Supernova

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Capítulo 13

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Las olas de la bahía Harrow Bay se estrellaban contra el pequeño barco y enviaban rocíos de agua hacia el interior del bote. Dentro de la cabina con bancos de plástico atornillados al suelo, Nova observaba el goteo de la condensación en el vidrio. Intentaba ignorar a los dos guardias que estaban parados en cada punta de la cabina y que no quitaron sus ojos de ella ni una sola vez. Además de ellos, estaba sola, era la única prisionera en este viaje en ferry particular, con destino a la Penitenciaría Cragmoor. Vio el edificio erigirse entre la pesada niebla y las olas turbulentas como una fortaleza medieval, rodeada de acantilados dentados y de un mar implacable. Nova tembló al verla, pero podría haber sido por el aire glacial dentro del barco.

Cuando llegaron al viejo muelle, liberaron la cadena que conectaba sus esposas con el gancho de hierro en el suelo. Los guardias la sujetaron por los codos, con cuidado de no tocar su piel mientras la escoltaban fuera del barco. Uno de ellos asintió amistosamente como despedida al capitán del barco, quien tocó el ala de su sombrero como respuesta. Nova casi rio por cuán normal pareció esa interacción aquí, en esta isla brutal, donde nada podía ser normal.

Dos guardias más y el director de la penitenciaría estaban esperando al final del muelle. La metieron en un vehículo motorizado y una vez más, encadenaron sus manos, esta vez a un gancho en el techo del vehículo. Nadie habló mucho. El director conversó de cosas triviales con el guardia que conducía, pero hablaban demasiado bajo como para que Nova pudiera comprender algo por encima del rugido del motor. Celebró que la dejaran sola, inspeccionaba los muros de la prisión mientras el coche bordeaba las curvas angostas a la par del acantilado.

A medida que el terreno se nivelaba, vio las torres de guardias controladas por Renegados en uniformes grises familiares. Dos tenían armas, los demás no tenían armas visibles, pero sabía que eso solo significaba que sus superpoderes eran tan peligrosos que las armas eran innecesarias.

El muro que rodeaba la prisión era de piedra gruesa y estaba coronado con alambre de púas. No era ninguna sorpresa. Tampoco lo fue el portón que se abrió para dejar pasar al vehículo. El edificio principal de la prisión era una estructura rectangular en el centro del complejo, construido solo con una visión utilitaria en mente. Sin ventanas. Por lo que Nova podía ver, y por lo que sabía de los planos, solo había una puerta. Sabía qué esperar, pero, de alguna manera, la sorprendió de todas formas: la lúgubre desesperación del lugar.

No fue llevada directamente a las celdas sino a un edificio más pequeño que sí tenía ventanas, aunque eran muy angostas y estaban cubiertas de años de lodo impulsado por el viento incansable de la isla. Un hombre en un escritorio habló brevemente con el director antes de completar un registro. Volteó la página hacia Nova y le pidió que firmara en la caja.

Sintiéndose entumecida hasta los huesos, Nova miró las palabras en la página mientras uno de los guardias liberaba su mano derecha para que pudiera sostener el bolígrafo. La fecha y la hora estaban borroneadas, pero el nombre fue un profundo alivio: Nova McLain. Al verlo se sobresaltó y supo que todavía no habían descubierto su nombre real. Lo seguía un número de prisionero, 792, y su alias. Pesadilla.

Su mano temblaba cuando tomó el bolígrafo, que estaba atado al escritorio en caso de que alguien intentara apuñalar al empleado con ella.

Antes de que pudieran detenerla, tachó el Pesadilla y garabateó Insomnia.

–¡Ey! –dijo el hombre detrás del escritorio mientras intentaba alejar el libro de ella incluso mientras Nova firmaba su nombre en la caja en blanco apresuradamente. Él y el director intercambiaron miradas desaprobatorias.

–Está bien –dijo el director–. Solo terminemos con esto. ¿Ya le asignaron una celda?

–Tengo algunas opciones –respondió el empleado administrativo, todavía lucía molesto por el pequeño acto de rebeldía de Nova–. ¿Estará en solitario como el último?

–Por favor –resopló el director con desdén–. Hace que la gente duerma. Debe ser la habilidad menos amenazante que tenemos en esta isla.

