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La humedad, rara para junio, desapareció y fue reemplazada por el helado frío. Yo tragué un trozo de cereal en mi boca que de repente tenía sabor a cartón, hice mi mejor intento para no ahogarme.

—Traté de llamarlo ayer todo el día. Está molesto por algo, por lo que me ha estado evitando.

—Él se ha ido.

— ¿Ido?

Papá dudó y se dio la vuelta. Si él no podía, si no me miraba a los ojos, entonces esto era algo malo.

— ¿Qué significa que se ha ido?—Insistí.

—Él ha muerto.

Yo dejé caer mi cuchara. Salpicó enviando gotas de leche y cereal encima del borde de la taza. El aire se puso helado. No había bastante oxígeno para llenar mis pulmones. O había demasiado aire quizá. Era posible que yo hubiera detenido mi respiración. Mis dedos se aferraron al borde de la mesa en busca de apoyo porque de repente el suelo se estaba moviendo, como el juego de las tazas dando vueltas rápidas en la feria local. Enferma. Yo iba a vomitar.

Papá continuó hablando, totalmente ajeno a mi dolor.

—La policía piensa que podría estar conectado con la historia en la que Mark está trabajando. Ellos encontraron su cuerpo en la entrada de autos detrás del coche de Cairn esta mañana.

Yo abrí mi boca para decir algo, por lo menos eso creo que hice, pero nada pasó. Por segunda vez en veinticuatro horas, me había olvidado de cómo hablar. Frunciendo el entrecejo, papá se levantó de la mesa. Sus labios se estaban moviendo. Algo sobre Brandt, sobre su ropa y su sangre. Yo no podría escucharlo bien. No realmente. Yo era vagamente consciente cuando él agarró sus llaves y cerró la puerta detrás de él yendo al garaje. Mi mente sólo medio registro el rugido del motor y el golpe mecánico de la puerta del garaje cuando se abrió y cerró.

No más de veinte segundos después, yo salté de mi asiento, en mi sudadera negra, y salí por la puerta.

Por un rato, atravesé el bosque ciegamente. Estaba húmedo y lluvioso, y mi cabello se pegaba a mi cara cuando me fui. El piloto automático me dio de puntapiés, pero no me tomó mucho tiempo comprender donde estaba.

Brandt.

Brandt había vivido en la puerta de al lado mi vida entera. Reconociendo que la próxima puerta estaba separada por cuatro acres de bosques densos y un arroyo poco profundo; pero aun así, él nunca estaba lejos. Yo podría ver el azul brillante y las luces rojas antes de que incluso pasara el borde de los bosques. Las personas, los policías, los vecinos, que pasaban los autos se agrupaban delante de la casa. El tío Mark estaba callado. Mirando la puerta mientras la tía Cairn miraba fijamente la calle en dónde dos hombres estaban cargando una cosa negra grande, larga en la parte de atrás de la ambulancia. Yo me imaginé que la bolsa negra contenía basura, arena, rocas, cualquier cosa menos mi primo…

El tío Mark gritó con la mayor parte del alma destrozada que jamás escuché antes, y arremetió hacia la camilla.

—Necesito verlo. Mi muchacho. ¡Esto es mi culpa!

No podría mirar otro minuto más.

Yo volví a los bosques y después de un rato me encontré en la pista. Tenía un millón de conocidos a los que podría llamar. Amigos míos. Amigos de Brandt. Pero solo uno podía entender lo que estaba pasando. Solo uno no me hubiera juzgado mal si le digiera lo que realmente pensaba que le pasó a mi primo.

Redondeé la esquina y me fui en dirección a la calle general a lo de Roudey.

Abriendo la puerta trasera, me deslice hacia adentro. Estaba empapada y, con cada paso, mis zapatillas de lona rechinaban y escupían. Mi cara estaba húmeda, podría haber sido por las lágrimas o por la lluvia, y sabía que mis ojos estaban rojos e hinchados. No había ninguna duda de que había estado llorando, cuando entré en la habitación principal. Toda la charla del ambiente se extinguió.

Tommy, ojo de lince, como de costumbre me vio primero. Él se apresuró a mi lado.

—Dez, nena, ¿estás bien?

No tuve la oportunidad para contestarle.

Alex empujó Tommy a un lado y me arrastró hacia el cuarto en la parte de atrás antes de que pudiera pestañear.

— ¿Qué pasó? ¿Qué está mal?—Él quitó el cabello empapado de mi cara— ¿Estás herida?

