•PAREDES DE PAPEL.

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Contos

-Escritor(a): Alfas Corpii.

-Categoría: Maduras.

-Tiempo Estimado de Lectura: [18min.]



CONTINUACIÓN...

Su mano derecha tomó rumbo sur, y enseguida sentí el calor de sus dedos entre mis muslos, recorriendo el elástico tejido, arrancándome otro profundo suspiro.



— Estás mojada, Mayca, y no de sudor…



«Dios, ya me tiene, ahora sí que voy a sudar».



Sus hábiles dedos se colaron por la cinturilla de la prenda, deslizándose bajo el tanga, hasta que toda su mano desapareció arropada.



— Umm… —gemí con el tacto de sus falanges en mi mojada vulva.



— Ahora vamos a entrar en mi casa, y vamos a hacer que este coñito hambriento trague carne hasta convertirse en una fuente —me propuso, a la vez que su dedo corazón rozaba mi perla, provocando que mi espalda se arquease aún más—. Y después, será el turno de este culazo, que también pide su ración…



«¡Oh, Dios mío!», exclamé para mis adentros. «Quiere darme por detrás… Nunca me he dejado, pero, tal y como me tiene ahora…»



Su anular y corazón se colaron más abajo, abriéndose camino entre mis pliegues para penetrarme, repentinamente y formando un garfio, mientras me oprimía una teta, me mordisqueaba el lóbulo de la oreja, y nuestros cuerpos se presionaban el uno contra el otro.



— ¡Au! —grité, en un tono demasiado audible—. ¡Joder, me molesta!



— ¿Pero qué dices? —me preguntó, sorprendido—. Si estás ardiendo y chorreando…



Su maniobra, que en cualquier otro momento me habría hecho entrar en combustión, me había producido dolor, tanto en mi sexo, como en los huesos pélvicos, al igual que lo había sentido montando en la bicicleta estática.



— Anda, vamos para adentro —siguió—, que lo de ayer nos supo a poco…



— No, no, no —me opuse, sacando su mano de mi entrepierna—. ¡No puedo!



— Venga, Mayca, estás cachonda perdida y te mereces un polvazo —insistió, excitándome con sus palabras a la vez que su pelvis golpeaba mis posaderas.



Pero ese movimiento, que habría podido hacerme perder los papeles, lo único que consiguió fue confirmar la molestia.



— De verdad que no puedo —atajé, dándome la vuelta para mirarle a la cara—. Ayer… —hice una pequeña pausa para tragar saliva y bajar más el tono de voz—. Me follaste demasiado duro… Ahora me duele.



— Ayer no tenías ninguna queja —contestó con una media sonrisa—. De hecho, fuiste tú la que pedía más. Diría que nadie te había follado nunca así, y sé que te gustó…



— Uff, ni te imaginas —le dije, acariciando su torso—. Y ahora mismo me has puesto… que me muero por repetirlo. Pero, de verdad, Fer, me duele un poco, y entre esa intensidad y esto que calzas —no pude evitar que mi mano agarrase la columna de mármol que había entre ambos—, me da miedo que me hagas más daño. Al menos hoy…



— ¡Mierda! —maldijo—. Mayca, con lo buena y cachonda que estás… ¿Cómo me voy a ir yo ahora así a correr? Tendré que llamar a alguna amiga para que arregle este estropicio que tú has hecho…



Esa amenaza, apelando a los celos que había visto en mí el día anterior, me pareció un golpe bajo. «¡Qué cabronazo!». Un golpe que no surtió efecto en mí por celos, sino por el hecho de usarlo. «¡Y cómo me pone este niñato con su chulería!».


Atentos a Contonoticias, con lo va pasar en el canal. 🔥🔥🔥


— Eso no será necesario —le dije, mirándole con el vicio plasmado en mis facciones—. Soy mayorcita para arreglar mis propios asuntos. Y este asunto —remarqué, metiendo mi mano bajo su ropa para empuñar a piel desnuda ese miembro que me fascinaba— requiere que dé lo mejor de mí para obtener lo mejor de él.



Me relamí, y a él se le escapó un suspiro contemplando mi lascivo gesto.



Sin duda, ahora ya estaba demasiado excitada, y mi juicio se encontraba trastornado. Necesitaba satisfacer mi deseo por el muchacho, necesitaba sentirle dentro de mí, y aunque de cintura para abajo no pudiera complacerme, no quería decir que no pudiera darme un buen banquete.



Sin dilación, Fernando se bajó la ropa a medio muslo bien tonificado, dejándome contemplar, al separarme unos centímetros de él, cómo la torre de Pisa parecía haber sido construida en su entrepierna.



Obnubilada por la excitación, cediendo el juicio a la lujuria, no me importó que nos encontráramos en el portal. De hecho, la imagen de la primera vez que había pillado al informático con una de sus amiguitas, acudió a mis recuerdos: precisamente en ese mismo lugar, estando el veinteañero con los pantalones a medio muslo mientras una rubia acuclillada movía la cabeza en vaivenes sobre su entrepierna… «¡Qué morbazo!»



