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En silencio, Ginger asintió y desvió la mirada.

—Creí que habías dicho que nadie había escapado nunca de Denazen antes. ¿Cómo sabías de la madre de Kale si él fue el primero en escapar?

—Niña estúpida—susurró Ginger—Él no nació en Denazen. Vino a esta vida en un hospital de la ciudad.

— ¿Cómo terminé en Denazen? ¿Qué pasó con mi madre?

—Espera—interrumpí—Si Kale nació en un hospital y tú estabas allí y lo viste, ¿no sabías qué pasaría?—La rabia llenó mi cabeza e hizo que mi sangre bombeara más rápido— ¿Sabías que iba a terminar en Denazen y no hiciste nada?

Ginger frunció las cejas con ira y luego las ajustó en lo que supuse que era pesar.

—No había nada que hacer. Estas cosas no se pueden cambiar. Las cosas que sucedieron ya estaban destinadas a pasar, así un día él se convertiría en el Reaper. Cada evento en la vida de las personas forja su futuro. No se puede cambiar esas cosas.

A Kale no parecía importarle que no hubiera hecho nada para ayudarlo. Su única preocupación era su madre.

— ¿Por qué estabas con mi madre cuando nací?

—Estuve allí en el momento en que ella nació. Parecía apropiado estar con ella cuando trajo a su propio hijo al mundo.

El mentón fuerte, obstinado. Los helados ojos azules. Nunca antes lo había notado. Vino todo junto.

—Felecia era tu hija.

Ginger asintió.

—En el primer momento en que miré a sus ojos, supe lo que iba a ser de ella—golpeó su bastón en el suelo con fuerza— ¿Crees que es fácil criar a una niña mirándola cada día a los ojos y viendo el futuro negro que tenía por delante? ¿Crees que fue fácil para mí sentarme y observar desplegarse los acontecimientos que traerían su fin día tras día, incapaz de detenerlos?

—Pero, ¿por qué no lo intentaste? Debía haber algo que pudieras haber hecho. ¿Enviarla lejos? ¿Advertirle?

—No se juega con esas cosas—espetó la anciana—El futuro de cada persona está vinculado a otras mil. Cambia sólo una cosa y tendrás un caos. Todo se saldrá de balance y ocurrirán cosas horribles.

— ¿La dejaste morir?—preguntó Kale.

Su rostro era neutral, pero podía oír la agonía en su voz. En mi mano, sus dedos se movieron como si tratara de chasquearlos, pero lo agarré con fuerza.

—Una antepasada nuestra, la primera visionaria conocida, aprendió esta lección por las malas. Recién casada y con hijos, ella y su esposo Winston eran la imagen de la felicidad. Tenían su propia casa, un bebé en camino y un futuro brillante por delante. Nuestra antepasada, Miranda, era una visionaria que tenía acceso a la información que le decía lo contrario. Ella vio que iba a perder a su amado esposo a una edad temprana en un horrible incendio en el establo.

—Ella intervino.

—Le impidió ir al granero esa noche. Dio las gracias a Dios por su regalo, ya que le había permitido salvar a su marido. Pero su agradecimiento no duró mucho. Poco después de que su hijo naciera, Miranda lamentó lo que había hecho.

— ¿Por qué iba a lamentar salvar a quien amaba?—preguntó Kale.

Ginger suavizó su expresión.

—Porque, Kale, Winston estaba destinado a morir en el incendio. Si Miranda nunca hubiera interferido con su destino, entonces Denazen nunca habría sido formado.

— ¿Qué?—Jadeamos Kale y yo al unísono.

—Eso sucedió, pero es raro que la descendencia de un Six, incluso uno con un solo padre, nazca sin el defecto cromosómico genético. Como probablemente pueden suponer, el hijo de Miranda llegó a ser uno de los Six. De mentalidad estrecha y necia, Winston no pudo soportar la verdad. Él tachó al niño y a la madre de malévolos y los obligó a irse. Comenzó la organización que se convertiría en el Denazen que hoy conocemos. Es por el egoísmo de Miranda Kale que vivimos con miedo, escondiéndonos de las repercusiones de su error.

— ¿Miranda Kale?

—Yo fui quien te nombró, hijo. Me pareció conveniente que tú, destinado a liberarnos de nuestras cadenas, llevaras el nombre de su instigador.

— ¿Qué hay de tu hija, ella era como yo? ¿Felecia?