Abrí mi boca para hablar, pero las únicas cosas de que salieron fueron unos largos, abrasadores y fuertes sollozos. Él tenía en la mano sus llaves y nos condujo por la puerta antes de que supiera lo que estaba sucediendo, que estaba bien. Mi cerebro había dejado de trabajar oficialmente.

Una hora más tarde finalmente me calmé lo suficiente como para hablar y pensar. Le conté todo a Alex, incluso el hecho de que yo creía que mi padre tenía algo que ver con la muerte de Brandt. Alex no se sorprendió.

—Él estaba investigando—susurré. Mi garganta dolía y mis ojos estaban al rojo vivo y el dolor de cabeza que estaba desapareciendo había vuelto y con más fuerza—Para encontrar mierda en Denazen. Le dije que parara, pero en realidad, yo era la razón por la que él comenzó. Yo le pedí que lo hiciera, y yo debería haberlo sabido. Debería haber sabido que lo llevaría demasiado lejos. Conseguí que lo mataran.

Recordé lo que papá dijo del pensamiento policíaco. Una conexión con una historia en la que el tío Mark estaba trabajando. Jesús. ¿Él realmente iba a permitir que su propio hermano se crea el responsable de la muerte de su hijo? No supe por qué me sorprendía. Era otro agujero en el cinturón de mi padre, un hombre sin corazón.

Alex estaba frente a mí en un segundo.

—Tú no tienes nada que ver con todo esto. ¿Me entiendes? Todo esto fue Cross.

Yo lo miré fijamente.

—Brandt era su sobrino. El hijo de su hermano. Cómo pudo…

—Ese es el tipo de personas que son en Denazen. La familia no significa nada para ellos. Tenemos que hacer esto ahora.

— ¿Hacer qué?

—Llevarme dentro. No hay manera de que vuelvas allí por ti misma.

—Ni siquiera hemos hablado sobre cómo vamos a conseguir que entres. E incluso si logramos hacerlo, quién dice que vas a poder siquiera verme y mucho menos que te dejen estar en cualquier lugar cerca de mí. No tiene sentido apresurarse.

—Vamos a encontrar otra salida—dijo echándose hacia atrás.

—Esto no tiene remedio. Es todo tan…Estoy tan cansada.

En un momento yo estaba sentada a su lado en el sofá, al siguiente sus brazos estaban alrededor de mí y yo estaba en su regazo, besándolo. Era perfecto. No pasa un segundo, y pasa otro. Sabía que tenía que apartarme, pero no lo hice. Codiciosas manos estaban por todas partes, no pude tener suficiente. Sintiéndolo. Tuve un sentimiento ahora. Deslicé mis manos por debajo de la parte delantera de su fina camiseta, los dedos rozando la piel. Él estaba más cuadrado de lo que recordaba. Más duro.

Tiré de la camisa, pero se quedó en su cuello. Luché con ella por un momento antes de que él interviniera, golpeando mis manos a un lado. Con un gruñido, se la arrancó y la tiró al otro lado de la habitación. Hombros anchos. Ojos hambrientos color avellana. Sí. Eso era correcto. Todo estaba de regreso. Sus ojos cambian de marrón a avellana dependiendo de su estado de ánimo. Piel pálida, impecable excepto por la áspera mancha descolorida en el hombro derecho, el solitario recordatorio de un accidente de moto cuando tenía catorce años. Este era el Alex que recordaba. De manera más nítida que la de la noche anterior.

Cada terminación nerviosa de mi cuerpo vivo y animándome, me empujó la emoción de la sensación que amortiguaría el dolor. Funcionó, así que seguí por más. Seguiría hasta el final, si eso es lo que tenía que hacer para mantenerme entera. Porque ya no era yo. Había perdido a Brandt. Había perdido a Kale. Había perdido a mamá.

Inclinándose hacia él, enredé mis dedos en su cabello rubio y lo acerqué. El olor a tabaco mezclado con menta Tic-Tac me rodeaba. Algo en el fondo de mi mente me reprendió por haberle permitido tomar ventaja de mi dolor, pero a mi cuerpo no le importaba. Necesitaba esto. Necesitaba sentir. Le había disparado anoche, en algún lugar en el fondo de mi mente me acordé de esto, pero lo había cerrado oficialmente. Ahora no era el momento de pensar. Era el momento de actuar.

Sus dedos se pararon en el botón de mis pantalones esperando una protesta por mi parte.

Mi cuerpo no me lo permitió.

