Numbers

Numbers


Capítulo 2

Página 4 de 43

Capítulo 2

El McNútil había decidido darnos caña. Alguien debía de haberle apretado las tuercas antes de venir a clase… Fuera lo que fuera, ese día había decidido ponernos las pilas. Nada de armar escándalo, ni de conversaciones por lo bajini. Todos con las cabezas agachadas y haciendo un examen de comprensión textual, treinta minutos de tiempo. Lo que me pasa a mí es que, cuando alguien me dice que haga algo en un tiempo concreto, tengo el siguiente problema: quiero mandarles a la mierda y hacerlo a mi ritmo, cuando me apetezca. Incluso si se trata de algo que tengo ganas de hacer (que no era el caso). Que nadie piense cosas raras: sé leer, más o menos, pero no voy muy rápido. Es como si mi cerebro necesitara tiempo para poner en orden las palabras. Si intento leer rápido, todo se me enreda y las palabras acaban por no tener ningún significado.

Pero esta vez me esforcé para hacerlo lo mejor posible. De verdad. Karen, mi madre de acogida, me había soltado el sermón por hacer novillos. Seguro que todo el mundo sabe cómo es eso, ¿verdad? «Tienes que hincar los codos… Es importante que saques buenas notas… En la vida no hay segundas oportunidades…». Habló con el colegio, con mi asistente social… Con todos los sospechosos habituales, y supongo que yo simplemente no tenía ganas de que siguiera montando más lío con todo eso. Decidí aguantarlo, tragar durante un tiempo para ganar un poco de espacio para respirar.

Todos los demás también estaban callados, para variar. Habían notado el McNútil estaba de un humor de perros y preferían no forzar las cosas. Algunos se removían un poco en los asientos y suspiraban, pero prácticamente todo el mundo estaba sentado, quieto y trabajando (o al menos fingiendo que trabajaban) cuando, sin previo aviso, se produjo un estruendo en la clase. La puerta osciló sobre sus goznes, golpeó con fuerza contra la pared que tenía detrás y Spider entró como si fuera una bala de cañón, tropezando con sus propios pies y casi cayendo al suelo. Instantáneamente el ambiente anterior quedó destrozado. Los alumnos empezaron a vitorearlo y abuchearlo a la vez, sin dejar de gritar.

El McNútil no estaba impresionado.

—¿Qué es lo que pretende entrando aquí de esa manera? Haga el favor de salir de nuevo al pasillo y volver a entrar como una persona civilizada.

Spider dejó caer los hombros con un suspiro exagerado y puso los ojos en blanco.

—Venga, va, señor. Ya estoy dentro, ¿no? Ya estoy aquí.

McNulty habló con voz tranquila pero con firmeza, como si ya le estuviera costando mantener la calma.

—Limítese a hacer lo que le digo y empezaremos de nuevo.

—¿Pero a qué viene esto, señor? No tengo por qué estar aquí, pero aquí estoy. Listo para aprender, señor. —Nos dirigió una mirada irónica al resto de nosotros a la que respondimos con un abucheo—. ¿Por qué quiere humillarme ahora?

El McNútil inspiró hondo.

—No sé por qué ha decidido unirse a nosotros hoy, pero algo lo ha traído hasta aquí. Así que, si quiere apuntarse, cosa que espero que haga, primero tendrá que salir y volver a entrar tranquilamente como le he pedido y así podremos seguir con la clase.

Se produjo una larga pausa mientras ambos se miraban fijamente a los ojos. El resto de nosotros nos quedamos callados, esperando a ver cómo se desarrollaba la cosa. Por una vez Spider estaba bastante quieto, allí plantado, mirando al McNútil sin pestañear y sólo balanceando una pierna. De repente se volvió y salió, tal cual. Todos los ojos que había en la clase lo miraron salir y siguieron observando el umbral vacío. ¿Se habría ido por las buenas? Se produjo un murmullo por lo bajo cuando reapareció, erguido en toda su estatura y tan tranquilo como si nada hubiera pasado. Se detuvo en el umbral.

—Buenos días, señor —dijo, y saludó con la cabeza en dirección al McNútil.

