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Capítulo 27

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Capítulo 27

El camino por la orilla del canal me lo puso todo mucho más fácil. Sólo había una forma de llegar hasta mi próximo destino y no tenía que tomar decisiones ni hacer elecciones, sólo seguir andando. Con Spider metido en la cárcel, sabía que la cuestión ya no era si me iban a coger, sino cuándo. Para ser sincera, me sentía muy tranquila respecto a eso. Lo peor ya había pasado: perder a Spider, tener que dormir a la intemperie en medio de ninguna parte, quedarnos sin dinero. Y había sobrevivido a las doce primeras horas. Bueno, lo cierto es que había hecho algo mejor que sobrevivir: había hecho una amiga. Y eso era genial.

Caminé todo el día dejando atrás montones de botes y pequeños grupitos de casas. Había corredores haciendo ejercicio en el camino llano y gente con bicicletas. Me limité a ignorarlos, con la cabeza baja, un pie delante del otro y nada de contacto visual.

Es curioso; creo que era la primera vez que me pasaba todo el día caminando todo el tiempo, sin tener que ocultarme o descansar. Supongo que todas las emociones y el no comer bien ya estaban haciendo mella en mí y que seguramente no estaba en forma para eso, pero seguí adelante. Era como una zombi: estaba demasiado cansada y entumecida para pensar mucho y sólo seguía el camino adelante, siempre adelante. Era mucho más fácil caminar con una mochila. Dios, Spider y yo nos habíamos puesto las cosas muy difíciles cogiendo lo que encontramos a mano y metiéndolo en bolsas de plástico. Vaya par de idiotas. Los ojos empezaron a llenárseme de lágrimas con sólo pensar en él. ¿Dónde estaba? ¿Qué le estarían haciendo ahora? La única forma que tenía de soportarlo era seguir adelante, un pie delante del otro, adelante, hacia el oeste.

El camino empezó a estar más concurrido, por lo que deduje que me estaría acercando a la ciudad: había familias, niños con bicis o jugando con los perros, parejas mayores cogidas del brazo disfrutando de un paseo en una tarde de sábado bajo el sol invernal. Aun con la vista baja pude notar sus recelos, cómo las madres apartaban a sus hijos de mí.

Un bebé se metió entre mis piernas y se quedó allí mirándome. Casi sentí cómo se me erizaba el vello. Esa personita me miraba directamente a la cara con grandes ojos marrones confiados y dos rastros de mocos cayéndole de la nariz. 432053. Iba a morir alrededor de los cuarenta ese pobre niñito que todavía no sabía lo que era la muerte.

Di un paso a un lado y mis piernas se soltaron de sus manitas pegajosas. Seguí adelante mientras oía detrás de mí a los padres riñendo al niño cariñosamente. Seguí por el camino; varios minutos después aún podía sentir el calor húmedo de sus manitas a través de los vaqueros.

Empezaba a sentirme tensa de nuevo. Estar rodeada de gente era peligroso. Podía lidiar con un par de personas, pero las multitudes eran otra cosa. Intenté recuperar el ritmo, pero ya no me fue posible. Todo el día había necesitado seguir adelante, llegar allí, fuera donde fuera. Ahora estaba exhausta y volvía a sentirme asustada. El sol empezaba a esconderse tras las colinas.

El paisaje que me rodeaba cambió cuando la luz empezó a desaparecer. Unos edificios pálidos cubrían las laderas de las colinas a derecha e izquierda. Comenzaron a encenderse las farolas dándole una tonalidad anaranjada a la piedra, destacando cómo los largos dedos en sombras de la ciudad invadían los campos. Casi había llegado a Bath. Hoy quería que la luz no se fuera; no quería estar sola en la oscuridad.

