•PAREDES DE PAPEL.

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Contos

-Escritor(a): Alfas Corpii.

-Categoría: Maduras.

-Tiempo Estimado de Lectura: [18min.]



CONTINUACIÓN...

— Ese vestidito que llevas es toda una provocación —afirmó, recorriéndome con sus ojos avellana— Quítatelo para que pueda ver con claridad ese cuerpazo de madurita caliente que apenas oculta.



Su determinación y descarados piropos me resultaban tan eróticos, que no dudé ni un segundo en obedecer su orden, sacándome el vestido por la cabeza y quedándome ante él en conjunto y tacones.



— ¡Joder, qué buena estás! ¡Y qué buen gusto para la ropa interior tienes! —exclamó.



Halagada por semejante apreciación viniendo de un veinteañero, y con los pezones erectos y la entrepierna húmeda, di un pequeño giro sobre mí misma.



— ¿Te gusta? —pregunté, borracha de autoestima.



— Bufff… ¡Mira cómo me has puesto!



Con un rápido gesto, Fer se deshizo de las chanclas con las que le había encontrado en su casa, y se bajó el pantalón corto y el bóxer, quedándose completamente desnudo para mí.



— ¡Joder! —exclamé, admirada por la belleza de su joven cuerpo tallado en roca.



Su magna hombría me apuntaba con la misma desvergüenza que su dueño exhibía siempre conmigo. Era tan hermosa, larga y gruesa, erecta y dura, tan enloquecedoramente apetecible, que inconscientemente me relamí.



— Eres una viciosa, ¿eh? —me espetó—. Me encanta cómo te relames en cuanto ves una buena polla… Esos labios rojos están pidiendo que me los folle…



Sentí cómo entraba en combustión, ya solo la lujuria guiaría mis actos.



— Venga, Mayca, come lo que quieras —me ofreció, levantando sus brazos para entrelazar sus manos tras la nuca—, es todo para ti…



Dio un paso hacia delante, minimizando la distancia entre nosotros hasta que su violáceo glande contactó con mi ombligo.



«¡Joder, qué pollón!, ¡necesito que me llene con él!», fue mi último pensamiento, un instante antes de que mis manos se posaran sobre sus pectorales y mis labios besaran la piel de su pecho, descendiendo en cálida y húmeda caricia lingual, hasta que mis rojos pétalos se posaron sobre el redondeado balano.



— Eso esss…



Con mi cuerpo doblado por la cintura, sentí cómo la pelvis a la que ya me sujetaba con las manos, empujaba lentamente, haciendo que la suave y redonda cabeza de la juvenil verga diera de sí mis labios para que envolvieran todo su grosor, rodeándola mientras se deslizaba entre ellos y penetraba en mi boca con su sabor a macho.



— Umpff… —gemí de satisfacción a la vez que succionaba.



— Así, preciosa, traga cuanto puedass…



El empuje de su cadera siguió acompañando mi succión, llenándome la boca de dura carne que se arrastró por mi lengua y paladar, calibrando mi gula a medida que alcanzaba el fondo de mi cavidad.



Tuve un amago de arcada al sentir el grueso glande incidiendo en mi garganta, pero mi excitación superó ese reflejo físico para alinear mis tragaderas con la rígida estaca que me pedía seguir avanzando.



— Diosss, Mayca… No me digas que te la quieres comer toda…



Ese comentario, que denotaba que le volvería loco, no hizo sino incendiarme más, avivando mi lujuria y las ganas de superar mis propios límites.



Me esforcé permitiendo la profunda penetración, ignorando el impulso de toser, y tragué la gruesa cabeza invasora para que entrase dilatando mi garganta mientras mi rostro se acercaba al pubis del chico, llegando a rozarlo con la punta de la nariz.



— ¡Oooohh! —exclamó sorprendido y extasiado el macho, bajando sus manos hasta apoyarlas en mi cabeza.


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Los espasmos de mi faringe le hicieron enloquecer, pero tuve que sacarme ese largo y acerado músculo del estrecho conducto con un poderoso ataque de tos, el cual a duras penas pude contener para no acabar con una desagradable consecuencia de forzar mis tragaderas.



Contenido el impulso, con dos lágrimas corriendo por mis mejillas por el esfuerzo, la barbilla goteando saliva y el tanga empapado, miré triunfalmente a mi adonis.



— Joder, Mayca, nunca me habían hecho una garganta profunda —me confesó, con su rostro redibujado por el vicio— ¡Ha sido la hostia!



— ¿Sí? —pregunté con un hilo de voz, orgullosa por haber superado a todas sus amiguitas.



— ¡Ha sido brutal!, pero tampoco quiero que te ahogues a la primera y me hagas correrme enseguida…



— Me encanta tu polla, y quiero que te corras para mí—dije, poniéndome de rodillas y limpiándome la barbilla con el dorso de la mano.



Acto seguido, recorrí con mi lengua toda la longitud de la portentosa verga, desde las pelotas hasta la cúspide, lamiendo la saliva que la había embadurnado por completo.



