Pandora

Pandora


CAPÍTULO 10

Página 50 de 54

CAPÍTULO 10

DIOR suspiró audiblemente y se pasó una mano a través del pelo mientras sujetaba el teléfono con la otra. No había hecho más que atravesar el vestidor del hotel cuando sonó el teléfono y el identificador de llamadas le mostró a Mich, su amigo y socio tenía toda la clara intención de ponerle al día con los asuntos de la empresa para la que trabajaban, recordándole a Dior que tendría que hacer un alto en sus vacaciones si esperaba encontrar la empresa a flote cuando volviese.

Sin pretenderlo, su amigo le había dado la excusa que necesitaba para abandonar la ciudad y volver a su vida cotidiana, o por lo menos a un tipo de normalidad con la que podía tratar ahora mismo.

—Sí, sé quiénes son —le decía a su interlocutor mientras cambiaba el teléfono de oreja—, concreta una cita con ellos para el próximo lunes, calculo que el viernes, o el domingo a más tardar estaré por ahí.

La respuesta de Mich tuvo poco que ver con los negocios y bastante con Pandora.

—Joder, no lo sé Mich, no soy Dios aunque a veces lo parezca —respondió con sarcasmo—. Es algo que tendrá que resolver ella misma, yo ya no puedo hacer nada más.

Dior hizo una mueca al escuchar la respuesta pero finalmente sonrió.

—Sí, se lo que quieres decir —aceptó con una sonrisa—. Sólo asegúrate de esperarme con una bien fría, creo que la necesitaré para volver a ponerme al día.

Una irónica sonrisa estiró los labios del hombre, antes de chasquear la lengua y sacudir la cabeza.

—Ni por todo el oro del mundo —negó con vehemencia—. He tenido ya bastante de eso aquí, no más, gracias.

Dior se rió entonces entre dientes, le echó un vistazo al reloj de pulsera y recorrió la calle con la mirada en busca de la parada de metro más cercana.

—Ah, pero tú tienes suerte, tío —aseguró Dior, entonces frunció el ceño—. Mich, te llamo después, ¿ok?

Sin dejarle tiempo a responder, Dior colgó y devolvió el teléfono al bolsillo interno de su americana. Al otro lado de la calle, una mujer parecía estar intentando sacarse de encima un moscardón a juzgar por la manera en que agitaba la mano delante del rostro del hombre. Dior los observó mientras esperaba a que el semáforo de paso de peatones se pusiese en verde, ella era menuda en comparación con él, pero sabía de primera mano que el tamaño de Emily escondía un carácter capaz de sacar de quicio hasta al más pintado.

La curiosidad inicial empezó a dar paso a una ligera molestia cuando la vio lanzando el brazo en una obvia señal de despido para seguidamente ser detenida de mala manera por el hombre, el cual se acercó a su rostro para decirle alguna cosa.

Si había algo que Dior no soportaba, era que un hombre intimidase a una mujer de aquella manera, aunque la mujer en cuestión fuese una pequeña víbora con lengua viperina.

Dior saltó a la carretera cuando los coches empezaron a detenerse, pese a que el semáforo todavía no había cambiado a verde, en unas pocas zancadas estaba al otro lado. La voz airada de Emily le llegó claramente mientras caminaba hacia ellos.

—Tío, ¿no sabes lo que es un polvo? Es finito, en el momento en que vuelves a ponerte los pantalones ya eres historia —decía Emily al hombre que parecía empeñado en ponerle las manos encima.

—Oh, vamos muñeca. Tú y yo somos de los que repetimos —aseguró el hombre acercando su mano al rostro femenino sólo para que ella se lo sacase de encima con un gesto de la mano.

—Yo lo único que repito es el postre y tú difícilmente te acercas a esa categoría —le respondió con firmeza—. Ha estado bien, pero se acabó. Si llego a saber que ibas a ponerte en plan dependiente, no te habría ni invitado.

El tipo esbozó una irónica sonrisa, se rascó la punta de la nariz mientras la calibraba con la mirada y se iba acercando poco a poco a ella.

—Así que eres del tipo calienta pollas —le decía mientras se relamía con anticipación, como si pensase que sabía qué clase de mujer era y cómo manejarla—. ¿También te va hacerlo en un callejón?

Emily se tensó ante el insulto, dio un nuevo paso atrás dispuesta a pegarle una patada y salir corriendo en caso de que fuese necesario para poder liberarse de él cuando unos fuertes y seguros brazos, acompañados por un conocido aroma a menta llenaron su espacio. De un sutil tirón, se encontró fuera del camino de aquel imbécil con el que había tenido el mal juicio de acostarse la noche anterior para terminar siendo absolutamente consciente del hombre que ahora le rodeaba la cintura con un brazo, acercándola a él.