Ginger sacudió su cabeza.

—Lo contrario a ti. Tú tomas la vida y ella la daba.

Kale apretó sus dedos en los míos.

— ¿Seremos capaces de salvar a Sue?

—No lo sé. Nunca he conocido a esa mujer.

Me acerqué y puse la cara a centímetros de la suya.

—Me conoces a mí. ¿Salvaremos a mi madre o no?

Silencio.

—Me lo debes—gruñí—Me enviaste a Denazen para obtener esta maldita lista a cambio de algo que tuve todo el tiempo.

—Nunca estuviste en peligro. Sabía que volverías con la lista. Es por eso que te la pedí. Estabas destinada a conseguírmela.

—Ese no es el punto—ahora estaba gritando, sin hacer ningún intento de contener mi voz. No era como si alguien pudiera escucharme a través del ritmo retumbante de la fiesta de abajo.

—Yo no soy una adivina—dijo Ginger. Su rostro volvió a su expresión habitual, de piedra— ¿Ves una bola de cristal? ¿Estoy usando un turbante? La información de la que estoy al tanto no es para los demás.

— ¿Entonces así es cómo será? ¿Tú consigues lo que quieres y yo no consigo nada a cambio?

—Siempre tendrás un santuario con nosotros. Un lugar al que ir y donde comer. Una oferta como esa, para ti, Deznee Cross, es generosa. Ya he enviado el mensaje. Misha Vaugn ha censurado tu prohibición en el hotel. Puedes quedarte allí cuando sea necesario.

—Wow. Gracias—dije con sarcasmo, y me alejé.

No estaría en ningún otro lugar con ella. Era hora de cortar por lo sano y centrarme en las cosas importantes.

Mamá. Ginger estaba en lo cierto. No necesitaba al Reaper, tenía la información necesaria para hacer que sucediera.

Estábamos casi en el borde exterior de la sala cuando Ginger nos dijo.

—Una cosa más.

Algo me dijo que no me detuviera, pero lo hice de todos modos.

—Lo siento por todo.

No le respondí, sólo continué mi camino. No pregunté, pero algo me decía que no se disculpaba por haberme mentido.

 

Capítulo 26

Era casi media noche cuando salimos de la fiesta. Kale y yo estábamos cansados y hambrientos, y aunque me molestara bastante, el único lugar que podíamos pensar en ir era a lo de Misha.

El dinero que Brandt me había dado básicamente se había ido, un viaje en autobús estaba fuera de toda cuestión ya que no tenía nada a mano para hacer dinero extra. Y además de eso, la idea de imitar cualquier cosa después de los últimos días convirtió el aire de mis pulmones en hielo. Me parecía que tendríamos que caminar al otro lado de la ciudad. Estábamos a solo cuatro cuadras del hotel cuando escuché a alguien gritando mi nombre.

— ¿Dez, holaaa? ¿Estás sorda, chica?—Un coche se detuvo cerca y Curd bajó de un salto. Luciendo elegante en pantalones negros de piel y una reluciente camisa negra.

— ¡Curd!—Tiré mis brazos alrededor de sus hombros— ¿Estás bien?

Él se apartó, lanzándome una mirada furiosa.

—No gracias a ti. No estuvo bien que me dejaras justo cuando me caí.

— ¿Te caíste?

—Fui a traer un refresco para ti y tu chico y ¡boom! Lo último que recuerdo es que estaba sacando una cerveza fría del refrigerador, disfrutando mi entusiasmo. Demasiadas emociones esa mañana, creo. Que perdí el conocimiento. ¿Pero dejarme boca abajo en el piso? ¡No estuvo bien!

Él no sabía lo que había sucedido. Una parte de mí se sentía agradecida.

—Lo siento. Recibí una llamada y tuvimos que reportarnos.

—Lo que sea. —Curd me miró una vez más y frunció el ceño— ¿Qué estás haciendo por aquí? Hay un rave en un edificio rojo en el campo a las afueras de Fallow Farm. ¿Rumbo a casa a cambiarte?—Con mi sudadera arrugada y jeans sucios, debo haber parecido un desastre andante. Definitivamente no es la forma en la que Curd suele verme.

—Ninguna fiesta para mí esta noche. Estos días han sido lagos. Me voy a la casa de un amigo a dormir.

