Pandora

Pandora


CAPÍTULO 8

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CAPÍTULO 8

PANDORA jadeó dejándose caer agotada en la cama, todo su cuerpo transpiraba sudor, el aire estaba perfumado por el aroma almizclado del sexo y el rescoldo del orgasmo todavía recorría su cuerpo. Dior resbaló los dedos por su piel, acariciándole los sensibilizados pechos, la piel del estómago, descendiendo por el muslo, la rodilla, hasta perderse en sus pies. Su mirada volvió entonces a ella, sus ojos verdes brillaban, la tranquilidad, la paz y el amor brillaban en ellos, un amor que no le pertenecía a él si no al hombre que había contemplado estoicamente como follaba a su mujer.

Will había enlazado los dedos con los de ella, o quizás había sido la propia Pandora en un intento de no dejarlo fuera de aquello, algo tan sencillo como una caricia empezaba a tener mayor significado.

Ella le sonrió, tierna, sensual y avergonzada, el rubor cubría sus mejillas, todo su cuerpo, llamándolo, pero la intensidad que había sentido anteriormente por ella ya no era tan primitiva, tan cruda, seguía allí, viva, ardiente, pero perfectamente controlable.

Devolviéndole la sonrisa se inclinó sobre ella, su rostro a pocos centímetros del suyo, le acarició los labios con la yema de uno de sus dedos y la miró a los ojos.

—No pienses —le susurró, entonces la besó suavemente y le indicó con un leve gesto de la barbilla al hombre cuyos dedos todavía entrelazaba en los suyos—, él te necesita tanto o más que tú a él.

Pandora se sonrojó, su mirada voló a la de Will, quien le sonrió con aquella tranquilidad y seguridad que siempre había demostrado.

Dior le susurró nuevamente, esta vez al oído mientras la obligaba a incorporarse lentamente en la cama una vez más, envolviendo sus brazos alrededor de la suave piel de su cintura desnuda, piel contra piel, espalda contra pecho.

—Has hecho tu elección —le susurró nuevamente en un tono tan bajo que dudaba que alguien, además de ella, lo hubiese escuchado—, no te rindas tan cerca del final, tienes la felicidad al alcance de tu mano, tesoro, arriésgate a tenderle la mano una vez más.

Pandora se volvió ligeramente hacia él, le acarició la mejilla con los dedos y sonriendo, le besó suavemente en los labios.

—Lo siento —susurró ella, pidiéndole perdón por no poder corresponderle de la manera que sabía él la quería.

Dior negó con la cabeza deslizó las manos por sus hombros, moldeando entonces sus pechos y murmuró derramando el aliento en su oído.

—Siempre y cuando él sea tu felicidad, yo estaré más que satisfecho —ronroneó, entonces, alzó la voz y acariciándole los pezones en un obvio espectáculo para un solo espectador, declaró—. Mírale, se muere por devorarte, anhela marcarte, ¿lo sientes, Pandora? ¿Sientes lo excitado y necesitado que está de ti?

Pandora se lamió los labios mientras deslizaba la mirada por el cuerpo masculino que tan bien conocía y al que deseaba más allá de la cordura. Su cuerpo recién saciado volvió a cobrar vida, la boca se le hizo agua y le picaban las manos por poder ponerlas sobre aquella bronceada piel oscura, un nido de rizos oscuros anidaba una pesada y gruesa erección. Señor, era una ninfómana o algo peor, estaba segura, deseaba al hombre que estaba frente a ella, tanto o más de lo que deseaba a Dior, quien seguía acariciándola y excitándola.

—Quiero entregarte a él, ver como se da un festín con tu cuerpo, oírte gritar y gimotear cuando entierre la lengua profundamente en tu caliente sexo —siguió azuzándola Dior y sonriendo, se volvió hacia Will—. ¿Qué me dices, Elpida? ¿Servicio a Domicilio?

Will arqueó una ceja en respuesta y miró a su amante, su amor, cobijada en brazos de su custodio.

—¿Pandora?

Ella se lamió los labios y tragó saliva.

—Si me deseas a pesar... a pesar de todo...

Con una tierna y divertida sonrisa, se inclinó sobre ella y la miró fijamente, recreándose durante unos instantes en los pechos femeninos, cuyos pezones estaban siendo empujados por los dedos de Dior. Lamiéndose los labios como si estuviese anticipando el sabor de un buen plato, la miró a los ojos.

—No hay nada que no desee de ti, Pandora —le aseguró besando suavemente sus labios—, nada.

Ella dejó escapar el aire que ni siquiera se dio cuenta que contenía y lo miró con anhelo.

—Bien... —susurró ella lamiéndose a su vez los labios—, porque yo lo deseo absolutamente todo de ti.

Sonriendo, bajó la boca sobre la de ella y la besó suavemente, paladeándola muy lentamente, empapándose de ella como si no tuviese suficiente, entonces rompió el beso y miró a Dior.

—¿Qué tal se te da el hacer de silla?

Dior se echó a reír, el sonido de su voz reverberaba contra la espalda de Pandora.

