Reina

Reina


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Keira cierra de un portazo al salir, y la sonrisa que he estado conteniendo aparece en mis labios. Mi fierecilla irlandesa es incapaz de cerrar la puerta con suavidad.

Cojo el móvil y les echo un vistazo a los mensajes de texto que he recibido y a los mensajes de correo electrónico, pero no retengo ni una puta palabra. Mi mirada insiste en clavarse en el lugar donde Keira estaba arrodillada delante de mí y después allí donde la he tenido inclinada sobre la mesa.

Su olor aún flota en el aire, y mi concentración se ha ido a la mierda directamente. Me levanto del sillón con un gruñido disgustado y atravieso la estancia para echarle el pestillo a la puerta, y todavía me hace gracia que intentara abrir la cerradura con una horquilla. Después me dirijo a la izquierda para abrir la entrada oculta.

Tan pronto como salgo al pasillo interior, la tensión que me embarga disminuye un poco. Me obligo a dirigirme a mi otro despacho porque la biblioteca está descartada también por culpa de Keira.

Casi he llegado a la entrada cuando veo que J se dirige al mismo sitio que yo.

—¿Va todo bien, jefe? No has contestado los mensajes.

—¿Qué quieres?

—Tenemos a unos mexicanos cabreados, que insisten en que los llames de inmediato. Lo de anoche se ha convertido en un desastre.

Desactivo la cerradura usando mi huella dactilar y cuando la puerta interior se abre, entramos en el despacho.

—No pienso darles ninguna explicación, y que no me vengan con exigencias. Esta es mi ciudad.

J se sienta al otro lado de la mesa.

—¿Cuánto tiempo crees que puedes mantenerlos bajo control? Los cárteles no van a permitírtelo durante mucho tiempo más.

—¿Que no me lo van a permitir? ¿Eso es lo que crees que está pasando aquí?

—Están acumulando poder. Nadie ha conseguido mantenerlos a raya como tú, pero ¿y si cambia el equilibrio de poder?

Aprieto los puños y los pongo sobre la mesa.

—El equilibrio sigue intacto. Los mantengo a raya, porque nadie los somete con la misma autoridad que yo. Que no se muevan sin pedirme permiso no es una puta casualidad, y tú lo sabes muy bien.

J lleva con mi gente el tiempo suficiente como para conocer los secretos que guardo y los chantajes para los que los utilizo mejor que nadie, salvo por la excepción de V.

—Solo digo que debemos ser listos. A lo mejor la próxima vez no deberías colgarles en mitad de una llamada después de haber matado a uno de sus lugartenientes.

—¿Y crees que si les pido perdón al estilo oriental, arrodillándome frente a ellos, conseguiré demostrarles que me importa una mierda el poder que creen tener? Esta ciudad es mía. Yo pongo las reglas.

J se apoya en el respaldo del sillón.

—No te lo tomes a mal, jefe, pero…

—Sabes que tengo por costumbre matar a la gente que empieza a hablarme con esa frase.

—Sí, bueno, estaría traicionando nuestra amistad si no te dijera que llevas un tiempo distraído.

La distracción a la que se refiere es Keira y me cabrea que J la saque a colación.

—Ándate con ojo.

J levanta las manos con las palmas hacia arriba e intenta aplacarme.

—No digo que sea malo, pero… te tiene dominado. Me preocupa que te esté comiendo la cabeza. Con las otras, era como si no existiesen una vez que acababas con ellas, pero con esta parece distinto. Si yo me he dado cuenta, ¿quién más lo ha hecho? Te has mantenido en el poder no solo porque la gente te teme y te respeta, sino porque te has asegurado de que no tienes debilidades que explotar.

Miro a mi mano derecha con los ojos entrecerrados.

—Sigo sin tener una puta debilidad que explotar, y este tema está zanjado.

J asiente con la cabeza de forma respetuosa.

—Sí. Cuando tengas un rato, hay ciertos documentos que debes firmar una vez que tomes la decisión. Dime cuándo quieres revisarlos.

La insinuación de que no estoy al cien por cien concentrado en mi negocio por culpa de Keira me enfurece.

—Ahora mismo. Lo veremos en este momento. Ninguno de los dos saldrá de este despacho hasta que lo hayamos repasado todo. ¿Crees que estoy distraído? Pues te equivocas, joder. Nada ha cambiado.

Digo las palabras, consciente de que estoy mintiendo.

Todo ha cambiado.

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