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—Brandt era un montón de cosas, pero un alma caritativa de voz suave con una palabra amable para todos no era una de ellas. —Apreté mis dedos, mis uñas sobre mis palmas mientras luchaba por mantener incluso mi tono. El aguijón me mantuvo enfocada—Brandt era un mal hablado descabezado que amaba su skate firmado por Tony Hawk sobre cualquier otra cosa. Odiaba las multitudes y amaba el sushi. Brandt creía en los derechos de los animales; demonios, él ni siquiera mataba a los bichos, y odiaba la guerra. Era leal y obstinado, y ninguno de ustedes lo conocieron en absoluto.

Incapaz de controlarlo por mucho más, mi voz se quebró y me fui, dejándolos con su falso sermón y sus palabras vacías. No miré atrás.

No me alejé tanto, sólo fuera de la vista y al otro lado de un largo mausoleo de mármol blanco. Necesitaba algo de aire, y sentada allí con ese grupo de compositores estaba ahogando la vida en mí.

—Eso fue asombroso—dijo una voz a mi lado.

Salté, rozando a lo largo la suave pared de mármol.

—Lo siento—dijo el chico—No era mi intención asustarte.

—Te vi en la funeraria. Y fuera de la iglesia.

—Sip.

Cuando él no iba a decir nada más, presioné.

—Está bien, entonces, ¿quién eres tú?

—Soy Sheltie. Amigo de Brandt. Lamento que nunca tuviéramos la oportunidad de conocernos. Él hablaba de ti todo el tiempo.

Sheltie. El nombre no hacía sonar ninguna campana, pero él lucía un poco familiar. Como un rostro con el que me crucé en los pasillos de la escuela o alguien en la parte de atrás de las fiestas. Con un rostro amplio, cabello color arena oscuro y hombros que cualquier linebacker[11] hubiera envidiado, él era algo guapo. No mi tipo, pero guapo. Estaba haciendo rodar algo en su mano izquierda. Una pequeña, circular y negra cosa con una franja roja por el medio. Horrorizada, me di cuenta de qué era.

— ¿Eso es…?

Lo sostuvo alto, asintiendo. Rodó su dedo sobre la una vez suave superficie, él dijo—Una de las ruedas que salió de la patineta de Brandt.

Quise quitársela, pero él la apartó.

— ¿Qué diablos estás haciendo con eso?—Exigí.

Vaciló por un momento antes de suspirar.

—La patineta se quebró hace unos días. Yo lo arreglé.

— ¿Por qué lo has traído aquí?

Bufó.

— ¿Siquiera has conocido a Brandt? Él dormía con esa maldita patineta. Pienso que si faltara una pieza ya estaría aquí, ¿no crees?

¿Por qué no había pensado en eso? Era cierto y meditado. Me sentía como un mal amigo por no venir con ella por mi cuenta. Volteando a ver a la multitud, dije.

—No te vi. ¿Cómo pudiste escuchar lo que dije?

Se encogió de hombros, ocultando un lado de su cabeza.

—Oído de asesino—sacó un pequeño envoltorio de su bolsillo trasero y lo sostuvo—Brandt me pidió que te diera esto.

— ¿Qué es?

Otro encogimiento.

—No lo abrí.

Lo tomé pero no miré su contenido. En cambio, lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Se deslizó adentro, junto a la pequeña caja de papel verde.

— ¿Por qué te daría algo para que me lo pasaras?

Se deslizó por la pared y se sentó en el pasto.

Girando la rueda a lo largo del pasillo del mausoleo, dijo.

—A él no le gustaba lo que estabas haciendo con ese tipo, Kale. Dijo que sabía que nunca darías marcha atrás.

¿Qué habría dicho Brandt si me hubiera visto hacerlo hace dos días en el departamento de Alex?

— ¿Te contó sobre eso?

—Estábamos bastante unidos—tomo una brizna de pasto y la torció entre su dedo pulgar e índice—Sabía que él te amaba.

—Yo también lo amaba—la culpabilidad roía mi interior—Es mi culpa. Yo le pregunté si me hacía un favor.

—Probablemente—dijo.

No lo dijo de manera acusadora, sólo un hecho. Aun así, dolió como una bofetada en el rostro. Él me recordaba muchísimo a Brandt. Sus respuestas directas eran amortiguadas pero no crueles.