— ¡Qué maravilla tenerte así, arrodillada! —exclamó, devorándome con la mirada—. No te imaginas lo excitante que es tenerte en esta postura, mirándome fijamente con esos ojazos, con esos labios rojos sobre mi polla, y una perspectiva increíble de esas dos tetazas bien sujetas… Y el hilo del tanga perdiéndose entre esos redondos y azotables cachetes… ufff…



— Y tú no sabes lo excitante que es tenerte a ti así, de pie ante mí, como un poderoso dios griego con una verga enorme que me pide que me la coma hasta hacerla explotar —concluí, besando el violáceo balano.



— Estaba convencido de que tenías que ser así de puta… Toda una mujer, que se mantiene tan buenorra, necesita un buen rabo para satisfacerse… El de tu maridito no es suficiente, ¿verdad? Te gusta la carne joven y dura… No hace falta que te atragantes, quiero que me hagas gozar con esa boquita el máximo tiempo posible, y disfrutar viendo cómo lo haces.



No hubo tiempo para réplica. Agarró la coleta que cuidadosamente me había hecho con mi negra cabellera para la ocasión, y tiró de ella, obligándome a abrir la boca para, inmediatamente, llenármela con su viril cetro.



Esa brusquedad y acto de dominación me resultaron más excitantes de lo que jamás habría imaginado, así que chupé el enhiesto músculo con gula, hasta la profundidad que los tirones de mi cabello me indicaban, intentando mantener mis ojos fijos en la fascinante mirada de pervertido que el joven exhibía disfrutando de mí.



Succioné con la fuerza de mis deseos reprimidos hasta aquel momento, convirtiendo mi boca en una húmeda y estrecha aspiradora rematada con unos suaves y carnosos labios que hicieron las delicias del joven con su recorrido.



Fer jadeaba, con todo su cuerpo duro y febril, como una roca recalentada al sol, contrayendo los firmes glúteos a los que me aferraba con las manos, mientras se sujetaba de mi coleta para no perder el equilibrio por tan apasionada mamada.



— Mayca, Mayca, Mayca… —pronunciaba mi nombre entre placenteros gruñidos, acompañando mis movimientos cervicales con vaivenes de cadera y tirones de cabello que me resultaban increíblemente excitantes.


Disfruta de este Pelirelato.


La saliva escurría por su miembro, lubricándolo de tal modo, que mis chupadas resonaban en mis oídos, acompañando los varoniles gemidos, cada vez más incontenibles, del joven que se deshacía de gusto en mi boca.



Mi mano derecha rodeó su cadera y aferró el grueso mástil que se perdía entre mis labios, sujetándolo firmemente para disminuir la velocidad mamadora, pero, a la vez, incrementar la intensidad de succión.



Esto me permitió volver a abrir los ojos, ya que los había cerrado a causa del violento ritmo alcanzado anteriormente, para volver a recrearme con los gestos de placer del atractivo muchacho mientras saboreaba con lenta dedicación su sabrosa polla, aderezada con el néctar del líquido preseminal.



Los gemidos se transformaron en bramidos, y los tirones de coleta se detuvieron para poder sujetarse a mi cabeza con ambas manos, como si fuera a perder el equilibrio por la fuerza con que mis labios tiraban de su pétrea carne hacia el interior de mi boca para alcanzarme la garganta.



Obligándome a abrir más la mandíbula, sentí la verga aún más hinchada de lo que ya estaba, palpitando sobre mi lengua para hacerme gemir de satisfacción con la boca llena.



«¡Es deliciosa, es enorme, la quiero todaaaa!!!», gritaba por dentro.



Mi mano descendió recorriendo todo el grueso tronco que no llegaba a engullir, lubricado con mi saliva, y alcanzó sus rasuradas, duras y colgantes pelotas para tomarlas en la palma y cerrar mis dedos en torno a ellas, ejerciendo una ligera presión a la vez que mis yemas y uñas rozaban su perineo, acariciándolo.



— ¡Diooss! —gritó Fernando.



Un temblor le sacudió de pies a cabeza, y percibí cómo su potente músculo latía dentro de mi boca para, de repente, sentir una hirviente explosión de sabor a macho dentro de ella, pillándome por sorpresa.



Parte del denso semen anegó mi garganta, obligándome a tragarlo inmediatamente para no ahogarme, mientras el resto inundaba mi boca con el inconfundible gusto a leche de hombre, por lo que succioné rápidamente para sacarme el pollón de la cavidad con el espeso elixir rebosando entre mis labios.



Apenas había vuelto a ver la luz el amoratado glande, abandonando su oral refugio, cuando un potente chorro salió disparado de él, estrellándose en mi cara e impactando contra mis rojos pétalos entreabiertos.



— ¡Ooohh, Mayca, lo que te has ganado! —afirmó entre dientes.



