Reina

Reina


5 Mount

Página 7 de 45

5

M

o

u

n

t

—Cuéntamelo todo.

Es una orden que pronuncio con voz cortante mientras enciendo la luz. Verla en este apartamento de mierda, temblando de miedo, aumenta la furia que me provoca ese hombre que nunca debería haberse acercado a ella otra vez.

Hace horas iba perfectamente vestida con ropa de diseñador, me desafiaba como una emperatriz. Ahora tiene la cara cubierta por el pelo y los ojos, rojos por haber llorado. Y todo por culpa de ese…

¡Joder, como la haya tocado…!

Keira se ríe, pero es una risa amarga. En vez de reverberar en las paredes, el sonido es absorbido por el yeso agrietado y la pintura desconchada. El ventilador del techo cruje mientras gira, y yo espero a que hable. Se abraza la cintura, y me pregunto si va a venirse abajo.

—¿No lo sabías todo? —me suelta.

Me saco el móvil del bolsillo y le enseño la pantalla. En ella se puede ver la imagen en directo en la web a la que solo yo puedo acceder y que me muestra tanto su apartamento como mi casa, igual que la veía en el Spyder mientras conducía hasta aquí rompiendo todas las normas de tráfico para llegar lo antes posible.

Keira echa la cabeza hacia atrás con brusquedad.

—¿Qué es eso?

—La imagen de un sistema de videovigilancia. Puedo ver el resto o puedes contarme qué ha pasado. De una manera o de otra, voy a enterarme de todo. Contéstame, joder, ¿te ha tocado?

La ira relampaguea en esos ojos verdes.

—¿Cómo te atreves a invadir mi intimidad? ¿Dónde están las cámaras?

—¿Te ha tocado? —repito con un rugido, pero en este vecindario los residentes no se atreverán a intervenir.

Espero su respuesta, preparado para repetir la pregunta de nuevo. Tengo que saberlo. Tengo que oírlo de sus labios.

En su mentón aparece un tic nervioso antes de que responda:

—No, no me ha tocado. ¡No me desea! Nunca me ha deseado. Nadie lo hace.

—En eso te equivocas.

Esa risa cruel que brota de sus labios me pone de los nervios antes de que diga:

—Solo soy un juego para ti.

Sus palabras son gasolina para el fuego que me abrasa.

—No tienes ni puta idea de lo que eres para mí. Pero ni puta idea.

—¡Y una mierda! —exclama, y sus palabras son un desafío. Esos ojos verdes relucen como esmeraldas antes de que añada—: Me apuesto lo que sea a que ahora mismo quieres darme una paliza para obligarme a decirte lo que quieres saber.

Me acerco a ella, despacio, paso a paso, hasta que acaba con la espalda pegada a la pared opuesta a la puerta de su diminuto dormitorio.

—Te equivocas. Quiero azotarte el culo por haberte puesto en peligro y después quiero follarte hasta que te quede bien claro si te deseo o no. A lo mejor así por fin te enteras de quién es tu dueño.

Aspiro por la nariz.

—No tengo dueño. No soy un puto perro.

—No, pero de todas formas eres mía, joder.

Su mano corta el aire un momento antes de que me cruce la cara.

Ir a la siguiente página

Report Page