—Mi papá tiene algo que ver con su muerte. Lo sé—no sé por qué se lo dije.

Sheltie era un total extraño, pero algo en él era reconfortante. Confiaba en él…lo que era bastante estúpido considerando la cantidad de traidores rodeando mi mundo.

—Estoy de acuerdo—se paró—Hay otra cosa. Algo que me pidió que te dijera. Él dijo que te lo estarías preguntando, y él sabía que odiabas las preguntas sin respuesta.

—Está bien…

—Brandt era un Six. Él me dijo que intentó decírtelo hace unos días atrás…—Se encogió de hombros—Pero demasiado tarde, supongo.

No podía estar enojada con él por habérmelo ocultado. Yo hice exactamente lo mismo. Y ahora no tenía la oportunidad de hacer lo correcto.

— ¿Eres tu un Six?

Me dio una diminuta sonrisa.

—Sigo diciendo que debes salir como el infierno de Dodge.

Me congelé.

— ¿Qué?

Silencio.

— ¿Qué has dicho?

Intentó parecer tranquilo, pero falló. Había una mirada de horror en sus ojos.

—Tú dijiste: Sigo diciendo que debes salir como el infierno de Dodge.

— ¿Y?

—Eso fue lo que Brandt me dijo la última vez que lo vi.

—Te lo digo, nosotros pensamos de forma muy similar—Sheltie se levantó, limpiando la suciedad de sus desteñidos pantalones negros. Se guardó la rueda de la patineta y dio varios pasos atrás.

—No puedes sólo decir algo así a alguien a quien nunca habías conocido.

Se encogió de hombros.

—Lo acabo de hacer.

Sin nada más que decir, Sheltie se giró y se alejó sin mirar atrás. Le ordené a mis pies que lo siguieran, pero la voz de mi padre me detuvo.

— ¿Deznee?

Salí rodeando el mausoleo.

—Aquí, papá.

—Se acabó. Todos se están yendo—se detuvo más allá y miró sobre mis hombros, parecía que esperaba ver a alguien escondido escondido—Estaré en el coche.

Asentí y lo observé irse. Una vez que él y todos los demás estaban fuera de vista, retrocedí al sitio del entierro.

El viento se había levantado, golpeando algunas flores de los arreglos en el suelo. El techo de la tienda iba y venía, bamboleándose como enfermo por el viento. Me agaché y saqué una rosa blanca de uno de los arreglos.

— ¿En qué diablos estabas pensando?—Pregunté a la silenciosa caja marrón— ¿Por qué harías algo tan estúpido? Te dije que te apartaras…

Por supuesto, no obtuve respuesta.

Si los deseos fueran caballos…bueno, entonces probablemente sería pisoteada.

Me quedé ahí por unos instantes más, solo observando el viento mover el pasto falso cubriendo la base del ataúd. Saqué la pequeña caja verde de mi bolsillo y la llevé a mis labios. Entradas para XtreamScream, nuestra versión local de los X Games. Ahora él nunca iría.

La arrojé hacia la tumba abierta junto con una sola rosa blanca.

—Feliz Cumpleaños, Brandt.

 

Capítulo 23

En el camino de regreso al coche, escuché hablando a papá y a uno de los hombres que había cargado el ataúd desde la iglesia. Papá hablaba mucho más alto de lo normal, así que pude suponer que quería que yo lo escuchara. Habían tomado la decisión de acabar con Kale. Corrupto, le dijo papá al hombre. Arruinado. Planearon desangrarlo y terminar con todo. Al parecer, finalmente habían encontrado un adecuado substituto sintético de su sangre. Ya no lo necesitaban.

Tenía que actuar rápido, pero no tenía ni idea de qué podría hacer. No había forma de que pudiera pasar las barreras de seguridad y llegar al noveno piso donde lo tenían encerrado.

—Tengo algunas cosas de las que encargarme en el trabajo—dijo papá en el camino de regreso a casa—Te dejaré en casa para que te cambies. Un coche llegará en cuarenta minutos para llevarte a Denazen. Mercy te estará esperando para hacer otra ronda de preguntas. Un coche te llevará de vuelta a casa después de que ella termine.

