Supernova

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Capítulo 12

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Para cuando Tsunami y Torrente dominaron las llamas en Wallowridge, la casa estaba en ruinas al igual que la mayoría de las construcciones vecinas. Ruby les había enviado un mensaje a los padres de Adrian para contarles el regreso de Danna y lo de Nova… lo de Pesadilla.

El estómago de Adrian seguía repleto de nudos y no pudo evitar el impulso de negación que eclipsó sus pensamientos, incluso ahora. Después de haber dicho las palabras él mismo. Estás arrestada, Pesadilla. Incluso después de haber ordenado toda la evidencia que había estado almacenando en su mente, de alguna manera, parecía ser tan obvio una vez que ubicaron la última pieza del rompecabezas y sin embargo…

No tan obvio.

Tenía que ser Nova. Por supuesto. ¿Quién más tenía semejante conocimiento interno sobre el Agente N, el Talismán de la Vitalidad, el casco y la seguridad del cuartel general? ¿Quién más era tan observadora, inteligente y determinada?

Nova adoraba a Max. Pesadilla había intentado salvarlo.

Pesadilla aborrecía al Centinela. Nova había hecho poco para disimular sus sentimientos similares hacia el vigilante.

Nova estuvo en la casa de Adrian la noche en que el Talismán de la Vitalidad desapareció y… cielos, él se había quedado dormido. La estaba besando y luego se había quedado dormido. Era un idiota fantástico por no hacer la conexión antes.

Hasta sus superpoderes estaban relacionados. Nova nunca dormía. Pesadilla podía hacer dormir a los demás. Existía un balance armonioso que no era poco común en el mundo de los prodigios.

Eran tan obvio.

Y aun así.

Aun así.

La negación seguía allí, gritaba dentro de su cráneo. Su puño encerraba con tanta fuerza el brazalete que le había quitado que la filigrana estaba dejando pequeñas marcas en su palma.

Nova no. No podía ser Nova. La chica que había irrumpido en el área de cuarentena para ayudar a Max cuando se lastimó. La chica que había estudiado el arte de Adrian con tanta fascinación. La chica que se había quedado dormida en sus brazos.

La chica que lo había besado y él sabía –sabía– que ese beso no había significado nada. No podía haber sido simplemente una mentira, una manipulación. No, él lo había sentido. Había estado tan seguro de que ella sentía lo mismo por él que él por ella.

Pero luego… lo había hecho dormirse.

Había sido ella. Su poder. Su toque.

Gruñó, frotando una mano sobre su cabello mientras caminaba de un lado a otro en frente de los restos chamuscados de la casa.

Nova… no, Pesadilla. Tenía que empezar a pensar en ella como Pesadilla. Ni siquiera sería retenida temporalmente en el cuartel general o en la prisión de mediana seguridad que estaba a unos kilómetros afuera de la ciudad, como hacían con algunos criminales cuando se decidía que era el mejor lugar para ellos. No. Había sido llevada en un vehículo blindado directamente hacia el muelle, donde un barco estaría esperando para llevarla a la Penitenciaría Cragmoor.

Ya había demasiada evidencia acumuladas en su contra, a pesar de que, hasta ahora, solo tenían testimonios de oídas y elementos circunstanciales. La acusación de Danna y muchas coincidencias. Demasiadas coincidencias.

Lo único que necesitaban ahora era un rastro de evidencia. Una prueba real. El casco de Ace Anarquía entre los escombros de su casa. O el Talismán de la Vitalidad o la máscara de Pesadilla, su uniforme o cualquiera de las armas que había utilizado durante los últimos años. O algo que la conectara con los demás Anarquistas. Prueba de que estaba involucrada con Cianuro o la Abeja Reina, el Titiritero o Phobia, o incluso con el propio Ace Anarquía.

Se dio cuenta que deseaba que Danna estuviera allí. Ella tenía inteligencia sobre los Anarquistas con la que el resto del equipo solo podía especular y su perspectiva podría ser invaluable. Pero Ruby había insistido en que Danna fuera al cuartel general para que la revisaran los sanadores mientras el resto del equipo buscaba a Pesadilla. Había sido la decisión correcta –Danna había estado a punto de volver a colapsar cuando les dijo la verdad de la identidad de Nova–, pero eso no cambiaba el hecho de que Adrian quería a todo su equipo trabajando en este momento.

Necesitaba estar rodeado de personas en las que sabía que podía confiar.