Bajé hasta ponerme en cuclillas, sin dejar de empuñar el enhiesto músculo que mi mano apenas podía rodear, y cuya amoratada cabeza sobresalía más del doble de lo que mi mano cubría.



Se veía tan lozana y apetitosa… Dura como el acero, gruesa como un tronco, larga como una boa, potente como un misil… Surcada de portentosas venas, dotándola de la sangre suficiente para mantener firme semejante dotación; con el redondo glande, de delicada piel de tono violáceo, evidenciando humedad en su extremo para presagiar el postre que me esperaba… ¿Cómo no caer ante la tentación de tan suculento manjar?



Humedecí mis sensibles labios y los posé sobre el balano, haciendo que éste se deslizara a través de ellos para introducirse en mi boca. El sabor de su lubricación satisfizo mis papilas gustativas cuando esa testa contactó con mi lengua, y mis pétalos siguieron descendiendo para superar la corona y adaptarse al grosor del tronco que ansiaba engullir a continuación.



— Ooh, así… Suave, al principio es como más me gusta —me informó el chico con su glande enterrado en mi cavidad.



Sus manos bajaron a mi cabeza, acariciando la coleta que me había hecho para ir al gimnasio, y pensé que me tomaría de ella para marcarme el ritmo de la felación, pero no, por el momento todo el poder era mío, y se dejaría llevar por lo que ya había comprobado que era mi buen hacer.



Succioné, tirando de la deliciosa polla para seguir metiéndomela en la boca, alojando su punta entre el final de mi lengua y el velo del paladar, asomándose a mi garganta con algo menos de la mitad del miembro engullido, y la acaricié internamente retorciendo mi lengua contra ella, degustando el salado sabor de su piel mientras mi olfato se colmaba de olor a macho.



Volví a subir manteniendo la succión, dejando la porción probada con una fina capa de saliva que produjo un evocador sonido con mis labios, deleitándonos a ambos.



— Joder, Mayca, con esos labios y boquita que tienes, siempre supe que tendrías que disfrutar comiéndote mi polla…



— Uhum —asentí, chupeteando con mis suaves pétalos y la punta de mi ávida lengua el balano, como si fuera un Chupa Chups.



Me excitaba de tal manera comerme esa joven verga, que disfrutaba el acto hasta el punto de sentir cómo mi coñito seguía licuándose con el simple roce del tanga, estimulando mi clítoris inflamado.



No pocas mamadas le había hecho a Agustín, pero nunca las había disfrutado de esa manera. Siempre se las hacía por él, para su disfrute, no el mío (salvo la última que le hice pensando en el chico), y para contemplar divertida mi efecto sobre él cuando acababa derramándose sobre su barriga. Pero ahora había alcanzado otro nivel, ahora lo disfrutaba de verdad.



Con Fernando había descubierto lo increíblemente excitante que podía resultar comerse una buena polla, sentir en los labios y lengua su suavidad y consistencia, cada una de sus venas, su sabor, su longitud, obligándome a dilatar mi garganta… Y obtener como premio a la dedicación, el sabroso y exclusivo postre, esa hirviente y abundante leche de macho eyectándose contra mi paladar y garganta para hacerme sentir maravillosamente puta.



Mi mano acarició suavemente la estaca y, mientras mi boquita daba buena cuenta de la cabezota, descendió hasta alcanzar los colgantes testículos, sopesándolos, mimándolos y rozando la piel escrotal con las uñas.



— Dios, me estás poniendo tan malo que no sé si voy a poder contenerme para no atravesarte.



Esas palabras, y sus amortiguados gruñidos, no eran más que otro estímulo para mí, así que cedí a mi gula, y volví a succionar, envolviendo con calor y humedad la espada hasta que topó con mi garganta. Entonces, mi desaforada fogosidad me llevó a poner en práctica aquel talento que había descubierto tan solo unos días antes, con el mismo protagonista.



Conteniendo los amagos de arcada, sofocados en mi cerebro por la propia lujuria, mientras sentía cómo algunas lágrimas inundaban mis ojos, enfilé el ángulo correcto para mover la cabeza hacia el pubis del joven, permitiendo que el redondeado glande dilatara mis tragaderas para continuar avanzando y engullendo carne. Hasta que mi quirúrgicamente perfeccionada nariz rozó la piel pélvica.



— Joder, Mayca, joder… ¡Eres la mejor! —exclamó, tratando de contener su tono mientras los espasmos de mi garganta le volvían loco.


Atentos a Contoshop, 2da Parte. 🔞🔞🔞


Cuál faquir, aguanté unos segundos la profunda penetración, hasta que tuve que sacarme el largo miembro masculino, regándolo de babas que escurrieron hasta mi pecho, y tosiendo un par de veces cuando hubo desalojado completamente el estrecho conducto.



Pero a pesar del esfuerzo, estaba ya tan sumamente excitada, que tras coger un poco de aire, volví a comerme la polla con ganas, subiendo y bajando por su tronco con los labios, realizando un rítmico “Slurp, slurp, slurp” con el que la verga se deslizaba entre mis esponjosas almohadillas y sobre la lengua, incidiéndome una y otra vez en el velo del paladar.



