No son espíritus chacarreros...

Esta tarde estaba haciendo mi maratón de videos conspiranoicos en Telegram, después de hacerle una pausa a la lectura de Hijos de la Matrix de David Icke y La verdad de la pandemia de Cristina Martín Jiménez, cuando me pregunté en que había quedado el temita candente de estos días. 

Tenía curiosidad. Y fui a Twitter, obvio. El despelote y el conventillo siempre están en Twitter. Los mejores memes también.

Busqué tendencias en Argentina y aparecía #17TodosALasCalles o algo así. Click al hashtag para pasar a la página y surgió un mensaje que ya conozco bien desde que intento publicar mis artículos de Telegraph y me los censuran:

"Algo salió mal, inténtalo de nuevo más tarde". 

No le di mayor importancia así que copié el hashtag y lo pegué en el buscador. Que aclaro no es Google. Se llama Duck Duck Go y arroja resultados bien diferentes a los del gigante monopólico. 

Entre estos resultados aparecían varias cuentas de Twitter que lo habían utilizado, y clickeé en la primera que vi. 

La página de Twitter se abrió, sí. Pero tanto el feed como los paneles laterales estaban casi vacíos, salvo por el mismo mensaje de "Algo salió mal. Inténtalo de nuevo más tarde".

Refresqué el navegador. Nada. Cerré la ventana y volví a abrir desde el enlace del buscador. Nada. Twitter estaba vacío. Cerré por segunda vez la ventana y abrí Twitter desde la barra del navegador. Sin reacción. Clickeé las opciones de Inicio, Perfil, Notificaciones... no redirigían a ningún sitio. 

… (rascarme la cabeza) …

Entonces súbitamente recordé aquella vez, en mi primera rebelión contra las redes sociales hace un año atrás... 

Prendí la cámara del teléfono para filmarme cantando una canción. Y empecé diciendo: "Para vos Google que me estás mirando..."

En realidad quería decirle que me la sobe o chupamela o algo así bien obsceno, pero no me dio tiempo porque de repente el teléfono se apagó solo. 

¿Fue la batería? Me pregunté. Lo enchufé para prenderlo y varias apps habían desaparecido. Tardé un rato en entender que se había quemado la tarjeta SD. 

Ese agradable recuerdo del día en que perdí todas las apps instaladas en la memoria externa y las fotos que luego descubrí a buen recaudo en Google Photos (y en su base de datos), me remontó a otra cosa que noté y me pareció extraña.

La semana antepasada Windows decidió por sí solo actualizarse en mi computadora. Generalmente me pregunta si quiero reiniciar el equipo ahora o más tarde. Pero esa vez acusó falta de modales y lo hizo por su cuenta. 

La semana pasada volvió a hacerlo pero no una sino ¡dos veces! Ambas en momentos que no estaba usando la compu. De repente iba al baño o a fumarme un pucho al garaje y cuando volvía la máquina estaba reiniciada... sola... 

Como no voy a pensar esas locuras que dicen por ahí que las tecnológicas tienen control remoto de nuestros dispositivos y que éstos nos filman y graban (además de recopilar todos nuestros datos y movimientos), después de tanto pensar, reflexionar y descartando la hipótesis de los fantasmas chacarreros llegué a la racional conclusión de que... ¡TENGO PODERES MENTALES! 

Pronto podré meter la mano dentro de las fauces de un cocodrilo o hipnotizar al hater que me toque de turno o hacer un poltergeist en la Quinta de Olivos para ahorrarme el ruido de la cacerola. 

Ojalá mis nuevos poderes mentales sean tan potentes que se vayan todos esos impresentables, muertos del susto. Y así devolverles el favor del miedo que nos metieron con el fin de instaurar una suerte de dictadura que atropelló los derechos constitucionales de millones de personas.

Porque nunca voy a considerar que esos episodios extraños en mis dispositivos fueron porque Twitter no quería que supiera de la marcha de mañana, que Microsoft está haciendo copias de mis archivos y vigilándome en remoto o que Google predijo mi comportamiento y anticipó que le iba a decir ¡Chupamela!...  

No. Esas locuras no voy a pensar jamás...

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