Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

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V. LAS PIRÁMIDES DEL IMPERIO MEDIO » El retorno a la pirámide

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EL RETORNO A LA PIRÁMIDE

Los acontecimientos del I Período Intermedio, que relatamos en el capítulo anterior, provocaron una seria crisis en el país y este hecho marcó profundamente al aspecto religioso. Ello se puede comprobar en los enterramientos reales y, si bien no tenemos apenas datos de los reyes que formaron parte de este período, los restos arqueológicos dejan a la luz unas pobres moradas para la eternidad[80]. Sabemos que durante este período se elevaron pirámides, como la que un rey de la VIII Dinastía se hizo construir en Saqqara Sur, si bien es verdad que no se parecía ni de lejos ni siquiera a las pequeñas pirámides de la VI Dinastía.

Durante el Imperio Medio nace una nueva forma de pirámide, que dista mucho de las magníficas construcciones del Imperio Antiguo, y la prueba es que ninguna de ellas ha llegado en buen estado a nuestros días. Un ejemplo de lo que estamos hablando es la entrada a la pirámide, que originalmente se situaba en la cara norte totalmente camuflada. Las últimas pirámides del Imperio Medio prácticamente colgaban un letrero que ponía «por aquí a la cámara funeraria». Asimismo, ya no se construían pirámides satélites para la reina, sino que eran enterradas con sus esposos. Cabe resaltar una característica que unió a todos los arquitectos reales: el regreso al diseño de la Pirámide Escalonada. Muchas de ellas albergaron en su cámara funeraria, el lugar más secreto e íntimo de la pirámide, referencias inequívocas hacia Djeser Netherijet, en lo que podríamos incluso denominar como un tributo personal de los reyes de la XII Dinastía.

No obstante, a veces hacemos referencia a las pirámides del Imperio Medio, y solemos pensar que las dos dinastías que componen este período hicieron construir sus tumbas basándose en la forma piramidal que se había iniciado siglos atrás con el noble arquitecto Imhotep. Y sin embargo, los reyes de la XI Dinastía conservaron el esquema tradicional de las mastabas del Imperio Antiguo, esto es, una serie de corredores que desembocaban en la cámara funeraria con un conjunto de habitaciones adyacentes que hacían las veces de almacenes. Si bien desconocemos el lugar donde fueron enterrados Mentuhotep I y Mentuhotep IV, el resto del linaje parece estar muy unido al área de Deir el-Bahari. En este lugar, Mentuhotep II excavó su tumba en lo que se conoce como ‘La colina de Thot’, y a pocos metros de distancia erigió su santuario funerario. Esta construcción tenía un enorme parecido con las pirámides del Imperio Antiguo, y además llevaría el nombre de ‘Santuario de millones de años’. El lugar no fue escogido al azar, ya que rodeando por doquier al conjunto funerario se hallan las mastabas de los antepasados de Mentuhotep, el linaje de los Intef. La discusión sobre esta morada para la eternidad está servida. Para algunos especialistas, no existe ninguna duda de que Mentuhotep rompió con todas las tradiciones antiguas respecto a la forma de los enterramientos. Y es que este lugar fue una increíble sucesión de terrazas que se unían a la roca natural. Sin duda alguna, el santuario de Hatshepsut de Deir el-Bahari es una viva imagen. Otros egiptólogos, sin embargo, coinciden al señalar que este hecho vino derivado de una copia de las mastabas que los nobles tebanos se habían hecho construir durante el I Período Intermedio. No obstante, no se ha encontrado una sola morada para la eternidad de semejante composición arquitectónica.

Podríamos dividir este conjunto arquitectónico en tres secciones: una parte edificada, otra parte colgante y una tercera excavada en plena roca. Para acceder al santuario era necesario cruzar una amplia calzada rodeada por estatuas del dios Osiris. En la zona occidental se alzaba la fachada del edificio. Se había erigido una serie de pilares que sostenían la parte colgante, que desembocaba directamente en un pórtico de piedra caliza. Una rampa permitía el acceso a una terraza. En el pórtico de entrada el rey había hecho tallar las escenas de sus batallas. Existió también una zona que los egiptólogos han bautizado como «ambulatorio», donde se colocaron un total de ciento cuarenta pilares, en un orden de dos hileras en el lado oeste y tres hileras en cada uno de los lados restantes. El segundo nivel comunicaba con la roca del acantilado. Aquí se excavaron varias moradas para la eternidad. A doce metros de profundidad, totalmente en piedra caliza, está la morada para la eternidad del rey. Constaba de dos secciones: una capilla hecha del más fino alabastro, donde el Ka del rey difunto reviviría eternamente atravesando las fronteras del tiempo; y la propia cámara funeraria. Según la reconstrucción que los egiptólogos han hecho de este complejo, lo encontraríamos culminado por una pirámide. En lo que concierne al misterioso Mentuhotep IV, su morada para la eternidad todavía no ha sido identificada. Se cree que estaría, muy posiblemente, también en la zona de Deir el-Bahari. Asimismo, se le atribuye un ‘Santuario de millones de años’, muy cerca del Santuario de Hatshepsut. Realmente, la edificación debió causar asombro en su época, pues constaba de una parte que se levantaba sobre la roca y otra colgante, que se unía a la fachada principal del edificio mediante una serie de pilares. En este, su centro religioso que alimentaría a su Ka por toda la eternidad, Mentuhotep II hizo que se representaran sus gestas militares, acontecidas en la reunificación del país.

Como dijimos, las hipótesis de por qué Mentuhotep eligió esta forma arquitectónica nos deja al aire una pregunta casi obligada. ¿Por qué sus sucesores se volvieron hacia la pirámide y abandonaron el nuevo canon? Lo cierto es que, si tomamos un plano que nos muestre la reconstrucción de dicho templo funerario y la comparamos con el santuario de Hatshepsut, salta a la vista el parecido. ¿Por qué esta reina de la XVIII Dinastía eligió imitar aquel modelo? Tal vez la respuesta esté en la figura de Senenmut, aunque no adelantemos acontecimientos.

Lo único cierto es que ignoramos si Mentuhotep IV eligió para el Más Allá la misma forma a modo de terrazas. Sin embargo, la llegada de Amenemhat I no sólo marcaría el punto de regreso a la pirámide, sino que es un momento en el que se quiso imitar el Egipto del Imperio Antiguo, así en la vida como en la muerte. Es un hecho incontestable que toda la historia de este período tiene su vista puesta en los días de la Edad Dorada, aunque, como podremos comprobar, tan sólo pudieron poner el empeño. Así pues, cuando hablamos de las pirámides del Imperio Medio, nos estamos refiriendo a los reyes de la XII Dinastía, el linaje de los Amenemhat y los Senwosret, si bien es cierto que los reyes de la XIII Dinastía se hicieron construir modestas pirámides, e incluso podemos afirmar que la forma piramidal fue el elemento predominante en los tebanos de la XVII Dinastía, aunque, eso sí, formas piramidales que nada tienen que ver con las que estamos a punto de conocer. Las ruinosas pirámides de este período nos muestran que los monarcas sí desearon retornar a la forma primigenia, pero o bien no pudieron o bien no pusieron ni el empeño ni los medios necesarios para ello. La mejor forma de comprenderlo es pasar a describir las pirámides de los reyes de la XII Dinastía.

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