratarlo…

Me echo a reír.

—Me parece una excelente deducción.

—En cambio, el acuerdo al que hemos llegado con el director de La7 ha sido genial. «Quién quiere a quién» será el programa estrella de la próxima temporada, y además el logo de Futura aparecerá en cada spot de promoción. Habrá diez al día durante dos meses, antes del inicio del programa, de manera que, en vista de que las matemáticas no engañan…

—La promoción de Futura se repetirá seiscientas veces.

—Eso es, diez segundos cada una. Si cuentas que por treinta segundos los precios se mueven entre los treinta mil y los trescientos cincuenta mil euros según el horario…

—El coste mínimo habría sido de tres millones.

—Exactamente, pero hemos acordado que al menos cinco se pasarán en horario de noche, a primera hora. Así que, sin estar siquiera en antena, es como si ya hubieras ganado ocho millones y los hubieras vuelto a invertir en Futura…

Y me pasa una hoja con todo el esquema de los horarios exactos en que saldrá en antena cada uno de los días y debajo su valor equivalente a ocho millones doscientos mil euros.

Lo miro todo con atención.

—Excelente trabajo. Pero no los he ganado yo, los hemos trabajado nosotros para Futura.

—Sí, por supuesto. Después he cerrado un acuerdo para un nuevo programa de mañana, y este lo vamos a tener en la parrilla dentro de seis meses.

—Ah, y ¿qué les damos?

—Ah, eso no lo sé. Yo solo le he dicho que has encontrado una gran novedad… Te quedan todavía cuarenta días para presentársela…

Lo miro atónito mientras él continúa divirtiéndose.

—Después haremos un programa en horario nocturno, pero este dentro de cuatro meses, así que dispones de casi dos meses para buscar una idea genial… Aunque, por supuesto, esta ya la tienes localizada…

—¡Por supuesto, soy un cazatalentos de campeonato!

—Sí, estás lleno de grandes cualidades, tu imagen está creciendo, y me alegro. Sara quiere conocer nuestras oficinas, pero me parece que no es solo eso… O quizá ella quiere mostrarte algo a ti.

—Y tú, como es natural, en vista de las preocupaciones del momento y del sutil equilibrio de Futura, sin duda has alejado esa hipotética amenaza.

—No, creo que un matón como tú sabe mantener en su sitio a una chica que solo es fogosa…

Justo en ese momento llaman a la puerta.

—Adelante.

Se abre y aparece Alice.

—Disculpen, ha llegado una tal Giovanna Segnato. ¿La hago pasar?

Miro a Giorgio, que me sonríe.

—La derrama de Medinews 5.

—Ah, claro.

—Sí, hazla pasar aquí con nosotros.

—Muy bien.

Alice se aleja un instante y justo después regresa a la puerta indicándole el camino a alguien. De repente aparece en el umbral una preciosa chica, alegre, sonriente, muy escotada y provocativa.

Rubia, con los ojos verdes, el pelo recogido en una coleta, unos senos grandes y, sobre todo, demasiado perfectos para no estar retocados.

—Buenos días, ¡es un placer conoceros! Y qué oficinas más bonitas.

Tiene una vocecita infantil, no sé si está interpretando con la intención de crear así un extraño contraste con su exagerada sensualidad o es la suya. Con todo, me levanto de la mesa y voy a su encuentro.

—Encantado; Stefano Mancini.

—Giorgio Renzi.

Me mira con una sonrisa muy singular, mientras que a Renzi solo lo saluda de pasada. A continuación, señala una butaca.

—¿Puedo?

—Por supuesto. Es más, discúlpenos, nos hemos quedado un poco aturdidos por esta imprevista pero agradable sorpresa…

Giorgio enarca una ceja como si mis palabras lo hubieran impresionado de verdad, mientras la tetona se ríe fingiendo que es todavía más estúpida de lo que seguramente no es.

—Yo estoy contenta de que por fin salgan nuevas ideas. En televisión siempre se hacen las mismas cosas, siempre están las mismas personas y nunca se arriesga nadie. Nos estamos convirtiendo en una caterva de bobos. Pero Calemi está encantado con el programa y ha dicho que lo pondrá en marcha enseguida con muchísima publicidad. Muchos anuncios, al menos desde un mes antes…

Miro a Giorgio, que me sonríe. Giovanna se da cuenta.

—¿Qué pasa?, ¿he dicho algo mal?

—Hemos hablado con Calemi esta mañana y está todo aclarado. Ya no haremos ese programa en Medinews, pero pronto habrá otro.

—¡Oh, no! ¡Pero yo quería presentar este! ¡Salgo todos los días haciendo de comentarista en los programas matinales y con esta idea pretendía dar un salto!

—¿Qué papel había imaginado?

