Stalin

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SE CIERRA EL CAPÍTULO CAUCASIANO

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SE CIERRA EL CAPÍTULO CAUCASIANO

En los meses que siguieron al asalto de Tiflis, Koba, cerca ya de los treinta años, delgado y disciplinado, trabajaba entre el calor y el hedor del petróleo de Bakú. Aunque casado y con un hijo, vivía en la semiclandestinidad con un documento de identidad falso y, si no era real-mente perseguido, siempre corría el riesgo de ser detenido.

También dentro del movimiento revolucionario, las condiciones eran extremadamente difíciles. El espíritu de camaradería de partido existía sólo en la lucha contra el régimen zarista. Las relaciones entre los militantes estaban con frecuencia envenenadas por amargos resentimientos y rivalidades. Koba fue atrapado en esa tela de araña de feroces antagonismos.

Un acontecimiento que indignó a Koba fue su juicio por un tribunal local del partido a principios de 1908 acusado de organizar una expropiación en Bakú. El vapor Nicolás I fue saqueado, y un trabajador atribuyó la responsabilidad del hecho a los bolcheviques. Koba estaba implicado, pero mientras el tribunal del partido se ocupaba del caso, fue detenido por la policía y acusado de dirigir una organización revolucionaria subversiva. Al parecer, el tribunal del partido abandonó el juicio sin emitir sentencia. La vista, sin embargo, dio pie para afirmar que Koba había sido juzgado por su participación en la expropiación de Tiflis y que había sido expulsado del partido[XLV].

Diez años más tarde Martov publicó un artículo en el periódico menchevique Vpered (Adelante), que aún no había sido cerrado. En él afirmaba que Stalin había sido expulsado del partido por estar involucrado en las expropiaciones. Stalin, por entonces poderoso Comisario de las Nacionalidades, reaccionó vigorosamente, jurando que «nunca en mi vida fui juzgado por mi partido ni expulsado de él. Es una calumnia... Nadie tiene derecho a hacer acusaciones como las vertidas por Martov, salvo con documentos en la mano». Insistió en elevar el asunto hasta el Tribunal Supremo. Se concedió tiempo a Martov para que pudiera recoger pruebas en el Cáucaso. Pero cuando se reanudó el juicio resultó que los documentos sobre el caso habían desaparecido inexplicablemente. Finalmente, el tribunal resolvió hacer una advertencia pública a Martov por «insultar y dañar la reputación de un miembro del gobierno».

La fiebre de agitación, que había desaparecido en la mayor parte de Rusia, persistía en Bakú. Los trabajadores de la industria petrolífera continuaban con sus medidas de presión para conseguir mejor paga condiciones de trabajo más favorables, y en esta época obtuvieron, una importante concesión: los patronos accedieron a que nombraran representantes para negociar en su nombre. Koba dirigió la campaña entre cincuenta mil trabajadores para reivindicar este derecho. Y en esta ocasión adoptó una actitud más moderada y pragmática que la manifestada en el pasado.

Esta nueva actitud está explicada en nueve artículos que escribió sobre las negociaciones y que fueron publicados en Gudok (El Silbato), la hoja informativa del sindicato de trabajadores del petróleo. Los artículos reflejaban a un escritor que aprendía a expresar sus ideas con rigor. Explicaba que cuando los trabajadores incendiaban fábricas y destruían máquinas, la lucha adoptaba la forma de anarquía y rebelión; en otras ocasiones la lucha se manifestaba a través de actos terroristas individuales. Pero ya no era razonable destruir máquinas y fábricas, porque eran los trabajadores los que más padecían las consecuencias del sabotaje. Era necesario controlar las industrias lo antes posible, como parte de la lucha para eliminar la pobreza. El objetivo inmediato debería ser negociar con los patronos, pero sólo si estos ofrecían garantías de que admitirían las demandas de los trabajadores. Los mencheviques eran partidarios de la negociación sin garantías ni condiciones. Sus propuestas fueron respaldadas por la mayoría de los trabajadores, que ahora rechazaban el terrorismo económico.

Las autoridades ofrecieron garantías para la celebración del congreso de delegados de los trabajadores, que se prolongó durante varios meses, y en el que se debatieron con detalle los acuerdos sobre salarios y condiciones de trabajo, y se discutió sobre política. «Mientras en toda Rusia se desencadenaba la reacción negra, un auténtico parlamento de trabajadores celebraba sus sesiones en Bakú», escribió Sergo Ordjonikidze, uno de los más íntimos amigos de Koba y que llegaría a ser comisario de Industria Pesada.