—Buenos días, Dawson. —La mirada de McNulty era cautelosa; no estaba muy seguro de cómo tomarse la aparente rendición de Spider. Estaba preocupado porque la victoria había sido demasiado fácil. Puso la hoja del examen, papel y un bolígrafo en la mesa de Spider—. Ven y siéntate, muchacho, y ponte a hacer esto lo mejor que puedas. —Spider caminó hasta su mesa mientras McNulty volvía a la parte de delante y se quedaba de pie allí, observándonos—. Está bien, todos a lo vuestro. Os quedan veinticinco minutos. Vamos a ver qué podéis hacer.

Pero la inesperada aparición de Spider había cambiado el ambiente. Ahora estábamos agitados y había un murmullo continuo. Todo el mundo estaba inquieto; se oían conversaciones por lo bajini y constantemente las patas de las sillas al arrastrarlas por el suelo. McNulty seguía llamándole la atención a la gente, intentando recuperar el control de la situación.

—No levanten la vista de la hoja. Y dejen las manos quietas. —Pero estaba librando una batalla perdida.

En cuanto a mí, las palabras que tenía delante no hacían más que bailar. No tenían ningún sentido ni patrón, y eran tan incomprensibles como el chino o el árabe. Es que no podía dejar de preguntarme si era yo la razón por la que Spider había vuelto. Junto al canal pensé que había sentido el principio de una conexión entre ambos y eso me asustó. Le había estado evitando desde entonces, pero no tenía razones para pensar que Spider había vuelto a pensar en mí, hasta ahora. Porque podría jurar que, cuando iba camino de su mesa, me había mirado y guiñado un ojo. Maldito gilipollas. ¿Quién se creía que era?

Pasada la hora de comer, el McNútil ya había tenido suficiente. Después de un rato de hablar sobre un ruido de fondo, risas y conversaciones continuas, de repente se detuvo.

—Bien, fuera libros, bolis y papeles. Todo. ¡Ahora mismo! —¿Qué es lo que tendría en mente ahora?—. Vamos, rapidito. Quitad todas las cosas de la mesa. Tenemos que hablar.

Ojos en blanco, bostezos… Vaya, ya nos la habíamos cargado y ahora nos iba a dar la charla. Guardamos las cosas en las mochilas o en los bolsillos y esperamos para oír la bronca habitual: «Ésta es una conducta inaceptable… Os estáis perjudicando a vosotros mismos… Es una falta de respeto…». Pero no fue eso lo que pasó.

En vez de eso se puso a pasear entre las mesas deteniéndose para decirle algo a cada uno de nosotros antes de pasar al siguiente.

—Parado. Cajera. Basurero. —Cuando llegó a donde estaba yo ni siquiera tuvo que pararse a pensar un momento—. Limpiadora —me dijo, y siguió caminando. Llegó de nuevo a la parte delantera, se volvió y nos miró—. Vamos a ver, ¿cómo os hace sentir todo eso?

Nosotros nos quedamos mirando a las mesas o por la ventana. Nos hacía sentir exactamente como él quería que nos sintiéramos. Como una mierda. Todos sabíamos el tipo de futuro que nos esperaba después del colegio, no necesitábamos que un gilipollas engreído como él nos lo recordara.

—Yo me siento bien, señor —respondió de repente Spider—. Ésa no es más que su opinión, ¿no? No significa una mierda. Yo puedo hacer lo que quiera, ¿no es cierto?

—No, Dawson, y ahí está lo importante de la cuestión. Por eso quiero que me escuchéis todos. En este momento, con la actitud que estáis demostrando, hacia eso es hacia lo que vais. Pero si os aplicáis un poco más, os concentráis y os esforzáis para aprovechar vuestro último año aquí, todo puede ser diferente. Si os sacáis la secundaria y conseguís buenas notas aquí en el colegio, podréis llegar a mucho más.

—Mi madre es cajera. —Fue Charmaine quien lo dijo. Se sienta dos sitios por delante de mí.

—Sí, y no hay nada malo en ello, pero tú, Charmaine, podrías llegar a ser la encargada de la tienda si quisieras. Todos tenéis que mirar un poco más allá y pensar en lo que podéis conseguir. ¿Qué es lo que os imagináis haciendo? Vamos, decidme qué creéis que estaréis haciendo dentro de un año, de dos o de cinco. Laura, empieza tú.