— ¿Más preguntas?

Papá asintió.

—Sí. Mañana vas al trabajo de campo.

 

 

— ¿Cómo has estado, Dez?

Hoy, vestida con un pantalón de vestir a medida poco favorecedor del mismo color nauseabundo de la sopa de guisantes, Mercy se sentó frente a mí sorbiendo té de una pequeña taza de porcelana.

— ¿Encuentras las reglas de Denazen difíciles de seguir?

Me encogí de hombros.

—Nunca he sido muy rigurosa en cuanto a seguir las reglas.

—Eso he escuchado. —Asintió con la cabeza y me dedicó una sonrisa cómplice— ¿Entonces crees que ya lo entendiste todo?

—Estoy segura de que tengo mucho que aprender.

—Tengo una lista de preguntas específicas aquí, tal como lo solicitó tu padre.

Traté de no parecer preocupada, pero obviamente fallé.

— ¿Eso te inquieta?

— ¿Debería?

—Posiblemente.

Me incliné hacia atrás, tratando de relajarme y le di mi mejor sonrisa de ve a por ello.

—Averigüémoslo.

—Esta mañana fuiste al funeral de tu primo—dijo sin mostrar emoción— ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Lo sabían.

—Hace algunos días.

— ¿Y dónde fue la última vez que lo viste?

Mierdamierdamierda.

—En el Panteón.

— ¿Panteón? ¿Qué estaban haciendo en el cementerio?

—No el cementerio, el Panteón. Es un lugar al que todos vamos a divertirnos.

Mercy asintió y garabateó algo en una hoja de papel.

— ¿Y de qué hablaron?

Tragué saliva.

—No de mucho.

Mercy dejó su bolígrafo a un lado y suspiró. Se puso de pie y se acercó al frente del escritorio.

—Vamos a tomarnos un descanso del interrogatorio por un minuto, ¿sí? Déjame explicarte un poco cómo funciona mi don.

Se inclinó hacia delante y colocó una tablilla sujetapapeles en mis manos. Puso sobre él el papel en el que había estado escribiendo y lo inclinó hacia arriba un poco.

Miré al sujetapapeles y reprimí un jadeo.

Mantén esto inclinado hacia arriba. La cámara no puede verlo así. Vamos a terminar esta sesión temprano. Encuéntrame en la sección B del estacionamiento. Soy de la gente de Ginger. Cuando te pida que leas, di lo siguiente: Mi nombre es Dez y soy una estudiante modelo de diecisiete años.

Dios no quiera que Ginger me diga que tiene gente dentro. Porque, ya saben, no me habría venido bien la ayuda, ni nada.

—Puedo ver si estás mintiendo sobre algo—continuó—He escrito una frase para ti, por favor léela en voz alta.

Dudé un momento antes de acceder.

—Mi nombre es Dez y soy una estudiante modelo de diecisiete años.

Sonrió.

— ¿Lo ves? Una mentira. Tu aura se volvió negra. Lo hace cuando mientes. Puedo verlo. —Me observó por un momento, toda sonrisas—También puedo ver cuando escondes algo.

 

 

Espero en la sección B donde Mercy me dijo que la encontrara. Le dijo al empleado del cuarto piso, cuando me escoltó hacia el elevador, que había llamado y arreglado que mi transporte llegara más temprano. Todavía no sabía qué pensar, o si realmente debería confiar en ella. Esto fácilmente podría ser un truco o algún tipo de prueba, pero dado que se me estaba acabando el tiempo, decidí intentarlo.

Mercy no me hizo esperar mucho.

—Tengo autorización para el nivel nueve, donde mantienen a tu amigo. Tiene programado un último interrogatorio esta tarde. Esta será tu única oportunidad de llegar a él antes de que sea destruido.

—Woa, alto ahí, señora. Más despacio. —La miré, sintiendo nada más que desconfianza. Sólo porque dijera que estaba con Ginger no lo hacía verdad. Yo podría tirar algunos nombres también— ¿Cómo sé que todo esto no es más que una gran trampa? No es como que los de aquí en Denazen sean conocidos por jugar limpio. Les sigo el juego y, boom, lo siguiente que sé es que mi nueva dirección es en una de esas bonitas cajitas de vidrio.

