Renacimiento
Epílogo
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Epílogo
Maya se encontraba de pie al borde de la playa que daba al mar rojo.
Sus ojos, clavados en el horizonte, vislumbraban a un futuro incierto pero prometedor. Los pastos y árboles habían recobrado su color verde. El canto de los pájaros, la fauna animal y los insectos daban una sinfonía de vida.
—¡Maya! —se escuchó un grito a lo lejos.
Maya miró sobre su hombro al tiempo que una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Ren agitaba su brazo y corría hacia ella.
Ella lo esperó paciente. Cada vez más cerca, la felicidad de la chica aumentó.
Al llegar Ren junto a ella, ambos se abrazaron y juntaron sus labios en un beso intenso y lleno de ternura.
Al separarse, Ren notó que su amada había dado a luz. Con los ojos muy abiertos preguntó.
—¿Dónde está el bebé?
Maya apuntó al firmamento donde un hermoso amanecer con rayos de extraordinarios y vibrantes colores surcaban el cielo.
Finalmente, dijo con voz suave y melancólica:
—Está en todas partes.