Fue preguntando a toda la clase. La mayoría de mis compañeros no tenían ni idea o, mejor dicho, sabían que lo que McNulty les había dicho iba bastante bien encaminado. Cuando llegó a Spider, contuve la respiración. ¿Qué diría el chico sin futuro?

Por supuesto, él aceptó el desafío del profesor. Se sentó en el respaldo de la silla, como si fuera a dirigirse a una multitud.

—Dentro de cinco años, yo estaré cruzando las calles en mi BMW negro, con el equipo de música a tope y con bastante dinero en los bolsillos.

Con eso se ganó más abucheos de los demás.

McNulty lo miró con aire irónico.

—¿Y cómo vas a conseguir eso, Dawson?

—Un poco de aquí y otro poco de allá, señor. Comprando y vendiendo.

La cara de McNulty cambió en un segundo.

—¿Robo, Dawson? ¿Tráfico de drogas? —preguntó con una voz gélida y meneando la cabeza—. Me deja sin habla, Dawson. Infringir la ley y alimentar la miseria. ¿Sólo aspira a eso?

—Es la única forma que tenemos los que somos como nosotros de conseguir dinero, tío. ¿Qué coche conduce usted, señor? ¿Ese Opel Astra, el rojo que hay en el aparcamiento? ¿Después de enseñar durante veinticinco años? Ya le digo desde ahora que yo no voy a conducir un Astra.

—Ande, siéntese en la silla, Dawson, y cállese. Que hable alguien más. ¿Y qué me dice usted, Jem?

¿Y cómo iba a saber yo lo que me iba a pasar? Ni siquiera sabía dónde iba a estar viviendo dentro de un año. ¿Por qué nos estaba torturando ese hombre, por qué nos lo estaba haciendo pasar tan mal? Inspiré hondo y dije con toda la dulzura de que fui capaz:

—¿Yo, señor? Yo sé lo que quiero.

—Pues muy bien. Cuéntenos.

Me obligué a mirarle directamente a los ojos. 25122023. ¿Cuántos años tendría ahora? ¿Cuarenta y ocho? ¿Cuarenta y nueve? Iba a morirse más o menos justo en cuanto se jubilara. Y el día de Navidad. La vida es cruel, ¿verdad? Las navidades destrozadas para toda su familia durante el resto de sus vidas. Le estaba bien empleado a ese cabrón cruel.

—Quiero ser exactamente… como usted, señor.

Durante un segundo se le iluminó la cara y se le formó una media sonrisa, pero pronto se dio cuenta de que estaba cayendo en la trampa. Se puso serio y volvió a menear la cabeza. Su boca se convirtió en una dura línea y se podían ver los huesos marcados en la mandíbula apretada.

—Saquen sus libros de matemáticas —ladró—. Me están haciendo perder el tiempo —murmuró entre dientes—. Perder el tiempo…

Al salir de clase, Spider chocó su mano con la mía. Normalmente no hago esas estupideces, pero mi mano se elevó para encontrarse con la suya como si tuviera voluntad propia.

—Me gusta tu estilo, tía —dijo asintiendo con aprobación—. Le diste bien. Apúntate una.

—Gracias —respondí—. ¿Spider?

—¿Qué?

—No andas con drogas, ¿verdad?

—No, no tomo nada fuerte. Sólo le estaba tomando el pelo. Es demasiado fácil a veces, ¿no? ¿Vas andando a casa?

—No, estoy castigada. —Tenía que esperar un par de minutos a que se fuera yendo la gente. Karen estaría esperándome en la puerta. Ahora me acompañaba al colegio y me recogía, sólo hasta que me «ganara su confianza». Y yo no iba a permitir que ninguno de mis compañeros me viera con ella.

—Ya nos veremos.

—Sí, ya nos veremos. —Le dio una patada a su mochila, que cruzó la puerta de la clase, y salió detrás de ella. Mientras lo miraba, pensé: «Mantente lejos de la drogas, Spider, por lo que más quieras. Son peligrosas».

Ir a la siguiente página

Report Page