Los grandes personajes de la Historia

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Guerra y revolución en España… y también en América

En 1808 comenzaron a llegar inquietantes noticias de España. El motín de Aranjuez, la invasión napoleónica, el Dos de Mayo en Madrid… El vacío de poder era evidente y pronto comenzó a discutirse cuál debía ser la actitud de las Indias ante los sucesos de la Península. El rechazo a José Bonaparte fue común en toda la América española, y a lo largo de 1809 la desconfianza comenzó a prender en algunos núcleos del poder colonial —Quito, La Paz, Chuquisaca (actual Sucre)— en los que se destituyó a las autoridades españolas por considerarlas colaboradoras con los invasores, y se nombraron Juntas que juraron defender los derechos de Fernando VII y tomaron el poder. Este movimiento se extendió a lo largo de 1810 a otras ciudades sudamericanas: Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá y Caracas. Allí prendió la chispa insurreccional el 19 de abril cuando una Junta destituyó al capitán general Vicente Emparán y se hizo cargo del gobierno del territorio. Entre sus primeras decisiones estuvo la negación de toda legitimidad a la Regencia que en España encabezaba la lucha contra los invasores (al igual que hicieron el resto de Juntas latinoamericanas) y la elección de tres sujetos para solicitar ayuda al gobierno británico en Londres. Los elegidos fueron Bolívar (que sin embargo no había participado en la deposición del capitán general), su antiguo maestro Andrés Bello y Luis López Méndez.

Así es como de nuevo se embarcó para Europa. En Londres desempeñó una doble tarea: por un lado, se encargó de las negociaciones con el secretario del gobierno británico lord Wellesley; por otro, tomó contacto con el luchador por la independencia Miranda, que se había refugiado allí tras el fracaso de sus intentos de 1806. Según explica el historiador Demetrio Ramos, «la embajada fracasó porque el momento elegido no podría resultar más desfavorable, pues Inglaterra poseía un tratado de alianza con España y tenía que respaldarla para que se sostuviera en la lucha contra Napoleón, circunstancia que hacía impensable el apoyo a los independentistas iberoamericanos». Así pues, los embajadores venezolanos tuvieron que volver con las manos vacías.

Mientras tanto, en Venezuela las tensiones habían ido creciendo ya que no todas las ciudades reconocían la autoridad de la Junta de Caracas. En un intento de encauzar la situación, ésta convocó un Congreso representativo para debatir la situación. Este Congreso fue el que firmó, a solicitud de la Sociedad Patriótica de Caracas (que presidía Miranda, quien había regresado a finales del año anterior), la declaración de independencia de Venezuela, la primera de toda Iberoamérica, el 5 de julio de 1811. Bolívar para entonces estaba implicado de lleno en política. Formaba parte de la Sociedad Patriótica de Caracas, que le concedió el grado militar de coronel, participó en el sometimiento por la fuerza de la ciudad de Valencia (Venezuela) a la autoridad del Congreso y se le encargó la guardia de la importante plaza de Puerto Cabello, que perdió a manos de los realistas. Éstos, liderados por el militar español Domingo Monteverde, fueron ganando rápidamente posiciones y, el 12 de julio de 1812, ante ellos capituló Miranda, que había recibido plenos poderes del Congreso para salvar la joven República. Bolívar formó parte de los militares que no aceptaron esta capitulación y decidieron capturar a Miranda, quien fue posteriormente entregado por sus compañeros a las autoridades realistas y enviado a España; cuatro años más tarde murió en una prisión de Cádiz.

Perdida ya la República, Bolívar pudo escapar por los pelos gracias a que un amigo le consiguió en el último momento un salvoconducto para embarcar hacia la isla holandesa de Curazao, de donde partiría para Cartagena de Indias en octubre de 1812. Poco después publicó el primero de sus escritos políticos, el llamado «Manifiesto de Cartagena», en el que afirmaba las necesidades de formar un ejército profesional para garantizar la independencia y centralizar la acción de gobierno en los territorios de la América hispana y proponía pasar a la ofensiva estratégica como forma de caminar con paso firme hacia la emancipación. Bolívar era un hombre de ideas pero también de acción, así que reunió un pequeño grupo de exiliados venezolanos y con ellos comenzó a marchar tierra adentro siguiendo el río Magdalena. Limpió sus márgenes de cuadrillas enemigas y, con la aprobación del Congreso de Nueva Granada (pues así se llamó durante sus primeras décadas la Colombia independiente), el 14 de mayo de 1813 comenzó una campaña de liberación de Venezuela que concluiría brillantemente con su entrada en Caracas el 7 de agosto. En sólo tres meses desarrolló la que se ha conocido con posterioridad como «Campaña admirable», que fue una sucesión de hábiles maniobras y combates desarrollados a una velocidad de vértigo. Durante la misma dictó el Decreto de guerra a muerte contra los españoles. Según el historiador colombiano Gustavo Vargas Martínez, con él hizo «el deslinde político-ideológico entre amigos y enemigos… Afirmó que eran americanos los que luchaban por la independencia sin importar país de nacimiento ni color de piel; y que eran enemigos los que, aunque nacidos en América, no hicieran nada por la libertad del Nuevo Mundo». A su paso por Mérida (Venezuela) la multitud le recibió al grito de «¡Libertador!», título que le concedió oficialmente el Ayuntamiento de Caracas en octubre del mismo año.

Pero en los meses siguientes los fieles al rey de España se reorganizaron bajo el mando de José Tomás Boves, que con su ejército de llaneros fue derrotando a los republicanos en una serie de enfrentamientos entre mayo y julio de 1814. Finalmente logró entrar en Caracas, produciendo la desbandada de los jefes militares «rebeldes». Bolívar se dirigió primero a la región oriental del país para buscar refugio, pero ante el ambiente poco amigable que halló, dirigió de nuevo sus pasos hasta Cartagena de Indias. Decidió entonces ponerse de nuevo al servicio del Congreso y cumplió brillantemente su orden de someter la capital, Bogotá. Pero poco más pudo hacer ya que su actuación se volvió factor de encendida polémica entre las diferentes facciones políticas y, ante el riesgo de guerra civil entre quienes defendían la independencia, decidió exiliarse en la isla británica de Jamaica en mayo de 1815.

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