Stalin

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EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO RETROCEDE

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EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO RETROCEDE

En diciembre de 1905 Koba viajó a Finlandia para participar en el congreso bolchevique que se celebraba en Tammerfors. Fue un viaje decisivo, porque le permitió entrar en contacto directo con Lenin y sumergirse en la corriente principal del movimiento revolucionario.

Koba tenía entonces veintiséis años. Toda su vida había transcurrido en Transcaucasia, con la excepción de su breve exilio en Siberia, y había evolucionado a través de varias etapas distintas. El niño que en Gori sentía necesidad de dominar a sus compañeros de colegio se había convertido en un nacionalista georgiano y después en un rebelde contra la autoridad en el seminario de Tiflis. Su rebeldía natural había ganado en intensidad y en orientación a través del estudio del marxismo y de la tradición revolucionaria rusa. Leyendo los escritos de Lenin Carta a un camarada y ¿Qué hacer?, había cristalizado en su objetivo. Pero, aunque aceptaba que el programa de Lenin era correcto y reconocía su liderato, mantenía una fuerte independencia y nunca se convirtió en un discípulo servil.

Los bolcheviques se reunieron en Tammerfors para debatir su participación en las próximas elecciones a la Duma, y también el proceso general de los socialdemócratas hacia la unidad. Bolcheviques y mencheviques se habían alejado en sus posiciones. Lenin era el máximo responsable de esto por sus continuos ataques a los mencheviques. En Tammerfors estaba ansioso por asegurarse la solidaridad de sus partidarios. Koba tenía fama de ser un bolchevique incondicional, y probablemente fue Lenin quien patrocinó su presencia en este congreso.

En Tammerfors los dos hombres se encontraron cara a cara. No sabemos cuál fue la primera impresión que Lenin tuvo de Stalin, pero diecinueve años más tarde éste habló de ello en un discurso ante la Academia del Kremmlin, y a pesar del lapso de tiempo transcurrido y de las especiales circunstancias, sus comentarios son interesantes.

El discurso, redactado con palabras sencillas y evitando cuidadosamente la grandilocuencia que cabría esperar, contenía siete elementos: era un auténtico homenaje a Lenin como fundador y líder del partido bolchevique; ponía de relieve las virtudes de entrega, disciplina y humildad que el mismo Stalin valoraba y quería inculcar a los jóvenes rusos, y era una efectiva confirmación de su papel como compañero de Lenin y de su pretensión de ser el sucesor natural de éste.

« Yo tenía deseos de ver al "águila real" de nuestro partido, el gran hombre, y grande no sólo política sino también físicamente, porque en mi imaginación yo veía a Lenin como un gigante majestuoso e imponente. Cuál fue, pues, mi decepción cuando vi a un hombre normal, de estatura inferior a la media y en nada, literalmente en nada, diferente de los demás hombres...» Se admite que un "gran hombre" tiene que llegar generalmente tarde a una reunión para que los asistentes esperen su llegada con el corazón latiendo con fuerza, y antes de que haga su entrada, el rumor se extiende: "Chist..., ¡silencio! ¡Ya llega!" Esta ceremonia no me parecía innecesaria, porque impresiona e inspira respeto. Cuál fue, pues, mi decepción cuando me enteré de que Lenin había llegado al congreso antes que los delegados y, acomodado en algún rincón, conversaba sencillamente, sobre un tema cualquiera, con unos delegados cualesquiera. No quiero ocultar que esto me pareció el quebrantamiento de algunas reglas esenciales...» Sólo más tarde entendí que esta sencillez y modestia de Lenin, esa lucha por pasar inadvertido, al menos para no llamar la atención y no hacer ostentación de su alto cargo, era una de las características más destacadas de Lenin como nuevo líder de las nuevas masas, de las masas sencillas y representativas de la humanidad en su esencia.»[XXXV]

De manera similar ensalzaba la «lógica aplastante» de los discursos de Lenin, y su «extraordinario poder de convicción, la sencillez y claridad de sus argumentos». Presentaba a Lenin como el héroe del partido y de la nación, porque sabía que el pueblo ruso, acostumbrado a poner al zar en la cúspide de la vida nacional, necesitaba una figura fácilmente comprensible en su lugar.

Sin embargo, cuando tuvo lugar el congreso de Tammerfors, Lenin se encontraba lejos de ser el líder reconocido del movimiento socialdemócrata. Sólo encabezaba la pequeña facción bolchevique. Para Koba, no era el líder infalible al que se quiere ciegamente, sino el revolucionario más destacado por su liderazgo y por su postura lógica y pragmática.