–Entonces será la celda B-26 –gruñó el hombre detrás del mostrador.

Una vez que la registraron, llevaron a Nova a una pequeña habitación de concreto y le entregaron un mono a rayas. Le quitaron completamente las esposas y Nova frotó sus muñecas, no solo por el dolor que le causaron las medidas de seguridad, sino también para confirmar que el vacío que sentía era real. Su brazalete ya no estaba. Adrian realmente se lo había quitado, la única conexión que tenía con su padre.

Un guardia femenino la vigiló mientras se cambiaba y le instruyó que colocara sus pertenencias en un cesto que apareció en una pequeña apertura en la puerta. No importaba. Podían quemar sus prendas y las botas de Renegada. Lo único que le importaba, ya se lo habían quitado.

Bueno, lo único además de su libertad. Su familia. Su futuro.

Apretó los dientes, castigándose a ella misma por pensar en ello. Ni siquiera había estado allí un día. Ni siquiera había visto su celda. Era demasiado pronto para rendirse.

Se estaba poniendo el mono cuando sintió un pinchazo en la espalda, justo entre la columna y el omóplato izquierdo. Gritó y se volteó. La guardia estaba sosteniendo un dispositivo que se parecía a la pistola de ondas de choque casera de Nova.

–¿Qué fue eso? –gritó Nova mientras se estiraba hacia el punto ardiente en su espalda. Sintió algo duro incrustado en su piel.

–Un rastreador –respondió la guardia con voz aburrida, apoyando su arma en un costado–. Los prisioneros solían intentar escaparse. Ahora, casi les pedimos que lo hagan. No llegarán lejos con estos y puede que las cosas se pongan un poco interesantes por un día o dos.

Nova metió sus brazos en las mangas y cerró sus botones.

–Podrías haberme advertido.

–¿Ah? ¿Y te hubieras quedado quieta y dicho “gracias, señora” cuando terminara? Serías la primera.

Volvieron a esposarla, los mismos guardias la rodearon y guiaron a Nova finalmente a través de un campo enlodado hacia las celdas. Desde que capturaron a Ace, Nova pasó mucho tiempo intentando imaginar cómo sería el interior de la Penitenciaría Cragmoor y ahora intentó reírse de eso, después de todo, estaba recibiendo un tour VIP. Sabía que la estructura exterior del edificio original estaba relativamente intacta, pero el interior había sido demolido y reconfigurado un par de veces hasta que comenzaron a albergar prodigios. Sabía que la prisión era remodelada y alterada constantemente para contener a nuevos superpoderes y a las múltiples complicaciones que les causaban a sus captores.

Pero nada de lo que había leído le proporcionó mucha información sobre cómo era el interior de la prisión. Se había imaginado niveles de celdas a lo ancho del edificio, unidos por pasillos angostos y barandas altas.

La realidad no era nada como eso.

Al entrar al edificio fue recibida por un amplio espacio abierto que se extendía de una pared a la otra. Luego, su mirada viajó hacia arriba, hacia donde el techo estaba reforzado con vigas de acero casi cinco pisos sobre su cabeza. Las celdas, cada una en una caja solitaria, estaban suspendidas desde las vigas con cables gruesos.

De hecho, había un pasillo angosto, pero en vez de conectar las celdas, formaba un perímetro en la pared que los rodeaba, donde los guardias podían circular y vigilar a los reclusos.

Si había prisioneros dentro de las celdas suspendidas, no podía verlos desde abajo. El lugar estaba inundado por un silencio de muerte, el silencio se completaba con el aullido del viento contra las paredes exteriores y luego con sus propios pasos.

Los números de las celdas estaban marcados con aerosol en las paredes de piedra, se detuvieron delante de la B-26. Su guardia asintió con la cabeza hacia una habitación en el segundo nivel rodeada de vidrio teñido de negro. Un segundo después, el sonido de engranajes rechinando hizo eco a su alrededor y una de las celdas comenzó a descender. Nova observó su lento descenso, parte de ella deseaba que cayera, la aplastara y terminara esta experiencia horrible antes de que siquiera empezara. Una vez más, se maldijo a sí misma por sentirse tan desesperada. Era una Anarquista. Era la sobrina de Ace Anarquía. Nunca se desesperaba.