No suelo ser asustadiza ni nada de eso (hay que tener en cuenta que la vida llevaba mostrándome lo peor de sí misma desde que tenía siete años), pero los últimos meses, especialmente los últimos días, habían conseguido volverme suspicaz. Todo lo que quería en ese momento era encontrar algún lugar seguro donde refugiarme durante la noche, enroscarme sobre mí misma y dormir. Quería desconectar, alejarme del mundo durante un rato. Un profundo escalofrío me recorrió. ¿Era eso lo que quería mi madre cuando se metía un chute? ¿Escapar durante unas horas? ¿Era demasiado para ella cuidar de una niña sola y vivir en un cuchitril? ¿Decepcionar a todos una y otra vez? Nunca antes lo había entendido. No sabía por qué hacía eso. Pero empezaba a entender lo atractivo que podía resultar un poco de inconsciencia. Pero yo no quería lograrla de la misma forma que lo hacía ella…

Había algo extraño en aquel lugar. En el lugar de donde yo venía, los canales eran algo sucio que corría por detrás de las fábricas y almacenes. Pero aquí había uno diferente. Estaba flanqueado por verjas de metal pintadas de blanco y lo cruzaban curiosos puentes de piedra tallada.

Pronto el camino por el que iba abandonó el canal y desembocó en una carretera. Ahora estaba en una colina; curioso porque llevaba recorriendo un camino llano todo el día. La carretera subía y bajaba a derecha e izquierda, mientras que el canal seguía por terreno llano al otro lado de la misma y pasando por debajo. Crucé y miré por encima de un puente de piedra. No se veía mucho ya, pero pude distinguir las formas de los botes amarrados. No tenía muy claro que pudiera encontrar por allí algún lugar donde refugiarme. Mejor sería que me pusiera a buscar un parque o algún rincón en el jardín de alguien. Tomé la carretera y giré a la derecha hacia una más tranquila. Parecía sacado de la tele, un decorado de película, con la acera adoquinada y las casas altas.

Era el momento del día en que la gente ya había encendido las luces, pero aún no había corrido las cortinas. Muchas de las ventanas parecían una pantalla de televisión que llamaba la atención por el resplandor de la luz del interior. Había personas con sus ordenadores o viendo la tele, algunas sentadas leyendo.

Ver un momento de las vidas de los demás me hizo sentir sola. Ellos estaban calentitos y seguros, con los olores de la comida llenando la casa porque pronto sería la hora de la cena, tenían gente y un lugar al que pertenecían. Me obligué a seguir; no era bueno para mí pensar en lo que tenía el resto de la gente. Tenía que encontrar algún sitio donde dormir.

Al otro lado de la carretera las casas se interrumpían. Una valla rodeaba el borde de un campo. Me puse a buscar algún sitio por el que colarme; no me apetecía clavarme otro alambre de púas. Estaba tan cansada que me sentía algo aturdida. Empezó a levantarse una brisa muy fría que se me colaba entre la ropa. Tenía que localizar algún sitio resguardado o me encontrarían congelada por la mañana.

Crucé la calle para seguir la valla. A unos metros había unos peldaños por los que podía trepar (o más bien tirarme hacia el otro lado, porque mis piernas no me ayudaban mucho después de pasar todo el día caminando). Cuando crucé al otro lado, lo primero que hice fue pisar algo, un charco grande y resbaladizo que olía muy mal. Genial, vacas otra vez, pero esta vez no estaban enclaustradas tras una cerca.

Noté que la hierba se inclinaba en una pendiente que subía hacia la oscuridad. Caminé junto a la valla (ese trecho estaba más llano y se veía mejor gracias a las farolas) hasta que llegué al extremo del campo y no me quedó más opción que subir por la cuesta y alejarme de la carretera para hundirme en la oscuridad. El cielo parecía haber desaparecido, bloqueado por la colina. De repente descubrí un bosquecillo. Estaba al otro lado de la valla, pero había una verja. Tiré de mí para pasar por encima de ella y seguí subiendo con los arbustos rompiéndome los vaqueros hasta que encontré una zona más llana bajo los árboles. En realidad era como un hueco en la tierra, una especie de socavón. Comprobé como pude que no había más mierda de vaca por allí y me dejé caer.

Me enrosqué como un bebé bajo la manta que me había dado Britney, envolviéndome el cuerpo y tapándome la cara. Casi no me protegía del viento. Como siempre, pensé que no iba a ser capaz de dormir: mi cabeza estaba llena de Spider, siempre Spider. ¿Estaría dormido ahora? ¿O estaría tumbado en alguna parte, despierto como yo, con el pecho subiendo y bajando? ¿Cuántas respiraciones le quedaban? Pero cuando dejé de temblar y mi cuerpo empezó a calentar el espacio que había bajo la manta, me fui relajando y la oscuridad que había a mi alrededor me inundó la cabeza, desconectando mis pensamientos.

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