Pandora

Pandora


CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11

PANDORA se desperezó lentamente, la luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas del dormitorio calentando su desnudo cuerpo. La sábana que la cubría se había envuelto en sus caderas dejando el resto de su piel al descubierto, tibia con el calor que recibía del sol.

Somnolienta estiró el brazo hacia el lugar que Will había estado ocupando para encontrarlo vacío, las sábanas estaban calientes, suponía que por el mismo fenómeno que la había despertado a ella.

—¿Will? —se incorporó ligeramente, tirando de la sábana para cubrirse los pechos mientras observaba el dormitorio ahora vacío.

Bostezando, se envolvió la sábana alrededor del cuerpo como si fuese una toga y salió de la habitación, el sonido del correr del agua llegó a sus oídos desde el final del pasillo, a través de la puerta entreabierta se escapaba el vapor del agua caliente. Esta cedió bajo sus dedos al empujarla, el sonido del agua procedía de la ducha y la visión que captó a través de la mampara de la ducha la dejó sin aliento.

El agua resbalaba por la bronceada piel masculina, acariciando cada curva de los duros y definidos músculos, arrastrando los restos del jabón hacia el desagüe a sus pies. Los oscuros dedos de piel canela se hundieron en el pelo negro cuando Will echó la cabeza hacia atrás aclarándoselo, Pandora era incapaz de aparta la mirada y a medida que descendía, un rubor crecía en sus mejillas. Aquel hombre era un dios de carne y hueso, con un cuerpo atlético y tonificado, ni demasiado musculoso, ni demasiado delgado, simplemente perfecto. Pero su apreciación iba más allá del exterior, en él Pandora había encontrado un compañero sensual, divertido, paciente... Sí, sobre todo paciente.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo había visto en aquellas condiciones? Pandora sacudió la cabeza, no deseaba pensar en ello, sabía que no podía engañarse a sí misma.

La noche había estado cargada de sorpresas, descubrimientos y confesiones pero quedaba todavía un largo camino por recorrer, y para hacerlo debería empezar a dar algunos pasos.

Lamiéndose los labios inconscientemente, intentó mentalizarse a sí misma de dar media vuelta y volver al dormitorio, podría esperarlo allí, pensar claramente en lo que tenía que decirle... pero cuando se dio la vuelta dejándole echar un vistazo al mejor culo que había visto en un hombre, sus pensamientos se esfumaron. Nalgas prietas, cintura estrecha, una espalda amplia y hombros anchos, Will era una pieza de primerísima calidad.

—¿Quieres unirte a mí en la ducha, o prefieres alcanzarme una toalla?

Su voz la hizo dar un respingo, pronto se encontró mordiéndose el labio inferior mientras sus mejillas se calentaban. Alzó los ojos sólo para encontrarse con la mirada verde de Will fija en ella, divertida y brillante. Una delgada ceja se arqueó puntuando su previa pregunta.

—Me... ducharé después —murmuró. Entonces se dio la vuelta y echó un rápido vistazo al pequeño baño, cogiendo una toalla del colgador cercano a la ducha.

Oyó como Will cerraba el grifo y se abría la mampara de la ducha, la toalla de algodón blanco dejó entonces sus manos para pasar a las de Will, quien se secó con rápidos y energéticos movimientos el pelo para luego seguir con el torso y finalmente envolver la toalla alrededor de la cadera.

—Buenos días —la saludó él, su mirada puesta en ella.

Pandora abrió la boca y asintió, sintiéndose como una tonta. ¿Pero qué demonios pasaba con ella? ¿Dónde estaban sus palabras? Se estaba comportando como una adolescente tonta después de haberse acostado con su primera pareja.

—Eh... sí, buenos días —respondió por fin, entonces sonrió de medio lado—. Esto está empezando a resultar un poco violento... y estúpido... Lo siento.

Will sacudió la cabeza, se pasó una mano a través del pelo y se acercó a ella.

—Está bien, Pandora —la calmó con esa voz tranquila y apacible que solía utilizar con sus estudiantes—. Hay cosas que simplemente van más allá del entendimiento o de lo que una vez hemos considerado algo cotidiano. Sólo respira, toma aire, déjalo escapar y relájate.

Pandora se pasó las manos por el pelo, alzándolo para luego dejarlo caer y suspirar.

—Han pasado demasiadas cosas en un espacio muy corto de tiempo, Will, estoy... sobrepasada —aceptó llevándose las manos ahora a la sábana, apretando bien el nudo tras su cuello para evitar que se le soltara—. Dior se ha marchado y...

Ella sacudió la cabeza. ¿Por qué demonios mencionaba ahora a Dior? Demonios, necesitaba un café.

—Joder... no me hagas caso, todavía no me he tomado el primer café —murmuró dándole la espalda.

Will la detuvo, abrazándola desde atrás, enlazando los brazos alrededor de su cintura.

—Él es parte de ti, cariño... cada uno de los custodios, son parte de ti... no tienes que fingir otra cosa.

Pandora se mordió el labio inferior y giró en su abrazo, buscando su mirada.

—No se trata de eso... o quizás sí —Pandora negó con la cabeza, ¿por qué tenía que ser todo tan confuso ahora mismo?—. Dior me lo explicó... tú también lo has sentido. No sé cómo no me di cuenta antes, escuché tu voz pero... no sabía que te afectaría de esa manera. Yo... joder, ¿por qué no me lo dijiste?

