Reina

Reina


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Después de dos días de conferencias, aprendo más de whisky irlandés y de bebidas espirituosas de lo que jamás había imaginado, pero debo admitir que la fascinación que me despierta el tema también es mayor. Mucho de lo que he aprendido me servirá para ponerlo en práctica y dinamizar mi propio negocio. Keira y yo nos separamos a fin de atender al mayor número posible de encuentros, porque es imposible que ella asista a todas las conferencias que le interesan.

¿Me gusta dejarla sola entre una multitud de hombres que la miran como si quisieran comérsela? No precisamente, pero he llegado a comprender algo igual de importante que frena mi deseo de matarlos: Keira ni los mira. No los ve como hombres. Los ve como fuentes de conocimiento, como competidores, como posibles clientes o como proveedores potenciales.

Durante el día se entrega al negocio al cien por cien, pero en cuanto llegamos a la

suite por la noche, todo cambia. La lucha de poder continúa, pero cede cada vez un poco más. A veces, me cuesta la misma vida no sacarla a rastras de la fiesta que esté celebrando el fabricante de turno para follármela en el ascensor de camino a la

suite.

Me lo impide una cosa: no voy a arriesgarme a dañar la reputación y la credibilidad que está forjando aquí. Para Keira ese sería un pecado imperdonable. Lo de la ventana fue distinto. No le dije hasta después de hacerlo que el cristal era tintado y que nadie podía vernos. Mereció la pena recibir su furiosa mirada después de oírla gritar en pleno orgasmo y de discutir cuando acabamos.

Cada vez que estoy con ella, parezco un yonqui en busca del siguiente chute, en busca del colocón. Pero hay una diferencia entre Keira y las drogas. Con ella cada vez es mejor.

Hoy es día de descanso. Mañana se retomarán las conferencias y las mesas redondas, y por la noche se celebrará una fiesta de clausura con una entrega de premios.

Preferiría mantenerla todo el día en la cama con mi polla dentro, pero tengo otros planes. Cuando la veo ponerse unos vaqueros, un jersey ajustado y una chaqueta de cuero, me arrepiento de haberlos organizado.

Joder, está buenísima. Desnuda. Vestida. Con lencería. Da igual.

Primer paso de la adicción: admitir que tienes un problema.

A la mierda con esas gilipolleces. Estoy perfectamente.

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