Mi alma, sin embargo, estaba gritando: ¡para! Anuncios de neón parpadeantes y campanas de advertencia, tiraban de los frenos de emergencia en varias ocasiones, pero el freno estaba temporalmente fuera de servicio.

Expertamente, él abrió el botón y bajó la cremallera.

Kale. Quería pensar en Kale.

Alex deslizó sus manos bajo la tela de mis pantalones, agarrando mis caderas desnudas con una fuerza casi dolorosa. Me estremecí ante su toque. Los dedos de Kale eran cálidos y suaves. Los de Alex eran callosos y duros. Como el hielo. Fue una sacudida al sistema.

Kale. En ese momento, yo haría cualquier cosa para mantener mi mente lejos de él. Como Brandt, estaba fuera de mi alcance. Estaba empezando a pensar que podría estar fuera de mi alcance para siempre, y eso dolía más de lo que podía soportar.

Me había engañado al pensar que podía hacer esto. Kale y Denazen. Había renunciado a las relaciones cuando terminé las cosas con Alex y con buena razón.

Tú podrías pasar un buen rato, sin ningún compromiso. Sin las cadenas, nada podría volver y ahogarte más tarde, cuando no haya funcionado. ¿Y si no podía conseguir que Kale esté lejos de Denazen? Las oportunidades eran buenas si yo fracasaba, sería debido a la exposición. Tendrían a Kale y habrían de tenerme. Todavía tendrían a mamá.

Las manos de Alex estaban ahora en el dobladillo de mi camisa, mientras la arrastrando hacia arriba. Casi lo detuve.

Alguien como yo no tenía ninguna esperanza de enfrentarse cara a cara con alguien como mi padre. Claro, yo lo había hecho un millón de veces, cuando pensaba que no era más que un simple y arrogante abogado. Pero después de ver lo que Denazen podía hacer, lo que papá podría hacer, mis segundas conjeturas se habían convertido en un chicle enfermo de negación pegada a la parte inferior del escritorio. Claro, tú podrías despegarla y ponerla en la boca, pero, ¿qué haría eso? El sabor estaba perdido.

Kale estaba perdido.

Mi camisa estaba ahora en el sillón a su lado, Alex mordisqueó un sendero desde la parte inferior de mi barbilla hacia mi hombro.

Mi madre estaba perdida.

Alex enganchó sus dedos a través de una de las presillas de mi pantalón húmedo, mientras tiraba hacia abajo. Yo me levante sobre mis rodillas, mientras permitía que los bajara. Cuando llego hasta donde pudo, yo me apoyé al lado y le di puntapiés hacia afuera.

Brandt estaba perdido.

Tomando la correa de mi sostén entre sus dientes, él la arrastró hacia abajo.

Yo había perdido la esperanza.

Sus labios cálidos trazaban un camino de mi cuello hacia mi hombro.

Yo me había perdido.

No.

¡Yo no era una cobarde! Yo reiné como la Reina de los Tercos. Si fuera una causa perdida, entonces mucho mejor. Amo demostrar a la gente que está equivocada, sobre todo a mí misma. Estoy mejorando en eso.

Finalmente, la realidad empezó a rezumar, y me aparté. Seguro, besar a Alex se sentía muy bien. Lo mejor de todo. Pero no era lo que yo quería. No en lo más profundo. Cuando le había dicho que no la noche anterior, había sido desgarrador. Él había tenido razón, yo todavía tenía sentimientos muy reales hacia él, pero no era bastante. Quizás era debido a lo que pasó entre nosotros, y quizá no lo era.

Kale era lo contrario de cualquiera que yo hubiera conocido antes. Él me hizo sentir feliz. Viva. Su manera simplista de mirar las cosas, junto con el entusiasmo feroz por la vida, era algo que yo no podría vivir sin verlo. Sin tener en cuenta el daño que Denazen le había hecho a él y lo que Alex y yo teníamos en el pasado, yo sabía a quién buscaba.

Qué buscaba.

Yo buscaba las cadenas.

—Lo siento—le dije cuando lo empujé lejos.

No necesitaba explicar más. Podía verlo en sus ojos. Él lo entendía. No estaba contento, pero él no gritó.

Él retrocedió agarrando su camisa, y se puso de pie. Algo estaba apagado en su sonrisa. Algo que me asustó.

—Veremos.

 

El teléfono sonó catorce veces antes de que él lo recogiera. Un registro sin precedentes hasta donde yo sabía. Papá era una persona estricta del tercer ring.