—¿Cómo que qué papel había imaginado? Calemi iba a dármelo, iba a presentarlo… ¡Yo era la presentadora! Como mucho, con un copresentador a mi lado, pero solo al principio…

Giorgio y yo nos miramos de nuevo. Esta vez no sonreímos. Entonces él se pone en pie.

—Mire, estoy seguro de que encontraremos alguna solución, trabajar con usted será un placer. —A continuación, la invita a levantarse—. De todos modos, me gustaría que conociera al autor de este programa y tal vez, hablando con él, conociéndose mejor, salgan nuevos proyectos todavía más adecuados para usted.

Giovanna Segnato titubea un poco, seguidamente mira a Renzi sonriente y comprende que en cualquier caso está ya todo decidido.

—Ah, claro, exacto…, muy buena idea.

De modo que se levanta del sillón y me tiende la mano.

—Stefano, ha sido un verdadero placer.

—Para mí también.

—Bueno, nos veremos a menudo, ¿no?

—Me parece que sí.

Giorgio la hace salir del despacho y la acompaña a ver a Simone.

—¿Se puede? —Llama a la puerta entreabierta.

Simone se quita los auriculares.

—¡Por supuesto!

Pero parece molesto por esa interrupción, ya que estaba muy concentrado en lo que hacía. Renzi acaba de entrar en el despacho.

—Te presento a Giovanna Segnato. Ha venido a vernos porque le hemos pedido a Calemi que nos indique quiénes son las nuevas presentadoras que arrasarán en el mercado…

A Simone, al verla entrar, se le ilumina la cara.

—¡Hola! ¡Es un placer! —Le tiende enseguida la mano.

Giovanna sonríe y, al ver que sus ojos se han quedado pegados a sus pechos, ya sabe que lo tiene en el bote, o en cualquier otro sitio que ella decida.

—También he traído el currículum. ¿Lo saco?

Y esa frase hace que Simone se excite de una manera absurda y por un instante cierra los ojos.

Renzi hace lo mismo, pero por otros motivos, como diciendo: «Ya ves, vamos bien». Entonces Simone recupera su profesionalidad, coge el currículum de Giovanna y vuelve a tomar de nuevo las riendas de la situación.

—Por favor, siéntate; nos tuteamos, ¿verdad?

—Claro… ¿Cuántos años tienes?

—Diecinueve.

Giovanna se queda un momento indecisa.

—Bien, aunque no lo parezca, somos casi de la misma edad.

Y ese «casi» no acaba de quedar definido. Giovanna debe de tener más de treinta años.

—Bueno, os dejo solos. —Renzi se marcha sin cerrar del todo.

Simone mira con mucha atención y profesionalidad el currículum de Giovanna Segnato.

—Sin embargo, has hecho muchísimas cosas, ¿eh?…

—Ya. —Ella sonríe—. Pero todavía no he encontrado el programa adecuado que me haga tener éxito como me gustaría. —Y, dicho esto, cruza las piernas, pero casi sin querer le muestra toda su belleza—. O sea, no me puedo quejar, tengo un contrato en exclusiva por dos años para participar en varios programas y ya con eso he podido comprarme un pequeño ático en la via della Croce, aquí, en Roma; pero ¿cómo lo hago con todo lo demás? Este año, por ejemplo, me gustaría ir por Navidad a las Maldivas, al Sporting, adonde van todos, pero para poder entablar relaciones, no por nada más.

¡Sin embargo, no me lo puedo permitir! Vaya, que quiero ser independiente.

Y como es natural Simone, aunque no tiene ni idea de cuánto dinero necesitaría, parece estar completamente de acuerdo con ella.

—Pues claro, tienes razón, es lo justo…

Giorgio vuelve a mi despacho.

—No he podido contarte el resto… Pues bien, con Calemi también hemos llegado a un buen acuerdo; excepto en el tema Segnato hemos salido ganando en todo. Hemos cerrado una serie de ficción y un programa en horario de máxima audiencia, y luego deberíamos tener un espacio tal vez antes del telediario que no estaría mal. ¿Has visto? Sus ofertas de publicidad eran solo por un mes, no nos convenía.

—Bien, me parece estupendo.

—Sí, ha salido de la mejor manera. He visto que has venido en moto. Si quieres te acompaño a arreglarla, así hablamos de dos o tres cosas más.

No tiene remedio, Giorgio siempre está atento a todo.

—Gracias, con mucho gusto.

—Pues entonces, si no te importa, se la llevaremos a un amigo mío; entiende mucho, siempre me trata bien y tiene ganas de conocerte.

—¿A él también le fascina el rutilante mundo del espectáculo?

—No, no, creo que quiere pedirte otra cosa…

Ir a la siguiente página

Report Page