Reina

Reina


13 Mount

Página 16 de 45

1

3

M

o

u

n

t

Mi móvil no deja de vibrar. Seguramente sean los mexicanos a los que les he colgado antes para enseñarle a Keira a comérmela, pero me da igual.

No recuerdo la última vez que me corrí de esta forma. Sin contar las veces que me he corrido en el coñito de Keira sin condón. Nunca he confiado en las mujeres que afirmaban estar tomando la píldora, pero no sé por qué, confío en ella.

Solo necesito una llamada de teléfono para confirmarlo, pero no siento la necesidad de hacerla. A lo mejor porque, en alguna retorcida realidad paralela, si se quedara embarazada, eso la uniría a mí de por vida.

Me juré a una temprana edad que jamás traería un niño a este mundo infernal. Las consecuencias serían impensables. No solo sería una debilidad, también sería un pecado mucho peor que cualquier cosa que haya hecho antes.

Además, ¿qué coño sé yo de educar niños o de quererlos? Toda mi vida ha girado en torno al control o a la falta de este, y lo único que sé hacer es aferrarme al poder por el que tanto he luchado durante todos estos años. Sé que debería usar condones de ahora en adelante, pero la idea de que mi polla esté separada de su coño por una capa de látex me pone los pelos como escarpias.

No quiero que nada se interponga entre nosotros.

Sé que me estoy involucrando más de la cuenta, pero no puedo dar marcha atrás. Es más, es que no quiero hacerlo.

Cuando Keira se levanta delante de mí, con las tetas subiéndole y bajándole dentro del corsé cada vez que respira, le acaricio de nuevo una mejilla.

—No está mal para una principiante.

Ella se lleva una mano a la cara y deja extendido el dedo corazón para, acto seguido, besarse la yema, haciéndome otra peineta disimulada.

¿Qué se sentirá al verla tan sumisa después del sexo como lo está durante el mismo?

Un sueño imposible, sin duda.

Extiendo una mano para agarrarle la muñeca y la obligo a tocarse entre los muslos. Sin dejar de mirar esos desafiantes ojos verdes, le paso su propio dedo por la humedad de su coño.

—¿Lo sientes? Estás empapada por mí. Niégalo todo lo que quieras, pero ambos sabemos la verdad. —Usando su dedo, le doy unos golpecitos al

piercing, a sabiendas de que eso la llevará más rápido a las puertas del orgasmo—. ¿Crees que es tu turno para correrte?

—¡Sí! He hecho lo que querías. —Su respuesta está teñida por la desesperación de la necesidad.

Le acaricio la entrada de la vagina con su propio dedo.

—¿Y crees que eso debe garantizarte un orgasmo?

Asiente rápidamente con la cabeza, y sigo torturándola con su dedo. Sus débiles gemidos me la ponen dura otra vez.

Antes de que se corra, le aparto la mano y le cojo la otra muñeca, tras lo cual le coloco ambas manos a la espalda mientras se retuerce para liberarse.

—No. No vas a correrte. Es tu castigo por llegar tarde.

—¡Solo han sido cinco minutos!

—Como si son cinco horas, has llegado tarde.

—Pero…

—Dame otra excusa más para follarte ese culito que ahora mismo está ocupado con el dilatador. En realidad, creo que ya estás casi lista. Una talla más y podremos comprobar por fin si te entra.

Ir a la siguiente página

Report Page