—Tendrás que confiar en mí. No hay mucho tiempo. Tu padre sabe por qué estás aquí en verdad. Sabe sobre ti y 98.

—Kale—espeté—Su nombre es Kale, no 98. —Era estúpido, y frente a esta revelación, ridículo el insistir en un nombre, pero me molestaba— ¿Y cómo demonios es que él sabe algo?

Mercy se rió. Un sonido oscuro y áspero que venía desde las profundidades de su estómago.

—Tu padre tiene espías en todos lados.

— ¿Alguien se lo dijo? ¿Quién?

Los únicos que sabían lo que estaba haciendo eran Ginger y su gente, y Kale. ¿Podía ser que Ginger tuviera a un doble agente en sus filas?

Ella negó con la cabeza.

—No lo sé. Pero no importa. Él está encima de ti, así que debemos movernos rápido.

Crucé mis brazos, entrecerrando los ojos.

—Si eres una de la gente de Ginger, ¿por qué no puedes llevarle la lista tú?

—No me lo pidió.

¿Es en serio? Quería gritar. Esta gente era suficiente para hacer explotar mi cabeza.

Extendió su mano.

—No hay tiempo. ¡Deprisa!

— ¿Deprisa qué? ¿Tomar tu mano? Lo siento, ¿no repasamos esto el otro día? No eres mi tipo.

— ¡Imita, idiota!

Oh.

— ¡OH!—Puedo ser un poco lenta a veces—Espera. Eso no va a funcionar. ¿No era que un coche iba a llevarme a casa? Si papá sabe lo que está pasando entonces estará al tanto de lo que estoy haciendo y dónde se supone que tengo que estar.

—Yo iré en tu lugar.

La miré fijo.

—Um, no te ofendas ni nada, pero además del hecho de que no me verían vistiéndome así ni muerta, eres un poco demasiado alta y mucho más vieja.

—Quiero decir que cambiemos lugares—puso los ojos en blanco y miró por encima de su hombro—Tú serás yo, entra y busca a 9…es decir, a Kale. Y yo seré tú y me iré en el coche.

— ¿Quieres decir que imitemos las dos?—Mi cerebro gritaba: ¡de ninguna manera!, y negué con la cabeza. Rick. Rasgaduras internas. Sangre. No. No de nuevo—No hay manera…Me matará.

Me agarró de los hombros y me sacudió.

—Esta es tu única oportunidad. Si no entras y lo sacas, está muerto.

Tenía razón. Esta era mi única salida. ¿Pero que dos personas imiten? Una sola ha sido casi imposible. ¿Cuáles eran las posibilidades de dos? Aun así, tenía que intentarlo. Por Kale. Y si funcionaba, si yo sobrevivía, tal vez no necesitaría que el Reaper sacara a mamá. Tal vez podría hacerlo yo misma.

Tomé sus manos y cerré mis ojos, concentrándome en lo que quería. El dolor surgió y un grito comenzó a formarse. Esta vez, sin embargo, no lo contuve. Manos húmedas cubrieron mi boca mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

Y entonces me golpeó. Como un avión cayendo del cielo…y luego transformándome. Se sintió como ser cortada a la mitad. Lentamente. Célula por célula.

— ¿Deznee? Dez, levántate.

Abrí mis ojos y vi…a mí. Mercy. Mercy como yo. Wow. Alguien necesitaba broncearse un poco. La dejé ayudarme a ponerme de pie, aferrándome a su brazo como soporte. El dolor en mi cabeza rezumbada, casi ahogando sus palabras, y el suelo se sentía como si estuviera inclinándose hacia un lado, decidido a hacerme caer.

—Supongo que mentí. Sí me verían vestida así.

El barato material provocaba comezón en mis piernas y el saco era soso y demasiado apretado.

Mercy resopló y dio un paso atrás, tirando del dobladillo de mis shorts.

— ¿Tú? ¿Cómo crees que me siento yo? ¡Estos shorts son prácticamente indecentes! Me veo como una ramera.

Arreglármelas para mantenerme levantada sola era una lata, pero lo conseguí. Resoplé.

— ¿Estás drogada? Tengo unas piernas de morirse y un trasero espectacular. Sería una idiota de no lucirlos.

Un sedán negro llegó al estacionamiento.