Su mano derecha volvió a aferrar mi cabello y tirar de la coleta, a la vez que su izquierda tomaba el control de su portentoso miembro para apuntar con una tercera y abundante erupción de blanca crema hacia mi rostro, finalizando en mi boca abierta por el tirón de pelo.



Tragué ese delicioso manjar de dioses, sintiéndome yo misma una diosa, recreándome con la expresión de infinito placer de mi amante, quien contemplaba su obra a la vez que volvía a ofrecerme la polla para que terminara de extraerle todo el jugo.



Mis labios acogieron cálidamente la suave testa de su cetro, y la succionaron para que una nueva descarga de fuego seminal escaldase mi lengua y garganta.



Degusté la nueva entrega, borracha de lujuria, estrangulando al invasor con decididas chupadas para que terminase de agonizar dentro de mi boca y me diera toda su corrida en unas últimas y ya decadentes poluciones.



Sonriéndome, con cara de infinita satisfacción, Fer sacó su verga teñida con el carmín de mis labios, congratulándose por cómo los regueros de semen brillaban en mi rostro mientras me relamía degustando la leche que aún impregnaba mis pétalos.



Sin mediar palabra, con fuego en sus ojos, me tomó de la barbilla obligándome a levantarme. Carente de cualquier tipo de delicadeza, prácticamente, me arrancó el sujetador para liberar violentamente mis pechos, que botaron ante su escrutadora mirada.



— ¡Qué tetazas! —exclamó entre dientes.



De igual modo, y llegando a rasgar una de las finas tiras de tela, me arrancó el tanga, dejándome desnuda para él sobre mis vertiginosos tacones.



Por unos instantes, me contempló como quien, tras una dieta, al fin puede darse un atracón de su plato favorito.



Haciendo gala de su fuerza, me tiró sobre la cama, poniéndose inmediatamente sobre mí para estrujar mis pechos con lujuria, juntándolos y hundiendo su rostro en ellos para devorármelos ansiosamente.



Con los pezones tan erizados que me dolían, y la entrepierna empapada, reí y gemí, loca de excitación.



El chico descendió por mi abdomen con su boca, metiendo sus manos bajo mi cuerpo y haciéndolo arquearse hasta que su cabeza se perdió entre mis receptivas piernas abiertas. Agarró mis nalgas con decisión, calibrando su firmeza con los dedos, y lamió todo mi coño, arrancándome un profundo suspiro.



Enseguida, sus labios se acoplaron a los de mi vulva, y su escurridiza lengua se abrió paso entre ellos, retorciéndose a la vez que daba con mi duro clítoris para lamerlo ávidamente.



— ¡Oh, Dios mío! —grité, derritiéndome con el exquisito cosquilleo que se propagaba desde el epicentro de mis placeres hacia cada fibra de mi cuerpo.



En esa ocasión no había alcanzado un orgasmo espontáneo al comerle la polla a mi fantasía, pero me había quedado cerca, tan cerca, que en unas pocas lamidas y succiones de mi perla, estallé en un potente clímax que arrancó un aullido de mi garganta.



— ¡Aauuuhh…!



Con la espalda formando un arco sobre la cama, y estrujándome yo misma las tetas, cada músculo de mi cuerpo se entregó a un maravilloso orgasmo que mi amante prolongó con la audacia de su lengua colándose entre los pliegues de mi íntima piel. Hasta que el terremoto se disipó y mi cuerpo volvió a reposar sobre el lecho.



Pero el joven no cejó en su empeño. Siguió comiéndome el coño con entrega, haciendo diabluras con su intrépido músculo en la antesala de mi vagina y el botón del placer, manteniendo mi libido en un nivel que ni yo misma sabía que era capaz de mantenerse tras la liberación de la carga sexual.



— Umm… Fer… umm, ¿qué me haces…? —pregunté sorprendida, metiendo mis dedos entre sus cabellos para acariciar su cabeza.



Una de sus manos abandonó mi culo, y me arrancó un sincero gemido cuando, sin dejar de ensalivarme el clítoris, uno de sus dedos me penetró repentinamente.



La excitación subió un nuevo peldaño, haciéndome jadear con la combinación de succiones de pepita y continuas penetraciones digitales.



-— Ah, ah, ah…



De pronto, otro dedo irrumpió en mi vagina, dilatándola entre ambos para hacerme ver las estrellas de puro gusto.



— ¡Joder, qué comida!, ¡joder, qué comida! —exclamaba, enajenada entre gemidos.



La lengua y labios estimulaban húmedamente el clítoris, haciéndolo vibrar y poniéndolo, incluso, más duro que mis pezones. Mientras, los dos dedos entraban y salían de mi coño, llenándomelo hasta donde podían alcanzar con una deliciosa fricción de las paredes internas.



El chico sabía bien lo que hacía para darme un placer que mi cerebro apenas podía procesar, pues la tensión sexual no solo no había decaído tras el orgasmo, sino que seguía ascendiendo para llevarme al borde de uno nuevo.

CONTINUARÁ...


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