—Marshall Cross.

—Papá soy yo.

Una pausa. Seguramente estaba mirando el identificador de llamadas.

— ¿Deznee? ¿Dónde estás?

—Estoy en la ciudad. Necesito que nos veamos en el Blueberry Bean.

—Estoy trabajando en este momento. Esto tendrá que esperar.

—No puedo esperar, y esto también es trabajo. Te veo allí en veinte minutos.

Y colgué. Casi podía oler el vapor que estaba saliendo de las orejas de mi padre.

Eso me hizo reír. Warm fruzzies[10] por todo el camino.

— ¿Nos ponemos en marcha?—Preguntó Alex, mientras ofrecía su mano para que le diera el teléfono. Se lo devolví, y él lo guardo en su bolsillo trasero.

—Pienso que sí. ¿Tú estás listo? No le tomará mucho tiempo llegar aquí.

—Sólo tengo que ir al baño—él sostuvo las llaves hacia mí—Ve a encender el coche, yo me reuniré contigo allí abajo.

 

 

Como prometí, veinte minutos más tarde me senté en una de las grandes mesas con sombrillas fuera del Blueberry Bean, nuestro refugio local para los adictos al café. La lluvia seguía cayendo, pero la sombrilla era lo suficientemente grande como para no mojarme, no es que importara. Mis ropas estaban todavía húmedas por lo de esa mañana.

Yo miré por casualidad mi muñeca, no tenía ningún reloj.

— ¿Qué te tomó tanto tiempo?

—Esto no me divierte, Deznee.

Papá se acercó con una taza en la mano, llena de lo que apostaría era café negro con un doble de espresso. Gafas de sol oscuras y un sobretodo de color marrón oscuro a pesar del calor en el aire, lo hacían parecer como el agente secreto de alguna película. En otra ocasión, me habría burlado de él. Sus botones estaban tan fácilmente empujados cuando se trataba del armario. Nunca lo entendí.

—Bueno, eso está bien, papá. No quise decir que esto fuera divertido. —Le sonreí y me incliné hacia atrás tratando de lograr indiferencia. Después del día que había tenido hasta el momento, eso me tomó un esfuerzo consciente—Así que tomé un poco de iniciativa hoy.

Sacó el asiento frente a mí y se sentó.

—Ah, ¿sí?

Señalé hacia adentro donde estaba Alex, de pie a la derecha dentro de la cafetería. Había estado un poco sorprendida cuando Alex insistió en ayudarme anoche, y luego de nuevo esta tarde. El viejo Alex había sido egoísta. Cuando las cosas no salían como él quería, recogía sus juguetes y se iba a casa.

Se acercó a la esquina y fue hacia la puerta principal. Sin decir una palabra, sacó la silla entre la mía y la de papá y le dio la vuelta hacia atrás.

Montándola, él dijo.

—Hola de nuevo, Sr. Cross.

Impasible, papá dijo.

—Sr. Mojourn. Qué desagradable sorpresa.

Alex sonrió y se inclinó sobre el respaldo de la silla.

—Del mismo modo, señor.

A pesar de que habíamos estado saliendo, papá y Alex nunca habían sido lo que se considera cercanos. De hecho, mi padre había amenazado con cortar las partes específicas de la anatomía de Alex y ponerlas en la pared de la sala en varias ocasiones.

—De todas formas—le dije a papá—Alex es un Six y está buscando trabajo.

Alex echó un largo dedo en el salero de encima de la mesa. Se mecía hacia adelante y estuvo al borde de un momento antes de caer por la borda.

Me di cuenta de que mi padre no estaba ni un poco impresionado. Quizás Kale tenía razón. El regalo de Alex era una moneda de diez centavos por docena.

—Soy plenamente consciente de la situación del Sr. Mojourn. Telequinesia. Qué raro—dijo con su voz llena de sarcasmo.

—Espera, ¿plenamente consciente? ¿Tú sabías que era un Six?

Papá suspiró.

—Por supuesto. Es mi trabajo saberlo.

— ¿Qué mierda es lo que meten en el agua todas las noches antes de acostarse? ¿Todo el mundo en esta ciudad es un monstruo?

—Esta zona tiene la mayor concentración de Sixes en los Estados Unidos. No estamos seguros de por qué, pero vamos a decir que no es una coincidencia que la oficina principal de Denazen se encuentre en Parkview.

