Nano
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Carretera 36, norte de Boulder, Colorado
Domingo, 12 de mayo de 2013, 10.50 h
Paul no tuvo tiempo de discutir la decisión de Pia de ir en su coche: la joven salió corriendo de Urgencias, cruzó el aparcamiento y se metió en su Volkswagen casi sin darle tiempo a subirse y cerrar la puerta tras de sí. Mientras él aún forcejeaba con su cinturón de seguridad, ella ya estaba en marcha.
—Pia, piénsalo un momento. Aun suponiendo que localicemos la furgoneta blanca, ¿qué vamos a hacer? ¿Y cómo sabremos que se trata del vehículo correcto? Te has olvidado de abrocharte el cinturón.
Pia lo fulminó con la mirada, como diciéndole «Tú no eres mi niñera», y aceleró para salir del aparcamiento. Zigzagueó entre el tráfico con agresividad hasta incorporarse a la autovía en dirección noroeste.
—Vamos a encontrarlos y después improvisaremos. Al menos los seguiremos hasta Nano.
—¿Y después qué?
—¡No lo sé! Lo que sí sé es que no podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar a que la policía vaya a ver a los paramédicos. Estoy segura de que Mariel tenía alguna excusa para… ¡Eh, cuidado!
Dio un volantazo para esquivar un coche que estaba efectuando un cambio de carril perfectamente legal con el intermitente puesto. El conductor no la había visto llegar por lo deprisa que iba.
—Pia, acabaremos teniendo un accidente, eso si no nos detienen.
—Ni hablar. ¡Ahí está la entrada de la autovía!
Entró en la autovía, donde su velocidad no llamaba tanto la atención, y siguió conduciendo a más ciento veinte hasta que aminoró y tomó una salida.
—¿Qué estás haciendo? —Paul se aferró a lo primero que encontró para poder mantenerse erguido.
—Este es el camino más rápido para llegar a Nano. Además, se cruza con la carretera de Carter Lake, que está aquí mismo. —Se saltó una señal de Stop y aceleró de nuevo—. Esta ya es la carretera de Carter Lake. Dentro de unos minutos veremos la entrada de Nano a nuestra izquierda.
—¿Cómo vamos a reconocer la furgoneta si solamente sabemos que es blanca? No es una descripción muy exacta. Pia, esto es una locura.
Paul tenía los nudillos blancos de tanto sujetarse al asiento.
—Voy a pasar por delante de Nano y después seguiremos hacia el norte, de camino a Carter Lake. No creo que haya muchas furgonetas blancas por los alrededores.
Avanzaron durante varios minutos sumidos en un silencio tenso. Pia iba encorvada sobre el volante y lo sujetaba con ambas manos. Parecía decidida a cumplir su misión.
Paul se permitió mirar por la ventanilla y reconoció el lugar donde estaban. Comprendía la lógica del plan de Pia, pero seguía preguntándose qué harían cuando localizaran la furgoneta, si es que lo conseguían.
La chica conducía deprisa pero atenta. Pasó ante el desvío que llevaba a la puerta de seguridad de Nano y tuvo que tocar la bocina para avisar a un todoterreno negro que amenazaba con cruzarse en su camino. Siguió adelante pegándose a la izquierda y acelerando de nuevo.
—De acuerdo, ¿y ahora qué? —preguntó Paul.
—Vamos a continuar hacia Carter Lake. Calculo que les llevamos unos diez minutos de ventaja, así que creo que es mejor que sigamos y los interceptemos. Sospecho que Nano tiene una entrada secundaria y me gustaría encontrarla. Dudo que utilicen la principal.
—¿Por qué no llamamos a la policía y dejamos que se encargue de esto? —propuso Paul.
La determinación y temeridad de Pia empezaban a ponerlo nervioso.
—La policía ya está avisada y se hará cargo de los paramédicos de la ambulancia. De todas maneras, estoy convencida de que Mariel tendrá preparada alguna argucia legal para explicar lo que está ocurriendo, igual que cuando entró en Urgencias y se llevó al corredor. La policía no puede ayudarnos en esta situación.
Siguió la curva hacia la izquierda que trazaba la carretera hasta que se convirtió en una recta. A la izquierda quedaban las instalaciones de Nano, y algunos de los edificios asomaban entre el verdor y los abetos. A la derecha, la carretera terminaba en un terraplén sobre un arroyo de montaña rodeado de árboles. Circulaban a más de ochenta por hora.
Pia miró a Paul y estuvo a punto de decir algo, pero de repente un movimiento llamó su atención. Por el rabillo del ojo izquierdo vio en el retrovisor que una forma se abalanzaba sobre ellos. Antes de que pudiera siquiera reaccionar notó un tremendo impacto en la parte trasera de su Volkswagen. Aunque lo intentó, no pudo mantener el coche enderezado mientras la gigantesca forma los empujaba hacia el borde de la carretera. Puede que gritara, pero el sonido quedó ahogado por el chirrido del metal cuando el coche impactó contra la gravilla de la cuneta. Luego siguió un instante de silencio mientras caía por el terraplén y volaba hacia los árboles. Pia notó entonces un impacto seguido por el estrépito de los cristales al romperse cuando el coche dio una primera vuelta de campana, una segunda y puede que una tercera; no llegó a saber cuántas habían sido, porque todo se volvió oscuro y silencioso.