No se sabe el papel que jugó Koba en el congreso, porque se perdieron los documentos. Krupskaia destacó «el entusiasmo que reinaba allí. La revolución estaba en pleno auge... Todos los camaradas estaban dispuestos para luchar.»[XXXVI] Aunque partícipe de este entusiasmo, es probable que Koba se mantuviera contento en un segundo plano. Era su primer congreso fuera de Transcaucasia y trataba cautelosamente de adaptarse a aquel ambiente. En el congreso de Estocolmo, cuatro meses después, saldría de su silencio.

El IV Congreso, llamado por los mencheviques el congreso de la unificación, se desarrolló entre el 22 de abril y el 8 de mayo de 1906. A él asistieron ciento once delegados con derecho a voto. Los rusos eran menos de la mitad del total. La delegación georgiana, formada por once delegados, incluía solamente a un bolchevique, Koba, que utilizaba el alias Ivanovich. Lenin esperaba que los bolcheviques serían mayoría, pero resultó que los mencheviques lograron reunir sesenta y dos partidarios frente a sus cuarenta y cuatro o cuarenta y seis. Más aún, en tanto que Plejanov, que ahora se alineaba con los mencheviques, gozaba de gran prestigio y fue inmediatamente nombrado para la Oficina o Comité Directivo del Congreso, Lenin no salió elegido. Pero, advirtiendo el deseo generalizado de reunificar el partido, dio muestras de ser razonable y manifestó estar convencido de que bolcheviques y mencheviques podían trabajar juntos.

Koba no estaba intimidado por este primer congreso, ni por la presencia de los más destacados miembros del partido. Iba a ser característico en él no sentirse impresionado por la gente ni por los acontecimientos. Aunque joven y sin apoyo real en Georgia, era un marxista revolucionario convencido y estaba preparado para expresar sus puntos de vista con energía. Plejanov era para Koba el prototipo del revolucionario intelectual que vivía en el extranjero sin contacto con la vida rusa. Cuando Plejanov, con su aburrido estilo académico y su afilada lengua, hizo comentarios críticos sobre Lenin, Koba no tardó en replicarle.

Los principales temas debatidos por el congreso eran los referentes al apoyo del campesinado, las elecciones a la Duma y las expropiaciones. Lenin nunca había estudiado seriamente el papel de los campesinos en la lucha revolucionaria. Daba por supuesto que debían seguir al proletariado. Pero después de la Revolución de 1905, se vio obligado a revisar este planteamiento. Se dio cuenta de que los campesinos eran un elemento decisivo para la revolución que se avecinaba. Los socialistas revolucionarios y los nuevos partidos liberales se ganaban su apoyo prometiéndoles tierras. Tardíamente, los socialdemócratas habían advertido que también ellos necesitaban un programa electoral que con-venciera al campesinado.

En el congreso de Estocolmo los mencheviques se mostraron partidarios de la municipalización de la tierra, lo que significaba conceder la propiedad a consejos elegidos a nivel local que la administrarían en beneficio de los campesinos. Lenin y los bolcheviques propusieron la nacionalización, concediendo la administración de la tierra al gobierno central y, según pretendían, convirtiéndola en propiedad de todos los ciudadanos. El debate sobre estas propuestas fue arduo.

Koba no tenía tiempo para participar en los extensos debates que, atrapados en la red de las discusiones dialécticas, frecuentemente olvidaban la realidad de la situación. En el congreso condenó abiertamente la municipalización y la nacionalización, y propuso como medida «transitoria» lo que llamó «distribucionismo», que significaba ocupar la tierra y entregársela directamente a los trabajadores. Esto era lo que ellos que-rían y lo único que ganaría su apoyo. Lenin y otros atacaron su pro-puesta, pero él la mantuvo aduciendo que era obviamente la medida más práctica. Además manifestó que, favoreciendo el capitalismo rural, su propuesta era conforme a la doctrina marxista y al avance lógico hacia la revolución socialista. En 1917, su postura, adoptada entonces por Lenin, dio origen al eslogan «Toda la tierra para los campesinos», que consiguió un amplio apoyo para el partido en medios rurales y fue factor importante de su victoria.

Lenin tampoco había sido capaz de adoptar postura alguna respecto a las elecciones a la Duma. En el congreso de Tammerfers había apoyado la resolución de boicotearlas. Los bolcheviques pretendían, equivocadamente como luego se vio, que la Duma estaba destinada a ser una institución reaccionaria a la que debían oponerse. La participación en las elecciones y la cooperación dentro de la Duma harían creer a los trabajadores que podrían conseguir sus objetivos con medios parlamentarios, sin tener que recurrir a la revolución.

