Tres veces tú
Ochenta y cinco
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OCHENTA Y CINCO
—¡Hola, qué bien que hayáis venido!
Babi abre la puerta, Pallina y Bunny están delante de ella, sonriendo.
—Había un poco de tráfico…
—¡Entrad!
Pallina la besa y entra en el salón, Bunny le da la mano.
—¿Cómo estás?
—Te acuerdas de Sandro, ¿verdad?
—¡Nunca lo habría reconocido! ¡Pareces el hermano que ha salido más delgado, más elegante y también más guapo!
Bunny se echa a reír.
—Tú, en cambio, no has cambiado un pelo.
—¡La verdad es que eso sí! Lo llevaba larguísimo.
—Es verdad, me acuerdo. Y ¿sabes que le gustabas a un montón de gente? ¡Aunque nadie se atrevía a dirigirte la palabra, si no, luego quién evitaba que Step le partiera la cara!
—Sí, hombre, me lo dices para tomarme el pelo.
—Te lo juro, gustabas mucho. Hacíais una pareja estupenda. Luego, cuando salisteis en Il Messaggero con Step haciendo el caballito con la moto después de la carrera de las camomillas…
Bueno, a partir de ahí te convertiste en un verdadero mito.
—Eres un exagerado, pero me encanta oírlo. ¿Queréis tomar algo?
Bunny se acuerda del paquete que lleva en la mano.
—Oh, perdona, te hemos traído esto.
Pallina lo mira regañándolo.
—Son pequeñas frutas heladas, tienes que ponerlas en el congelador, si no, se derretirán.
—Claro, qué ricas, gracias, pero no deberíais haber traído nada.
Bunny le da el paquete a Babi, que va hacia la cocina.
—Bueno, en serio, ¿qué os apetece beber? —Y señala una cómoda en el salón en la que hay una bandeja con varias botellas—. ¿Un poco de champán? Prosecco, una Coca-Cola, un poco de vino blanco… También hay chinotto y bíter.
Pallina se sienta en el gran sofá blanco.
—Para mí una Coca-Cola Zero si tienes.
—Sí, sí tengo.
Bunny mira a Pallina, que le hace una señal para que se siente.
—Para mí, en cambio, un poco de champán.
Babi contesta desde la cocina:
—Perfecto, yo también tomaré un poco.
Un instante después regresa al salón y empieza a servir las bebidas en las copas y en el vaso.
Bunny mira a su alrededor.
—Felicidades, esta casa es estupenda, realmente bonita.
—¿Te gusta? —Babi le pasa la copa de champán después de haberle dado el vaso de Coca-Cola a Pallina.
—Muchísimo.
—¿Y la decoración?
Bunny mira los sofás, las cortinas, las alfombras.
—Mucho. No entiendo demasiado de estas cosas, pero me parece una de esas casas que se ven en los anuncios, tan perfectas, donde todo queda bien, en las que no hay nada que desentone…
Babi se ríe.
—Yo las llamo las casas del Mulino Bianco.
—Sí, exacto.
—Pero esta es mejor, porque la ha decorado una grandísima arquitecta que todavía no es conocida por el gran público, pero lo será.
Pallina deja el vaso sobre la mesita de centro.
—Está hablando de mí, me toma el pelo.
—¿En serio has decorado tú esta casa?
—Otro que tal… Pero ¿por qué todo el mundo me subestima? Está bien, Babi, ponme un poco de champán, venga, así bebo con vosotros y me emborracho; en otro caso, me deprimiré como una arquitecta frustrada.
Babi se levanta, coge una copa y la llena de champán.
—Cada vez serás mejor y abrirás tu propio estudio, date tiempo.
—Mamá…
Justo en ese momento aparece el pequeño Massimo por el pasillo.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar en la cama.
—Pero ¿puedo saludar a Pallina? He oído su voz…
—Te has levantado y ya estás aquí en el salón, así que no me has pedido permiso, lo has hecho todo por tu cuenta. Venga, ve a darle un beso a Pallina y vuelve enseguida a la cama.
Massimo se acerca a ella y le da un beso en la mejilla. A continuación, se aparta y la mira.
—¿Por qué no has vuelto para vernos?
—Porque había terminado el trabajo. Pero, ya lo ves, esta noche he venido, y ya verás cómo vendré muchas más veces.
A Massimo se le ilumina la cara.
—Pues entonces tienes que venir por la tarde, así nos pondremos en el sofá y veremos Stitch!; me gusta un montón, estoy seguro de que a ti también te gustará. ¿Conoces a Stitch?