—Dime dónde y cómo la quieres... y es tuya.

Pandora intercambió una incómoda mirada entre los dos.

—¿Silla? ¿De qué diablos estáis hablando?

Dior le mordisqueó el cuello.

—Voy a sujetarte mientras Will te folla —le respondió Dior con un bajo ronroneo—. Será toda una experiencia, te encantará.

Pandora no estaba muy segura de eso, pero tampoco le dejaron tiempo para protestar. En un abrir y cerrar de ojos, Dior se había deslizado con ella al borde de la cama, la había subido a su regazo y le separaba las piernas, abriéndola completamente para el placer de Will, quien lamiéndose los labios se arrodilló entre las piernas de ambos y le dedicó un guiño.

—Un dulce caramelo —murmuró antes de hundir su boca entre los húmedos pliegues femeninos y comenzar a lamerla y succionarla.

Pandora dio un salto en el regazo de Dior, sus manos volaron a los brazos que la sostenían mientras echaba la cabeza sobre su hombro y gemía con abandono ante las atenciones del hombre que amaba.

—¿Se siente bien, cariño? —oyó el susurró de Dior en su oído—. ¿Te gusta cómo te lame?

Pandora se estremeció, sus caderas saltaron mientras sentía como la erección de Dior crecía contra sus nalgas.

—Sí —gimió, mordiéndose el labio inferior con abandono.

—Pronuncia su nombre, Pandora —insistió Dior—, dile lo bien que te sientes al tenerle entre las piernas.

Ella sacudió la cabeza y gimió.

—Will —susurró ella apretando sus dedos en los brazos de Dior—. Dios... sí...

—¿Te gusta?

Ella asintió.

—Mira lo que te está haciendo, cariño —insistió Dior, quien había empezado a acariciarle nuevamente los pechos y depositaba pequeños besos en su cuello expuesto—. Mira como te devora, mira lo hermosa que eres en tu placer.

Pandora negó con la cabeza, no podía hacer aquello, señor, era demasiado para ella, aquella lengua entre sus piernas, las succiones, los pequeños mordiscos y lametones la estaban volviendo loca.

—Por favor...

Dior le separó incluso más las piernas para que el hombre pudiese profundizar más sus caricias.

—¡Oh, joder! —clamó ella—. ¡Will!

Dior sonrió y tironeó de sus pezones, haciendo que se arqueara sobre él, impulsando las caderas hacia delante, hacia la boca que la devoraba.

—Eso es, tesoro, gime su nombre —insistió Dior—, dile lo mucho que te gusta.

Pero Pandora se negaba a decirlo en voz alta, no delante de Dior, el que aquellos dos hombres la estuviesen compartiendo todavía era demasiado extraño para ella, demasiado íntimo.

El placer crecía con cada pasada de su lengua, con aquellas torturadoras manos en sus pezones, deseaba gritar, sollozar, la intensidad iba en aumento, enloqueciéndola, haciéndola gemir, retorcerse y pronunciar su nombre una y otra vez.

—Will... por favor... lo necesito...

—¿Qué es lo que necesitas, cariño? —le susurró Dior.

Pandora sacudió la cabeza y apretó los dientes. Dioses, lo necesitaba a él, necesitaba sentirlo enterrado profundamente en ella, necesitaba sus brazos acunándola, necesitaba sentirse amada una vez más por aquel hombre cuya alma había estado vinculada a la suya desde el comienzo de los tiempos.

—Dile lo que necesitas, Pandora —insistió Dior, su voz puro erotismo—. Llámale y dile lo que necesitas.

Pandora se mordió el labio inferior una vez más, apretó con fuerza los ojos y contuvo una solitaria lágrima.

—Le... le necesito —susurró finalmente Pandora—, le... le necesito a él.

Dior le acarició suavemente la curva de la cadera, una leve caricia que envió escalofríos por el cuerpo femenino.

—Will —gimió Pandora arqueándose una vez más contra su invasora lengua—, por favor... te necesito ahora... por favor.

El hombre levantó entonces la cabeza, lamiéndose la humedad de sus labios y barbilla con una pasada de la lengua. Pandora permanecía recostada sobre Dior, como una ofrenda en sacrificio. Sus pezones empujaban hacia arriba erectos y sensibles, su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración, todo su cuerpo estaba cubierto de un bonito tono rosado pero fue la mirada sensual e indefensa en sus ojos cuando se decidió a mirarlo, lo que le hizo desearla todavía más. Había amor en esa mirada, pureza y un anhelo que igualaba al suyo.

—Acércala al borde y sepárale todo lo que puedas las piernas —murmuró con voz profunda y sensual.

Pandora se estremeció de anticipación al escuchar aquella orden, sólo para estremecerse de placer cuando Dior la llevó a cabo y Will se posicionó entre sus piernas, su polla despuntando entre sus oscuros dedos, una gruesa y poderosa erección dispuesta a sumergirse en su interior.

Dior vertió entonces su aliento una vez más en el oído femenino.