Cuando las últimas llamas finalmente se extinguieron. Tsunami junto a Torrente y a otro elemental de fuego que era inmune a las quemaduras, se abrieron paso hacia los restos esqueléticos del edificio. Les pidieron que esperaran afuera hasta que se declarara que era seguro entrar.

Molesto, Adrian volvió a caminar de un lado a otro en la acera, haciendo su mejor intento para ignorar las miradas compasivas de sus amigos.

No necesitaba poner un pie en las ruinas de la casa para saber que esta no había sido una explosión normal o un incendio común. Había visto los efectos que el fuego había causado en la Biblioteca de Cloven Cross, pero esto era completamente distinto. Había intenso olor a humo mezclado con el aroma punzante de compuestos químicos. Las marcas en los ladrillos de las paredes de los vecinos brillaban con una capa nacarada y la destrucción era mucho más amplia de lo que Adrian hubiera esperado. No solo los materiales inflamables perecieron ante las llamas. Las cortinas, los suelos de madera, los muebles tapizados y las paredes interiores con marcos de madera.

La mezcla de sustancias que estuvo involucrada con esta explosión había causado una ola de calor tan extrema que incluso parte del frente de piedra se había derretido con la explosión. Las ventanas estallaron, pero parte del vidrio roto se había fundido en charcos plateados en el pavimento, que comenzaban a solidificarse a medida que se enfriaban.

Puede que Adrian no tuviera permitido entrar, pero por lo que podía ver, no quedaba mucho. El techo ya no estaba –supuso que se había desintegrado–, aunque había evidencia de algunos restos de tejas y ladrillos de la chimenea dispersos por la calle. No quedaba nada de las paredes interiores, solo una nube espesa de polvo y uno que otro fragmento de yeso. Donde había estado el suelo, ahora había un cráter vacío desde donde se asomaban los cimientos de la casa.

Si en la casa había alguna evidencia que probara la identidad de Pesadilla o su conexión con los Anarquistas, Adrian no era muy optimista. No creía que siguiera allí.

Pensó que su única esperanza sería encontrar el casco. Estaba seguro de que podría sobrevivir incluso este trauma. Si lo encontraban en la casa de Nova, tendrían toda la prueba que necesitaban.

Sería el fin de Pesadilla, la villana que los había atormentado todos estos meses.

¿Y si el casco no estaba allí?

Bueno, todavía había suficiente evidencia en su contra. Hasta esta explosión parecía probar su culpabilidad. Pesadilla debe haber sabido que su identidad estaba comprometida y entonces ella o alguno de sus aliados había preparado esta explosión para evitar que los Renegados incautaran sus pertenencias.

Tenía sentido.

Pero Adrian no podía alejar sus pensamientos del momento en que Nova bajó corriendo por las escaleras y lo empujó por la puerta. El pánico en su expresión había sido palpable. El terror que sentía mientras lo arrastraba lejos de la casa era innegable.

Podría haber estado pensando en salvar su propia vida, pero… Adrian no creía que fuera el caso. También intentaba salvarlo a él.

No podía lograr convencerse de que era todo un acto.

¿Y si Nova –no, Pesadilla– se preocupaba por él? ¿Si realmente se preocupaba?

No importaría.

Porque ella era una villana y una Anarquista. Era su enemigo. Le había mentido todo el tiempo.

Contuvo la bilis que quemó repentinamente su garganta.

Odiaba a Pesadilla. La despreciaba con todo su ser.

Se repitió esos pensamientos una y otra vez, esperando que desapareciera la molesta punzada en sus entrañas si solo seguía recordándose la verdad.

La odio. La odio. La odio.

–¿Sketch?

Alzó la cabeza. Tsunami estaba parada en el marco oscurecido de la puerta principal de la casa, sus guantes blancos estaban manchados con una ceniza plateada.

–Hemos decidido que es seguro que los forenses y el equipo de limpieza comiencen a inspeccionar la casa. También eres bienvenido a mirar adentro. Pero… estoy segura de que has notado que no hay mucho para ver.

Exhalando le hizo un gesto con la cabeza a Ruby y Oscar. Tsunami desapareció en el interior de la casa, pero Adrian no llegó a dar dos pasos cuando sintió una mano sobre su brazo.

–¿Sabes? No tienes que entrar –dijo Ruby.

–Escuchaste a Tsunami –su mandíbula se tensó–. Es seguro –había un claro dejo de resentimiento en su voz, pero no le importó. Estaba resentido. Y enojado. Y dolido.

–No me refiero a eso –Ruby inclinó su cabeza, su rostro estaba empapado de compasión–. Deja que se ocupe el equipo de limpieza. No tienes que hacerlo tú.