—Maldita sea, soy útil—intervino Alex—Soy ingenioso y astuto y, lo mejor de todo, mi brújula moral no apunta hacia el norte.

— ¿Es así?—Papá sonaba un poco intrigado. Incluso me pareció ver una pequeña sonrisa.

—Lo es—confirmó Alex.

Papá miró a Alex y luego a mí.

— ¿Y mi hija?

Alex se encogió de hombros.

— ¿Qué pasa con ella?

— ¿Cuáles son sus intenciones?

—Amigo, si me estás preguntando si tengo pensado salir con tu hija de nuevo, eso sería un gran, y rotundo “no, infiernos”. Un mantenimiento demasiado alto para mí.

 

Conduje de vuelta a Denazen con mi padre, y Alex nos siguió en su propio coche.

— ¿Estás enfadado por lo de Alex?

No tiene sentido andar con rodeos. Había estado bastante tranquilo desde que salimos de la cafetería, y como de costumbre, no podía leer su expresión.

—A decir verdad, Deznee, estoy orgulloso de ti. Parece que te estás tomando este trabajo con un nuevo sentido de responsabilidad y un nivel de madurez que yo no pensé posible para ti.

Ouch.

—Te recomiendo que empieces tu trabajo de campo en los próximos días. Te quiero allí afuera, rastreando la información sobre estos Sixes subterráneos, lo más pronto posible. Algo me dice que nuestra mejor manera de encontrarlos es a través de ti, y posiblemente de Alex.

— ¿Alex? ¿Vas a dejar que trabajemos en equipo o algo por el estilo?

— ¿Eso sería un problema?

¡Punto! ¿Podría mi suerte conseguir algo mejor? Me tragué una sonrisa y forcé un ceño fruncido.

—Bueno, seré honesta, no es mi idea de una fiesta. Él no es mi persona favorita.

—Ustedes dos parecen bastante íntimos.

—Um, ¿hola? Trato de impresionarte afirmando que había un nuevo tipo allí. Tengo la sensación de que caminar hacia él y enviar sus nueces a su garganta no es exactamente la idea de pasar por encima de Denazen.

Papá se río. Realmente se rió entre dientes. Yo nunca lo oí reírse antes. Y si no lo aborreciera tanto, el sonido me habría hecho sonreír.

Puso la luz intermitente y giro hacia el estacionamiento de Denazen.

—Yo pienso que esto va a funcionar muy bien para todos.

 

Capítulo 22

Ellos no me dejaron ver otra vez a Alex ese día. O el siguiente. Papá me aseguró que él estaba bien y estaba progresando con la buena gente de Denazen.

Me paré frente al espejo, tratando de decidir si ponía mi cabello arriba o lo dejaba suelto. Brandt siempre lo amó suelto. Decía que me hacía lucir salvaje y que me sentaba bien. Al final, fui con lo que Brandt hubiera querido. Después de todo, este era su día.

Alisé mi falda y me di una última mirada antes de agarrar la pequeña caja verde que había llenado por meses. Tomándola junto con mi bolso, bajé las escaleras. Papá me esperaba junto a la puerta, vistiendo uno de los mismos trajes que usaba diariamente para trabajar y mirando su reloj. Solo estábamos un poco atrasados.

El viaje a la funeraria fue demasiado corto, y al mismo tiempo muy largo. La atmósfera en el coche era fría e incómoda, por lo que estaba ansiosa por salir. Aun así no tenía prisa por llegar a nuestro destino. Mi mejor amigo muerto. Un cuarto deprimente. Y un montón de gente llorando, la mayoría sabía muy poco o nada sobre él, todos reunidos en un solo lugar. No era un buen momento.

Pregunté cómo lo estaba haciendo Alex la noche anterior, pero todo lo que papá pudo decirme era que ellos insistían que se quedara en Denazen durante su entrenamiento y que podría ir a verlo mañana. Pregunté si él podría estar presente por el funeral. Papá dijo que no.

Así que estaba sola, atrapada en la primera fila de la iglesia junto a la tía Cairn. La mujer lucía completamente aterradora. Sin maquillaje, se veía diez veces mayor de lo que era. Labios fruncidos en una fina línea, sus ojos estaban fijos al frente, mirando el cajón de caoba en el frente de la iglesia junto al altar. Los labios del Padre Kapshaw se movían, entendí una palabra aquí y allá sobre tragedia, pero, honestamente, no estaba prestando atención.