Will le apartó el pelo de la cara, su menudo cuerpo estaba pegado al suyo, la sábana secando las perlas de humedad que todavía quedaban sobre su piel.

—Porque te conozco, Pandora —le aseguró examinando su rostro—. No eres una mujer promiscua...

Ella hizo una mueca.

—Dile eso a alguien que no se ha tirado en los últimos meses a cinco tíos, uno tras otro.

Will esbozó una ligera sonrisa y le acarició la mejilla con el pulgar.

—A eso mismo me refiero —le dijo cogiéndole la barbilla entre el índice y el pulgar para levantarle la cara—. Has sufrido con cada uno de los desafíos que se han puesto en tu camino, sólo has seguido adelante por que tenías en mente una meta, pero si hubieses sabido desde el principio quien era realmente, si tan sólo hubieses sospechado que en el preciso momento en que te entregases a ellos, yo sentía el reflejo de tu pasión, jamás habrías seguido adelante y eso nos habría colocado a ambos en un callejón sin salida.

Pandora no podía refutar eso. Will tenía razón, desde el momento en que sus caminos se cruzaron, lo sintió como suyo. ¿Cuántas veces se había sentido avergonzada por volver a casa y mirarle a la cara? ¿Cuántas veces había tenido que convencerse a sí misma que lo que estaba haciendo obedecía a un fin? Si hubiese sabido, o tan sólo imaginado, que él sentiría cada momento que compartiese con sus custodios, jamás lo habría hecho. No importaba lo fuerte que hubiese sido la conexión o la lujuria, Pandora habría huido en la dirección contraria... o habría muerto un poco por dentro cada vez que sucediera, sintiéndose como una verdadera puta sin corazón.

Si él te hubiese rebelado quien era desde un principio, jamás habrías acudido a ninguno de los custodios... no habrías ido tras Mich... y no habrías conocido a Dior.

Su conciencia la aguijoneó con fuerza. Si Will no hubiese hecho lo que hizo, quizás ni siquiera estarías ahora con él... podría haber sido Dior el que te hubiese encontrado primero y su búsqueda no habría tenido el mismo desenlace... ¿oh, sí?

Hablando de traiciones... pensó.

Pandora se deslizó lentamente de entre sus brazos.

—Quizás tengas razón —aceptó dejando su abrazo—, pero no por ello puedo olvidar la realidad en la que me he visto implicada. La verdad es que me utilizaste, Will. A pesar de todos los argumentos que puedas esgrimir para encontrar tus actos justificables, he sido yo la que ha tenido que atravesar todo esto sola, buscando a alguien que siempre había estado a mi lado... yo... me siento... utilizada. Como una muñeca de trapo a la que se la envía de un lado a otro sin saber quién o cuál es el motivo de su presencia en el mundo.

Ella dejó escapar un cansado suspiro y se alejó un paso hacia la puerta, volviéndose entonces hacia él, encontrando en su rostro aquella mirada verde en la que brillaba el arrepentimiento, la compasión y un amor cálido y puro.

—Este último mes ha sido extraño —continuó con un suspiro—. Estaba muy enfadada contigo... en cierto modo todavía lo estoy, pero a pesar de todo también te he echado de menos, te he extrañado como no puedes hacerte una idea. Me he sentido vapuleada, Will y... en estas últimas semanas, si he podido encontrar un poco de paz y tranquilidad ha sido gracias a Dior.

Pandora dejó escapar un suspiro mientras alzaba la mirada al techo.

—Te quiero, dios... sé que estoy enamorada de ti, y me refiero a ti, Will, no a Elpida... —ella se echó a reír—. Bueno, ya me entiendes...

—Pandora... —quiso interrumpirla pero ella no le dejó.

—Pero también está Dior... —confesó ella, su mirada volviendo a la de él, clara, honesta—.Y no sé cómo enfrentarme con esto.

Ella se mordió el labio inferior con indecisión.

—Soy una maldita estúpida —murmuró con una desganada sonrisa—. Te he estado esperando durante tanto tiempo... y ahora ni siquiera puedo estar segura de si soy la persona indicada para ti, porque ya no me conozco ni a mí misma.

Will caminó hacia ella, el pulgar le limpió las lágrimas que empezaban a resbalar por sus mejillas.

—Te he hecho daño —aceptó con verdadera pena—, en mi necesidad por retenerte a mi lado, por volver a ti, te he hecho daño. Lo siento, Pandora.

Ella negó con la cabeza, luchando por contener las traicioneras lágrimas.

—No has sido sólo tú, Will —aceptó. Pandora no era una cobarde—. Yo me he traicionado a mí misma, me he convertido en alguien que no reconozco... ese es el problema... y no sé cómo recuperar quien fui.

Will acunó su rostro entre las manos y la atrajo hacia él.

—Permite que yo te recuerde quien eres —le pidió acariciándole la cara—, dame sólo un día, sólo un día Pandora.

Ella se lamió los labios y miró a su alrededor.

—¿Lejos de aquí?

Él asintió.

Ella le aferró las manos y asintió.

—De acuerdo.

Will la besó en los labios, entonces se apartó y la miró a los ojos.

—¿Me concederás unos minutos para ponerme algo encima?

Pandora bajó la mirada y sonrió de medio lado.

—Sólo si vuelves a quitártelo después —aceptó con una pequeña y tenue sonrisa.

Will la recorrió con la mirada y sonrió a su vez.

—Sólo si me permites quitarte la tuya antes.

Pandora sonrió.

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