Los mencheviques estaban divididos en su actitud y dejaron que los comités locales decidieran si tomaban parte o no en las elecciones. Cuando los delegados se reunieron en Estocolmo, las elecciones casi habían finalizado, y quedó claro que los «Kadetes» habían infligido una severa derrota a los partidos reaccionarios y de derechas. Los socialdemócratas, que se presentaron a última hora a las elecciones en algunas regiones, consiguieron sólo dieciocho escaños.

Lenin cambió de opinión respecto al boicot, y en Estocolmo votó por una propuesta menchevique que aprobaba la participación en las pocas elecciones que quedaban por celebrarse. Varios bolcheviques, incluyendo a Stalin, se negaron a secundarle, y se abstuvieron en la votación.

En marzo, antes de partir para asistir al congreso, Stalin publicó en Georgia varios artículos en los que exponía claramente su postura de repartir las tierras entre los trabajadores y de boicotear las elecciones a la Duma. Su oposición a Lenin en ambos temas no perseguía, por tanto, fines efectistas, como gesto de independencia, para congraciarse a los ojos de los camaradas del partido. Actuaba por convicción y, aparentemente, sin pensar en su popularidad ni en su promoción.

Un tema debatido con gran pasión en el congreso fue el de las expropiaciones. Este eufemismo encubría la práctica de robos, con frecuencia violentos, a centros oficiales y privados, extorsión y terrorismo, empleados para conseguir fondos para el partido. El congreso de Estocolmo aprobó por mayoría una resolución que prohibía casi todos los tipos de expropiación. Lenin no se opuso abiertamente a la resolución, pero comenzó a organizar de inmediato y en secreto un centro bolchevique cuya tarea principal era la de planear robos para conseguir fondos. Stalin, al parecer, se convirtió en su agente en el Cáucaso. Las actividades de este centro iban a originar un gran escándalo.

El congreso, que eligió un nuevo Comité Central con siete mencheviques y sólo tres bolcheviques, se cerró con las dos facciones formalmente unidas. Lenin, sin embargo, no tenía intención de aceptar las de-cisiones por el hecho de que hubieran sido acordadas por la mayoría de los delegados. Según confesó a Lunacharsky, nunca permitiría que los mencheviques «nos lleven encadenados detrás»[XXXVII].

Al finalizar el congreso, Lenin y varios miembros de la «antigua facción bolchevique, entre los que no figuraba Stalin, firmaron una declaración, citando las decisiones a las que se habían opuesto y reclamando el derecho democrático a defender sus puntos de vista en un debate de «camaradas», en tanto que, por supuesto, reconocían y aceptaban totalmente las decisiones de la mayoría. Cuando hicieron esta declaración de buenas intenciones, su centro bolchevique ya estaba en funcionamiento. Como afirmó un bolchevique, la unificación «no influyó prácticamente en nuestros asuntos bolcheviques. Ciertamente no dejamos de ser una facción revolucionaria fuerte e independiente»[XXXVIII].

La primera Duma se reunió el 10 de marzo de 1906. El partido KDT, respaldado por su gran mayoría, solicitó un gobierno plenamente constitucional y, al carecer de experiencia en debates, colaboraciones y compromisos, exigió sus demandas. El inevitable punto muerto se resolvió con la disolución de la Duma el 21 de julio.

Nicolás II nombró entonces primer ministro a Peter Stolypin, un hombre excepcional cuyas firmes pero sabias medidas podrían haber evitado la caída del régimen. Durante el periodo que transcurrió hasta la elección de la nueva Duma, introdujo importantes reformas y comenzó una transformación en la situación del campesinado.

De tormentosa cabe calificar la segunda Duma, que se reunió el 5 de marzo de 1907. La crisis se produjo el 14 de junio del mismo año cuando Stolypin planteó la propuesta de que la inmunidad parlamentaria de los diputados socialdemócratas no fuera acatada para que pudieran ser juzgados por promover motines en las fuerzas armadas. La Duma rechazó la propuesta, y el 16 de junio un manifiesto imperial declaró que ésta encubría a enemigos de la nación, y decretó su disolución.