Estaba concentrada en papá, que se sentó en la fila del frente junto al tío Mark. Al contrario que su esposa, Mark lloraba abiertamente, tomando la mano de su hermano en apoyo y murmurando disculpas a su hijo muerto. Me hizo enfermar. Dos veces tuve que morderme el labio para evitar saltar y gritar: ¡fue su culpa, no tuya!

La funeraria había sido un bullicio de actividad. Amigos y vecinos, todos dejándose caer para dar sus respetos y mirar a la familia. Personas que sabía que Brandt no había visto en años aparecían de la nada para llorar su muerte. Chicos con los que fue a la secundaria, chicas que habían estado enamoradas de él, gente que difícilmente conocía…todos clamando ser sus mejores amigos. Me hacía querer gritar. Todos ellos estaban en la esquina, tratando de levantarse el ánimo unos a otros con pocos susurros contenidos.

— ¡Hablé con Brandt la noche anterior a que esto sucediera! ¡Sonaba como si estuviera alucinando sobre algo!—Esto de Manny Fallow, un tipo al que Brandt nunca le gustó y quien apartó de su camino cada día desde cuarto grado. El tipo siempre olía como bolas de naftalina.

—Teníamos una cita el próximo viernes. Estábamos tan unidos—esto de Gina Barnes, una antigua novia de secundaria con la que él no había hablado en años.

¿Muy unidos? Brandt había dicho justo hace un mes cuán promiscua se había vuelto Gina. Él no la hubiera tocado ni con un palo de doce metros.

—Nos mudábamos juntos a un departamento el próximo mes. Él ya había pagado su mitad del depósito—remarcó Victor Jensen, un compañero de trabajo en la tienda de skate donde Brandt trabajaba. Sabía de hecho que él y Victor habían sido despedidos hace dos semanas después que Brandt lo encontrara robando dinero de la caja registradora.

Todo esto era demasiado.

Gracias a Dios, el servicio religioso y el entierro era solo para la familia. Y desde que nuestra familia consiste solo en mi padre, tío Mark, tía Cairn y en mí, la iglesia se quedó bastante vacía. Bueno, mi madre aún era un miembro de la familia, pero ¿cómo puedes contar con alguien sobre la que se supone que no debes saber nada?

El Padre Kapshaw terminó su sermón y bendijo el ataúd mientras seis hombres salían de detrás del altar para llevárselo. Tuve que morderme fuerte para no arremeter mientras ellos pasaban. Los seis hombres vestían el mismo traje azul. Papá era un bastardo.

Nos enfilamos hacia el pasillo mientras pasaban, uno a uno, y los seguíamos hacia el coche. En el camino de salida hacia el estacionamiento, vi a un sujeto apartándose a un lado. Él vestía unos simples jeans negros y una camisa café. Recordé haberlo visto en la funeraria, pero él no estaba de pie junto a los otros del colegio. Estuvo de pie al final del cuarto, sin hablarle a nadie, con ojos tristes. No nos dijo nada mientras pasábamos, sólo miraba cómo los seis hombres de Denazen cargaban a Brandt atrás del espeluznante coche negro para el viaje a su destino final.

Mientras nos alejábamos, miré hacia atrás. El chico se había ido.

 

El sol finalmente se asomó de detrás de las nubes mientras el Padre Kapshaw daba otro largo discurso sobre la tragedia de perder a alguien tan joven y lleno de vida. Él zumbaba una y otra vez sobre la caridad de Brandt con la comunidad y su gentileza, y su tan poco hablada amabilidad.

Debajo de mí, la silla plegable de metal lentamente se hundía en el barro.

Sobre mi cabeza, una gran y zumbante mosca circulaba continuamente.

Junto a mí, tía Cairn empezaba a tararear.

—La pacífica alma de Brandt Cross estará con nosotros por siempre. Él será recordado como un alma caritativa que siempre tenía una palabra amable para todos, él…

Quería saltar y decir: y una mierda. Quería sacarme el zapato y lanzárselo a la cabeza del Padre Kapshaw. En ese momento, hubiera dado los suministros del mundo de chispas de chocolate de menta para verlas incrustadas en su pomposo rostro. Demonios, me hubiera conformado con arrancarlo de un tirón y que se apartara. Pero como me dije a mí misma antes, este era el día de Brandt. La última cosa que iba a permitir era algún falso discurso que no decía nada sobre cómo era él realmente. En vez de hacer una escena, me paré, interrumpiendo el pomposo discurso del Padre con uno propio. Uno donde Brandt fuera verdaderamente apreciado.

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