—Aww. Le dije a Fin Meyers que tú ibas a estar ahí. Estabas preguntado por él, así que pensé…

— ¿Quién es Fin Meyers?—Kale preguntó.

Por la forma en que tomo mi mano y la apretó, tengo la impresión de que está celoso. Definitivamente él era más normal de lo que pensaba. Le di a su mano un apretón tranquilizador a cambio.

— ¿Cuándo te pregunte acerca de ese imbécil?

Él me miro como si me hubiera aparecido vistiendo jeans del año pasado.

—Um, ¿esta tarde? ¿Cuándo me llamaste? ¿No me dejaste decir una palabra? Hablamos de la invitación al Sumrun, ¿o no recuerdas eso tampoco?—Él sacudió su cabeza—Tengo que decir, que con tu escala de tonterías, me sorprendió que quisieras ser molestada por una enfermedad caminante como Fin, pero cada quien con sus gustos. Escuche que estabas en cosas raras.

La frente de Kale se arrugo.

— ¿Cuándo tuviste tiempo…?

Negué con mi cabeza.

—Yo no lo hice. —Le dije a Curd—No he hablado contigo desde el día en que nos presentamos en tu casa. —Una ola de nauseas se apoderó de mí.

Mercy.

Es por eso que mi agenda estaba abierta sobre el escritorio. Yo no había obtenido una victoria sobre Denazen, ellos habían obtenido una victoria sobre mí. La lista, los correos electrónicos, la fuga de Kale, todo había sido un montaje.

La voz de Curd se hizo eco a través de la niebla de mis pensamientos.

—Te ves un poco pálida, Dez. ¿Todo está bien?

No podía responder inmediatamente. Si abría mi boca, gritaría tan fuerte que mi cabeza estallaría.

— ¿Dez?—Algo se deslizo por encima de mi hombro. El brazo de Kale— ¿Qué está mal?

Me acorde de los correos electrónicos en la unidad flash. Por supuesto. Ellos necesitaban a alguien para obtener la ubicación de la fiesta. Quien mejor que yo. El Sumrun era uno de los mayores secretos de nuestra ciudad. Ellos podrían preguntarle a Alex, pero él les diría que no sabía. Mercy tenía mi voz y mi libreta de direcciones. Prácticamente le había entregado la ubicación en bandeja de oro.

—Tú me dijiste dónde se celebraría la fiesta de este año cuando hablamos por teléfono antes, ¿no?

Él asintió con la cabeza y se inclinó hacia adelante.

—Pensé que habías renunciado a todas esas…—se llevó los dedos a sus labios e inhalo profundamente—cosas.

—Ha sido un día realmente largo. ¿Me refrescas la memoria?

Curd suspiró.

—El viejo almacén Shop Rite por los muelles.

—Oh, cierto.

Piensa. Piensa rápido. Contemplé el decirle a Curd que algo grande estaba por suceder, pero decidí no hacerlo. ¿Qué bien haría eso? Nada de lo que dijera lo haría considerar cambiar el lugar a estas alturas del partido, y hasta donde yo sabía, Curd no sabía nada de los Sixes. Él me tomaría por loca o, mejor aún, drogada y se alejaría riéndose.

Necesitaba que la fiesta se celebrara, pero en mis términos, no en el de ellos.

—Oye, sé que la fiesta es en unos días, pero se me ocurrió una idea genial y olvidé mencionártela antes.

—Soy todo oídos, nena.

—Hagamos un rave de disfraces este año.

—No sé. Quiero decir, me encanta la idea pero ¿ya pensaste como podemos dar a conocer está nueva información a estas alturas del partido?

— ¡Por supuesto! Envía un correo electrónico masivo. ¡La gente correrá la voz!

—Esa es una buena idea. —Metió la mano en su bolsillo y sacó un paquete de Marlboro—Oye, ¿hacia dónde se dirigen? Puedo acercarlos antes de que llegue al edificio.

—Eso sería genial, gracias.

 

 

A pesar de que Ginger dijo que podíamos usar el hotel cada vez que lo necesitáramos, medio esperaba que fuéramos rechazados de camino a la puerta. Para mi sorpresa, sin embargo, fuimos escoltados hasta el tercer piso e instalados en una sola habitación con dos camas dobles. Diez minutos más tarde, después de que Kale terminara de revisar debajo de las camas y el armario, alguien llamó desde el pasillo. Cuando abrimos la puerta, no había nadie allí, pero un carrito lleno de comida variada, estaba solo.