—Hora del espectáculo. —Me deslizó su identificación de seguridad—Todo lo que tienes que hacer es ir al noveno piso y decirles que vas a buscar a 98 para interrogarlo. Llévalo a mi oficina. Invéntate una excusa y sácalo afuera.

¿Inventarme una excusa? ¡Como si fuera así de sencillo!

— ¿Y entonces qué?

—Entonces, sugiero que los dos corran como si los estuviese persiguiendo el mismísimo demonio. No pasará mucho antes de que se den cuenta de que no estoy donde se supone que debo estar. Bueno, tú no estarás donde yo debería estar. —Se acercó al coche mientras este se detenía— ¿Hay algo que deba saber?

—Quédate en mi cuarto. No sé cuándo llegará papá a casa pero si llega antes que yo, ignóralo y pon el seguro en la puerta. Sácale el dedo si intenta entrar, o lo que sea.

Mercy se veía mortificada. Me extrañó el ver la expresión en mi propia cara. Yo no me mortificaba.

— ¿Sacarle el dedo?

—Hay una llave pegada a la parte de debajo del porche principal. Ten un buen viaje.

Saludé y la empujé hacia el coche. Ella se deslizó dentro y cerró la puerta. Tan pronto como el coche dejó el estacionamiento, lentamente comencé a regresar al edificio, milagrosamente sin desmayarme. No sabía cuánto tiempo tenía, así que perder el tiempo no era una opción, pero moverme más rápido que el arrastrarme era imposible. La imitación había minado toda mi energía. Lo único que me impedía desmayarme era pensar en Kale. Si no lo lograba, él estaría perdido.

Con mi pulso retumbando en mis oídos, pasé por la seguridad del primer piso hacia los elevadores blancos. Una vez adentro, deslicé la tarjeta de Mercy y le dije al elevador que me llevara al noveno piso. Medio había esperado sirenas y luces intermitentes. Alarmas resonantes y placas descendiendo desde el techo para atraparme en la cabina. Tal vez incluso esos rayos láser que ves en las películas, esos para alejar a los ladrones de joyas. Pero cuando la cabina comenzó su ascenso sin incidentes, respiré profundamente aliviada. Hasta ahora, todo bien.

Cuando las puertas se abrieron hacia las paredes rojas y el piso de concreto del nivel nueve, hice mi mejor representación de la tensa, con el trasero levantado, Mercy.

—Buenos días, Mercy—dijo una pequeña mujer desde detrás del escritorio principal.

Asentí, di la vuelta a la esquina y fui por el pasillo. Gracias a Dios que había estado antes aquí con papá porque si no estaría perdida. Probablemente alguien hubiera sospechado si Mercy pedía direcciones.

— ¿Quién será interrogado hoy, Merc?—Preguntó el guardia al final del pasillo.

Giró su llave para abrir la puerta, flirteándole con una sonrisa. Tal vez Mercy no era tan frígida como yo creía. Le guiñé y le devolví la sonrisa. Él pareció sorprendido, pero feliz.

—Una última ronda para 98 antes de que caiga la cortina—dije.

El hombre enarcó una ceja, pero me señaló que siguiera. Mierda. Necesitaba pensar como Mercy. Hablar como ella. Pensar pura palabrería aburrida.

—Enviaré a Jim por una petición para llevarlo abajo. Puedes encontrarte con él en tu oficina.

—Está bien. Esperaré aquí y bajaré con ellos. Quisiera un tiempo extra para…observarlo.

Aparentemente era la frase apropiada. Empecé a caminar por el corredor lleno de jaulas de vidrio mientras el guardia levantaba el teléfono para llamar a alguien. Todos estaban sentados exactamente igual a como habían estado el otro día. Como si nunca se movieran. Todos en el mismo lugar, con las mismas expresiones en sus caras. Incluso las frazadas en sus literas parecían impasibles.

Todos excepto Kale.

Apretado contra la esquina de su celda, miraba fijo hacia delante. Cuando me paré frente al vidrio, ni siquiera pestañeó y me preocupó que quizás estuviese drogado. Estaba a punto de decir algo para hacerle saber que era yo, pero él habló.

—Le dije todo lo que tenía para decir. Más preguntas no cambiarán eso.