A lo largo de 1905, el año de la anarquía, las unidades de lucha del partido llevaron a cabo innumerables asaltos y expropiaciones, y hasta el congreso de Estocolmo, esta práctica fue más o menos aceptada por la mayoría de los militantes como elemento táctico de la revolución. El Cáucaso fue escenario de una intensa actividad. No menos de 1.150 actos terroristas se registraron entre 1905 y 1908. Koba estuvo probablemente implicado en muchos de ellos, aunque se carece de información precisa al respecto. Tanto en Rusia como, después de 1921, en el extranjero, los mencheviques condenaron repetidamente sus actividades como expropiador. Parece, sin embargo, que la policía no le relacionó con estos asaltos. A principios de 1908 los mencheviques caucasianos intentaron que fuera procesado por un tribunal del partido por desobedecer la prohibición de realizar expropiaciones. El juicio no se llevó a cabo, porque se trasladó de Tiflis a Bakú, y el 25 de marzo fue detenido.

Posteriores informes oficiales relativos a esta época de su vida silencian su papel como organizador de asaltos y de unidades de lucha. Como verdaderos rusos en su sensibilidad a las críticas —especialmente las mencionadas por Rosa Luxemburgo de manera privada— sobre el «salvajismo tártaro-mongol» de los bolcheviques, y al mismo tiempo conscientes de la dignidad del régimen, los líderes soviéticos se han mostrado reacios a admitir su relación con tales actividades[XXXIX].

Koba, utilizando de nuevo el alias Ivanovich, viajó a Londres para asistir al V Congreso, que comenzó el 13 de mayo de 1907. Su designación como delegado fue cuestionada. Finalmente se le aceptó, pero sólo con voto consultivo, en tanto que a Shaumyan se le concedía voto con todos los derechos. Esta discriminación despertó en él cierto resentimiento.

El congreso se celebró en la Iglesia de la Hermandad en la Whitechapel de Londres, e incluso una ciudad tan cosmopolita como ésta rara vez había sido testigo de una reunión tan singular. Algunos delegados, como Plejanov, vestían frac negro y parecían respetables banqueros, en tanto que los delegados de los trabajadores rusos tenían barba y llevaban blusas rusas. Otros, procedentes de Ucrania y del Cáucaso, tenían un aspecto exótico y romántico con sus altos sombreros de piel de oveja. Pero más llamativo que sus ropas era la prolija elocuencia de los delegados. Estaban en un país en el que podían expresarse libremente y, como hablaban en ruso, no había peligro de que sus locuciones más agresivas llamaran la atención de la policía[XL].

Koba no intervino en el congreso. Trotski, tratando por todos los medios de presentar a Stalin como una completa nulidad en éste periodo, escribió sobre él: «Era todavía completamente desconocido, no sólo en el partido sino incluso entre los trescientos delegados del congreso.» Afirmaba que no supo de la presencia de Stalin hasta mucho más tarde, cuando leyó la biografía de Boris Souvarine. Pero Koba sí observó a Trotski y enseguida experimentó una clara antipatía hacia él ; siempre fue contrario a los intelectuales que hablaban elocuente e interminablemente. A su regreso del congreso, su única referencia pública a Trotski la hizo en el Baku Proletarian, donde escribió que «mostró una hermosa irrelevancia»[XLI].

En el congreso, Martov presentó una moción en la que criticaba duramente a Lenin por continuar las expropiaciones en contra de las decisiones del partido. La resolución que prohibía a todos los miembros participar «en modo alguno en tales actividades» fue adoptada por 170 votos contra 35, con 52 abstenciones. Lenin no replicó al ataque menchevique y se abstuvo de votar, pero no dudó en continuar las expropiaciones.

Apenas habían regresado los delegados del congreso de Londres, cuando el 25 de junio tuvo lugar un espectacular asalto a un banco en la plaza Erivan, en el centro de Tiflis. Un cajero, escoltado por dos policías y cinco cosacos, trasladaba billetes por valor de miles de rublos al Banco del Estado cuando el carruaje fue atacado con bombas. Tres de los escoltas murieron en el acto y unos cincuenta viandantes resultaron heridos. La noticia de este asalto y de la ingente suma de dinero robada se extendió rápidamente, y pronto se supo que los bolcheviques eran los responsables. Se había producido poco después del congreso de Londres y causó una tormenta de indignación en el partido.