— ¿Qué es esta cosa blanca y suave?—Preguntó Kale, sentándose frente a mí.

Ambos nos atiborramos de comida del carrito, comiendo como cerdos. No podía recordar la última vez que había comido tanto. Yo estaba a punto de estallar.

—Ese es un palito de queso frito. Más o menos el más venerado en su grupo de alimentos. En lo terrenal lo más cercano es el grupo alimenticio del chocolate. —Me incliné a través de la mesa y empuje un pequeño plato de la aun caliente salsa marinara a él. —Sumérgelo aquí y pensarás que has muerto he ido al cielo.

Hizo lo que le indiqué, y vi que sus labios se curvaban en una delirante sonrisa feliz. Un pequeño gemido salió de las profundidades de su garganta mientras masticaba su queso frito. El sonido, así como la sonrisa, me pusieron la piel de gallina. Tomé el vaso de agua al mismo tiempo que Kale lo tomaba también. Nuestros dedos se rozaron. Esto fue suficiente para hacerle olvidar el palito de queso.

Él se puso de pie, rodeando el carrito y llegó junto a mí en la cama antes de que tuviera la oportunidad de parpadear.

Señaló hacia el carrito vacío de comida, y dijo.

—Ellos nos han alimentado y nos han encerrado. ¿Puedo besarte de nuevo?

—Ellos no nos han encerrado, Kale. Somos invitados aquí, no prisioneros.

—Nos encerraron la última vez que estuvimos aquí. No éramos invitados.

—Las cosas eran un poco diferentes la última vez. Y no nos encerraron, pidieron que nos quedáramos en nuestra habitación. No sabían si podían confiar en nosotros. —Me deslicé abajo de la cama y me dirigí a la puerta— ¿Ves?—La abrí y salí al pasillo. Kale me siguió.

Miró hacia un lado y luego al otro.

— ¿Ahora confían en nosotros?

Me encogí de hombros.

—Tenemos la información que querían, así que supongo que sí.

— ¿Que tan lejos nos permitirían ir?

— ¿Que tan lejos? Podemos ir a donde queramos. No me refiero a las habitaciones de otras personas, obviamente, pero podemos irnos si queremos.

Kale pasó por delante de mí y se dirigió hacia las escaleras. Me aseguré de que tenía la llave de la habitación y cerré la puerta, y lo seguí. No se detuvo hasta que dio con el vestíbulo. La recepcionista le ofreció una sonrisa amigable, luego volvió a su periódico.

Kale la miraba con recelo dando pequeños pasos vacilantes hacia atrás. Ella lo ignoró.

— ¿Qué estás haciendo?—Pregunté, tratando de no reírme.

Sin embargo, Kale estaba serio. Puso su mano en la manija de la puerta y la recepcionista levantó la vista de su periódico para darle una mirada de verdadera confusión. Mirándola fijamente, Kale abrió la puerta y salió. No pasó nada.

Se quedó allí, al otro lado de la puerta de cristal gruesa, durante unos minutos antes de regresar adentro. La campana de encima sonó, y la recepcionista levanto la vista de nuevo.

— ¿Ustedes…necesitan algo?

Kale no respondió. En su lugar, empujó nuevamente la puerta y salió, esta vez dando varios pasos lejos del edificio.

Rodé mis ojos.

—Lo siento. Todo esto es un poco nuevo para él. —Abrí la puerta y arrastré a un muy aturdido Kale hacia adentro— ¿Podemos ir a dormir ahora?

Todo el camino de regreso a nuestra habitación nos tomó unos minutos porque todavía no quería entrar en el ascensor. Kale permaneció en silencio. Llegamos a la habitación, y saqué la llave. Kale se inclinó hacia delante, sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura. Su mejilla rozando mi cuello y un lado de mi rostro mientras caminábamos hacia adentro.

— ¿Esto está bien?—Susurró con su voz un poco ronca.

—Um…—Tragué saliva, luchando por mantener el control de mi voz—Por supuesto.

Él se apartó y se quitó su camisa, después, sin perder el ritmo, la mía se había ido también. Manos grandes giraron mi cuerpo para quedar frente al suyo y sus labios se reunieron con los míos mientras el fuego comenzó a surgir.

—Puedo verlo en tus ojos—él susurro entre besos—Sigues sin creer esto.