Exiliado en Suiza y desalentado por las noticias que recibía sobre la muerte del movimiento revolucionario en Rusia, Lenin sólo tenía palabras de admiración para los trabajadores del petróleo y sus líderes, «nuestros últimos mohicanos de la huelga política de masas», como él los llamaba, sin tener en cuenta que no hacían huelgas, que sólo negociaban. Al mismo tiempo tuvo que tomar nota de los líderes bolcheviques de Bakú, que trabajaban incansablemente y no sucumbían a la apatía generalizada entre los revolucionarios. Uno de los destacados era Koba —con quien había estado en Tammerfors y en Londres—, y también Ordjonikidze y Klimenti Vorochilov, secretario del sindicato de trabajadores del petróleo e íntimo amigo de Koba.

El 25 de marzo de 1908, Koba fue detenido y conducido a la prisión de Bailov. Pero no le detuvieron por su participación en varias expropiaciones, algo sobre lo que las autoridades sorprendentemente parecían no saber nada, sino por ser el líder de una organización secreta subversiva. La prisión de Bailov, construida para albergar a cuatrocientos reclusos, estaba ocupada por unos mil quinientos en esta época, y las condiciones eran extremadamente duras. La crueldad general y los brotes de salvajismo marcaban la vida de los reclusos. Koba y otros presos políticos formaban grupos de debate y se producían las habituales rivalidades y odios entre facciones. Tenían que estar siempre alerta porque la policía infiltraba agentes entre ellos, lo que contribuía a intensificar las profundas sospechas entre los revolucionarios. Los prisioneros sospechosos de ser agentes de la policía eran asesinados.

Koba estaba acostumbrado a vivir en esas condiciones que le habían obligado a desarrollar su poder de autocontrol y una actitud despiadada hacia sus compañeros de cárcel. Aprovechaba el tiempo libre para leer con avidez y escribir artículos que conseguía sacar de la prisión y que eran publicados en Baku Proletarian y en Gudok[XLVI].

El 9 de noviembre de 1908, Koba fue condenado a dos años de exilio en Solvychegodsk, en la provincia de Vologda. El 8 de febrero del siguiente año, cuando se dirigía a Solvychegodsk, contrajo el tifus, por lo que no llegó a su destino hasta finales del mismo mes. Cuatro meses más tarde, el 24 de julio, huyó a San Petersburgo. Sergei Alliluyev le proporcionó alojamiento durante los pocos días que pasó en la ciudad. Del cuartel general secreto del partido obtuvo un nuevo pasaporte falso a nombre de Zajar Gregorian Melikyants. Pero su intención no era permanecer en San Petersburgo. Tenía prisa por volver a Bakú, donde había mucho que hacer entre los trabajadores del petróleo y donde tenía acceso a dos periódicos para sus artículos y su propaganda. En esta época, sin embargo, su mirada estaba puesta más allá de la actividad local del partido, y pensaba en él desde una perspectiva nacional.

En Bakú se encontró con que los militantes del partido habían quedado reducidos a doscientos o trescientos bolcheviques y a unos cien mencheviques. Todos estaban contagiados de la atmósfera de desesperanza, y el Baku Proletarian, no había aparecido durante su ausencia. Encontró unos locales en Balajlana, y enseguida se dispuso a reavivar el periódico como primer paso para revitalizar el partido no solamente en el Cáucaso, sino también en Rusia y en los círculos de emigrados.

El número del Baku Proletarian que apareció el 27 de agosto de 1909, justo tres semanas después de su regreso, incluía un editorial de Koba titulado «La crisis del partido y nuestras tareas». Era una explicación desafiante sobre las causas del declive del partido y sobre las medidas a tomar. En sus críticas no excluyó a los líderes exiliados, incluyendo a Lenin. Hacía una llamada a la acción:

« No es secreto que nuestro partido está atravesando una profunda crisis... El primer defecto que cabe achacar al partido es el aislamiento de sus organizaciones respecto a las masas... Es suficiente el ejemplo de Petersburgo, donde en 1907 había unos ocho mil militantes y ahora habrá trescientos o cuatrocientos. Pero el partido no sufre únicamente de aislamiento respecto a las masas, sino también de la falta de lazos de unión entre sus organizaciones... Petersburgo no sabe lo que ocurre en los Urales y así sucesivamente... Los periódicos publicados en el extranjero,El Proletario y La Voz, y, por otra parte, El Socialdemócrata, ni unen ni pueden unir las diseminadas organizaciones del partido... Sería absurdo pensar que publicaciones hechas en el extranjero, alejadas de la realidad rusa, puedan unificar la acción del partido...»