–De hecho, sí tengo que hacerlo yo –reprochó–. La conocía mejor que nadie. Debería haber descubierto la verdad.

–Nos engañó a todos, Adrian, no solo a ti. Era mi amiga. Vino a ver a mis hermanos competir en esa estúpida Olimpiada de Acompañantes. Bailó con Oscar en la gala. Ella…

–Me besó –la interrumpió–. Me hizo creer que… –su voz perdió intensidad, justo antes de confesar las brutales palabras que habían estado aferrándose a él desde el momento en que descubrió la verdad. Podría estar enamorado de ella.

Pero no era cierto. No era real. Nunca había sido real. Ruby se tensó.

–Adrian…

–Además –continuó–, no nos engañó a todos. Danna la descubrió hace semanas.

–Lo que sigue siendo mucho tiempo después de que se uniera a nuestro equipo. ¿Recuerdas que Danna le llevó un paquete con cosas que podría necesitar cuando estuvo en el ala médica? ¿Y no cenó en tu casa, con tus papás? Honestamente, si pudo engañar al Consejo, entonces…

–Debería haberlo sabido –Adrian liberó su brazo de un tirón–. Es tan obvio, ¿no?

Cerró los ojos con fuerza mientras sus recuerdos lo invadían. La biblioteca. El carnaval. Su propio sótano. Tuvo un escalofrío cuando pensó en esa noche y, por primera vez, no fue un buen escalofrío.

–Debería haberme dado cuenta antes y todos lo sabrán –dolía demasiado ver la lástima de Ruby, así que se volteó hacia Oscar. Tristemente, su expresión no era mucho mejor–. Ahora no importa. Finalmente sabemos quién es Pesadilla. Fue capturada al igual que Ace Anarquía. El bien contra el mal. Los Renegados vuelven a ganar –gesticuló hacia la casa–. Ahora entremos y veamos qué más podemos aprender de nuestros enemigos.

En el momento en que Adrian atravesó la entrada de la casa, supo que no descubrirían mucho. La casa no era más que un esqueleto de paredes de piedra y hasta esas superficies parecían marchitas, como si se hubieran acercado demasiado al sol. Tsunami y los otros estaban en el sótano, de pie sobre ceniza y tierra ennegrecida entre los cimientos. Podía ver por su consternación que solo cumplían con el procedimiento. En realidad, nadie esperaba encontrar algo útil en esta investigación.

Adrian se adentró unos pasos, avanzó con cuidado por el costado de una pared. Se sorprendió al ver un pasillo y un baño a su izquierda, todavía podía ver los restos del papel tapiz sobre el yeso y una barra para toallas colgando de un tornillo, hasta que se dio cuenta de que estaba viendo la casa abandonada del vecino. La pared que una vez las había separado había desaparecido.

Avanzó unos pasos más, aunque no estaba seguro de por qué se molestaba. En algún punto, se dio cuenta de que Ruby y Oscar no lo seguían. Seguían en la entrada, asomándose al espacio hueco que había sido el hogar de Nova. No había nada allí.

Detectó movimiento por el rabillo de su ojo, se volteó y miró al espejo ovalado que colgaba sobre el lavabo de un salón lejano.

El lavabo de cerámica tenía una gran grieta y medio espejo parecía haberse deformado por la explosión química. Su superficie ahora estaba distorsionada y ondulada. El movimiento había sido el propio reflejo de Adrian.

O eso es lo que pensó al principio, hasta que otro rostro apareció en el reflejo. Una chica, pálida, hechizante y casi familiar…

Se sacudió sorprendido, pero, antes de que pudiera gritar, el fantasma había desaparecido. Sus propios ojos lo miraban, muy abiertos y sin pestañear. Frotó sus palmas sobre sus ojos intentando aclarar su visión.

Genial. No solo tenía que soportar un corazón roto y una traición debilitante, ¿ahora tenía alucinaciones de Pesadilla?

Pesadilla. Se dio cuenta cuán apropiado era su alias.

Apretando los dientes, volvió a la entrada.

–Esto no tiene sentido –masculló mientras pasaba al lado de Ruby y Oscar–. Volvamos al cuartel general y veamos cómo está Danna.

Casi se estrella con una figura en la calle. Retrocedió sorprendido.

–Oh, lo lamento, Urraca –dijo asimilando la máscara para polvo de la chica y su cejo fruncido permanente–. Estaba distraído –hizo un gesto de indiferencia hacia la casa–. Debería ser un trabajo sencillo. No hay mucho que revisar.