— ¿Hmm?—Un susurro era todo lo que podía manejar. Yo quería hablar menos y besar más.

Él se apartó y entrelazó sus dedos con los míos, manteniéndolos al frente de mí.

—Esto.

Suspiré. Fue una pena arruinar un beso tan apasionante y perfecto, pero parecía decidido.

—No es que no te crea, estoy siendo…—Traté de pensar en la palabra correcta—prudente.

Él frunció el ceño.

— ¿Prudente?

Obviamente no es la palabra correcta.

—Sé que todo esto es muy difícil de entender, pero…

—Sigues asumiendo que no sé nada en absoluto. Porque yo nunca he visto un DBD, o probado palitos de queso, o tenido a alguien que me haga feliz, ¿crees que no puedo entender lo que siento?

—DVD.

— ¿Qué?

—Es un DVD, no un DBD. Disco de Video Digital.

Me miró furioso.

—No soy estúpido. Sé que Alex te hizo daño. Sé que las cosas en tu vida han cambiado. Sé qué es ser prudente.

—Tú me preguntaste si tenía miedo de ti.

Él se apartó y pude ver un atisbo de miedo en sus ojos.

—Sí.

—Dije que lo estaba, en cierto modo.

—Lo hiciste.

—Eso es lo que quiero decir con prudente. Tengo miedo de ti, porque tengo que tener cuidado.

Su expresión cambio y parecía como si lo hubiera golpeado.

—Yo nunca te haría daño. No puedo…

—Eso no es a lo qué me refiero. Tengo miedo de la forma en que me haces sentir. Soy la primera persona que has sido capaz de tocar. Lo que sientes por mí no va a durar. Con el tiempo vas a querer algo más. A alguien más…

—Tú eres la única persona que me puede tocar, Dez.

—Por ahora. Recuerda, Ginger dijo que puedes aprender a controlarlo. Eventualmente, tú podrías tener una vida normal. Podrás ser como todo el mundo. Vas a querer salir con otras personas.

—No estás escuchándome. —Tiró de mí más cerca—Eres la única que puede tocarme. Algún día podría ser capaz de tocar a otras personas sin convertirlos en una polvorienta cáscara, pero eso no cambiará el hecho de que seguirás siendo la única que puede tocarme.

Él puso mi mano contra su pecho y la colocó sobre su corazón.

—No sé cómo te sientes, ni entiendo exactamente lo que quieres decir con salir con otras personas, pero si es esto—él apretó mi mano en su pecho—entonces estás equivocada.

Entonces me besó. No un dulce beso o un tirón tímido de los labios. Sino uno ardiente. Mi alma estaba desgarrándose como un martillo que golpea a un ritmo trepidante de mis dedos de los pies hasta la punta de los dedos de mis manos. Viva. Al igual que sus otros besos, eran los más fuertes y excitantes que jamás había tenido. Una emoción que tenía la intención de seguir todo el camino hasta el final esta vez.

Retrocedí hasta que estuvimos contra la pared.

— ¿Cómo me siento? ¿Quieres saberlo?—Pasé mis manos por su rostro, enredándolas en su cabello desordenado. —Esto es diferente a cualquier otra cosa. He saltado desde edificios, he saltado con un skate desde los techos. Incluso he hecho surf. Nada se compara a la emoción que siento al estar contigo. Has pasado por cosas terribles, y sin embargo eres una de las personas más amables y verdaderas que he conocido. Al principio pensé que era porque eras confiable. Que podía sentir algo por ti, porque no podrías lastimarme. No de la forma en que Alex lo hizo. Pero es más que eso. Eres tú. Quien tú eres. Tú forma de ser. Es todo, desde tu sonrisa hasta la forma en que siempre dices exactamente lo que está en tu mente. Tu alma, Kale. —Tomé una respiración profunda y temblorosa—Me aterra tener que decirlo, pero creo que podría estar enamoran…

—Te amo—dijo. Sus brazos me rodearon, los dedos clavándose en mi espalda baja. Deslizándolos hacia abajo, deslizándolos dentro de la parte de atrás de mis jeans. Sus palabras salieron densas y ardientes, raspaban cosquilleando un lado de mi rostro mientras él besaba el sendero desde mi barbilla a mi oído, y regresaba—Simplemente tú. Sólo tú. Siempre tú.