Pero era difícil convencerse de eso ahora. Cuando la celda golpeó el suelo con un sonido metálico, se encontró escaneando un ambiente que era un tercio del tamaño de su habitación en Wallowridge, y hasta eso se había sentido pequeño.

Uno de los guardias le dio un codazo en la espalda. Sus labios se tensaron y pensó en preguntar si pensaban permitirle quedarse con sus lindas esposas nuevas. Pero su boca estaba seca y su espíritu no la acompañaba.

¿Qué importaban unos kilos de cadenas a esta altura?

Las cadenas sonaron estridentemente cuando ingresó en la celda. Oscura. Fría. Carente de comodidades. Se sentía un poco como regresar a los túneles subterráneos, pero, esta vez no habría escapatoria de la penumbra interminable.

Sus pies cruzaron la apertura y unas barras se cerraron detrás de ellas con un golpe seco reverberante. Se volteó y analizó las rejas metálicas horizontales, probablemente eran de hierro. Luego, una segunda serie de barras verticales, cayeron sobre las primeras. Nova tragó saliva. Fibra de carbón, adivinó. De seguro era una precaución extra para los reclusos que pudieran manipular metal. Luego, escuchó un zumbido y vio el destello de una luz roja en los bordes de su celda. Alzó las cejas. ¿También láseres?

Por todos los diablos.

Repentinamente, a Nova le pareció graciosísimo haber soñado con irrumpir en este lugar. No solo había soñado con rescatar a Ace de aquí, de hecho, había creído que tendría éxito. No sabía cómo, pero fallar nunca había sido una opción.

Ahora se daba cuenta cuán inútil habían sido todas sus maquinaciones.

Nunca podrían rescatar a Ace. De la misma manera en que nadie la recataría.

A penas la celda estuvo asegurada, un mecanismo interno en sus cadenas se activó y las esposas cayeron de sus muñecas, aterrizaron en una pila en el suelo.

El ruido de engranajes retumbó a su alrededor y la celda comenzó a elevarse. Los guardias se alejaron y lo único que pudo ver a través de las barras era la pared exterior del bloque de celdas. Piedra gruesa y mortero.

Aunque sabía que había otras celdas suspendidas en el aire, a tan solo unos pocos metros de ella, no cambiaba nada que estuvieran allí, que estuvieran deshabitadas u ocupadas.

Estaba sola.

Solamente se había sentido sola de verdad una vez en su vida: en los momentos posteriores a las muertes de sus padres y de Evie. Después de que hizo que se durmiera su asesino y se paró sobre su cuerpo inconsciente sujetando el arma todavía caliente, ordenándose a ella misma matarlo. Mátalo. Mátalo. En ese momento, estaba sola y lo sabía. Sin familia. Nadie que cuidara de ella. Nadie que la ayudara a ser valiente. Nadie que la ayudara a atravesar esto.

Hasta que llegó Ace y Nova recordó que no, no estaba sola. Todavía tenía familia. Todavía tenía al tío Ace y era todo lo que tenía. Se había aferrado a ese pequeño consuelo con la misma intensidad con que temblaban sus pequeños puños.

Ahora, Nova evaluaba su celda. Paredes grises, hechas de un material que no podía descifrar, pero algo le dijo que podía ser cromo. En una esquina, había un colchón del grosor de un lápiz, un lavamanos contra la pared y un retrete con un pequeño depósito en la esquina. Era tan pequeño que sus pies estarían sobre el colchón cuando usara el retrete.

Sin saber qué más hacer, Nova se sentó en el colchón e intentó pensar en todas las decisiones que la llevaron hasta este momento. Todos los errores. Todas las fallas.

Había intentado asesinar al Capitán Chromium. Era una Anarquista y una villana. Hace no tanto tiempo, hubiera asumido que el castigo sería cadena perpetua, pero todavía recordaba lo que el Capitán había dicho la mañana después de su ataque al cuartel general.

Pronto, los Renegados le revelarían al público el Agente N y parte de la gran presentación incluiría la “neutralización pública de todos los prodigios que han sido condenados hasta este momento de comportamiento delictivo”. Seguramente, a esta altura, ella también estaría incluida.