Emily tragó saliva, una fuerte mandíbula cubierta con una ligera sombra de barba, rasgos masculinos, atractivos y unos intensos ojos verdes permanecían clavados en el imbécil que no sabía aceptar un no por respuesta. Dior James era un hombre de fuerte complexión, respiraba sensualidad por cada uno de los poros y era el jodido custodio de Pandora, un hombre realmente apetecible que se encontraba absolutamente fuera de su rango.

Una no suspiraba por el amante, novio o lo que fuera de su mejor amiga, no si quería tener los dientes y el cabello en el lugar. Sabía que Pandora no era de esa clase de gatas, pero Emily la respetaba demasiado como para meterse con uno de sus compañeros de cama.

—Hola cariño, ¿interrumpo? —sugirió apretando la mano en la cintura de Emily para acercarla más a él.

Ella contuvo la respiración al sentir aquellos dedos rozándole el costado y los duros músculos contra su cadera. Luchando por recuperar pronto la compostura y la máscara de irritabilidad y mal humor que tenía siempre que él estaba alrededor, se soltó de su abrazo con un rápido tirón, se alisó el suéter, se sacudió los vaqueros y se colocó bien la tira del bolso en el hombro.

—Solamente acabas de evitar que un imbécil caiga en la categoría de gilipollas —respondió dedicándole una insultante mirada al hombre para luego darle la espalda y empezar a alejarse dejándolos a ambos plantados.

Ni un simple gracias, pensó Dior esbozando una irónica sonrisa. Esa mujer lo sacaba de quicio, pero era incapaz de entender el por qué. Emily era menuda, una mujer coqueta y segura de sí misma, sus ojos refulgían con inteligencia lo que hacían de ella uno de esos casos raros en los que se mezclaba la belleza y un cerebro activo. Él la había visto interactuando con Pandora y había descubierto que debajo de toda esa apariencia de vivacidad y despreocupación, existía un ser cálido, tierno y quizás un poco vulnerable.

Con él sin embargo, se comportaba como una arpía de lengua afilada, toda una contradicción andante para aquella reina del hielo.

Emily había acogido a Pandora con los brazos abiertos, incluso le había ofrecido a él quedarse con Pandora cuando ésta lo presentó como uno de sus custodios. Ella era la única del círculo de Pandora que estaba al tanto de la identidad de su Guardiana y de la búsqueda que había estado llevando a cabo. Por ello, lo hacía todo aún menos comprensible para él esta guerra particular que se había instalado entre ellos, en dónde Dior no había hecho si no devolver hostilidad con hostilidad.

Dior no había pensado en ello hasta ahora, con Pandora cerca sus hormonas tendían a dispararse demandándole otra clase de necesidades que nada tenían que ver con socializar.

Dedicándole una mirada de advertencia al hombre con el que había estado hablando, el cual parecía no ser capaz de captar una negativa, declaró.

—Si aprecias en algo tu pellejo, te mantendrás alejado de ella —sugirió con un tono de voz que no dejaba lugar a equivocaciones en cuanto al significado.

El tipo, quien debía estar acostumbrado a lidiar con tales afrentas levantó ambas manos a modo de rendición.

—No quiero problemas, tío —aseguró retrocediendo ya con tranquilidad—, esa tía no los vale.

En opinión de Dior, eso era discutible.

Dándole la espalda al hombre posó la mirada sobre Emily, quien se alejaba calle abajo, caminando sobre unos cómodos tenis mientras sus caderas se bamboleaban de una manera realmente sexy.

Advirtiéndose a sí mismo que lo que estaba a punto de hacer era estúpido, la siguió, alcanzándola en el momento en que giraba hacia la calle Kennedy.

—Sabes, creo que no estoy realmente bien de oído porque no te he oído decir gracias.

Emily dio un respingo al escuchar aquella voz masculina en forma de susurro junto a su oído. Se giró de golpe y parpadeó un par de veces antes de componer en su rostro una expresión de completo desinterés.

—Quizás se debe al hecho de que no te las he dado —respondió ella de forma plana—. Un error fácilmente subsanable. Gracias por nada.

Dior no pudo si no sonreír irónicamente ante tal respuesta.

—Vaya, parece que ha habido un error de apreciación por mi parte.

Ella arqueó una ceja en respuesta.

—Eso parece.

Emily se tomó unos instantes para mirarle con profundo desinterés.

—¿Alguna cosa más? —preguntó con obvio fastidio—. Si buscas a Pandora, me temo que no podré serte de mucha ayuda, ya que no la he visto desde ayer a la noche.

Dior esbozó una irónica sonrisa ante la respuesta de la mujer, la cual estaba tratando de deshacerse de él sin ningún miramiento.

—Ha pasado la noche en mi apartamento —le soltó con un ligero encogimiento de hombros antes de dejarlo caer como si nada—. Se presentó de madrugada diciéndome que no había podido pegar ojo por los gritos, jadeos y tareas de bricolaje que parecían estar haciéndole a la cama de la habitación contigua a la suya —Dior echó una mirada hacia atrás—. No parece muy ducho en esa clase de tareas, ¿no?