El cabecilla de los asaltantes era Kamo, nombre por el que se conocía al joven armenio Semyon Ter-Petrosyan, natural de Gori e hijo de un carnicero. Había decidido seguir la carrera militar y, como era condición indispensable hablar ruso con fluidez, recibió lecciones de dicha lengua de su paisano Koba, que era tres años mayor. Koba le había alistado como terrorista porque estaba bien dotado para ello. Era un gigante ingenuo, absolutamente digno de confianza y leal a sus líderes, especialmente a Koba, generoso para con sus camaradas, pero cruel y despiadado con todos los demás. Escritores soviéticos y algunos marxistas le han descrito como un héroe legendario[XLII].

Aunque consternados y encolerizados por el asalto al banco de Tiflis, los mencheviques se abstuvieron de atacar públicamente a Lenin y sus secuaces. El comité del partido de Transcaucasia era menos sumiso a la influencia de Lenin, pero aprobó solamente una resolución general condenando el asalto de Tiflis[XLIII].

Por entonces, Lenin se interesaba por las elecciones a la tercera Duma que iban a celebrarse el 14 de septiembre. Estaba convencido de la importancia de participar en ellas. En el pasado, Koba había defendido ardientemente el boicot, pero ahora apoyaba a Lenin. «En la nueva Duma —escribió—, los bolcheviques serían capaces de proclamar ante toda la nación que no hay posibilidades en Rusia de liberar a la nación por medios pacíficos.»

La tercera Duma se reunió en noviembre de 1907 y llegaría a cumplir su plazo legislativo de cinco años. Los liberal-conservadores octubristas constituían el partido dominante. Su líder era Aleksandr Guchkov, hombre íntegro deseoso de servir a su país. Su cooperación con Stolypin permitió a la Duma llevar a cabo importantes reformas. Los socialdemócratas, cuyo portavoz en la asamblea era el vehemente y pequeño georgiano Chjeidze, contaban solamente con dieciocho diputados, de los que cinco eran bolcheviques, pero no participaban en las sesiones ni las obstaculizaban[XLIV].

En 1907 la marea revolucionaria que amenazaba con anegar el país había retrocedido. La ley y el orden habían sido restaurados, y aunque había una apatía generalizada, también existía en muchos sectores la esperanza de que el gobierno, bajo el liderazgo de Stolypin, con el activo apoyo de la Duma, llevaría a Rusia a una nueva etapa constitucional.

En el periodo 1907-1912 el Partido Socialdemócrata se deshizo. Krupskaia escribió: «No tenemos gente», y posteriormente, G. E. Zinoviev, por entonces muy próximo a Lenin, afirmó que «en este desgraciado periodo el partido dejó de existir». Las detenciones habían causado bajas entre sus afiliados, pero el declive de la fuerza del partido fue debido principalmente a la deserción de quienes perdieron interés o consideraron que la revolución no era entonces más que una lejana quimera.

De los que permanecieron en el partido, la mayoría votó por el cese de las actividades ilegales dentro de Rusia y se manifestó a favor del trabajo de tipo sindical, confiando en la Duma, que prometía reformas fundamentales. Lenin rugió contra tales miembros, acusándoles de «liquidadores», epíteto que pronto se aplicó a todos los mencheviques.

Luchando constantemente para conseguir el control absoluto sobre los restos del partido bolchevique, Lenin logró finalmente convocar un congreso del partido, que comenzó el 18 de enero de 1912 en Praga. El congreso fue, de hecho, inconstitucional y no representativo, pero se llevó a cabo con apariencia de legalidad. En él se creó un partido bolchevique diferenciado e independiente bajo el liderazgo de Lenin, y se eligió un Comité Central. Sus miembros eran todos próximos a Lenin, y entre ellos figuraban Sergo Ordjonikidze, Suren Spandarian —el bolchevique armenio— y Roman Malinovsky, y había cinco miembros suplentes. Más tarde el comité nombró en votación extraordinaria a otros dos miembros numerarios: I. S. Belostotsky y Iosif V. Djugachvili.

Malinovsky comenzó a destacar enseguida. Lenin sabía de sus actividades en San Petersburgo, pero no le conoció personalmente hasta el congreso de Praga. Ya estaba convencido de que este nuevo militante estaba destinado a ser un destacado líder del partido. Lenin no catalogaba bien a los hombres, y su acrítico entusiasmo por Malinovsky ilustra significativamente este defecto de apreciación. También demostraba su ineptitud como conspirador, ya que la policía zarista pudo colocar con facilidad a sus agentes de manera que conocieran de antemano los proyectos y los programas bolcheviques. Entre los colaboradores más directos de Lenin siempre figuraron uno o dos espías de la policía, y entre ellos Malinovsky fue el más destacado. Su traición se descubrió después de la Revolución, y fue fusilado.

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