En cuanto a las medidas a tomar, rechazaba el abandono del trabajo clandestino, considerando que esto no salvaría al partido, sino que lo destruiría. Las propuestas de transferir a simples obreros todas las funciones del partido para liberarlo de esta manera de los inestables elementos de la intelligentsia, favorecerían y ayudarían a revitalizarlo. Sin embargo, esto no sería válido mientras continuaran los viejos métodos del partido y el «liderazgo» desde el exterior.

Al poner entre comillas la palabra «liderazgo» subrayaba el fracaso de Lenin y de otros exiliados por su falta de dinamismo en la dirección del partido. El líder pragmático en contacto directo con los trabajadores, enfrentado a las dificultades y a la ira, se mostraba desdeñoso con los exiliados, no sólo porque vivían con comodidad y seguridad, «alejados de la realidad rusa», y fracasaban en su tarea, sino también porque todos pertenecían a la intelligentsia, estamento del que desconfiaba.

La necesidad más inmediata era la publicación de un periódico dentro de Rusia que animara, informara y restaurara el sentimiento de unidad del partido entre los grupos diseminados por todo el imperio. Y tenía que crearse un activo comité de coordinación también en Rusia. Al mismo tiempo, debía aprovecharse al máximo la Duma, los sindicatos y otras vías legales para continuar la lucha contra el régimen.

En estos tiempos de crisis, cuando el partido se estaba desintegrando, Koba abandonaba su anterior postura partidista y preconizaba la unidad de todas las facciones; trataba de conciliar posiciones. Una resolución del comité del partido de Bakú, escrita por él y publicada en el mismo número del Baku Proletarian en que apareció su editorial, reprochaba duramente a Lenin sus diferencias con Bogdanov —cirujano que era al mismo tiempo filósofo marxista y bolchevique—, y la división dentro de la junta directiva del periódico. Las diferencias de opinión eran lógicas, pero no se podía permitir que llevaran a la división. Era una diferencia de opinión «de las que siempre han surgido y surgirán en una facción tan rica y vital como los bolcheviques». La resolución revelaba un enfoque nuevo, casi magistral, que trascendía los límites faccionales y locales, del futuro líder, para quien el partido era el eje fundamental del movimiento.

Koba no buscaba una desavenencia en sus relaciones con Lenin, ni pretendía desafiar su liderazgo. Hombre realista, reconocía que Lenin era el único líder posible del movimiento en aquella época. Había escrito honradamente sobre las causas de la crisis existente y proponía remedios. Aunque su editorial no iba firmado y la resolución era del comité de Bakú, suponía que Lenin reconocería al autor en ambos casos. Por eso, en una serie de artículos que llevaban el título de «Cartas desde el Cáucaso», escritos en noviembre y diciembre de 1909 y publicados en El Socialdemócrata de París y Ginebra, demostraba que en su actitud básica estaba completamente de acuerdo con Lenin. Las «Cartas» informaban brevemente sobre las relaciones entre las nacionalidades, los campos petrolíferos, los sindicatos y el gobierno local en el Cáucaso. Pero en ellas criticaba también a los mencheviques de la región y a su líder, Noi Zhordania, y estos pasajes causaron dificultades. La junta directiva de El Socialdemócrata incluía a Lenin, Zinoviev, Kamenev y a dos mencheviques, Martov y Dan, porque el partido no estaba en esta época definitivamente dividido. Surgieron enérgicas protestas por la crítica a los mencheviques, pero Lenin debió de sentirse satisfecho por el apoyo incondicional de su corresponsal georgiano.

Al mismo tiempo, Lenin sentía recelos de él. Reconocía su firme entrega a la causa bolchevique, su capacidad y su confianza en sí mismo, y él necesitaba imperiosamente hombres jóvenes de este calibre. Pero Koba también daba muestras de una fuerte independencia al exponer sus críticas y mostrar sus desacuerdos, cosa que Lenin no consideraba independencia sino falta de disciplina de partido. En junio de 1908, en una carta a un amigo que se encontraba en Suiza, Koba había calificado la polémica de Lenin con Bogdanov como una «tormenta en una vaso de agua», e incluso había manifestado su apoyo a algunas de las tesis filosóficas de Bogdanov.