El rostro de Emily palideció para trasmutar en un tono azafranado que le cubrió hasta el cuello. Sus ojos brillaban con furia contenida y una pizca de vergüenza. Dior se vio obligado a morderse una sonrisa, señor, era tan fácil provocarla.

—Una noche intensa, ¿huh?

Si una mujer pudiese estallar en llamas por el sonrojo que cubría su rostro, Emily lo habría hecho sin necesidad de encendedor.

Tras la primera impresión, la chica reaccionó rápidamente.

—Espero que igualmente satisfactoria que la tuya —le espetó.

Touché, pensó Dior mientras sus labios se curvaban lentamente en una irónica sonrisa cuando le respondió.

—Igual o más interesante que el resto del día —aseguró con total intención—. No podría asegurarte que vayas a verla en los próximos días.

Emily arqueó una ceja en respuesta.

—¿Una maratón de sexo? Que original.

Dior se encogió de hombros.

—Quizás lo fuese si estuviese invitado, que no es el caso —aseguró con un ligero encogimiento de hombros.

Aquello pareció pillar por sorpresa a la mujer.

—¿Qué quieres decir?

Dior se inclinó hacia delante, las dos manos metidas profundamente en los bolsillos.

—Cambio de jugador —respondió en tono de misterio.

Ella parpadeó un par de veces y se obligó a retroceder para evitar que él invadiese su espacio.

—¿Quién...? —la respuesta le llegó sin buscarla y a juzgar por la muda confirmación que leyó en los ojos de Dior, lo que había estado esperando que pasara antes o después, había ocurrido—. ¿Will está aquí? ¿Ese cabrón hijo de puta se ha atrevido a poner un pie en la misma ciudad que Pandora?

Dior sonrió ante la descripción de la mujer.

—Y ya iba siendo hora de que lo hiciese —aseguró aceptando sus propias palabras—. Esos dos tienen una historia en común, necesitan tiempo para aclarar algunas cosas.

Emily se lo quedó mirando, su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—Pareces tomarte muy bien que otro tío se vaya a tirar o se esté tirando a tu novia —aseguró ella con más curiosidad que interés.

Dior sonrió de medio lado.

—Podría ser más extraño de lo que es en realidad —confesó en voz baja—. Deseo la felicidad de Pandora y sé que sólo va a encontrarla en Elpida.

—Elpida —repitió Emily como si le costara digerir lo que le estaba contando.

—William.

Ella asintió.

—Sí, lo sé. Pandora me hizo un buen resumen cuando llegó—aceptó. Entonces sacudió la cabeza y frunció el ceño al mirar a Dior—. Vosotros los Custodios, sois un poquito raros —aseguró con total convencimiento—. Os tomáis muy bien eso de... compartir.

Dior esbozó una irónica sonrisa.

—No te haces una idea.

Ella lo miró como esperando una explicación pero Dior decidió ignorarla y en cambio preguntó:

—Tengo una pequeña curiosidad.

Emily se tensó, la mirada de aquel hombre no presagiaba nada bueno.

—Si estás pensando en algo retorcido...

Dior se lamió los labios y se inclinó una vez más hacia ella.

—¿La cama aguantó?

Con un bajo bufido, Emily dio media vuelta y se despidió con un escueto.

—Piérdete Dior James.

Sonriendo para sí, Dior se quedó mirándola mientras se alejaba por la calle, el buen humor le duró todavía un buen rato. Emily no era tan espinosa como quería aparentar, era ágil de mente y palabra, algo que a Dior le gustaba en una mujer.

Sacudiendo la cabeza para evitar que su mente corriese por otros derroteros, volvió a sacar el teléfono con intención de retomar su conversación con Mich pero no llegó a marcar ni el primer número cuando el eco de una vieja frase que había sido pronunciada hacía mucho tiempo penetró en su mente con fuerza.

“Encontrarás la felicidad, cerca de tu guardiana”.

El eco de la voz femenina que creía haber olvidado penetró profundamente, arrancando las imágenes del tiempo. Pero aquellas no eran de tiempos pasados, de una vida pasada en tierras griegas, Dior se encontró asistiendo atónito a nuevas escenas, apenas flashes que le mostraban a una pareja entre las sábanas.

—Qué demonios... —jadeó quedándose sin aire—. Dioses...

La pareja que había visto entre las sábanas eran él mismo y aquella mujer... la hembra que se alejaba con andar seductor calle abajo.

—No... no puede ser —murmuró palideciendo cada vez más—. ¿Qué clase de broma es esta Afrodita?

Pero Dior sabía que no era ninguna broma, aquella imagen no pertenecía al pasado, era una muestra de lo que estaba por llegar.

Ir a la siguiente página

Report Page