Pallina mira a Babi, y entonces decide decir la verdad:
—No, no lo conozco.
Massimo está aún más contento.
—Pues yo haré que lo conozcas. Y ¿tú cómo te llamas?
—Yo soy Bunny.
Sandro, de manera torpe, le tiende su enorme mano, en la que la del niño se pierde.
—Bunny, Pallina…, me gustan esos nombres graciosos. Ahora me voy a dormir, que mañana tengo cole. Y, si no, mamá se enfada.
—Exacto. Ya empiezas a conocerme.
Babi se levanta del sofá, pone la mano en la cabeza de su hijo y, con dulzura, lo dirige hacia el pasillo por donde ha llegado.
Massimo se vuelve una última vez.
—Buenas noches.
Luego sigue a su madre hasta su habitación. Poco después, Babi regresa al salón.
—Pallina… Lo tienes enamorado.
—Qué va, le gusta el nombre porque es divertido. Y, además, no digas eso, que Bunny se va a poner celoso también de él.
Sandro sonríe.
—¡Sobre todo de él! Es guapísimo… Oye, ¿sabes a quién se parece? ¿Sabes a quién me recuerda un montón? —Pallina mira a Babi, las dos intercambian una mirada y están a punto de desmayarse. Bunny las mira—. ¿Habéis adivinado a quién?
Y las dos responden a coro:
—No.
Luego se sonríen, sin dejar de sentirse en un apuro.
Bunny golpea el sofá con una mano.
—Venga ya, con esos ojos… ¡Sí, ese actor francés…, claro, Alain Delon!
Y ambas exhalan un suspiro de alivio.
—¡Es verdad! Tiene algo…
Pallina lo secunda. Babi lo agradece.
—Bueno, es un bonito cumplido. Voy a la cocina a ver cómo va Leonor.
Pallina se levanta también del sofá.
—Voy contigo.
En cuanto entran en la cocina, Babi entorna la puerta.
—Casi me da algo, por un momento he pensado que se lo habías dicho.
—No, ¿estás loca? ¿A ti te parece que le voy a decir algo así? ¿Y después de habértelo prometido? ¡Me estás insultando! ¿Te olvidas de quién soy yo? ¡La mítica Pallina!
—Tienes razón, pero creía que me iba a morir.
—¡Yo también! Pensaba que lo había adivinado él solo. Ahora que lo sé, cuando tu hijo ha entrado, me he quedado de piedra. Tiene la sonrisa idéntica, hasta la manera en que cierra los ojos.
Es realmente guapo.
Y, por un instante, Pallina se acuerda de aquella noche con Step, cuando bebió mucho, cuando estaba desesperada, cuando lo deseó como único consuelo amoroso después de haber perdido a Pollo. Y se avergüenza. No sabe si algún día será capaz de contárselo a Babi. Y, sin poder controlarse, se ruboriza.
—¿Qué te pasa?
—¿Qué?
—Te has puesto como un tomate.
—Nada, ya no estoy acostumbrada a beber.
—Venga ya, habrás bebido demasiado deprisa. Tú lo aguantas todo perfectamente.
«No según qué emociones», le gustaría contestarle a Pallina. Y le encantaría contárselo todo, pero no puede, prefiere reírse ella sola pensando en la frase final de Lo que el viento se llevó que tanto le gusta: «Ya lo pensaré mañana». Sí, pero hubo un mañana en el que no pudo hacer nada.
—Oye, ¿sabes que Bunny es muy majo? La verdad es que parece otro, me alegro por ti.
»Leonor, ¿cómo va la cena?
—Está todo listo, señora.
—Pues vamos, sentaos a la mesa, que llevaré el carrito.
Pallina sale de la cocina, y Babi, ayudada por su asistenta, carga el carrito con el primero, el segundo y las guarniciones.
—Luego, más tarde, te llamo y nos traes la macedonia que hay en la nevera. Y ese paquete todavía sin abrir que he metido en el congelador.
—Claro.
—Si por casualidad Massimo me llama, avísame.
—De acuerdo.
Babi vuelve al salón con el carrito y lo pone al lado de la mesa donde están sentados Pallina y Bunny.
—Bueno, he hecho risotto de fresas. He hecho… ¡He mandado hacer! Todavía sé hacer pocas cosas en la cocina. ¿Os apetece que sigamos con el champán o queréis que abra un vino blanco?
Bunny mira a Pallina.
—¿Tú qué dices?
—Como tú quieras.
—Pues a mí el champán me parece estupendo.
Entonces Babi coge la botella y se la pasa a Bunny.