Después de la publicación del libro de Lenin Materialismo y empiriocriticismo, Koba escribió a otro amigo en Suiza alabando el libro, pero mencionado también que Bogdanov había señalado algunos «defectos propios de Ilyich (Lenin) y había observado correctamente que su materialismo se diferencia en muchos aspectos del de Plejanov; cosa que llyich, contrario a las exigencias de la lógica —¿por razones diplomáticas?— trata de ocultar». En una carta escrita en Solvychegodsk el 24 de enero de 1911 y dirigida a Vladimir Bobrovsky, comentaba que «por supuesto, tenemos noticias de la "tormenta en un vaso de agua" en el extranjero: los bloques de Lenin-Plejanov, por un lado, y Trotski-Martov-Bogdanov, por otro. Por lo que yo sé, la actitud de los trabajadores hacia el primer bloque es favorable. Pero, en general, éstos comienzan a considerar con desdén a los exiliados. Dejémosles trepar por las paredes a su gusto, dejemos trabajar a todo aquel que valore los intereses del movimiento; el resto vendrá por sí mismo»[XLVII].

Todos estos comentarios le fueron repetidos a Lenin, y le dolieron. Caminando un día por París en compañía de Ordjonikidze, Lenin le preguntó si conocía la expresión «tormenta en un vaso de agua». Ordjonikidze conocía las cartas de Koba y comenzó a defender a su amigo. «Dices que Koba es nuestro camarada, como si quisieras decir que es un bolchevique que no nos defraudará —replicó Lenin— Pero, ¿por qué cierras los ojos ante su inconsecuencia? Esas pequeñas bromas nihilistas de la "tormenta en un vaso de agua" revelan la inmadurez de Koba como marxista.»[XLVIII]

Al igual que muchos líderes políticos, Lenin carecía de sentido del humor y en ocasiones era mezquino. Además, no comprendía la impaciencia que sentían los trabajadores respecto a las disputas de los exiliados. De hecho, los intentos de Bogdanov para desarrollar una teoría del conocimiento en armonía con el materialismo marxista eran interesantes y no suponían una amenaza a la unidad del partido; sin embargo, sus medidas políticas ultraizquierdistas sí constituían un peligro y fueron precisamente éstas la causa de su ruptura con Lenin. Koba había leído las obras de ambos sobre el tema y sus observaciones eran oportunas.

Lenin no soportaba las críticas, y el tono de mofa de los comentarios de Koba le molestó.

Mientras tanto, a finales de enero de 1910, otra resolución del comité de Bakú, escrita por Koba y distribuida como panfleto, declaraba que «el estado de apatía y desaliento» que había paralizado a las fuerzas vivas de la Revolución rusa estaba desapareciendo. En estrecho contacto con los trabajadores del petróleo y sensible al latir del país, Koba tenía ventaja respecto a Lenin y a otros líderes exiliados. La resolución proponía urgentemente el traslado a Rusia del órgano de dirección del partido, la publicación de un periódico nacional, editado en Rusia y cuya junta directiva estaría constituida por los integrantes del citado órgano, así como la publicación de periódicos locales en los más importantes centros del partido. Se proponía, además, que los bolcheviques se unieran a los mencheviques que trabajaban en clandestinidad, y que todos los demás, los liquidadores, fueran expulsados.

Koba trabajaba denodadamente en la organización de una huelga general de la industria petrolífera en el Cáucaso. El 23 de marzo, sin embargo, fue de nuevo detenido e ingresó en la prisión de Bailov. Seis meses más tarde fue condenado por un decreto administrativo a regresar a Solvychegodsk para completar su plazo de condena en el exilio. Nuevamente el trato fue benigno; en esta ocasión cumplió su condena y permaneció en Sovychegodsk hasta el 27 de junio de 1911. Se le prohibió entonces regresar al Cáucaso durante cinco años, así como vivir en San Petersburgo o en Moscú. Eligió Vologda como lugar de residencia, pero el 6 de septiembre se trasladó ilegalmente a San Petersburgo, donde pronto fue detenido y obligado a volver a Vologda por un periodo de tres años.

Esto puso punto final al capítulo caucasiano de su vida. El Cáucaso le había dado formación y experiencia revolucionaria, pero sus límites resultaban ya estrechos para Koba. Aunque regresaría allí para efectuar cortas visitas, desde estos momentos pasó a pertenecer al partido a nivel nacional.

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