Al otro lado del pasillo, un hombre en uno de esos trajes de lunares atravesó la puerta. Y yo que quería advertirle a Kale.

—Siempre hay más preguntas que hacer, 98—dije mientras el hombre se acercaba.

— ¿Nivel cinco?

—Sí. Mi oficina por favor.

El hombre abrió la puerta y tironeó de Kale. Su color parecía un poco mejor que la última vez que lo había visto, pero aun así se balanceaba sobre sus pies. Un poco más y con algo de suerte estaríamos a salvo.

De vuelta en la oficina de Mercy, el hombre depositó Kale en la silla y me entregó una pistola eléctrica.

—En caso de que intente algo con usted.

Asentí unas gracias silenciosas y esperé a que la puerta se cerrara detrás de él. Sabía que había cámaras en la oficina de Mercy, así que no podía simplemente ir y decirle a Kale qué estaba pasando. Podría haber escrito una nota, como Mercy había hecho conmigo, peo cualquiera que observara podría sospechar.

— ¿Eres consciente de que van a exterminarte, correcto?—Pregunté.

Si cualquiera estaba escuchando, y apostaría mis botas Mudd favoritas a que era así, tenían que ver a Mercy haciendo lo suyo.

Kale no contestó.

— ¿Por qué huiste?

Silencio.

¿Qué haría Mercy? Trataría de conseguir alguna reacción y partiría de allí.

— ¿Te dijeron sobre la chica? Deznee, ¿verdad?

Eso consiguió una reacción. Su cabeza se levantó de golpe y sus ojos se entrecerraron.

— ¿Qué hay con ella?

—No le iría bien aquí en Denazen, ¿no te parece?

La cara de Kale palideció.

— ¿Qué?

—No te ves bien, 98. Creo que te beneficiarías de un poco de aire fresco.

¿Realmente dejarían que Mercy llevara a Kale afuera? ¿Sin supervisión?

— ¿Qué hay con Dez?

—Vamos a dar un paseo.

Se puso de pie, los músculos de su mandíbula tensos. Con los dedos moviéndose rápidamente, dio un paso hacia adelante.

— ¿Qué pasó con Dez?

Miré nerviosamente a la cámara en la esquina de la habitación. Kale parecía listo para atacarme. Mi imitación parecía estar a nivel molecular. Si Kale me atacaba mientras era Mercy, ¿me mataría? No era un riesgo que pudiera tomar. Tomando el teléfono, le dediqué mi (de Mercy) mirada de ni se te ocurra. Presioné el botón en el teléfono que decía recibidor principal, cinco.

Una áspera voz contestó.

— ¿Si?

—Soy Mercy. Me gustaría llevar a 98 afuera.

La voz al otro lado dudó.

— ¿Eso es aconsejable?

—Siento que conseguiremos más por su parte de ese modo. Ya ha estado fuera una vez. Ya sabe cómo es la libertad. Una probadita no hará daño.

— ¿Quisiera que le llevemos un suit[12]?

—Eso no será necesario—le guiñé a Kale—Deberá comportarse si quiere que le diga sobre la chica.

—Tu funeral. Sal cuando estés lista.

Colgué el teléfono.

—Ahora, pongamos algunas reglas. Te haré un favor al llevarte fuera al lindo aire fresco. Tómalo como un regalo de despedida. Regresarás ese favor portándote bien. Caminarás pacíficamente y no tocarás a nadie. Si te comportas y contestas a todas mis preguntas, Deznee no sufrirá ningún daño.

La cara de Kale cayó. Sus dedos de congelaron.

— ¿La tienen? ¿Está aquí?

—Está aquí y a salvo. Por ahora. Pero entiende, si algo me pasa a mí, o al algún otro miembro del personal estando fuera del edificio, si no regresamos, bueno, creo que conoces todas las formas en las que podemos hacer que tu amiga se sienta incómoda.

Odiaba torturarlo así, pero era lo único que se me ocurría para hacerlo cooperar.

Se quedó de pie, tomándose las manos inofensivamente al frente. El odio en sus ojos envió escalofríos a lo largo de mi columna vertebral. Tenía que recordarme a mí misma, repetidamente, que la mirada iba dirigida a Mercy, no a mí.

—Entendido.

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