—Toma, sírvelo tú mientras yo preparo los platos.
Bunny empieza a llenar las copas y luego mira la botella.
—Moët Chandon, para mí es el mejor champán que hay. Estuve en la despedida de Step y el Moët corría sin parar. —A continuación, lo sirve en la copa de Babi y se da cuenta de lo que acaba de decir—. Perdóname.
Ella le sonríe.
—No te preocupes. Los dos estamos casados. No hay problema.
Bunny mira a Pallina.
—Pues bien, ya que tanto interés tenías en saberlo, voy a contártelo. Fue una fiesta estupenda, había música y un montón de champán. Había chicas muy guapas, pero nadie hizo nada, ¿eh?, solo nos divertimos.
Pallina lo mira y sacude la cabeza.
—Claro… Y tampoco bebisteis, ¿verdad?
—Sí, eso sí. Es más, Hook y el Siciliano me llevaron a casa en brazos. En cualquier caso, fue en un barco increíble, se llamaba Lina III, de eso me acuerdo.
Babi le pasa el plato a Pallina, pero no la mira a la cara.
—Bien, me alegro de que fuera una buena fiesta.
Pallina huele el risotto.
—Me parece que está riquísimo.
—Leonor es una excelente cocinera. Es rusa, pero estuvo durante mucho tiempo en casa de unos señores franceses que daban cenas todas las noches. Así aprendió.
Bunny prueba el risotto.
—Buenísimo, y al dente, y el sabor de las fresas es algo excepcional.
Pallina también coge un poco de arroz, sopla sobre el tenedor y a continuación se lo come.
—Es verdad, está muy rico.
—En aquel barco —sigue Bunny— también comimos muy bien. Todo era a base de pescado y marisco crudo, y el barco tenía tres plantas; la última era toda de cristal.
Pallina tiene una especie de flash. Esa imagen, un barco con un puente completamente hecho de cristaleras, con sofás de colores claros; ¿dónde ha visto algo parecido? «¡Por supuesto! ¡Aquí!
Cuando hice montar las cortinas. En la librería vi una foto de un barco como ese». Entonces mira detrás de Babi, hacia la ventana, y de repente la ve. La foto de un barco atracado, la pasarela, y con grandes letras romanas el nombre: Lina III. Babi está comiendo en silencio, pero cuando levanta los ojos se encuentra con la mirada de Pallina, que entorna los suyos y mira de nuevo hacia la librería.
Babi se vuelve y ve lo que ha descubierto. Entonces se levanta rápidamente.
—Se ha terminado el champán. ¿Queréis un poco más?
—Sí, gracias.
En realidad, la botella está medio llena. Cuando pasa junto a la fotografía, la pone boca abajo, haciendo desaparecer así el Lina III. Luego regresa con una nueva botella. Bunny se levanta y la coge de sus manos.
—Espera, dámela, yo la abro.
—Gracias.
Babi se sienta y mira a Pallina, que sacude la cabeza y le sonríe, pero finge que está enfadada.
—El otro día comiendo me contaste un montón de cosas, pero estoy segura de que me ocultaste algo.
—No, te dije todo lo que podía decirte.
Bunny descorcha la botella y sirve el champán.
—Es bonito que os lo contéis todo.
—¡Pues sí!
Pallina levanta su copa.
—Bueno, propongo un brindis. ¡Por la amistad, el amor y la sinceridad!
Babi se ríe.
—Siempre.
Entrechocan las copas y beben champán. A continuación, Pallina deja la suya.
—Bunny, total, ahora ya es pasado, lo hecho hecho está y nadie dirá nada de lo que cuentes. Pero a la despedida de soltero, ¿Step fue con alguna chica?
—¿Si había una mujer para él?
—Eso.
—No sé, lo organizó todo Guido Balestri. Las instrucciones eran que, después de los fuegos artificiales, al oír unos toques de sirena, debíamos abandonar el barco.
—¿Todos?
—Todos.
—¿Step también?
—No, sé que él se quedó a dormir en el barco, pero solo: las chicas bajaron todas. De eso estoy seguro.
—Y ¿por qué?
—Lo comentamos con los demás en la boda. Todos teníamos curiosidad por saber con quién había ido Step. Sin embargo, durmió solo en el barco. En resumen, la fiesta fue realmente estupenda.
Pallina mira a Babi.
—Sí, me lo imagino; ¡solo debió de soñar que se iba a la cama con alguien!
Babi la mira tranquila.
—Bueno, a ver si ahora resultará que los sueños también son pecado, ¿no?