Sabía que los Renegados habían estado probando el Agente N en reclusos de Cragmoor, a su discreción. Ningún juez o jurado había aprobado la eliminación permanente de sus poderes. Los Renegados no necesitaban de esas prácticas anticuadas. hacían lo que más les convenía. De todos modos, ¿a quién le importaba lo que les sucediera a unos cuantos criminales? ¿A quién le importaba si los trataban como a ratas de laboratorio descartables?

Sus emociones eran una confusión de enojo y resentimiento que nublaban lo que podría ser dolor.

Nova se percató, en medio de sus ideas de auto compasión, de que sus dedos derechos estaban envueltos alrededor de su muñeca izquierda con tanta fuerza que las puntas de sus dedos comenzaban a cosquillear por la falta de circulación. Tragó saliva, bajó su cabeza y liberó su muñeca. Su piel tenía un aro blanco en donde había estado su mano, era más gruesa que la fina línea de bronceado que yacía dónde su brazalete había descansado durante casi toda su vida.

Estar sin su brazalete se sentía como si alguien le hubiera amputado una extremidad. Al igual que la estrella, aunque la había tenido por menos tiempo. De todos modos, la estrella se sentía como algo que ella había hecho. Algo que soñó y convirtió en realidad. Con la ayuda de Adrian, quizás, pero eso no cambiaba el intenso sentimiento de propiedad que sentía sobre ella. La manera en que se había acomodado en el engarce vacío del brazalete parecía confirmar que era suyo. Encajaba a la perfección.

No se había dado cuenta de cuánto confort le había dado la luz vibrante estas últimas semanas en tanto el resto de su vida se hundía cada vez más y más en la confusión.

Ahora ya no estaban. El brazalete. La estrella. Odiaba pensar que estuvieran en manos de los Renegados, siendo examinados e inspeccionados. Probablemente, terminarían con Callum en algún momento. Escribiría una descripción en la base de datos. Snapshot y él discutirían sobre cómo debería ser clasificado: ¿joya, artefacto histórico, misteriosa materia extraterrestre?

¿Sabrían que la estrella había sido cómplice en la destrucción de la caja de cromo que una vez protegió el casco de Ace Anarquía? Se estremeció al recordar el momento en que, en una explosión de furia, la estrella había emitido una ola de luz que la encegueció y transformó la lanza en lo que parecía ser un fragmento de pura energía.

Lo siguiente que supo fue que la caja indestructible yacía en pedazos a sus pies y el casco estaba libre.

Era un misterio que solo había podido contemplar en los momentos más tranquilos de las últimas semanas, habían sido pocos y distantes entre sí. Ahora, atrapada dentro de su propia caja indestructible, encontró consuelo en tener un misterio para contemplar en lugar de sus propios crímenes y traiciones.

Un sueño. Una estrella. Un mural traído a la vida. Hilos de energía dorada en el aire. El casco. Su padre. La lanza de cromo. Docenas de artefactos con un brillo levemente cobrizo.

Todo parecía estar conectado, pero ¿cómo? ¿Qué significaba?

Fantasmas de su familia flotaban en sus pensamientos. Las líneas de expresión alrededor de los ojos de su padre. Las manos gentiles de su madre. Las mejillas con hoyuelos de Evie. Y, por primera vez, pensar en ellos no la hizo querer arremeter contra las calles de Gatlon City y destrozar al primer superhéroe que se cruzara.

Por una vez, pensar en ellos solo la entristeció.

Les había fallado a todos.

Gruñendo, enterró su cabeza entre sus brazos. Esa palabra rebotó dentro de su cráneo.

Fracaso. Fracaso. Fracaso.

Le había fallado a su familia. A Ace. A los otros Anarquistas.

Incluso… a Adrian.

Siempre en la superficie de sus pensamientos, Adrian.

Esta vez, por primera vez en mucho tiempo, ni siquiera podía invocar el recuerdo de su amplia sonrisa. O la sensación de sus besos. O la manera en que su mano sostenía el rotulador cuando dibujaba. O cómo había tocado su muñeca cuando se encontraron en el desfile. O… Todo eso ya no estaba, quedó enterrado en una avalancha de angustia.

Ahora cuando pensaba en Adrian, solo recordaba la manera en que la había mirado con la traición, el disgusto y el odio que había temido por todos estos meses.

No se había percatado hasta ese preciso instante, pero ahora era demasiado claro: estaba viviendo su peor pesadilla.

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