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Lunes, 12 de noviembre. Sevilla, España » Capítulo 13

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Sevilla, España

 

¿Qué pasa, Alcalá? ¿Hay novedades?

 

Al salir del despacho, Camino casi ha tropezado con el subinspector Fito Alcalá, quien permanece como un panoli con el nudillo golpeando al aire.

—Esto…, sí. He hablado por teléfono con el gerente del club de golf.

—¿Y?

—Afirma que no conocía a la víctima.

—No entiendo.

—Nunca la ha visto por allí.

—Pero si era miembro del club…

—Pues, por lo que parece, no ha cogido un palo de golf en su vida.

La inspectora digiere la información.

—Vaya misterio. ¿Algún dato más?

—De momento, no.

El tono del subinspector suena extrañamente inseguro.

—Hay que plantarse allí y llegar al fondo de esto —dice Camino con convicción.

Y al ver que Fito no se mueve:

—¿Alcalá?

El subinspector permanece frente a ella, sin saber cómo seguir.

—En las zonas desfavorecidas es donde más se sufren estas cosas —se lanza al fin.

—¿Qué cosas?

—Las consecuencias del temporal —aclara él con su voz rasposa—. A mi madre se le ha encharcado la casa.

—Ah. —Camino no sabe para qué le cuenta eso—. Pero no está en zona inundable, ¿no?

Fito se encoge de hombros con una sonrisa amarga.

—Y qué más da. Cuando nadie se preocupa de un barrio, todo es un desastre. Obras levantadas aquí y allá, tuberías que se obstruyen, el alcantarillado que no se limpia nunca y ya no traga agua. El nivel ha alcanzado los cincuenta centímetros en casa de mi madre y en toda la calle están sin suministro eléctrico desde ayer. Me ha llamado llorando. Ella, que presume de que la última vez que lloró fue cuando enterraron a Franco. Y de alegría.

Es la primera vez que el subinspector le habla a Camino sobre su familia, y no entiende la novedad. Al ver que él espera algo, dice:

—Supongo que andarán por allí los de Protección Civil.

—Mi madre está sola.

—¿No tenías un hermano que vivía con ella?

Paco se lo ha contado en alguna ocasión, pero quizá no debería haberlo mencionado porque ahora el rostro de Fito se ensombrece.

—Mi hermano no está —responde, cortante.

Ella no sabe qué más decir, así que espera a que Fito continúe.

—El caso es que allí todos andan desbordados —ahora el tono del subinspector se suaviza. No hay rastro del deje macarra que suele acompañarle—. Cada uno salva su propio culo, nadie se va a meter en casa de una vecina a achicarle el agua. Ahí está, con sus años y cargando cubos.

Por fin Camino comprende.

—Vete sin problema.

—¿Y qué pasa con la investigación?

—Podemos ocuparnos los demás por unas horas, ¿no crees?

—¿Seguro? Es peliaguda, ya sabes lo que pienso de ese asesinato…

Camino va a decirle que no es el único allí que sabe hacer las cosas bien, pero se muerde la lengua a tiempo y opta por tranquilizarle.

—Somos un equipo, ¿no? Pascual irá al club de golf. Tú ve a ayudar a tu madre. En cuanto vuelvas, te ponemos al tanto de todo.

Fito sonríe con la mandíbula cerrada y se pone en marcha. La inspectora observa cómo se aleja el musculitos de la Brigada mientras piensa que la situación tiene que estar muy chunga para que ese hombre se aparte de ese caso así como así. También piensa que es la primera vez que ve en él una mirada de gratitud. Puede que lo de ser la jefa no sea tan difícil después de todo. Puede que solo necesite buscar en algún lugar dentro de sí esa misteriosa capacidad que llaman empatía.

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