—Eres suya, Pandora —le dijo él con suavidad—, ahora es tu turno de hacer que sea tuyo.

Ella se encontró con los ojos de Will, sus miradas se sostuvieron mientras él maniobraba, apoyándose a medias en la cama, llevando su erección a la húmeda entrada femenina, sintiéndose extraño y al mismo tiempo totalmente tranquilo ante la perspectiva de tomarla de aquella manera. Él había participado de la unión de Pandora con Dior, ahora era el turno del custodio de participar en la suya.

Empujando suavemente, sosteniéndose en los brazos, se fue introduciendo poco a poco en la cálida humedad de Pandora. Su sexo se aferró alrededor de su polla, succionándolo, llevándolo a casa una vez más. Ya no había mentiras, ni engaños, la última de las ataduras que Pandora tenía sobre él se iba disolviendo poco a poco, pudo sentirlo en el momento en que ella liberó a Dior y soltó la cadena que durante infinidad de siglos había mantenido a la Esperanza atada a los fragmentos de la Caja.

Un nuevo empuje y se encontró profundamente enterrado en su interior, el gemido de Pandora se mezcló con un breve gruñido masculino. Will empezó a retirarse suavemente y volvió a embestirla, sus movimientos eran lentos, calculados para darle el mayor placer.

“Abraza su alma, Elpida. La has esperado a lo largo de infinidad de siglos, sólo tú puedes retener ahora sus cadenas”.

Will apretó los dientes ante la maravillosa sensación de estar enterrado profundamente en ella, aquella suave y cálida voz tan parecida a la de Pandora le obligó a mirar dentro de su misma alma, allí dónde su vínculo con ella le había permitido estar siempre a su lado, cuidándola y guiándola.

“¿Quién eres?”

Una nueva embestida, lenta, profunda, Pandora se sacudía bajo él, removiéndose sobre Dior, quien gemía al sentir como el trasero de la mujer hacía estragos con su erección.

“El Don de Pandora”

Will sintió como los brazos de Pandora dejaban el asimiento que tenía en Dior y se enroscaban en su cuello, como ella abandonaba su posición, todavía unida a él y lo montaba, apretando los muslos contra sus caderas.

—Will —la oyó gemir suavemente con cada nuevo golpe de sus caderas, con cada nueva penetración. Sus brazos se cerraban con fuerza alrededor de su cuello, su boca dejaba pequeños besos en su hombro—. Will... no me dejes... por favor... no me dejes...

—Pandora —la abrazó a su vez, arrastrándola consigo al suelo, dónde la mantuvo cerca y abrazada, enterrado profundamente en ella, moviéndose suavemente.

“Libérala, por favor. Libera a Pandora de su carga”.

Will envió su petición, una súplica, sus brazos se ceñían alrededor de la mujer que adoraba.

—Mi amor —le susurró.

—Will —gimió Pandora—. Will... Will...

Ella no dejaba de pronunciar su nombre.

“Libérala”

“Will”

Will impulsó sus caderas, penetrándola con más fuerza, la suave voz de Pandora se había filtrado en su alma, llamándolo.

“Déjalo ir, Dadora de Bienes. Estoy aquí, yo te sostendré, te protegeré, te amaré hasta el fin de los tiempos y más allá”.

“Will... Elpida... Mi amor”

Will aligeró su abrazo, la rodeó con un brazo y buscó su rostro.

—Déjalo ir Pandora —suplicó acariciándole el rostro—, libéralo, amor. Libera al último de los Dones.

—Perdóname, Will —susurró ella abriendo los ojos, las lágrimas agolpándose en ellas—. Mi amor, perdóname.

Él bajó su boca sobre la de ella, enlazando su lengua con la suya, poniendo en ese gesto todo lo que había de valor en su interior, toda su esperanza.

—Estoy aquí, Pandi, te pertenezco —le respondió hundiéndose cada vez más profundamente en ella, más rápido—, siempre tuyo, amor.

—Elpida...

—Sí, mi Dadora de Bienes.

—Elpida —Pandora echó la cabeza atrás y lo cabalgó, uniéndose a sus embestidas, saliéndole al encuentro cada vez con más fuerza y desesperación—. Mi esperanza.

—Mi guardiana —gimió Will sintiendo como acariciaba ya el orgasmo—. Mi Pandora.

Pandora echó la cabeza atrás y gritó a pleno pulmón mientras se corría, su cuerpo estalló en miles de pedazos, por un breve instante pudo tocar el cielo, sentir cada uno de los dones por los que había sido tocada y finalmente la calidez la embargó, seguida de una impresionante ola compasiva que los bañó a ella y a Will antes de deslizarse de su cuerpo y explotar en el infinito. Con un gruñido ahogado, Will se unió a Pandora en su orgasmo, llenándola completamente con todo lo que había sido y lo que era.

Ajenos a cualquier cosa a su alrededor, abrazados y jadeando en el suelo, no fueron conscientes del momento en el que Dior abandonó la habitación luciendo en sus labios una satisfecha aunque triste sonrisa.

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