Con los hombros encorvados comenzó a bordearla.

–Debes sentirte como un tonto.

Adrian se congeló. Lo invadió una mezcla de enojo y vergüenza por el tono arrogante de Urraca. Quería tener una respuesta rápida, pero la verdad inevitable apagó ese deseo rápidamente.

–Sep –murmuró–. Entre otras cosas.

Urraca se apoyó sobre la baranda de la escalera. En la calle de enfrente, otros dos miembros del equipo de limpieza bajaban de un vehículo de los Renegados con montañas de elementos.

–Nunca me cayó bien –dijo Urraca.

Adrian apretó los dientes, recordando la manera en que se le ponían los pelos de punta a Nova cada vez que Urraca estaba cerca.

–Estoy seguro de que el sentimiento era mutuo.

me gustaba ese brazalete –Urraca se quitó la máscara de polvo y su mirada se fijó en el puño cerrado con fuerza de Adrian. Él retrocedió instintivamente–. ¿Qué piensas hacer con él?

Miró hacia abajo y con cierto desgano, extendió sus dedos. El brazalete de Nova brilló hacia ellos. El delicado metal cobrizo que había rodeado su muñeca desde el día que la conoció y, probablemente, desde mucho antes. El broche que una vez había arreglado él mismo, antes de que tuviera alguna idea sobre quién era ella, de qué era.

Lo que significaría para él.

Y allí estaba la estrella. Brillaba levemente, emitía su luz dorada sobre el polvo suspendido en el aire que lo rodeaba. Era cálida al tacto y desde que la quitó de la muñeca de Nova, podría jurar que vibraba, casi como si estuviera viva.

Quería saber por qué Nova la había tomado de la estatua en su sótano. Quería saber qué era, qué podía hacer y cómo era posible que existiera en primer lugar. No estaba en su mural, pero estuvo en el sueño de Nova, el que había intentado recrear con su mejor esfuerzo.

Todo hacía que le girara la cabeza.

Pero además de eso, una parte profunda de él quería deshacerse de esa cosa y no volver a verla nunca más. Incluso sostenerla ahora, recordar esa noche en su jungla hecha a mano y a Nova respirando suavemente mientras se quedaba dormida en sus brazos hizo que se le helara la sangre.

Ella era Pesadilla. Siempre había sido Pesadilla.

–No lo sé –respondió finalmente y volvió a cerrar su puño sobre el brazalete, bloqueando la luz de la estrella–. Supongo que se lo entregaré al departamento de artefactos.

–Puedes dármelo a mí –ofreció Urraca en un tono quizás demasiado apresurado, un poco insistente.

Adrian se tensó.

Al darse cuenta de que se había acercado demasiado, Urraca dio un paso hacia atrás precipitadamente.

–Quiero decir, para que lo lleve al cuartel general. Lo entregaré con el resto… ya sabes, con lo que sea que encontremos aquí hoy. Lo catalogaré y… lo que sea. Puedo ocuparme de eso por ti.

Los dedos de Adrian se tensaron. Un instinto sutil le advertía que no dejara ir el brazalete. Que tenía un significado que todavía no había descubierto.

También, algo en la expresión de Urraca, un dejo de desesperación, lo ponía nervioso. Un susurro de intuición le decía que estaba mintiendo. ¿Realmente lo entregaría en el cuartel general?

La esperanza de Urraca se ensombreció, frunció el ceño y extendió su mano con la palma hacia arriba.

–Por favor, Sketch. Es mi trabajo, no el tuyo.

Adrian la miró desde arriba y encontró su pequeño argumento sorprendentemente persuasivo. Era parte del equipo de limpieza. Era una Renegada.

Y detestaba la idea de cargar esta estrella por un minuto más.

–Dudo que encuentres algo más para entregar –dijo–. Pero supongo que no importa –ignorando su reticencia, dejó caer el brazalete en su palma. Su mano lo atrapó inmediatamente, como si estuviera asustada de que se arrepintiera.

»No lo pierdas. Ese brazalete significa algo para No… Pesadilla. Podría ser importante para nuestra investigación.

–¿Crees que soy nueva en esto? –la cara seria de Urraca no se relajó.

Guardó el brazalete en un bolsillo de su uniforme y avanzó hacia la casa desolada sin decir otra palabra.

El nudo en el estómago de Adrian se alivió apenas un poco al liberarse de esa cosa. Cuanto antes pudiera olvidar cada momento feliz que había compartido con Nova McLain, mejor.

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