Fer gruñía, extasiado, mientras en mí, el propio movimiento de cervicales se extendía por todo mi cuerpo hasta sentirlo en el coño, contrayéndose y relajándose al mismo compás, llevándome a un estado cercano al orgasmo que incentivaba aún más mi ansia.



Succionaba con ganas, hundiendo mis carrillos, como quien está acabando con el más delicioso y refrescante granizado veraniego, apretando con la lengua y los labios, haciendo bufar al macho durante unos minutos que hicieron sus delicias y pusieron a prueba su temple.



Con la espalda apoyada en la puerta de su casa y sujetándose a mi cabeza, parecía que le flaqueaban las piernas de puro goce, pero seguía aguantando mi desmedido apetito como el purasangre que era.



Con la almeja vibrante y jugosa, y los pezones a punto de rasgar el sujetador y el top, volví a alinear el ariete con mis tragaderas, encajándome el suave glande en la garganta para que éste la dilatara y esa tremenda pitón fuera engullida por mi lasciva voracidad.



— Oohh, Diosss… —evocó el informático, disfrutando de la estrechez y profundidad de la penetración oral— Qué vicio tienes… Me tienes ya a punto…



Paralizado, con mis manos aferradas a sus sólidos glúteos en tensión, y mi nariz rozando su pubis, el lancero se deleitó con el reflejo de deglución constriñendo su mortífera arma.



Pero, aunque la garganta profunda fuera terriblemente excitante en mi mente y, por lo visto, delirantemente placentera para la “víctima”, físicamente resultaba incómoda y agotadora, por lo que solo aguanté los segundos que pude hasta que necesité respirar.



Finalmente, con un sonido gutural, me la saqué por completo. Estaba segura de que, al menos en esa ocasión, no sería capaz de repetirlo.



— Uff, preciosa —me dijo, observándome con cara de salido mientras me limpiaba la saliva de la barbilla con el dorso de la mano—. Solo me ha faltado un pelín para llenarte directamente el estómago de leche…



— Lo que quiero es saborearla —conseguí decir, con la voz rota.



— Sin duda, nadie se la ha merecido más que tú, y ya casi la tienes… Quiero correrme en esa sensual boquita viciosa…



Sin atisbo de duda, mirándole directamente a los ojos, agarré la marmórea columna bañada en saliva, y la succioné lentamente con los labios, sin perder ni un segundo el contacto visual.



— Oohh, me vuelve loco cuando lo haces así…



Con tranquilidad, disfrutando de cada milímetro de piel que se deslizaba por mis pétalos y se arrastraba por mi lengua, seguí chupando, arriba y abajo, arriba y abajo, sin ninguna prisa, sacándole brillo a ese juguete al que me había vuelto adicta, con mi excitación en niveles extremos, pero conteniéndome para no ceder a su impulso y comerme la polla con ansia desmesurada.



Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo…


Así pude realizar una exquisita y pausada mamada, con dedicación, profunda y larga, retardando el éxtasis del macho, llevándole a cumbres de placer que colapsaban todos sus sentidos. Mientras, yo me recreaba viendo cómo su rostro se iluminaba de gozo y sus suspiros eran más largos y sonoros.



— Aah… Mayca… aahh… Esos ojazos verdeeess… Tan preciosa y tan putaaahh… Me estás matandoohh…



Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo…



El sonido de mis succiones, sobre todo cuando la amoratada testa volvía hasta mis labios, y los profundos suspiros de hombre extasiado, eran música celestial para mis oídos, la banda sonora de un orgasmo que también se estaba madurando en mi interior.



Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo…



De pronto, un portazo nos sacó del onírico momento.


— ¡Joder! —exclamó Fer, mientras yo me quedaba catatónica con casi la mitad de su verga dentro de mi boca.



— ¿Hay alguien ahí? —escuchamos la voz de Don Mariano, procedente del piso de abajo.



— ¡Soy yo…! Fernando! —se apresuró a gritar el chico.



— ¡Ah!, me habías asustado. ¿Bajas, joven?



— No, no, baje usted, Don Mariano. Yo… —Fer volvió a cruzar la mirada conmigo, y una sonrisa se dibujó en sus labios— ¡Me están calentando a tope y me voy a correr en cualquier momento!



— ¿Mmm? —pregunté de forma casi inaudible, con la boca llena de carne y los ojos como platos.



Sus manos presionaron mi cabeza y su pelvis se movió ligeramente hacia delante, incrustándome el balano en la garganta.



— No pares ahora —susurró.



Estaba desconcertada, pero el morbo de la extraña situación, a medio camino de ser pillados in fraganti, sumado a todo lo que llevaba acumulado, hizo reaccionar a la ninfómana que en los últimos días se había despertado en mí, así que continué con la lenta, profunda y deliciosa mamada de ese pirulo que me arrebataba la capacidad de pensar.

CONTINUARÁ...

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