Lo aparté de la pared y retrocedí hacia la cama. Él me siguió, sin perder el contacto. Al igual que yo, la habitación, todo el mundo, se desvanecería si él me dejaba ir. Llegamos a la cama y me volví, rompiendo el beso. Se estiró hacia adelante, ansioso de reanudar el contacto, pero me resistí. Di un paso atrás e hice una exhibición de desabrocharme lentamente mis jeans. Kale dejo de luchar y se quedó inmóvil. Mirando fijamente, con los ojos fijos en mis manos mientras deslizaba mis jeans hasta el suelo. Cuando los pateé lejos, él se inclinó hacia delante para sujetar mis caderas. Un pequeño suspiro de satisfacción salió de sus labios mientras reanudaba el contacto, tirando de mí más cerca.

Dejé que me tirara encima de él antes de tomar sus dos muñecas y las fijara a sus costados. Plantando pequeños besos en todo el trayecto desde el cuello hasta el ombligo, sonreí. El Reaper. Mi Reaper. Retiré mi cabello a un lado y levanté la cabeza para mirarlo.

— ¿Cómo se siente? Cuéntame.

Los músculos de sus brazos se tensaron y sus piernas se pusieron rígidas.

—Es increíble—jadeó cuando reanude mis besos, cayendo por debajo de su ombligo. Desabrochando sus jeans, los empuje hacia abajo unos cuantos centímetros y me detuve por encima de la cinturilla de sus boxers por un momento antes de tirarlos hacia abajo, junto con sus jeans. A medida que mis dedos rozaron su cadera, saltó, aspirando aire con fuerza—Oh Dios…

Con cada jadeo superficial de asombro y jadeante respiración. Kale me llevó más alto. No había techo con él. La felicidad se extendía por siempre. Cada momento que pasaba con él parecía encontrarme en un lugar nuevo, sintiendo algo nuevo. Yo no había amado a Alex. Me preocupaba por él, sí, pero yo no lo había amado. Ni una sola vez en todo el tiempo que pasamos juntos nunca sentí algo como esto. Libre. Eufórica. Contenta.

De mala gana, me alejé. El tema de la protección era una tontería teniendo en cuenta su vida antes de mí, pero todavía me sentía como si fuera algo que ambos necesitábamos decir.

—Um, nunca has, quiero decir, obviamente, esta es la primera vez…

Arrastró un dedo a través de mi hombro desnudo.

—Por supuesto que no. —Frunció el ceño y añadió—Sin embargo, tú sí.

Era la última cosa que él querría escuchar, pero no quería mentiras entre nosotros.

—Esto es un poco raro…me refiero a que Alex y yo…

Traté de alejarme, pero él me detuvo.

—Eso fue tu pasado. Yo soy tu futuro. ¿No existe más Alex?

—No más. Sé lo que quiero. Sólo quería que supieras que nosotros, quiero decir estoy tomando la píldora porque ya he…Así que no puedo…—Dios. Me sentí como un idiota.

Kale no pareció darse cuenta. Él sonrió y me acercó de nuevo. Cuando me besó, todo lo demás se desvaneció. Nuestra ropa interior y los jeans de Kale se unieron con los míos en el piso del hotel. Decidí ponerme encima de él, avanzando lentamente, mientras veía su cara.

—No—dije, cuando cerró sus ojos—Mírame, por favor.

Sus ojos azul hielo ardían mientras tomaba mi rostro y me atraía hacia él.

—Por favor…—suplicó—Necesito…

—Está bien—le susurré, mi propia voz áspera—Adelante.

Antes de que supiera lo que pasaba, Kale estaba encima de mí, mechones de cabello negro caían hacia adelante. Extendí la mano y los aparte, quería ver su rostro, no, necesitaba ver su rostro. Sus ojos nunca dejaron los míos. Con cualquier otra persona, en cualquier otra circunstancia, ese tipo de escrutinio me hubiera hecho avergonzarme, a pesar de mi auto confianza. Con Kale era diferente. Él no me contemplaba, él me veía. Más claramente que cualquier otra persona que me haya visto. Era como una droga, y yo necesitaba más. Yo siempre necesitaría más, y eso seguía asustándome un poco. Kale era realmente una necesidad de la cual yo nunca conseguiría lo suficiente. Mi nirvana.

—Esto no puede ser real—dijo entre dientes—Yo no lo merezco…

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